viernes, 2 de mayo de 2014

Juan Pablo II sigue desafiando el régimen de desarrollo de la ONU



 By Susan Yoshihara, Ph.D.
NUEVA YORK, 1 de mayo (C-FAM)

Durante la semana en la que se celebró su canonización, muchos atribuyeron al papa Juan Pablo II la derrota de la campaña por el derecho internacional al aborto y la fundación del movimiento provida internacional. Pero su alcance fue mayor y llegó a la crítica del abordaje del desarrollo humano asumido por la ONU y de cómo puede amenazar la paz y la justicia internacional.

«Formular asuntos demográficos en términos de "derechos reproductivos" individuales, o incluso en términos de "derechos de la mujer" es cambiar el foco que debería ser el propio interés de los gobiernos y de los organismos internacionales» dijo Juan Pablo II en una carta dirigida a la entonces Directora Ejecutiva del Fondo de Población de la ONU, Nafis Sadik, en la víspera de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo de 1994.

Haciendo eco de la encíclica  Pacem in Terris, elaborada en 1963 por su predecesor, Juan XXIII, Juan Pablo II subrayó la necesidad de formular una política de desarrollo ética basada en la verdad objetiva, la justicia, el bien común y la complementariedad de los derechos y las responsabilidades.

Una interpretación adecuada de los derechos afirma que cada persona tiene «dignidad y valor incondicional e inalienable», que la vida humana es sagrada desde «la concepción hasta la muerte natural», y reconoce que los derechos «trascienden todo orden constitucional». Una interpretación adecuada del desarrollo debe estar «dirigida hacia el verdadero bien de cada persona y de la persona en su totalidad» y no puede ser reducida a la simple acumulación de riquezas, bienes y servicios.

«El aborto, que destruye una vida humana existente, es un mal atroz», dijo a Sadik.

La carta constituyó un ataque directo al borrador del documento final de la conferencia, que él definió acertadamente como promotor del derecho internacional al aborto libre que ignora el acuerdo internacional previo de que el aborto no debe promoverse como método de planificación familiar. Ambos puntos fueron rectificados en el documento final, pero de un modo tan difundido que los defensores del aborto no han podido promover su agenda más allá del documento de El Cairo.

Sadik poco tiempo atrás atribuyó al Papa el haber conferido atención mundial a la conferencia al decir que un «país en particular con población muy reducida exclusivamente de hombres fue la principal persona que dio publicidad a la CIPD». Mucho más que habilidad mediática, la atención puesta por el Papa en la conferencia presentó su visión estratégica del orden internacional, basada en el reconocimiento de la autodeterminación nacional y cultural, y su astucia diplomática.

La atención que generó conduciría a una prominente derrota para el gobierno de Clinton por medio de la negación del vicepresidente Al Gore de que el aborto jamás había estado en el tapete. Asimismo haría que otros líderes nacionales, particularmente del mundo latinoamericano y musulmán, tuvieran que asumir una postura sobre el asunto difícil de revertir incluso antes de que iniciaran las discusiones.

Varios países musulmanes boicotearon o amenazaron con boicotear la reunión, o declararon oficialmente que no creaba nuevos derechos. Los países latinoamericanos se opusieron a la inclusión de los términos «derechos reproductivos», «salud reproductiva», «salud sexual» y «regulación de la fertilidad».

La desvinculación de la agenda a veinte años del documento de desarrollo respecto de cualquier nuevo derecho sigue siendo importante, y debilita la idea que muchos activistas y miembros de la ONU tienen del enfoque del desarrollo de las Naciones Unidas «basado en los derechos».  Este abordaje, que originalmente fue concebido treinta años atrás por militantes de derechos como una forma de responsabilizar a los gobiernos ante la sociedad civil por el cumplimiento de las obligaciones internacionales, fue adoptado por los organismos de desarrollo de la ONU en diversos grados durante las últimas veinte décadas, con algunos resultados polémicos.

En 2006, Unicef instó a la legislatura nacional nicaragüense para que mantuviera la legalidad del aborto y el último informe anual de dicho organismo afirmó que los niños de tan solo diez años de edad tienen «derecho» a los servicios sexuales sin el consentimiento de los padres. Ambos fueron producto de que el organismo adoptara las nuevas y singulares interpretaciones que el comité de expertos encargado de supervisar la implementación de la Convención sobre los Derechos del Niño hizo del acuerdo.

El pasado mes de marzo ese comité dijo a la Santa Sede que debería modificar el derecho canónico para aceptar el aborto, implementar la educación sexual en todas las escuelas católicas y abandonar su oposición a las relaciones sexuales de los adolescentes.

Nada de esto hubiera sorprendido a Juan Pablo II, que falleció en 2005. Al presenciar la erosión de los derechos y las responsabilidades de los padres, advirtió a Sadik en 1994 que las «cuestiones que involucran la transmisión de la vida y su posterior cuidado y protección no pueden afrontarse de manera adecuada excepto en relación con el bien de la familia: esa comunión de personas fundada en el matrimonio entre marido y mujer».

Aunque los defensores del aborto miembros de la ONU siguen diciendo que fueron afectados por la oposición de Juan Pablo II puesta en marcha, han doblado la apuesta en su versión del enfoque basado en los derechos. La directora ejecutiva del Fondo de Población, Kate Gilmore, anunció recientemente que el examen operacional del Fondo de Población a veinte años afirma que el «desarrollo centrado en los derechos humanos, cuyo latido es la salud y el bienestar sexual y reproductivo, continúa siendo la interpretación más fiable de lo que el mundo necesita hacer si de hecho ha de ser sostenible frente al cambio y a los desafíos».



No hay comentarios:

Publicar un comentario