Osservatorio
Internazionale Cardinale Van Thuan,
2015-11-24
El Papa Francisco habla de la familia con frecuencia.
Todos nosotros recordamos las grandes enseñanzas de Juan Pablo II sobre la
familia. Se le llamaba "El Papa de la familia". Fueron memorables, en
particular, las catequesis que dedicó en las audiencias generales al amor
humano. También el Papa Francisco hace intervenciones sobre la familia con un
magisterio orgánico y profundo. Ha hablado de ella al presidente Obama, durante
su visita a los Estados Unidos. Ha hablado de ella en Cuba: «donde la familia
es reducida, las personas se transforman en individuos aislados y, por lo
tanto, fáciles de manipular y de gobernar». También al presidente Mattarella el
18 de abril de 2015 y durante el viaje a Filipinas en enero de 2014. Y ha
hablado de ella, precisamente como hizo Juan Pablo II, en las audiencias del
miércoles, dedicadas durante un largo periodo -concretamente desde diciembre de
2014 a septiembre de 2015- a este tema. Un gran patrimonio de enseñanzas.
He citado a los dos Pontífices no porque desee hacer
comparaciones superficiales, sino para subrayar la continuidad de una única
enseñanza, aunque con lenguajes distintos y formas comunicativas diferentes.
Juan Pablo II usaba un lenguaje más circular; el Papa Francisco usa uno más
directo. Pero también San Juan Pablo II formuló expresiones de gran eficacia
comunicativa. Recordemos, por ejemplo, la afortunada referencia al “genio
femenino” contenido en la Carta a las mujeres o la feliz expresión “ecología
humana” lanzada en la Centesimus annus para decir después que su primera y
principal estructura es la familia. Pero en conjunto su expresión era corposa, circular,
sostenida, de amplios giro. El lenguaje del Papa Francisco es distinto, más
ágil y rico en imágenes. Tomemos por ejemplo las expresiones «la familia es la
carta constitucional de la Iglesia» (17 de octubre de 2015), o «para los
enfermos la familia es el primer hospital» (10 de junio de 2015), o la familia
«es un gimnasio que entrena al perdón». Una carta constitucional, un hospital,
un gimnasio: son imágenes simples y eficaces. No se trata de definiciones
estrictamente teológicas o doctrinales, sino de expresiones de predicación
capaces de transmitir de forma viva un contenido humano y cristiano. No podemos
tampoco olvidarnos de que el Papa Francisco, cuando habla de la familia,
utiliza muchas imágenes de la vida, también de su vida personal, como cuando
hablando de las madres, habló de la suya:: «éramos cinco hijos y mientras uno
hacia una travesura, el otro pensaba en hacer otra y la pobre mamá iba de una
parte a la otra, pero era feliz. Nos dio mucho» (7 de enero de 2015).
Por último, recuerdo algunas expresiones muy acertadas
del Papa Francisco sobre algunos temas de espinosa actualidad, respecto a los
cuales ha sido injustamente acusado de mantenerse en silencio. Ha llamado a la
ideología de género «un error de la mente humana» (22 de marzo de 2015 en
Nápoles) y ha dicho que es «una forma de colonización ideológica de la
familia». De nuevo, un modo de expresarse plástico y eficaz.
Las cuestiones de lenguaje no son sólo tales, pues
responden a un posicionamiento y expresan una visión teórica y una estrategia.
Desearía aventurar, en este punto, algunas hipótesis interpretativas.
La situación actual de la familia es tal vez de las
más problemáticas que se han tenido que constatar. Los datos correspondientes a
la disminución de los matrimonios, al aumento de las convivencias, a los
nacimientos fuera del matrimonio, a la disminución de la natalidad, a las
separaciones y a los divorcios, al uso de anticonceptivos con posibles efectos
abortivos, etc., documentan -también en el último Informe del Censis (Centro
Studi Investimenti Sociali)- una fuerte crisis de la familia. Mientras tanto,
las legislaciones de todo el mundo, al considerarla una estructura no natural
sino convencional y multiforme, la debilitan, obsequio de una antropología
líquida que rechaza cualquier identidad dada.
En las intervenciones del Papa Francisco sobre la
familia se observa que es muy consciente de esta grave crisis cultural y social
de la familia, a la que el Papa quiere enfrentarse con una nueva actitud en las
respuestas.
Lo primero es reconstruir desde el abecé el léxico
familiar. En una época en la que se corre el riesgo de perder el significado de
las palabras "mamá" o "abuelo", es urgente volver a dar
significado a estas palabras. En una época en la que las relaciones familiares
se resquebrajan, los padres ven a sus hijos sólo por la noche, las relaciones
generacionales implosionan y los instrumentos tecnológicos suplen a los roles
familiares, es necesario volver a explicar qué significa el que los componentes
de una familia hablen entre ellos. Por ello el Papa Francisco explica la
importancia de las palabras "gracias", "perdón",
"permiso" en la micro vida familiar de todos los días. Como ha hecho
recientemente (el 11 de noviembre de 2015), cuando ha explicado a padres e hijos
que cuando se está en familia hay que dejar de lado los smartphone y las
televisiones para hablar alrededor de la mesa, cenando. En los primeros meses
de 2015, el Papa ha dedicado las audiencias de los miércoles para explicar qué
significan los términos mamá, papá, abuelos, hermanos y hermanas.
Algunos pueden sorprenderse de que un Papa hable de
estas pequeñas cosas; y que en lugar de discursos de teología profunda,
explique que es necesario apagar el móvil cuando se está sentado a la mesa.
Pero yo creo que así el Papa está llevando a cabo un deber indispensable de
reeducación a lo esencial, en el intento de indicar el peligro de una
degeneración familiar que ciertamente parte de los ataques ideológicos y
legislativos -que el Papa no deja de denunciar-, pero que se concretiza también
en los pequeños abismos de las relaciones humanas de todos los días.
Por otra parte, me pregunto si verdaderamente se trata
sólo de indicaciones pobres y elementales o si con esta forma coloquial y
doméstica -como estar sentado en un sillón de nuestro salón-, el Papa no está
intentando hacer entender contenidos mucho más profundos. Para responder a esta
pregunta quisiera proponer algunas observaciones sobre la base de la Doctrina
Social de la Iglesia.
El Papa Francisco no usa mucho la expresión Doctrina
Social de la Iglesia. Es verdad que en la exhortación apostólica Evangelii
gaudium cita muchas veces el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Es
verdad también que en muchas circunstancias, sobre todo en los discursos a los
Dicasterios y a las Academias Pontificias, el Papa ha usado la expresión. Una
vez reconocido esto, tengo que decir que él usa la Doctrina Social de la
Iglesia de manera más implícita que explícita, indirecta que directa. Esto es
particularmente evidente cuando se refiere a la familia. Leyendo sus
intervenciones sobre la familia se constata la presencia de todos los grandes
temas de la Doctrina Social de la Iglesia inherentes a la familia sin que ello
sea evidente, y con un lenguaje, como decíamos antes, que no es doctoral sino
llano y cotidiano. Podría también decir que la Doctrina Social de la Iglesia
está presupuesta dentro de sus intervenciones, sin haber sido formalmente
retomada o redefinida,
Es bastante fácil señalar algún ejemplo.
En la Audiencia General del 2 de septiembre pasado, el
Papa ha hablado de la familia como antídoto a la actual desertificación de la
sociedad. Con esta expresión metafórica -el desierto-, el Papa ha confirmado la
doctrina tradicional de la familia como fuente de la sociedad, de acogida y
como lugar de la experiencia del don que encontramos en la Caritas in veritate
de Benedicto XVI o en la Familiaris consortio de Juan Pablo II. En la Audiencia
del 18 de febrero de 2015 ha insistido sobre el hecho de que la experiencia de
ser hermanos y hermanas se hace en la familia; y sólo porque se hace en la
familia se puede hacer también luego en la Iglesia y en la sociedad. Así es también en lo que concierne a la ayuda
a los más débiles: es en la familia dónde nos acostumbramos a hacerlo, no por
motivos ideológicos, sino por amor.
En la catequesis del 19 de agosto pasado, el Papa
Francisco ha hablado de la familia como escuela de trabajo, advirtiendo que si
se quiere salvar el trabajo hay que salvar a la familia, recordando con ello
las enseñanzas de la Rerum novarum de León XIII y de la Laborem exercens de
Juan Pablo II.
En las audiencias del 22 y 29 de abril de este año ha
hablado de la reciprocidad complementaria entre el hombre y la mujer, valorando
negativamente las ideologías que hoy pretenden negarla; y ha pedido, a
continuación, la igualdad de trato en el trabajo entre hombre y mujer. En el
primer caso ha retomado y actualizado las enseñanzas de Benedicto XVI sobre la
ideología de género, contenidos sobre todo en el discurso a la Curia romana de
diciembre de 2012. En el segundo, ha retomado las consideraciones de Juan Pablo
II sobre la conciliación entre trabajo y vida familiar y la adecuada
valorización del “genio femenino” en la sociedad contenidas en sus textos
Familiaris consortio y Mulieris dignitatem.
En la audiencia del 11 de febrero de 2015, el Papa
Francisco ha hablado durante mucho tiempo de los hijos como un don: «Los hijos
son un don, son un regalo, ¿habéis entendido? Los hijos son un don. Cada uno es
único e irrepetible y, al mismo tiempo, está inconfundiblemente unido a sus
raíces. De hecho, ser hijo e hija, según el designio de Dios, significa llevar
en sí la memoria y la esperanza de un amor que se ha realizado precisamente
dando la vida a otro ser humano, original y nuevo». De este modo y con este
lenguaje directo ha transmitido los contenidos de la bioética y de la
biopolítica católicas, desde la Humanae vitae de Pablo VI a la Evangelium vitae
de Juan Pablo II, hasta los sucesivos documentos de la Santa Sede.
He citado aquí muchos documentos magisteriales cuyos
contenidos se reflejan en las intervenciones del Papa Francisco, pero sin ser
manifestados. Podríamos tal vez definirlos contenidos "ligeros", no
gravados por la forma académica de las citaciones, sino incluidos en el flujo
de la vida.
He citado estos cuatro ejemplos para explicar cómo las
intervenciones del Papa Francisco sobre la familia manifiestan, ciertamente, un
lenguaje doméstico que se concentra en imágenes y frases particularmente
evocadoras -"quien no vive para servir no sirve para vivir"-, pero
sin dejar por ello de transmitir contenidos muy elevados. Aquí me he ocupado de
temas vinculados a la Doctrina Social de la Iglesia, pero el mismo discurso se
podría hacer para otros ámbitos de la enseñanza de la Iglesia.
Antes de concluir quisiera volver al método que, como
hemos visto, no es nunca sólo un problema de método. A mí me parece que el Papa
Francisco desea indicarnos un camino caracterizado por dos elementos: el
primero es partir de nuevo del abecé de la humanización y de la evangelización,
también a propósito de la familia. Obsérvese que no he hablado sólo de
evangelización, sino también de humanización. En los discursos del Papa sobre
la familia los dos elementos se entrelazan siempre y, por otra parte, todos
constatamos la necesidad de recuperar, junto al cristianismo y a través del
mismo, las elementales condiciones humanas de vida. El segundo elemento es que
es necesario trabajar sobre todo en lo que concierne a las relaciones, porque
no sólo la familia es ante todo relación, sino porque toda la sociedad se juega
precisamente en ella, hoy, su existencia. Esto no significa en absoluto no
situarse correctamente ante las instituciones, las leyes, las políticas, pero
es necesario recordar que estas tres realidades no son estáticas, sino que
responden a las solicitudes que llegan desde abajo, en la trama de las
relaciones familiares y sociales. Aquí los modelos verdaderamente ganadores son
los que dan vida a comportamientos, actitudes, prácticas de vida, relaciones.
Este puede ser el motivo de una cierta reluctancia o parsimonia del Papa a dar
definiciones y, al contrario, de su propensión a indicar los comportamientos
que hay que asumir, la praxis que hay que promover, las dimensiones de vida que
hay que valorizar o, como él ama decir, los procesos que hay que iniciar.
En esta dimensión de relaciones y de vida hay que
colocar ante todo, obviamente, la vida de fe. El 25 de marzo de 2015, el Papa
ha propuesto una oración para la Familia en vista del entonces cercano Sínodo
ordinario sobre la familia. Les invito a que no la olviden, ahora que el Sínodo
ha concluido, porque creo que el Papa Francisco nos quiere enseñar que el
cristianismo es vida vivida, carne encarnada. En el fondo, la familia se
salvará si en nuestras familias dejaremos que penetre la vida de la Familia de
Nazaret.
No hay comentarios:
Publicar un comentario