Russell RONALD, periodista
catolicos-on-line, 30-3-17
Karl Rahner fue uno de los peritos del Concilio
Vaticano II, uno de los teólogos consultores designados oficialmente sobre
quienes los cardinales se apoyaban para escribir sus discursos y elaborar los
borradores de los documentos conciliares. Cuando se inauguró el Concilio en
1962 algunos funcionarios del Vaticano pensaban que podrían conseguir que los
obispos allí reunidos votasen unos borradores ya preparados. El primero que se
presentó ante el Concilio fue un esquema sobre la Revelación, un tema crucial.
Pero los padres conciliares se mostraron críticos y lo rechazaron. El Papa Juan
XXIII bendijo la rebelión y las discusiones tomaron caminos que nadie había
anticipado. Una parte esencial del trabajo del Concilio tenía que reformularse
y fue Rahner, trabajando junto a Joseph Ratzinger, quien preparó el borrador De
revelatione Dei et hominis in Jesu Christo, la semilla de lo que luego fue Dei
Verbum, la Constitución sobre la Divina Revelación.
Su trabajo en el Vaticano II dio prestigio a la
reputación de Rahner. Rahner, un académico reconocido, combinaba una
sensibilidad revisionista con un remarcable dominio de la tradición dogmática.
Escribía artículos sobre teología y filosofía y era editor de varias ediciones
del prestigioso compendio de doctrina, el Enchiridion Symbolorum, conocido como
«Denzinger» en honor a su primer editor. Su denso estilo filosófico
impresionaba a sus contemporáneos, su exhaustivo conocimiento de los detalles
dogmáticos intimidaba a los cardenales y su habilidad para dar un aire
progresista a las afirmaciones católicas tradicionales le convirtieron en una celebridad
entre los estudiantes de teología.
En el culmen de su influencia escribió Strukturwandel
der Kirche als Aufgabe und Chance (El cambio estructural de la Iglesia como
tarea y oportunidad, publicado en inglés bajo el título La forma de la Iglesia
del Porvenir), publicado en 1972. Algunas de sus formulaciones puden sonarnos
familiares. Lo pastoral debería tener prioridad sobre lo dogmático. Cristo nos
pide una decisión interna, existencial, en lo más profundo de nuestro ser, no
nuestro asentimiento a proposiciones dogmáticas. La Iglesia necesita abrir sus
puertas y llegar a los de fuera, encontrándose con ellos en sus propios
términos, no dirigiéndose a ellos de modo moralizante y legalístico. De hecho,
la Iglesia necesita repensar el modo en que la moralidad es enseñada. La
crítica social es el verdadero propósito del magisterio de la Iglesia, que debe
comprometerse con el mundo moderno en vez de construir muros que la preserven
de influencias externas.
Todo esto nos resulta muy familiar, especialmente
cuando Rahner trata de ciertos asuntos particulares. «No está absolutamente
claro donde se encuentran las fronteras para abrir la comunión… No está claro
que las personas divorciadas que vuelven a casarse después de un primer
matrimonio sacramental no puedan, en ninguna circunstancia, ser admitidas a los
sacramentos mientras permanezcan en ese segundo matrimonio» (Quizás el cardenal
Walter Kasper subrayó este pasaje en su ejemplar de La forma de la Iglesia del
Porvenir). «Tampoco está tan claro como algunos piensan a veces, cuáles son las
posibilidades para una conciencia cristiana en relación a las leyes estatales
penales contra el fin de un embarazo».
Cuando abordamos la cuestión de la unidad de los
cristianos, Rahner aconseja un enfoque centrado en el avanzar, sin perder el
tiempo en cuestiones dogmáticas. Imagina el final del celibato sacerdotal y el
principio de comunidades cristianas lideradas por laicos en las que, bajo
ciertas circunstancias, esos laicos podrían celebrar misa. (Rahner siempre recubría
su revisionismo con elaboradas restricciones). Afirma la posibilidad de
mujeres-sacerdote y la introducción del voto de los laicos y de otras
estructuras democráticas en el gobierno de la Iglesia. En todo momento la
misión de la Iglesia es presentada como sociopolítica. La justicia es la nueva
salvación.
Ese libro, presentando un programa para una
transformación radical de la Iglesia católica, fue traducido al español en 1974
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