martes, 3 de noviembre de 2015

Monseñor Aguer, Arzobispo de La Plata


Discurso inaugural  en la XVII Exposición del Libro Católico en La Plata 
(2 de noviembre de 2015)
Aica, 3-11-15

Con el favor de Dios, una vez más, otro año más, nos reunimos para inaugurar la Exposición del Libro Católico en La Plata. Se me ocurre iniciar esta inevitable intervención mía con una especie de divagación preliminar sobre eso de libro católico. ¿Qué libro, cuál, por qué puede recibir aquel prestigioso calificativo que hoy día ya no se usa demasiado? (Porque noto que ha sido reemplazado por cristiano). 

A riesgo de incurrir en pedantería, recuerdo que hathólou en griego significa en total: el adverbio se forma a partir de hólos, que quiere decir todo, entero, total, completo. Católico, entonces, significa “según la totalidad”, vale decir, universal. Se excluye de la catolicidad la elección de una parcialidad: partido, secta, herejía (otra vez el griego: el verbo hairéo equivale a elegir en el sentido de agarrar un pedazo para quedarse con él; eso es la herejía). También afecta a la catolicidad el encogimiento y endurecimiento implicados en la ideologización de la fe o de las afirmaciones doctrinales católicas. 

En esta exposición sólo se encontrarán libros católicos; así nos lo asegura el presidente ejecutivo, que cuida con encomiable celo esta condición fundamental. No hay libros contrarios a la fe, a la verdad católica, aunque se incluyan buenos libros que no se refieren directamente a ella. Se exhiben libros que constituyen el testimonio de nuestra gran tradición eclesial: además de ejemplares de la Sagrada Escritura y de comentarios a la misma, obras de los Padres y Doctores de la Iglesia y de los santos de todos los tiempos. Libros de autores contemporáneos que desarrollan variados temas del contenido de la fe, de la moral cristiana, de la doctrina social, de los caminos de oración; libros, en fin, que pueden interesar a un católico para formarse e informarse sobre los grandes problemas que preocupan, o deberían preocupar, al hombre de hoy. Sana y bella literatura, además. Pienso también en las personas que sin designio expreso circulan por el Pasaje y siquiera por curiosidad se acercan a los anaqueles: el servicio de extensión que se ofrece en este lugar público entra en los designios mayores de la Providencia de Dios. 

Como otros años, me permito hoy también una boutade sobre el lema elegido para esta Exposición: “Buenos libros para crecer en familia”. Se me ocurre exclamar: ¡Qué ingenuidad! ¿De qué estamos hablando? Si no yerro en la interpretación del mote, significa que aquí se ofrecen buenos libros para que leídos en familia contribuyan al crecimiento de sus miembros. Se aconseja entonces a las familias –a las familias católicas en primer lugar– que dediquen algún rato a leer juntos, como por ejemplo antaño muchos padres solían reunir a sus hijos para leerles algún pasaje de la Biblia o un libro edificante. 

Me interesó recientemente una nota en la que, apelando a la autoridad de Piaget, se recomendaba a los padres leerles algo a sus hijos pequeños como ayuda para que aprendan a hablar. Podríamos ensayar otras variaciones del argumento y de paso esbozar una disculpa porque el ritmo de la vida moderna no deja tiempo para aquello. Yo hablaba de ingenuidad porque actualmente no se sabe muy bien qué es una familia: hay familias separadas, ensambladas, igualitarias, de hecho y otras combinaciones. El nuevo Código Civil ha hecho del matrimonio un rejunte provisorio, condición que va a afectar de provisoriedad a la familia; la hace legalmente provisoria. Con ocasión del reciente Sínodo se ha planteado el problema del acceso a la comunión eucarística de los divorciados que viven en una segunda unión, problema que, en mi modesta opinión, tenía ya una solución positiva en la moral tradicional. Pero el problema pastoral más importante es que hoy un porcentaje altísimo de los bautizados no se casa, vive en pareja. 

Tendríamos que promover entre los jóvenes la vocación al matrimonio cristiano, como intención básica de una educación de los niños y adolescentes para el amor, la castidad, el sacramento nupcial y la familia. Supongo que en la Exposición habrá algunos libros que sirvan a este fin. 

Paso a otro tema, obviamente vinculado a títulos que pueden encontrarse en esta muestra. Hace unos días leí en un diario importante, de circulación nacional, una nota sobre nuevos recursos espirituales para superar el estrés, el agobio, el agotamiento a que nos somete la vida moderna. A esos recursos se los llama “retiros”; se ofrecen retiros de silencio, de yoga, detox (retiros para desintoxicarse), de sexo tántrico, de tarot, de vidas pasadas y de constelaciones familiares. 

Quienes los ofrecen afirman que hay una generación joven que busca una mejor calidad de vida y ya no deposita su esperanza en las terapias tradicionales como la fe o el psicoanálisis. “Una generación joven”, dicen; yo añado maliciosamente: y burguesa. Porque estos son inventos de burgueses para la burguesía. Los pobres, felizmente, son ajenos a estos artificios orientales; con sano instinto católico van a Luján y a San Cayetano. Para no extenderme demasiado me limito a los retiros de sexo tántrico. Según la nota, lo que motiva a algunas parejas a adoptar este recurso es que están aburridas y al parecer ya no encuentran satisfacción; necesitan sacudirse la modorra sexual, conectar con el deseo propio y redireccionar la energía sexual. No quiero entrar en detalles que me parecen de mal gusto, impropios de esta circunstancia; añado sí otro dato: hay rotación de parejas, aunque no intercambio; yo no entiendo la diferencia. 

El fenómeno representado por estos singulares “retiros” es de carácter cultural, sociológico y religioso: lo que importa en la oferta es conectarse “con el lado del bienestar”; todo se resuelve en el interior de la persona que se mira a sí misma para estar tranquila, para vivir mejor, en salud y placer. No hay ninguna referencia trascendente; Dios no cuenta, o no existe, el fondo de uno mismo hace las veces de Dios. Han inventado una “espiritualidad” inmanentista, subjetivista, naturalista: sin Dios, ni pecado, ni gracia, ni necesidad del amor misericordioso que sana, perdona, eleva, transfigura, que abre a la comunión con los demás y encamina a la gloria. Basta un armonizador que nos haga sentar en posición de flor de loto, o que nos prepare unos buenos jugos verdes para desintoxicarnos. 

En la Exposición encontrarán ustedes una sección de espiritualidad bien nutrida: de ascética y mística, de temas particulares de la vida espiritual cristiana como la acción del Espíritu Santo mediante sus dones, la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma, los caminos de oración y la lucha para afianzar las virtudes. Las vidas de los santos, que siempre abundan, nos entusiasman y nos guían para procurar imitarlos como a hermanos mayores, de modo que podamos rumbear con esperanza y alegría hacia el bienestar del cielo. Aunque aquí en la tierra tengamos que sobrellevar con paciencia numerosos malestares, tenemos prometido un futuro mejor: la bienaventuranza. 

En el inicio de esta nueva edición platense de la Exposición del Libro Católico que dejo inaugurada quiero expresar mi agradecimiento a Manuel Outeda Blanco y a sus colaboradores por este servicio a la arquidiócesis y a la ciudad. Él es el presidente ejecutivo, yo el honorario, lo cual significa que el que trabaja es él. Muchas gracias por ese trabajo; quiera Dios que La Plata pueda contar con ese empeño y esta muestra algunos años más. Unos cuantos años más. 

Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata

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