Ya es oficial: Pablo
VI será beatificado el 19 de octubre en el Vaticano, por el Papa Francisco, en
la clausura del Sínodo Extraordinario sobre la Familia. Con fecha de
hoy, sábado 10 de mayo, el Papa Francisco ha aprobado un milagro obrado por su
intercesión y ha fijado la fecha y el
lugar de su beatificación.
Giovanni Battista
Montini -Pablo VI- nació en Concesio, localidad de la región italiana de
Lombardía, próxima a Brescia, el 26 de septiembre de 1987. Falleció en
Castelgandolfo en el atardecer de la fiesta de la Transfiguración
del Señor (6 de agosto) de 1978. Fue ordenado sacerdote el 29 de mayo de 1920 y
obispo el 12 de diciembre de 1954.
El 15 de diciembre de
1958 fue creado cardenal, el primero de la lista de los primeros cardenales del
Papa Juan XXIII. Era desde 1954 arzobispo de Milán, donde permaneció hasta su
elección pontificia, el 21 de junio de 1963.
En 1922 ingresó en el
cuerpo diplomático de la
Santa Sede. Tras seis años en Varsovia, fue trasladado a Roma
y sirvió en la Curia
Romana hasta 1954. En 1552 fue nombrado por Pío XII
prosecretario de Estado. Trabajó también en la pastoral juvenil y universitaria
y en la Acción
Católica.
Ya Papa, prosiguió,
impulso y coronó el Concilio Vaticano II, puso en marcha sus primeras reformas,
propició el ecumenismo y el diálogo interreligioso y emprendió los viajes
apostólicos. Fue autor de siete encíclicas y gran apóstol del diálogo y del
acercamiento a la cultura contemporánea.
Ecclesia, 10-5-14
El amor y el dolor
del Papa Montini, por José Luis Restán
Ecclesia, 7-5-14
Los cardenales y
obispos miembros de la
Congregación para las Causas de los Santos aprobaron ayer por
unanimidad el milagro atribuido a la intercesión del Papa Pablo VI, lo que abre
el camino para su inminente beatificación.
Parece que los
cardenales han sugerido que coincida con la celebración del Sínodo
extraordinario sobre la familia, por lo que muchos apuntan en rojo la fecha del
domingo 19 de octubre, día en que será clausurada esta primera etapa del camino
sinodal alentado por Francisco para afrontar los grandes desafíos de la
pastoral familiar.
Si esto se
confirmase, el Sínodo quedaría bajo el amparo de san Juan Pablo II (a quien
Francisco invocó como “Papa de la familia” y del (para entonces) beato Pablo
VI, el Papa de la
Humanae Vitae. ¿Paradoja o designio de la Providencia ?
Si San Juan XXIII tuvo
la intuición profética de convocar el Vaticano II y San Juan Pablo II lo sacó
adelante “con la fuerza de un gigante”, es preciso reconocer que Pablo VI fue
el auténtico timonel del Concilio, y el hombre que mantuvo firme el rumbo de la
barca en medio de la tremenda tormenta que abarca desde finales de los años
sesenta hasta prácticamente el final de su pontificado.
El cardenal brasileño
Moreira Neves confesó haber visto llorar en aquellas circunstancias al papa
Montini. Lloraba como Pedro, pero a diferencia de éste, que lo hacía por haber
traicionado, él lo hacía por el dolor que le reportó mantenerse fiel.
No en vano fueron
muchos los que, en aquellos días, huyeron a la desbandada de la cercanía con
aquel Papa abierto e intelectual, amigo del mundo moderno y promotor del
diálogo. Ciertamente la publicación de la Humanae Vitae se
coloca en el epicentro de esa espiral de desafecto que sufrió Montini, pero no
fue el único motivo.
Recordemos su
dramática denuncia de que el “humo de Satanás” había entrado en la Iglesia en aquella época
de desgarradores disensos, y su respuesta sencilla y apasionada, concentrada en
la proclamación del Credo del Pueblo de Dios en junio de 1968. A Joseph
Ratzinger le debemos quizás el perfil más intuitivo y profundo sobre el Papa
que lo sacó de las aulas para conducirlo al colegio de los apóstoles: “Pablo VI
resistió a la telecracia y a la demoscopia, las dos potencias dictatoriales del
presente… Pudo hacerlo porque no tomaba como parámetro el éxito y la
aprobación, sino la conciencia, que se mide según la verdad, según la fe. Es
por esto que en muchas ocasiones buscó el acuerdo: la fe deja mucho abierto,
ofrece un amplio espectro de decisiones, impone como parámetro el amor, que se
siente en obligación hacia el todo y por lo tanto impone mucho respeto.
Por ello pudo ser
inflexible y decidido cuando lo que se ponía en juego era la tradición esencial
de la Iglesia. En
él esta dureza no se derivaba de la insensibilidad de aquellos cuyo camino lo
dicta el placer del poder y el desprecio de las personas, sino de la
profundidad de la fe, que le hizo capaz de soportar las oposiciones”.
También sabemos
cuánto ama el Papa Bergoglio a Pablo VI, el Papa de la Encíclica Ecclesiam
Suam y de la
Exhortación Evangelii Nuntiandi, de las que bebe abundantemente
en su predicación y magisterio, y de quien ha tomado una de sus frases más
queridas, la que se refiere a “la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.
Por cierto, con estas palabras de Pablo VI inicia y concluye aquella breve
intervención de Bergoglio que sonó como un rayo en las Congregaciones Generales
previas al Cónclave del que había de salir el primer Papa argentino.
Pero no sólo eso, por
lo que se refiere a las controversias (que no se han apagado) en torno a la Humanae Vitae , Francisco
se ha mostrado contundente sobre la obra de Montini: “Su genialidad fue
profética, pues tuvo el coraje de ir contra la mayoría, de defender la
disciplina moral, de aplicar un freno cultural, de oponerse al neomaltusianismo
presente y futuro”.
Me parece que con la
beatificación de Pablo VI quedará más completa la imagen de estos últimos
cincuenta años de vida de la
Iglesia , una imagen que reclama necesariamente la pasión, el
dolor, la inteligencia y la sufrida fidelidad de un hombre llamado Juan Bautista
Montini, que en su meditación ante la muerte confesaba: “Puedo decir que
siempre la he amado… y que para ella, no para otra cosa, me parece haber
vivido. Pero quisiera que la
Iglesia lo supiese”. Lo sabemos y lo contamos.
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