Juan José ROMERO, periodista
catolicos-on-line, 11-5-16
Este viernes, día 13, se cumplen 35 años del atentado
que sufrió San Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro, cuando saludaba a los
fieles y se dirigía a la Audiencia.
Era 1981, no nos enterábamos de las noticias por
Internet. La confusión era enorme, en
especial los días siguientes, en los que su vida pendía de un hilo. A los que
vivimos aquello, yo era muy jovencito, se nos quedó grabado que el amor al Papa
no tenía tanto que ver con la papolatría o la papología como con el cariño,
cariño filial, fuerte y sobrenatural.
Pero ese hilo era muy fuerte, estaba sujetado por
Nuestra Madre, Nuestra Señora de Fátima, como Juan Pablo II reconoció en más de
una ocasión. El entonces Cardenal Ratzinger lo confirmaba en la explicación
sobre el «Tercer Secreto de Fátima»:
¿No podía el Santo Padre, cuando después del atentado
del 13 de mayo de 1981 se hizo llevar el texto de la tercera parte del
«secreto», reconocer en él su propio destino?
Había estado muy cerca de las puertas de la muerte y él mismo explicó el
haberse salvado, con las siguientes palabras: « …fue una mano materna a guiar
la trayectoria de la bala y el Papa agonizante se paró en el umbral de la
muerte » (13 de mayo de 1994).
De aquella «Audiencia», que no llegó a celebrarse, sí
se guarda el texto del discurso que iba a pronunciar, una bella conmemoración
del 90 aniversario de la publicación de la Encíclica «Rerum Novarum» y una
alocución con un anuncio importante sobre la familia y la vida. Impresiona la
narración «oficial» en L’Osservatore Romano, ed. en español, 17 de mayo de
1981, página 287:
La audiencia general del miércoles 13 de mayo pasa a
la historia por el triste episodio del sacrílego atentado contra el Papa, sobre
el que referimos en la pág. 1. En realidad la audiencia no llegó a celebrarse.
A las 5 de la tarde, la plaza de San Pedro estaba inundada de fieles: de 30 a
40 mil romanos y peregrinos. Entre ellos estaban los siguientes grupos de habla
hispana: religiosas del Instituto de Hijas de María; religiosas de las Escuelas
Pías, que toman parte en su IV conferencia general; el consejo general y las provinciales
de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús; peregrinos de México, Guatemala,
Bolivia y Argentina; y la peregrinación de la catedral de Castelló de Ampurias
(Gerona), así como un grupo de matrimonios españoles. El Papa entró en la plaza
en su “jeep” blanco y pasó, como siempre, junto a las vallas saludando a los
presentes. Apenas había terminado de dar la primera vuelta, cuando sucedió el
atentado. La inmensa multitud quedó atónita y sumida en la más profunda
consternación. La única reacción común fue la plegaria. Los altavoces
explicaron lo acaecido y la inmensa asamblea comenzó a rezar… La voz del
Vicario de Cristo no llegó a oírse. Juan Pablo II tenía preparados sus
discursos. […]
Publicamos estos textos que, aunque no han sido
leídos, pasan a formar parte de las “enseñanzas pontificias” con un carácter
especial por las circunstancias en que no fueron pronunciados.
El anuncio era nada más y nada menos que la primera
decisión tomada a raíz del Sínodo sobre la Familia, la creación del «Pontificio
Consejo para la Familia» (en Motu proprio firmado unos días antes) y del
«Instituto internacional de Estudios sobre matrimonio y familia», el luego
llamado «Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el Matrimonio y
la Familia» en la Universidad de la diócesis del Papa, la Lateranense:
Deseo anunciaros ahora que con el fin de responder
adecuadamente a las expectativas sobre problemas concernientes a la familia,
expresadas por el Episcopado del mundo entero, sobre todo con ocasión del
último Sínodo de los Obispos, he considerado oportuno instituir el “Pontificio
Consejo para la Familia” que sustituirá al Comité para la Familia que, como es
sabido, dependía del Pontificio Consejo para los Laicos.
A este nuevo organismo —que estará presidido por un
cardenal coadyuvado por un consejo de presidencia formado por obispos de
distintas partes del mundo— corresponderá promover la pastoral de la familia y
el apostolado específico en el campo familiar, aplicando las enseñanzas y
orientaciones impartidas por las instancias competentes del Magisterio
eclesiástico, para que se ayude a las familias cristianas a cumplir la misión
educativa, evangelizadora y apostólica a que están llamadas.
Además he decidido fundar en la Pontificia Universidad
Lateranense, que es la Universidad de la diócesis del Papa, un ‘’Instituto
internacional de Estudios sobre matrimonio y familia” que comenzará su
actividad académica el próximo octubre. Dicho instituto se propone prestar a
toda la Iglesia la aportación de la reflexión teológica y pastoral sin la que
la misión evangelizadora de la Iglesia se vería privada de una ayuda esencial.
Será un lugar donde la verdad sobre el matrimonio y la familia se estudien a
fondo a la luz de la fe y con la contribución también de las distintas ciencias
humanas.
Pido a todos que acompañen con la oración estas dos
iniciativas que quieren ser un signo más de la solicitud y estima de la Iglesia
hacia la institución matrimonial y familiar, y de la importancia que ésta le
atribuye en orden a su propia vida y a la vida de la sociedad.
Los frutos de ambas instituciones son evidentes. Y
cualquiera con un mínimo de experiencia en gestión sabe que la estructura
responde a las prioridades. No sólo en grandes empresas o ministerios. En
cualquier familia al niño enfermo, si hace falta, se le cambia de cama o de
cuarto para poder vigilarle de cerca, para poder saber qué fiebre tiene a
cualquier hora de la noche o poder suministrarle la medicina que prescribió el
médico, aunque no le apetezca o le sepa mal, aunque no sea consciente de que
sabe a fresa y es necesaria para que se ponga bueno.
En un hospital, sea de campaña o no, la unidad de
cuidados o de vigilancia, está situada de modo que sea sencillo el acceso a
todos los especialistas y equipos.
Por eso me da pena que la primera decisión del Sínodo
de la Familia del 2015, sin que todavía hubiese concluido, fuese precisamente
la dilución en un mega-dicasterio:
crear un nuevo dicasterio con competencia para los
Laicos, Familia y Vida, que reemplazará al Consejo Pontificio para los Laicos y
el Consejo Pontificio para la Familia, al que estará vinculada la Academia
Pontificia para la Vida. Con este fin, he constituido una comisión especial que
preparará un texto delineando canónicamente las competencias del nuevo
dicasterio. El texto será presentado para su discusión en el Consejo de
Cardenales en su próxima reunión en diciembre
Del mismo modo que fue una lástima, que ayuda a
explicar acontecimientos posteriores, que nadie del «Pontificio Instituto Juan
Pablo II para estudios sobre el Matrimonio y la Familia» fuese llamado a la
fase extraordinaria del Sínodo, ni por la Secretaría, ni por el Santo Padre.
El papa santo sobrevivió. Su médico, Rodolfo Proetti
contaba 2014:
¿Por qué se salvó del atentado? Si por nosotros los
médicos o por otros medios. No lo sabré nunca. Lo que sí sé es que Juan Pablo
II recuperó casi perfectamente su forma física. Recuerdo que siempre nos decía
a los médicos: Me fío de vuestra competencia y de la Divina Providencia, o sea,
que se fiaba, pero con reservas.
El Consejo y el Instituto comenzaron a rodar. En
noviembre de 1981 el Papa nos regaló la «Familiaris Consortio»; a los pocos
meses, al cumplirse un año del atentado, realizaba un viaje apostólico –y de
acción de gracias a Fátima–.
El año pasado el Cardenal Caffarra, a quien Juan Pablo
II encargó poner en marcha estas iniciativas desvelaba el contenido de la carta
que le envió Sor Lucia y que se encuentra en el archivo del Instituto:
Al inicio de este trabajo –cuenta el Cardenal– escribí
a sor Lucía de Fátima, a través del obispo, porque directamente no se podía
hacer. Inexplicablemente, aunque no esperaba una respuesta, porque le pedía
sólo oraciones, me llegó a los pocos días una larguísima carta autógrafa, que
hoy está en los archivos del Instituto.
En esa carta de Sor Lucía está escrito que el
enfrentamiento final entre el Señor y el reino de Satanás será sobre la familia
y sobre el matrimonio.
No tenga miedo, añadía, porque quien trabaje por la
santidad del matrimonio y de la familia será siempre combatido y odiado de
todas formas, porque este es el punto decisivo.
Pero el panorama siempre es esperanzador, como Juan
Pablo II, lo afrontamos abandonados en la Divina Providencia, al cuidado de los
que competentemente tienen que actuar y con las palabras reconfortantes del
Cardenal Ratzinger en la explicación del Tercer secreto:
Que una «mano materna» haya desviado la bala mortal
muestra sólo una vez más que no existe un destino inmutable, que la fe y la
oración son poderosas, que pueden influir en la historia y, que al final, la
oración es más fuerte que las balas, la fe más potente que las divisiones.
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