George WEIGEL,
escritor
catolicos-on-line, 26-10-15
Cargado como estaba de sociología, y no muy buena
sociología, el documento de trabajo era, en más de unos cuantos puntos, difícil
de reconocer como un documento de la Iglesia. El informe final es claramente un
documento eclesial, un producto de la meditación de la Iglesia sobre la Palabra
de Dios, entendida como la lente a través de la cual la Iglesia interpreta su
experiencia contemporánea.
El documento de trabajo era bíblicamente anoréxico. El
informe final es ricamente bíblico, incluso elocuentemente bíblico, como
corresponde a un encuentro del Sínodo en el quincuagésimo aniversario de la
conclusión del Concilio Vaticano Segundo y su Constitución Dogmática sobre la
Revelación Divina, «Dei Verbum».
A veces, el documento de trabajo parecía casi
avergonzado de la asentada doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del
matrimonio, sobre las condiciones necesarias para la recepción digna de la
Sagrada Comunión, y sobre las virtudes de la castidad y fidelidad. El informe
final reafirma la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio, Sagrada Comunión,
y la posibilidad de vivir virtuosamente en el mundo post-moderno. Y lo hace sin
reparos, incluso cuando llama a la Iglesia a una proclamación más efectiva de
la verdad lo lleva como patrimonio del mismo Señor Jesús, y a un mayor cuidado
pastoral de aquellos con circunstancias maritales y familiares difíciles.
El documento de trabajo silenciaba virtualmente el don
de los hijos. El informe final describe a los hijos como una de las mayores
bendiciones, alaba las familias grandes, tiene cuidado de honrar los niños con
necesidades especiales, y eleva el testimonio de parejas casadas felices y
fructíferas y a sus hijos como agentes de evangelización.
El documento de trabajo hizo una especie de discusión
a fondo de la conciencia y su papel en la vida moral. El informe final hace un
mucho mejor trabajo explicando lo que entiende la Iglesia de la conciencia y su
relación con la verdad, rechazando la idea que la conciencia es una especie de
facultad sin ataduras de la voluntad que puede funcionar como el equivalente de
la carta »Queda libre de la cárcel».
El documento de trabajo estaba lleno de ambigüedades
sobre la práctica pastoral y su relación con la doctrina. El informe final,
aunque no está libre de algunas ambigüedades, deja claro que el cuidado
pastoral debe empezar de una base de compromiso con la enseñanza asentada de la
Iglesia, y que realmente no hay algo como »opción de Catolicismo local», en
términos de soluciones regionales/nacionales a los desafíos o soluciones
parroquia por parroquia [en el original pone patish-by-parish, no he logrado
encontrar el significado del término patish, creo que es una errata y quería
decir parish-by -parish]. La Iglesia continúa siendo una Iglesia.
El documento de trabajo también era ambiguo en la
descripción de »familia». El informe final subraya que no es posible trazar
analogías entre lo que entiende el Catolicismo por «»matrimonio» y «»familia» y
otros arreglos sociales, no importa su estatuto legal.
Misericordia y verdad a veces parecían en tensión en
el documento de trabajo. El informe final es mucho más desarrollado
teológicamente al relacionar misericordia y verdad en Dios, y entonces
inseparables de la doctrina y práctica de la Iglesia.
El documento de trabajo no era una gran cosa desde el
punto de vista literario y era algo más que laborioso de digerir. El documento
final es bastante elocuente en un número de puntos y enriquecerá las vidas de
los que lo lean, aunque muchos quizás no estén de acuerdo con una u otra
formulación.
En resumen, el informe final, aunque no sin defectos,
va mucho más lejos – y a años luz más allá del «Instrumentum Laboris» - en
aquello que el Papa Francisco y muchos padres Sinodiales querían hacer en este
proceso de dos años: elevar y celebrar la visión Católica del matrimonio y la
familia como una respuesta luminosa a la crisis de estas instituciones en el
siglo veintiuno.
Trasfondo y oportunidades perdidas
El Sínodo-2015 también ha traído a la luz varios
problemas serios que deben ser tratados mientras la Iglesia se mueve más allá
de los Sínodos gemelos de 2014 y 2015, con el informe final del Sínodo-2015
como marco de trabajo para una reflexión adicional (y para el que sea el
documento post-sinodial que el Papa Francisco eventualmente elija emitir).
El primero de estos problemas podría llamarse uno de
digestión teológica y pastoral. Fue dolorosamente claro en más de unas pocas
intervenciones en la asamblea general del Sínodo – y de alguno de los informes
de los grupos de discusión del Sínodo basados en la lengua – que amplios
sectores de la Iglesia mundial no han ni siquiera empezado a interiorizar la
enseñanza de la «Familiaris Consortio» (la exhortación apostólica de 1981de
Juan Pablo II que completa el trabajo del Sínodo de la Familia de 1980), mucho
menos la teología del Cuerpo de Juan Pablo. Peor, algunas partes de la Iglesia
Europea occidental parece que consideran cualquier referencia a este material
como trillado sin esperanza, incluso si solo tiene algo más de treinta años. El
entusiasmo con el que la Teología del Cuerpo fue recibida en las partes más
alerta de la Iglesia en Norte América ha sido ciertamente parte de la discusión
en el Sínodo-2015; pero queda mucho trabajo por hacer para que esta única
perspectiva Católica sobre corporalidad, sexualidad y amor humano dé frutos
pastorales en América Latina y Europa.
Todavía, quizás no sorprende que lleva tiempo arraigar
la enseñanza genuina que ensancha y desarrolla la tradición Católica; estas
cosas siempre llevan tiempo. Pero dada la velocidad con el que el cambio
cultural (o deconstrucción cultural) está invadiendo el mundo occidental,
ciertamente cabe esperar que las iglesias locales que todavía no han hecho uso
de estos recursos aprieten el acelerador.
El Sínodo 2015 habría sido más honesto si hubiese
sacado a la superficie el duro hecho de que el asunto de la comunión y de la
conciencia a menudo funcionan como pretexto de los episcopados, normalmente
desde el mundo germano-hablante, que quieren olvidar la «Humanae Vitae» y
deconstruir la «Veritatis Splendor». Esas partes del Iglesia mundial nunca han
perdonado a Pablo VI por reafirmar en la «Humanae Vitae», la visión clásica de
los medios apropiados para regular la fertilidad.
Tampoco han perdonado a Juan
Pablo II el rechazo de la teología de la moral proporcionalista de grandes
figuras teológicas alemanas como son Bernard Häring y Joseph Fuchs e insistir,
en la «Veritatis Splendor», que algunos actos son, en y por ellos mismos,
gravemente malos («malum in se»). Un prominente padre Sinodial del Catolicismo
germano-hablante incluso fue tan lejos para sugerir, en un entrevista antes del
Sínodo 2015, que siempre se podía encontrar algo bueno en todas las
situaciones, que «malum in se» no tiene sentido real en nuestro mundo. (Uno
inmediatamente piensa en violaciones, tortura de niños, tráfico sexual de
chicas, crucifixiones y decapitaciones de Cristianos por el ISIS, y se pregunta
que pasa con esta notable afirmación ).
Además del orgullo intelectual que he notado como un
problema en estas luchas, uno tampoco puede dejar de preguntarse sobre una
cierta ceguera de la historia. La desintegración del tejido moral de Occidente
está dirigiendo, paso a paso, a lo que Benedicto XVI acertadamente llamó la
«dictadura del relativismo» - el uso del poder coercitivo del estado para
imponer a fondo un código moral relativístico en toda la sociedad. ¿Por qué
prominentes obispos gemano-hablantes no pueden ver esto?
Otro trasfondo en los debates del Sínodo 2015 ha sido
una cuestión tan vieja como la controversia entre Agustín y Pelagio – y
probablemente mucho más vieja que esa: ¿Somos pecadores necesitados de
redención, o somos básicamente buenas personas que pueden, por nuestros propios
esfuerzos, empujarnos a nosotros mismos a la nobleza a la que aspiramos? La
última opción ahora viene empaquetada como «individualismo expresivo» - el
término usado por el catedrático de derecho de Notre Dame Carteer Snead, en
observaciones comunicadas esta semana en «Letter to the Synod» [en www.firstthings.com],
para resumir la noción post-moderna de la persona como simplemente un manojo de
deseos,una voluntad corporal. Es bastante malo, como el Catedrático Snead dijo,
cuando cinco jueces del Tribunal Supremo de EE.UU. creen en esto y lo usan para
encontrar «»derechos» en la constitución que habrían sido inimaginables para
los que la escribieron y adoptaron ese texto y sus enmiendas. Es mucho más que
malo cuando uno encuentra obispos Católicos que viran en una dirección similar,
equivocada, actuando bajo presiones culturales que parece que estén creando un
sentido de desesperación pastoral. Aquí hay, entonces, otro asunto que necesita
ser examinado seriamente en la Iglesia post-Sínodo 2015.
Finalmente, y a pesar de todas las cosas buenas del
informe final, es una lástima que un Sínodo que pretendía cambiar el mundo ha
acabado siendo una batalla sobre cambiar la Iglesia – o permanecer fiel a su
doctrina constitutiva y forma. Esto no es, uno espera, lo que el Papa Francisco
quería, pero es lo que ha ocurrido, y que en sí misma ha sido una oportunidad
perdida. También sugiere que la pasión por una «Iglesia permanentemente en
misión» de la cual habla el Santo Padre todavía tiene que ser comunicada a
algunos sectores muy importantes de la Iglesia mundial.
Una Iglesia vuelta en sí misma no es la Iglesia de la
Nueva Evangelización. Queda para los que están comprometidos con el
renacimiento evangélico del Catolicismo en el siglo veintiuno enlazar la
familia a la misión más estrechamente de lo que ha hecho el Sínodo 2015.
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