martes, 17 de junio de 2014

La caridad y los pobres no pueden esperar: lo enseña el Papa, lo exige el Evangelio



Editorial Revista Ecclesia, 17-6-14
 

El Papa Francisco en su más reciente entrevista periodística, la primera a medios de comunicación españoles (página 36), afirmó que  “la pobreza y la humildad están en el centro del Evangelio”. En sentido teológico, no sociológico. “No se puede entender el Evangelio sin la pobreza. Yo creo que Jesús quiere que los obispos no seamos príncipes, sino servidores”.  Y este deseo sobre los obispos, “servidores y no príncipes”, seguro que Jesús y Francisco lo extienden también a los sacerdotes, a los consagrados y a los laicos. Seguro.

Martes 10 de junio, la Santa Sede publica el programa de su visita apostólica, este sábado 21 de junio, a  Cassano all’Jonio (Cosenza), en la región italiana de Calabria, tierra desolada por la Mafia, la pobreza y la injusticia. Nada más llegar a la citada localidad, Francisco se encuentra con presos, después visita a enfermos terminales y almuerza, más adelante, con los pobres que atiende Cáritas y con los jóvenes drogodependientes de una comunidad terapéutica.

Domingo 15 de junio, tras el rezo del ángelus, Francisco, por sorpresa, anuncia el destino de su próximo viaje internacional. El país elegido es la nación más subdesarrollada de Europa y una de las más pobres del mundo, donde el comunismo hizo no solo del ateísmo la religión oficial y se persiguió el cristianismo, sino donde también con mayor dureza realizó algunos de sus nefandos “experimentos” sociales: Albania.

Solo con mencionar estos dos próximos viajes del Santo Padre se evocan asimismo los primeros: Lampedusa, la isla de los inmigrantes y de los sin papeles; Cerdeña, la isla del paro; y Asís, la cuna de mínimo y dulce Francisco, el cristiano que más se ha parecido a lo largo de los siglos a Jesucristo.

¿Es preciso seguir? ¿Es necesario volver a hacer memoria de estos quince apasionantes meses de gracia? ¿Es necesario añadir su audiencia del sábado 14 de junio a la confederación nacional italiana de las Misericordias y de los Hermanos (“Fratres”) o su visita vespertina del domingo 15, a las comunidades de San Egidio de Roma y el encuentro con los pobres que estas atienden (página 35)? ¿Cuál es, entonces, la opción preferente del Papa Francisco y por qué lo es? ¿Qué es, pues, lo que el Papa Francisco nos está diciendo? ¿Lo suyo es solo una opción, un gusto, una preferencia, una “especialización”, una “debilidad”…?

En las jornadas, en la Iglesia católica en España, de la campaña de Cáritas ante el Día Nacional de Caridad, en coincidencia providencial con la fiesta del Corpus Christi, estos últimos gestos –como los precedentes, como la catarata vivida desde el 13 de marzo de 2013-, nos parecen un extraordinario pregón de caridad, un poderosísimo aldabonazo en nuestras conciencias, una vibrante llamada a testimoniar la caridad y a servir y a amar a los pobres.

La Iglesia, que ni puede ni debe tener jamás miedo a los pobres ni avergonzarse de ellos, ha de redescubrir que son la carne de Cristo. Los pobres siempre nos evangelizan y servirlos da fuerza y credibilidad a la misión evangelizadora. Sin dicotomías, sin ideologías prestadas, sin dialécticas envenenadas y envenenadoras. Con el Evangelio, el corazón y las manos.

“Existe el riesgo de ser espectadores informadísimos y desencarnados de estas realidades (de pobreza), o también de hacer bellos discursos que se concluyen con soluciones verbales y un desinterés con respecto a los problemas reales. Demasiadas palabras, demasiadas palabras, demasiadas palabras, ¡pero no se hace nada!”, advertía y denunciaba Francisco el 14 de junio.

Ni la caridad ni los pobres pueden esperar. Y la fuerza la hemos de encontrar en el Evangelio, en la eucaristía y en la oración. Sí, “la oración –afirmó Francisco el domingo 15 en su visita a los pobres de las Comunidades de San Egidio- es la primera obra de vuestra comunidad, y consiste en escuchar la palabra de Dios. Este pan, el pan que nos da fuerza, nos hace ir adelante” y salir “al encuentro de los hermanos y hermanas en las periferias de las ciudades del mundo”


Que no nos quepa duda, que no le quepa duda a nuestra Iglesia. El camino de la misión de la alegría del Evangelio es la caridad y el servicio a los pobres. Es “hacer crecer la compasión en el corazón de la sociedad, que es la verdadera revolución, la de la compasión, la ternura”.

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