catolicos-on-line, 14-5-16
La transcripción completa del diálogo del Papa con
ochocientas superioras generales de órdenes religiosas femeninas, publicado el
viernes por el Vaticano, ha revelado que las referencias al estudio histórico
sobre el diaconado femenino no eran el tema principal.
Francisco desea dar a las mujeres una voz mucho más
fuerte en la Iglesia, lo mismo que a los laicos, pues considera que el
verdadero problema «no es el feminismo, sino el clericalismo», sobre todo en
América Latina.
En su animada conversación con las superioras
generales, el Papa les recuerda que «el trabajo de las religiosas es de servicio,
pero no de servidumbre», por lo que les aconseja no aceptar trabajos domésticos
al servicio de eclesiásticos, ya que «devalúan la dignidad de las religiosas y,
además, hay muchas mujeres valiosos con necesidad de un trabajo».
Respecto a la creación de una comisión que estudie el
papel de las mujeres diácono en los primeros siglos del cristianismo, el
portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, ha tenido que recordar a la Prensa
«la necesidad de ser honrados: el Papa no ha dicho que tenga intención de
introducir una ordenación diaconal de las mujeres. Es más, hablando de la
predicación dentro de la misa, ha explicado por qué eso no es posible».
En realidad, la línea central de los amplios
comentarios informales del Papa consiste en reconocer que «las mujeres están
excluidas en los procesos de decisión de la Iglesia; excluidas totalmente no,
pero participan de un modo muy débil».
Por eso, su propuesta es que haya más mujeres en
cargos de responsabilidad a nivel de las parroquias, diócesis y el Vaticano. En
su opinión, «se debe ir mas allá, porque para tantos aspectos del proceso de
gobierno no es necesaria la ordenación. No es necesaria».
Muchos cargos desempeñados tradicionalmente por
eclesiásticos no requieren, en realidad, la ordenación diaconal, ni sacerdotal
ni episcopal. A título de ejemplo, el Papa mencionó el Pontificio Consejo para
los Inmigrantes.
La liturgia de la Palabra
Francisco recordó que actualmente «no hay ningún
problema para que una mujer, religiosa o laica, realice la predicación en las
liturgias de la Palabra. No hay problema. En la Eucaristía sí, porque la
celebración es una: la liturgia de la Palabra va unida a la liturgia
Eucarística», y esta última solo puede celebrarla un sacerdote.
Pero en cuanto a participar en las deliberaciones y en
las decisiones de gobierno, «el papel de la mujer en la Iglesia no es
feminismo, ¡es un derecho! Es el derecho de todos los bautizados, con los
carismas y dones que les da el Espíritu Santo».
Según Francisco, el problema está en no escuchar a los
laicos, ya sean mujeres u hombres, debido «a una tentación muy fuerte de la que
he hablado muchas veces: el clericalismo».
En una extraordinaria confidencia, el Papa lamentó que
«a día de hoy, más del 60 por ciento de las parroquias –de las diócesis no sé,
creo que es algo menos- no tienen ni el consejo de asuntos económicos ni el
consejo pastoral. ¿Esto qué significa? Que esas parroquias o esas diócesis
están dirigidas con un espíritu clerical».
Con mucha energía, Francisco insistió en que «la sinodalidad
parroquial y la sinodalidad diocesana no son una novedad de este Papa. ¡No!
Está en el Derecho Canónico, es una obligación tener un consejo de laicos. Y no
lo hacen».
El Santo Padre considera que «tenemos que avanzar, y
superar este peligro del clericalismo porque el sacerdote es un servidor de la
comunidad, el obispo es un servidor de la comunidad. No es el jefe de una
empresa. ¡No!».
Pero al mismo tiempo advertía que «el clericalismo
tiene cómplice, es cosa de dos, como el Tango que se baila en pareja… Es decir:
está el sacerdote que quiere clericalizar al laico o la laica, pero también el
laico que pide por favor ser clericalizado, porque es más cómodo».
Por su propia experiencia recordaba que «en América
latina el clericalismo es muy fuerte, muy marcado. Los laicos no saben qué
hacer si no preguntan a un sacerdote, y por eso la conciencia del papel de los
laicos está muy retrasada».
El Papa insistió a las superioras generales en que
«vuestro trabajo, el mío y el de todos nosotros es de servicio», pero lamentó
que «a veces me encuentro con mujeres consagradas que hacen un trabajo de
servidumbre y no de servicio».
En ese contexto se refirió a párrocos o eclesiásticos
que tienen en su casa a una o dos religiosas para ocuparse de las tareas
domésticas: «¡Eso es servidumbre! Dígame, por favor, señor párroco, ¿en su
ciudad no hay mujeres valiosas que necesitan un empleo? Pues contrate a una o
dos... Pero las religiosas que vayan a las escuelas o a los barrios, que se
ocupen de los enfermos y de los pobres».
«Sed valientes y decid que "no"»
Para reforzar la autoridad de las superioras frente a
los eclesiásticos, el Papa les aconsejó: «Cuando os pidan algo que sea más bien
servidumbre que servicio, sed valientes y decid que "no". Cuando se
pretende que una consagrada realice un trabajo de servidumbre, se devalúa la
vida y la dignidad de esa mujer. Su vocación es el servicio a la Iglesia, ¡no
la servidumbre!».
En cuanto a la comisión de estudio sobre el papel de
las mujeres diácono en la Iglesia primitiva, una buena parte está ya realizado
hasta donde llegaba la investigación histórica a comienzos del siglo XXI.
La Comisión Teológica Internacional realizó un extenso
estudio entre 1998 y 2002, que fue aprobado de modo oficial por su presidente,
el cardenal Joseph Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la
doctrina de la Fe.
Es un documento largo y concienzudo, de casi 200
páginas, incluidas las abundantes citas, que lleva por título «El diaconado:
evolución y perspectivas», disponible en castellano en la página web del
Vaticano, yendo a la sección de la Comisión Teológica Internacional.
Entre los grandes teólogos que participaron en ese
estudio figuran el actual cardenal de Viena, Christoph Schoenborn, y el actual
prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cardenal Ludwig Müller.
El diaconado femenino fue desapareciendo porque las
órdenes religiosas pasaron a realizar tareas mucho más extensas.
Según explico en 2002 Ludwig Müller, entonces profesor
de teología dogmática en la Universidad Ludwig-Maximilian de Múnich, «lo que
las mujeres realizan hoy como profesoras de religión, de teología, o agentes de
pastoral va mucho más allá de lo que hacían las mujeres diácono en la Iglesia
primitiva».
El punto esencial del discurso de Francisco no era
tanto volver a mirar al pasado como ir mucho más allá de la situación presente
en términos de escuchar y dar responsabilidad a las mujeres.
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