Catequesis Misterio
de la Iglesia.
Miércoles 19 de junio de 2013
Queridos hermanos y
hermanas ¡Buenos días!
Hoy voy a referirme
brevemente sobre otro de los términos con los que el Concilio Vaticano II
definió a la Iglesia ,
el de "Pueblo de Dios" (cf. Constitución dogmática Lumen Gentium, 9,
Catecismo de la
Iglesia Católica , 782). Y lo hago con algunas preguntas
acerca de las cuales todo el mundo pueda reflexionar.
1. ¿Qué quiere decir
"Pueblo de Dios"?
En primer lugar,
significa que Dios no pertenece de manera propia a ningún pueblo; porque es Él
quien nos llama, nos convoca, nos invita a ser parte de su pueblo, y esta
invitación esta dirigida a todos, sin distinción, porque la misericordia de
Dios "quiere la salvación para todos "(1 Tim 2:04). Jesús no dice a
los Apóstoles y a nosotros que formemos un grupo exclusivo; un grupo de élite.
Jesús dice: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (cf. Mt
28,19). San Pablo afirma que en el pueblo de Dios, en la Iglesia , "no hay ni
judío ni griego... porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús" (Gálatas
3:28).
Me gustaría decir a
aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia , a los que son
temerosos o a los indiferentes, a los que piensan que ya no pueden cambiar: ¡el
Señor también te está llamando a ti a ser parte de su pueblo y lo hace con gran
respeto y amor!, ¡El nos invita a hacer parte de este pueblo; pueblo de Dios!
2. ¿Cómo se convierte
en miembro de este pueblo?
No es a través del nacimiento
físico, sino por medio de un nuevo nacimiento. En el Evangelio, Jesús dice a
Nicodemo que hay que nacer de lo alto, del agua y del Espíritu para entrar en
el Reino de Dios (cf. Juan 3:3-5). Es " a través del Bautismo que nosotros
somos introducidos en este pueblo, a través de la fe en Cristo, don de Dios que
debe ser alimentado y hecho crecer en toda nuestra vida.
Preguntémonos: ¿cómo
puedo hacer crecer la fe que he recibido del Bautismo?; ¿cómo hago crecer esta
fe que yo he recibido y que el pueblo de Dios tiene?; ¿cómo hago para hacerla
crecer?
3. ¿Cuál es la ley
del pueblo de Dios?
Es la ley del amor,
amor a Dios y amor al prójimo, según el nuevo mandamiento que nos ha dejado el
Señor (cf. Jn 13,34). Un amor, sin embargo, que no es sentimentalismo estéril o
algo vago, sino que es el reconocer a Dios como único Señor de la vida y, al
mismo tiempo, aceptar al otro como un verdadero hermano, superando divisiones,
rivalidades, incomprensiones, egoísmos; las dos cosas van de la mano. ¡Cuánto
camino todavía tenemos que recorrer para vivir de manera concreta esta nueva
ley, la del Espíritu Santo que obra en nosotros, la de la caridad, la del amor!
Cuando vemos en el
diario en la TV ,
tantas guerras entre cristianos, ¡como puede pasar esto! Dentro del pueblo de
Dios ¡cuántas guerras! En el barrio, en el puesto de trabajo ¡cuántas guerras
por envidias y celos! También en la misma familia, cuantas guerras internas.
Pidamos al Señor que nos haga entender bien esta ley del amor. ¡Que bueno! ¡Que
hermoso es amarse los unos a los otros como verdaderos hermanos!, ¡que hermoso
es esto!
Hagamos una cosa hoy:
Quizá todos tenemos simpatías y antipatías. Quizá tantos de nosotros estamos
enojados con alguno. Al menos digamos al Señor: Señor yo estoy enojado con
este, con aquella. Yo te pido por este y por aquel. Rezar por aquel con el que
estamos enojados es un hermoso paso en esta ley del amor. ¡Hagámoslo hoy!
4. ¿Qué misión tiene
este pueblo?
La de llevar al mundo
la esperanza y la salvación de Dios: ser signo del amor de Dios que llama a
todos a la amistad con Él; ser levadura que hace fermentar toda la masa, sal
que da sabor y preserva de la corrupción, luz que ilumina. A nuestro alrededor,
basta abrir un periódico, para ver que la presencia del mal existe, que el
Diablo actúa. Pero quisiera decir en voz alta, Dios es más fuerte. ¿Ustedes
creen esto que Dios es más fuerte? Digámoslo juntos todos ¡Dios es más fuerte!
¡Todos! ¿Y saben por qué es más fuerte? Porque Él es el Señor. ¡Es el único
Señor! Dios es más fuerte. ¡Bien! Quisiera agregar que la realidad a veces
oscura signada por el mal puede cambiar. Si nosotros primero les llevamos la
luz del Evangelio sobre todo con nuestra vida. Si en un estadio, pensemos aquí
el Roma Olímpico o en ese de San Lorenzo en Buenos Aires, en una noche oscura
una persona enciende una luz, apenas se entrevé, pero si los otros setenta mil
espectadores encienden cada uno su propia luz, el estadio se ilumina. Hagamos
que nuestra vida sea una luz de Cristo. Juntos llevaremos la luz del Evangelio
a toda la realidad.
5. ¿Cuál es el
objetivo de este pueblo?
El fin es el Reino de
Dios, iniciado sobre la tierra por Dios mismo, y que debe ampliarse hasta el
cumplimiento, cuando aparecerá Cristo, vida nuestra (cf. Lumen Gentium, 9). El
fin entonces es la plena comunión con el Señor, entrar en su misma vida divina,
donde viviremos la alegría de su amor sin medida. ¡Aquella alegría plena!
Queridos hermanos y
hermanas, ser Iglesia es ser pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de
amor del Padre, quiere decir ser el fermento de Dios en esta nuestra humanidad,
quiere decir anunciar y llevar la salvación de Dios en este mundo nuestro, que
a menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten, que den
esperanza, que den nuevo vigor en el camino. Que la Iglesia sea un lugar de la
misericordia y de la esperanza de Dios, donde todo el mundo pueda sentirse
acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio.
Y para sentirse recibido, amado, perdonado, animado. La Iglesia debe tener las
puertas abiertas para que todos puedan venir y nosotros debemos salir de esas
puertas y anunciar el Evangelio. ¡Muchas Gracias!
Fuente: Catholic.net
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