Catequesis Misterio
de la Iglesia. Miércoles 29 de mayo de 2013.
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
En los últimos meses,
más de una vez he hecho referencia a la parábola del hijo pródigo, o más bien
del padre misericordioso (cf. Lc. 15,11-32). El hijo más joven deja la casa de
su padre, dilapida todo y decide volver porque se da cuenta de que cometió un
error, pero ya no se considera digno de ser hijo y piensa que puede ser
recibido de nuevo como un siervo. El padre por el contrario, corre a su
encuentro, le abraza, le devuelve su dignidad de hijo y celebra. Esta parábola,
como otras en el evangelio, señala muy bien el diseño de Dios para la
humanidad.
¿Cuál es este plan de
Dios? Es hacer de todos nosotros sus hijos, una sola familia, en la que cada
uno se sienta amado por Él, como en la parábola evangélica, que sienta la
calidez de ser familia de Dios. En este gran diseño encuentra su origen la
Iglesia, que es una organización fundada por acuerdo de algunas personas, pero
--como nos lo ha recordado muchas veces el papa Benedicto XVI--, es obra de
Dios, nace de este plan de amor que se desarrolla progresivamente en la
historia. La Iglesia nace del deseo de Dios de llamar a todas las personas a la
comunión con Él, a su amistad, y de participar como hijos de su misma vida
divina. La misma palabra "Iglesia", del griego ekklesia, significa
"invitación". Dios nos llama, nos invita a salir del individualismo,
de la tendencia a encerrarse en sí mismos y nos llama a ser parte de su
familia. Y esta llamada tiene su origen en la creación misma. Dios nos creó
para que vivamos en una relación de profunda amistad con Él, e incluso cuando
el pecado ha roto esta relación con Él, con los demás y con la creación, Dios
no nos ha abandonado. Toda la historia de la salvación es la historia de Dios
que busca al hombre, le ofrece su amor, le acoge.
Llamó a Abraham para
ser el padre de una multitud, ha elegido al pueblo de Israel para forjar una
alianza que abrace a todas las naciones, y envió, en la plenitud de los
tiempos, a su Hijo para que su designio de amor y de salvación se realice en
una nueva y eterna alianza con la entera humanidad. Cuando leemos los
evangelios, vemos que Jesús reúne a su alrededor una pequeña comunidad que
acoge su palabra, lo sigue, comparte su camino, se convierte en su familia, y
con esta comunidad Él prepara y edifica su Iglesia.
¿De dónde nace
entonces la Iglesia? Nace del acto supremo del amor en la cruz, del costado
traspasado de Jesús, del que fluyó sangre y agua, símbolo de los sacramentos
del Bautismo y de la Eucaristía. En la familia de Dios, en la Iglesia, la savia
vital es el amor de Dios que se concretiza en el amarlo a Él y a los demás, a
todos, sin distinción ni medida. La Iglesia es una familia en la que se ama y
se es amado.
¿Cuándo se manifiesta
la Iglesia? Lo hemos celebrado hace dos domingos; se manifiesta cuando el don
del Espíritu Santo llena el corazón de los apóstoles y les impulsa a salir y a
empezar el camino para anunciar el evangelio, a difundir el amor de Dios.
Incluso hoy en día,
alguien dice: "Cristo sí, Iglesia no". Como los que dicen "yo
creo en Dios pero no en los presbíteros". Pero es la Iglesia la que nos
lleva a Cristo y nos lleva a Dios; la Iglesia es la gran familia de los hijos
de Dios. Por supuesto que también tiene aspectos humanos, en los que la
componen; en los pastores y fieles hay defectos, imperfecciones, pecados.
Incluso el papa los tiene y tiene muchos, pero lo hermoso está en que cuando
nos damos cuenta de que somos pecadores, nos encontramos con la misericordia de
Dios, que siempre perdona. No se olviden: Dios siempre perdona y nos recibe en
su amor, que es perdón y misericordia. Algunos dicen que el pecado es una
ofensa a Dios, pero también una oportunidad para la humillación, para darse
cuenta de que hay algo mejor: la misericordia de Dios. Pensemos en esto.
Preguntémonos hoy:
¿Cuánto amo a la Iglesia? ¿Rezo por ella? ¿Me siento parte de la familia de la
Iglesia? ¿Qué hago para que sea una comunidad donde todos se sientan acogidos y
comprendidos, que sientan la misericordia y el amor de Dios que renueva la
vida? La fe es un don y un acto que nos toca personalmente, pero Dios nos llama
a vivir nuestra fe juntos, como una familia, como Iglesia.
Pidamos al Señor, de
una manera especial en este Año de la Fe, para que nuestras comunidades, toda
la Iglesia, sean cada vez más verdaderas familias que viven y ofrecen el calor
de Dios.
Traducido del
original italiano por José Antonio Varela V.
Fuente: Catholic.net
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