Por Juan C. Sanahuja
NOTICIAS GLOBALES, 03
marzo 2015
El Cardenal George
Pell, miembro del G-9 que asesora al Papa para la reforma de la Curia , publicó un breve artículo
en The Catholic Thing, What about Henry VIII?, en el que asegura, en relación a
la polémica sobre la comunión de los adúlteros, “que hay una barrera
insuperable para aquellos que defienden una nueva disciplina doctrinal y
pastoral para la recepción de la Sagrada Comunión , que es la unanimidad casi total
de dos mil años de historia católica sobre este punto”. El prelado recuerda que
el cisma anglicano llegó cuando la
Iglesia no accedió a legitimar el adulterio de Enrique VIII.
El cardenal indica
que la enseñanza radical de Cristo sobre la indisolubilidad del matrimonio
aparece en el evangelio de Mateo (Mt 19,6), “lo que Dios ha unido, que no lo
separe el hombre”, no mucho después de su insistencia sobre la necesidad del
perdón (Mt 18,21-35).
El prelado explica
que, aunque es cierto que Jesucristo no condenó a la mujer adúltera que iba a
ser lapidada, tampoco le dijo que siguiera haciendo lo que le viniera en gana,
sino que le pidió que no pecara más (Jn 8, 1-11).
Tras indicar que la Iglesia Católica
ha sido unánime en su rechazo al re-casamiento de divorciados, el cardenal
australiano asegura que “es cierto que los ortodoxos tienen una tradición
duradera diferente, forzada por sus emperadores bizantinos, pero esto nunca ha
sido la práctica católica”.
Añade que la
disciplina de la Iglesia
en los primeros siglos, antes del concilio de Nicea, para castigar determinados
pecados -asesinato, adulterio y apostasía- era muy dura, se discutía si quienes
los cometían podrían recibir el perdón y ser reconciliados con la Iglesia una vez o nunca.
Pero admitían que Dios podía perdonar a esos pecadores, incluso cuando la
capacidad de la Iglesia
para readmitirles a la comunión fuera limitada.
Aquella severidad,
indica el cardenal, era la norma cuando la Iglesia se expandía por todo el mundo a pesar de
las persecuciones. Tal situación “no puede ser ignorada”, advierte el cardenal
Pell, de la misma manera que no se pueden ignorar “las enseñanzas de Trento,
las de San Juan Pablo II y las de Benedicto XVI sobre el matrimonio. ¿O acaso
las decisiones que siguieron al divorcio de Enrique VIII fueron equivocadas?”,
concluye el prelado.
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