Expresiones del
obispo de Riobamba, Ecuador
Noticelam, 25-2-15
Populismo hay en
todas partes, como realidad implantada o como tentación, pero sin duda que América
Latina es el paraíso populista por antonomasia.
Desde Argentina hasta
México, el populismo ha sido y es una de nuestras características endémicas. Es
algo que afecta a partidos, movimientos, liderazgos, pensamientos y lenguajes,…
y que influye desfavorablemente y por
igual tanto en la derecha como en la izquierda.
Es más, muchos
populistas que comenzaron su travesía en la izquierda acabaron varados en la
derecha, dedicados a limar las asperezas del poder. “Populismo” es una palabra
que, al ser usada de forma tan genérica, produce una cierta irritación, pero lo
cierto es que el populismo sigue gozando de buena salud.
Hay un momento, a
caballo de los siglos XIX y XX, en que se rompe el orden antiguo (de origen
colonial, jerárquico y paternalista). Surge la cuestión social (tierra, capital
y trabajo), la cuestión política (el paso de la política de pocos a la política
de masas y la secularización de la sociedad (con la consiguiente separación
entre el mundo religioso y el mundo laico).
El populismo surge
como una respuesta a estas convulsiones. Aquí encuentra su humus, en la
necesidad de extender la ciudadanía social, política y moral al pueblo, titular
de la soberanía. Las más de las veces, la soberanía quedó en entredicho,
sofocada por las élites o por los grupos de poder…
Pero, eso sí, quedó
el lenguaje, usado con enorme desparpajo y resolución. Si ustedes analizan el
lenguaje de los líderes de turno, especialmente en nuestra área bolivariana, se
darán cuenta de ello: una cosa es el lenguaje democrático, socialista e,
incluso revolucionario, y, otra cosa muy diferente, la realidad. Es esta una
paradoja típicamente latinoamericana: los populismos no siempre son lo que
dicen ser. Pueden aparecer como progresistas o conservadores según convenga.
En consecuencia, la
política se convierte en un terreno peligroso, especialmente para el que no
entra en la lógica del poder. Me he preguntado muchas veces por qué las
relaciones de los gobiernos populistas con la Iglesia tienden a ser
siempre conflictivas… Quizá porque dichos gobiernos, consciente o
inconscientemente, tienden a dar al populismo un cierto tono religioso (piensen
un momento en la devoción post mórtem en torno al coronel Chávez). Por eso, no
pueden aceptar que la Iglesia
les robe el mesianismo…
Sin embargo, frente a
esa tentación, la Iglesia
tiene el deber y el desafío de seguir transmitiendo valores éticos, en justicia
y en verdad, a los actuales y a los futuros responsables políticos. Hoy, la divulgación de la Doctrina Social de
la Iglesia es
un auténtico desafío. Conocerla y aplicarla nos librará de muchos excesos a los
que el populismo nos lleva. Y, al mismo tiempo, iluminará no pocos caminos de
búsqueda sincera del bien común y de la dignidad de la persona. De lo
contrario, el pajarito populista seguirá rondando alrededor de nuestras
cabezas…
VIRGINIA BONARD
FUENTE: El Comercio
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