Aldo María VALLI, periodista
catolicos-on-line, 30-3-17
En tiempos como estos, en los que hay tanta confusión
en la iglesia, la palabra de algunos pastores fieles al Evangelio de Jesús es
muy valiosa. Me gustaría mencionar la última intervención de Mons. Luigi Negri
en la revista «Studi cattolici» (marzo de 2017), donde el arzobispo emérito de
Ferrara-Comacchio es el titular de la columna «Oportuna e inoportunamente».
Bajo el título «Sufrir en la Iglesia y por la
Iglesia», «Negri parte de un recuerdo de Monseñor Lugi Giussani para expresar
de modo cristalino algunos juicios inequívocos sobre asuntos que en los últimos
tiempos han causado desconcierto y despertado la tristeza en muchos católicos.
Escribe el arzobispo:
«el mes de febrero, a raíz del aniversario de su
muerte, me llega el recuerdo vivo de Monseñor Giussani, el gran maestro que ha
marcado indeleblemente mi vida, desde que lo conocí a la edad de 17 años cuando
impartía instrucción religiosa en el Liceo Berchet. La palabra de Giussani
sobre Cristo, la palabra de la cual él ha sido testivo, nos ha introducido en
la iglesia, porque la iglesia es el lugar donde Cristo se sigue haciendo
misteriosamente presente de modo sacramental pero real y donde es posible
encontrarLo, y compartir nuestras vidas con la Suya».
«Don Giussani -prosigue Mons. Negri – nos introdujo en
la iglesia y nos permitió descubrir que era nuestra madre, de la que ya no
podríamos más desligarnos; nuestra madre que debíamos amar con todas nuestras
fuerzas. Cuántas veces don Giussani recuordaba que por la iglesia se debía
sufrir: era necesario sufrir en la iglesia y por la iglesia, por todo lo que es
imperfecto, lo equívoco, lo erróneo que inevitablemente existe debido a su
dimensión también humana».
«No queremos una nueva iglesia a toda costa, no
queremos una iglesia que tenga sus formulaciones más adecuadas o en consonancia
con la horrenda mentalidad anticatólica que domina la vida del mundo y con la
cual la iglesia hoy corre el riesgo de entrar en acuerdos. Queremos que la
iglesia de Cristo, la iglesia que se genera y regenera todos los días por el
Espíritu Santo a través de la Palabra de Dios, a través de los sacramentos, a
través de la vida de la caridad; la Iglesia a la que se pertenece sufriendo por
ella, siempre con alegría.»
Y aquí está la evaluación clara de Negri sobre algunos
temas que han causado consternación entre muchos católicos:
«Sufrimos por la gran confusión que domina hoy la vida
eclesial, en la que hay rumores y afirmaciones equívocas, cuando no claramente
erróneas. Uno no puede decir, por ejemplo, que no estamos seguros acerca de la
Palabra del Señor porque en aquel momento no había grabadoras [aquí se refiere
a las declaraciones del Superior General de los jesuitas, Padre Arturo Sosa]
porque se tiene la idea de la palabra de Dios como un texto puramente humano
que debe ser sometido a la contextualización de la cultura. Hacer depender la
Palabra de la cultura, y no de quienes tienen la responsabilidad de leerla para
profundizarlo y proclamarla, es puro Luteranismo».
Del mismo modo, «no se puede decir que Marco Pannella
«está inspirando una vida mejor no sólo para Italia, sino para nuestro mundo
que necesita más que nunca de los hombres que saben hablar como él « y encima,
esperar que su espíritu »nos ayude a vivir en esa misma dirección» [y aquí la
referencia es a las palabras dedicadas a Pannella por Monseñor Vincenzo Paglia,
Presidente de la Academia Pontificia para la vida].
Continúa el obispo Negri, «Quien vivió en Italia (y no
en la luna) es consciente de que, con la gran batalla (ganada por él y los
radicales) sobre el aborto ha impedido el nacimiento de 7 millones de italianos
y con su gran batalla (ganada por él y los radicales) sobre el divorcio, ha
puesto las premisas legales para que miles de familias italianas se
descompongan como nieve al sol».
«No se puede, contra las decisiones del Concilio de
Trento y contra la mejor tradición historiográfica –no sólo de la Iglesia –
decir que Lutero es un reformador. Lutero es el origen de todas las
degradaciones de la modernidad, como del racionalismo, incluyendo el Fideísmo,
pero sobre todo incluyendo las grandes ideologías totalitarias que han hecho
miserable la vida de Occidente. Sin embargo, un número de institutos de
ciencias religiosas de algunas diócesis italianas ha dado recientemente un
curso o un seminario sobre el reformador Lutero».
«Creo -escribe el arzobispo- que esta situación corre
el riesgo de ser verdaderamente una gran prueba para el pueblo cristiano y para
muchos pastores. Quien guía debe tomar medidas para eliminar al menos el mayor
de estos malentendidos con iniciativas disciplinares, pero sobre todo debe
responder a las preguntas legítimas de muchos (y no son sólo cuatro
cardenales), haciendo más clara la manera de vivir este momento en la iglesia,
incluso para nosotros obispos que elegimos vivir en las periferias, acompañando
a los cristianos para hacer frente a los dramas que no pueden resolver solos».
Y aquí está la conclusión de Mons. Negri:
«Una última cosa quisiera recordar al final de esta
agotadora observación de las razones de dolor por la Iglesia. Georges Bernanos
y Giorgio La Pira, dos gigantes de la cultura y del compromiso social de los
cristianos, han puesto en primer plano una cosa que muchos hoy en día,
especialmente los eclesiásticos autorizados, deben reflejar: uno de los
elementos terribles de la historia, de la vida y la cultura occidental ha sido
la rabia de los pobres, la ira de los pobres. Creo que es necesario
considerarlo, porque los pobres no se irritan porque no se los ayuda a superar
su pobreza, sino porque son abandonados a sí mismos en la búsqueda que precede
e condiciona todos los aspectos de la vida: el problema del significado, de la
verdad, de la belleza y de la justicia de la vida. La Iglesia traiciona su
misión cuando no se preocupa de llevar a todos los hombres –todos los cuales
son pobres- la Palabra que salva: tal vez la ira de la gente está más cerca de
lo que pensamos»
¿Qué podemos decir? Además de suscribir cada palabra,
me gustaría solamente añadir algunas breves consideraciones, a partir de una
pregunta: ¿por qué no hay un número mayor de pastores que puedan hablar con
esta «parresía«, con esta franqueza que es también la forma más alta de la
caridad hacia los otros pastores y el rebaño que necesita ser guiado en verdad?
Las últimas palabras de Mons. Negri no son una
amenaza. Expresar una sensación que muchos sienten frente a una Iglesia que
traiciona su misión y frente a muchos pastores que, por miedo, oportunismo o un
sentido distorsionado de la vida tranquila, permanecen en silencio o, peor aún,
«cabalgan sobre la ola».
Mientras tanto, otro pastor que no tiene intención de
acomodarse, el cardenal Raymond Burke, durante una velada en Springfield,
Virginia, ha vuelto sobre el tema de las »dubia« y, respondiendo a unas
preguntas, explicó que él y los otros tres cardenales no se darán por vencidos.
Cuando se le preguntó si habrá una respuesta a las
»dubia« por el Papa o por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe,
Burke ha dicho: «Espero sinceramente que las haya, ya que estas son cuestiones
fundamentales que se plantean frente al texto de la exhortación postsinodal
Amoris laetitia. Hasta que no haya una respuesta a estas cuestiones, seguirá
difundiéndose una confusión muy perjudicial en la iglesia. Una de las preguntas
fundamentales es acerca de la verdad según la cual hay cosas que son ilícitas
siempre y en todo lugar, lo que llamamos actos intrínsicamente malos. Nosotros
seguiremos insistiendo para oír la respuesta a estas sinceras preguntas.»
En cuanto a por qué las «dubia» se hicieron públicas,
el cardenal Burke, después de haber negado que hubiese habido arrogancia por
parte de los Cardenales, porque se limitaron a la aplicación de un método tradicional
y consolidado en la iglesia, dijo que la decisión fue tomada después de
enterarse de que por parte de la Congregación no habría ninguna respuesta. En
ese momento, ante el desconcierto y el pedido de claridad de muchos fieles, se
consideró apropiado publicar las preguntas para hacer saber que no todos los
cardenales, que tienen la responsabilidad de ayudar al Papa, evitan hacer
ciertas preguntas.
¿Y ahora qué sucederá? ¿Si siguiese sin llegar una
respuesta, cómo procederán los cuatro cardenales?
Burke: «entonces simplemente corregiremos la situación
otra vez de una manera respetuosa. Que es simplemente esto: deducir las
respuestas de la enseñanza constante de la Iglesia y darlas a conocer por el
bien de las almas».
En resumen, a diferencia de lo que algunos círculos
han tratado de dar a entender últimamente, es decir, que los cuatro cardenales,
para no causar divisiones en la iglesia, habrían decidido no seguir adelante
con la corrección, Burke dice que realmente se trata de todo lo contrario. Veremos
cómo se mueven los cuatro cardenales, pero ciertamente no demorarán.
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