Algunas observaciones.
La carta que el Papa
Francisco ha enviado a Eugenio Scalfari, y que fue publicada en "La Repubblica " el 11
de septiembre pasado, contiene dos afirmaciones sobre las cuales se están
haciendo diversas interpretaciones. Una se refiere al carácter absoluto de la
verdad y la segunda a la conciencia. Según algunas de estas interpretaciones,
el Papa habría dicho dos novedades teológicas respecto de la doctrina
tradicional de la fe. Habría dicho que la verdad no es absoluta y que se
adhiere a la tesis de que la salvación se consigue siguiendo la propia
conciencia. Muchos, y en primer lugar el mismo periódico que publicó la carta,
han visto en estas frases una reforma de la visión de la Iglesia sobre estos temas.
Incluso cuando el
Papa habla de una manera menos oficial —y de hecho, en estos casos con mayor
razón—, como puede suceder en una entrevista o en una carta, sus palabras
siempre deben ser leídas a la luz de la verdad revelada y dentro de la
totalidad de la doctrina católica que, en estas circunstancias, el Papa no
podría presentar de manera completa. Analicemos brevemente estos dos puntos,
para comprender lo que el Papa Francisco nos ha querido decir.
La cuestión de la verdad "absoluta"
Absoluto (ab-solutus,
libre de) significa que carece de vínculos en el sentido que no necesita de
otra cosa. Una realidad absoluta es el fundamento de sí misma y no depende de
otra cosa ni para existir ni para ser lo que es. Yo no soy absoluto porque,
como toda criatura, no me he dado el ser a mí mismo, sino que lo he recibido y,
como con el ser, también recibo muchas otras cosas que necesito para existir y
para ser yo mismo. Sin embargo, Dios sí es absoluto. Nosotros nos
perfeccionamos en el tiempo, pero Dios es perfecto. A decir verdad, Santo Tomás
exhortaba a no utilizar esta palabra para referirse a Dios, porque le parecía
una disminución de su carácter absoluto. La
Revelación con la
que Dios ha hablado de sí mismo y del hombre contiene verdades absolutas, y
puesto que la Revelación
de Dios se identifica con el Hijo, Jesucristo es el Absoluto, porque es Dios.
El propio carácter
Absoluto de la fe cristiana, —y esto es lo que en mi opinión el Papa ha querido
destacar— es absoluto porque crea vínculos, atrae a Sí mismo y une. No es algo
desligado que se aparta. Cuanto más absoluta es una verdad, une más, lo más
absoluto es lo más unido, lo más absoluto es lo que une más, en lugar de separar.
En nuestra experiencia, cada vez que seguimos nuestras opiniones subjetivas nos
encontramos entre nosotros divididos, pero cuando todos acogemos una verdad
ella nos une. Una verdad parcial y limitada podrá unir, pero unirá solo de
manera parcial y limitada. Solo la
Verdad absoluta congrega y une de modo no-parcial y
no-limitado. Jesucristo es esa Verdad y acogiéndolo vamos a unir lo que entre
nosotros estaba separado, porque Él en la cruz se ha unido a todos. Es por eso
que la verdad de la fe católica no es
absoluta en el sentido de carecer de vínculos, sino que es absoluta en el
sentido de ser la fuente absoluta de los vínculos. Esto se entiende todavía
mejor, como dice el Papa, si se cree que Cristo es Verdad y Amor. Que el amor
no es absoluto en el sentido de libre de vínculos, es algo difícil de negar.
Pero esto no quiere decir que Cristo no sea Amor absoluto precisamente porque
sólo el Amor absoluto puede vincular verdaderamente. El Amor absoluto une
realmente en la Verdad. El
Amor sin verdad no une, más bien separa.
La cuestión de la conciencia
Luego está la
cuestión de la conciencia. Aquí encontramos dos visiones sobre la conciencia.
La primera la considera como original, independiente, autónoma, libre de elegir
y decidir por sí misma. Es concebir la
conciencia como absoluta, lo que no es la concepción católica. La segunda la
considera como derivada, como algo que se constituye ante una verdad que la
interpela. La primera es una conciencia solo con derechos y sin ningún deber,
la segunda es una conciencia con deberes antes que derechos. ¿Si la salvación
consistiera en seguir la conciencia cómo dice la primera visión, entonces qué
sentido tendrían la
Encarnación y la Resurrección ? El no creyente se salva si,
como dice San Pablo y como reitera el Papa Francisco, sigue su conciencia.
¿Pero de cuál de las dos visiones de la conciencia se trata? Si se sigue
"al propio yo y sus deseos" no se salva para nada. En cambio, si
sigue la ley moral que brilla en nuestra conciencia cuando realmente la
queremos escuchar, como algo que no depende de nosotros, entonces elegimos la
verdad, y no nuestros deseos, pero con la obligación de profundizar en esta verdad
que se nos ofrece en la conciencia para llevarla hasta su radical profundidad.
Al acoger la ley moral en nosotros, en un cierto sentido ya estamos acogiendo a
Dios que es su autor. Esto exige a la conciencia, y también a la del no
creyente, comprometerse a comprender hasta el fondo la riqueza de su
conciencia. La conciencia no es el
último tribunal, sino el más inmediato. El tribunal remoto es la ley moral
natural y su Creador, quien ha creado por amor y verdad.
Stefano Fontana
Osservatorio Internazionale Cardinale Van Thuân, 20-9-13
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