Sandro MAGISTER, periodista
Catolicos-on-line,
13-5-16
Cómo
funciona el magisterio del Papa Francisco lo explicó hace pocos días un
protegido suyo, el arzobispo Bruno Forte. Contó que durante el Sínodo sobre la
Familia, de la cual él era secretario especial, el Papa les dijo:
"Si
hablamos explícitamente de comunión a los divorciados que se han vuelto a
casar, usted no sabe cuánto lío provocamos. Entonces no hablemos en forma
directa, háganlo en forma que se expliciten las premisas, luego yo extraeré las
conclusiones".
Así,
gracias a este "sabio" consejo – prosiguió Forte – las cosas han ido
"madurando" y llegó la exhortación papal "Amoris laetitia",
en la cual los reformistas han encontrado lo que querían.
La de
Forte no es una confidencia arrebatada por la traición. La dijo desde el palco
del teatro de la ciudad de Vasto, de la que es arzobispo, frente a una platea
llena de gente. "Típico de un jesuita", comentó después con una
sonrisa.
Porque
Francisco obra justamente así. Jamás dice lo que tiene en mente, sólo hace que
uno lo adivine. Y deja correr las interpretaciones incluso más disparatadas
sobre lo que dice y escribe.
Se
puede entender que en conversaciones privadas se use también este estilo de
aproximación. Pero Jorge Mario Bergoglio lo ejercita sistemáticamente en
público, en sus actos de magisterio oficial, aún cuando todos esperan que
extraiga conclusiones y dé una respuesta clara y definitiva.
Respecto
al magisterio de los Papas anteriores, esculpido en roca, limado palabra por
palabra, inequívoco, el de Francisco es un momento crucial.
"Amoris
laetitia" es la prueba flagrante. Al leerla, el cardenal y teólogo alemán
Walter Kasper, quien desde hace décadas es el partidario más aguerrido de la
comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, no tuvo dudas: los
reformistas como él, declaró en forma exultante, tienen ahora "viento en
popa para resolver esas situaciones en una forma humana".
Pero
otro cardenal teólogo connacional, Gerhard Müller, leyó lo contrario. Ha dicho
que no hay nada, en la "Amoris laetitia", que derroque el magisterio
sempiterno de la Iglesia, el cual prohíbe esa comunión. Müller no es un cualquiera,
es el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es decir, la
instancia suprema de control de la doctrina.
Pero
el que cree en este punto que Francisco debe decir con claridad de parte de
quien está, ciertamente resultaría decepcionado, porque en el ínterin el Papa
promovió un tercer cardenal, el austríaco Christoph Schönborn, como máximo
intérprete de su confianza para la exhortación post-sinodal. Es un cargo que
Schönborn está desempeñando a la perfección, con explicaciones al estilo
Bergoglio, con interpretaciones totalmente nuevas, sobre el límite ambiguo
entre la doctrina considerada inmutable y las aplicaciones pastorales que deben
ser nuevas y mutables
No a
las puertas cerradas, no a las revoluciones. Pero la tercera vía ideada por
Francisco no es en absoluto inmovilizadora. Todo lo contrario.
Al
poner en discusión lo que antes de él aparecía como definitivo ha abierto un
proceso que concede igualdad de ciudadanía a las opiniones más
irreconciliables, y en consecuencia también concede más acceso a los
reformistas.
Quizás
el ejemplo insuperado de esta invención suya lo dio Bergoglio el pasado mes de
febrero, cuando fue a visitar a la Iglesia luterana en Roma.
Una
protestante casada con un católico le preguntó si podía también ella recibir la
comunión, junto con su esposo. Él le respondió vertiginosamente con un sí, un
no y no sé, lo cual dejó entrever, al final, cuál conclusión extraer, si no
ésta: "Es un problema al que cada uno debe responder".
Inútilmente
el cardenal Müller, en los días posteriores, se esforzó en poner de manifiesto
sobre este punto que la doctrina de la Iglesia no había cambiado. Porque
ciertamente el Papa la ha tornado opinable, en primer lugar él, con su decir,
desdecir y contradecir.
Ofrecen
una hermosa resistencia los obispos y cardenales de África, o los de Europa
oriental, o los de la escuela de Wojtyla y Ratzinger. El cardenal Kasper ha
comprendido muy bien cómo están las cosas ahora: "Hay libertad para todos.
En Alemania se puede permitir lo que en África está prohibido".
Con el
Papa Bergoglio avanza un nuevo modelo de Iglesia, líquida, multicultural.
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