CAPÍTULO DÉCIMO
SALVAGUARDAR EL
MEDIO AMBIENTE
456 La visión bíblica
inspira las actitudes de los cristianos con respecto al uso de la tierra, y al
desarrollo de la ciencia y de la técnica. El Concilio Vaticano II declara que «
tiene razón el hombre, participante de la luz de la inteligencia divina, cuando
afirma que por virtud de su inteligencia es superior al universo material ».946
Los Padres Conciliares reconocen los progresos realizados gracias a la
aplicación incesante del ingenio humano a lo largo de los siglos, en las
ciencias empíricas, en la técnica y en las disciplinas liberales.947 El hombre
« en nuestros días, gracias a la ciencia y la técnica, ha logrado dilatar y
sigue dilatando el campo de su dominio sobre casi toda la naturaleza ».948
Puesto que el hombre,
« creado a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia
y santidad, sometiendo a sí la tierra y cuanto en ella se contiene, y de
orientar a Dios la propia persona y el universo entero, reconociendo a Dios
como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al
hombre sea admirable el nombre de Dios en el mundo », el Concilio enseña que «
la actividad humana, individual y colectiva o el conjunto ingente de esfuerzos
realizados por el hombre a lo largo de los siglos para lograr mejores
condiciones de vida, considerado en sí mismo, responde a la voluntad de Dios
».949
458 Las
consideraciones del Magisterio sobre la ciencia y la tecnología en general, se
extienden también en sus aplicaciones al medio ambiente y a la agricultura. La
Iglesia aprecia « las ventajas que resultan —y que aún pueden resultar— del
estudio y de las aplicaciones de la biología molecular, completada con otras
disciplinas, como la genética, y su aplicación tecnológica en la agricultura y
en la industria ».956 En efecto, « la técnica podría constituirse, si se
aplicara rectamente, en un valioso instrumento para resolver graves problemas,
comenzando por el del hambre y la enfermedad, mediante la producción de
variedades de plantas más avanzadas y resistentes y de muy útiles medicamentos
».957 Es importante, sin embargo, reafirmar el concepto de « recta aplicación
», porque « sabemos que este potencial no es neutral: puede ser usado tanto
para el progreso del hombre como para su degradación ».958 Por esta razón, « es
necesario mantener un actitud de prudencia y analizar con ojo atento la
naturaleza, la finalidad y los modos de las diversas formas de tecnología aplicada
».959 Los científicos, pues, deben « utilizar verdaderamente su investigación y
su capacidad técnica para el servicio de la humanidad »,960 sabiendo
subordinarlas « a los principios morales que respetan y realizan en su plenitud
la dignidad del hombre ».961
III. LA CRISIS EN LA
RELACIÓN
ENTRE EL HOMBRE Y EL
MEDIO AMBIENTE
461 El mensaje
bíblico y el Magisterio de la Iglesia constituyen los puntos de referencia
esenciales para valorar los problemas que se plantean en las relaciones entre
el hombre y el medio ambiente.969 En el origen de estos problemas se puede
percibir la pretensión de ejercer un dominio absoluto sobre las cosas por parte
del hombre, un hombre indiferente a las consideraciones de orden moral que
deben caracterizar toda actividad humana.
La tendencia a la
explotación « inconsiderada » 970 de los recursos de la creación es el
resultado de un largo proceso histórico y cultural: « La época moderna ha
experimentado la creciente capacidad de intervención transformadora del hombre.
El aspecto de conquista y de explotación de los recursos ha llegado a
predominar y a extenderse, y amenaza hoy la misma capacidad de acogida del
medio ambiente: el ambiente como “recurso” pone en peligro el ambiente como
“casa”. A causa de los poderosos medios de transformación que brinda la
civilización tecnológica, a veces parece que el equilibrio hombre—ambiente ha
alcanzado un punto crítico ».971
462 La naturaleza
aparece como un instrumento en las manos del hombre, una realidad que él debe
manipular constantemente, especialmente mediante la tecnología. A partir del
presupuesto, que se ha revelado errado, de que existe una cantidad ilimitada de
energía y de recursos utilizables, que su regeneración inmediata es posible y
que los efectos negativos de las manipulaciones de la naturaleza pueden ser
fácilmente absorbidos, se ha difundido y prevalece una concepción reductiva que
entiende el mundo natural en clave mecanicista y el desarrollo en clave
consumista. El primado atribuido al hacer y al tener más que al ser, es causa
de graves formas de alienación humana.972
Una actitud semejante
no deriva de la investigación científica y tecnológica, sino de una ideología
cientificista y tecnócrata que tiende a condicionarla. La ciencia y la técnica,
con su progreso, no eliminan la necesidad de trascendencia y no son de por sí
causa de la secularización exasperada que conduce al nihilismo; mientras
avanzan en su camino, plantean cuestiones acerca de su sentido y hacen crecer
la necesidad de respetar la dimensión trascendente de la persona humana y de la
misma creación.
463 Una correcta
concepción del medio ambiente, si por una parte no puede reducir
utilitariamente la naturaleza a un mero objeto de manipulación y explotación,
por otra parte, tampoco debe absolutizarla y colocarla, en dignidad, por encima
de la misma persona humana. En este último caso, se llega a divinizar la
naturaleza o la tierra, como puede fácilmente verse en algunos movimientos
ecologistas que piden se otorgue un reconocimiento institucional internacionalmente
garantizado a sus ideas.973
El Magisterio ha
motivado su contrariedad a una noción del medio ambiente inspirada en el
ecocentrismo y el biocentrismo, porque ésta « se propone eliminar la diferencia
ontológica y axiológica entre el hombre y los demás seres vivos, considerando
la biosfera como una unidad biótica de valor indiferenciado. Así se elimina la
responsabilidad superior del hombre en favor de una consideración igualitaria
de la “dignidad” de todos los seres vivos ».974
465 El Magisterio
subraya la responsabilidad humana de preservar un ambiente íntegro y sano para
todos: 977 « La humanidad de hoy, si logra conjugar las nuevas capacidades
científicas con una fuerte dimensión ética, ciertamente será capaz de promover
el ambiente como casa y como recurso, en favor del hombre y de todos los
hombres; de eliminar los factores de contaminación; y de asegurar condiciones
de adecuada higiene y salud tanto para pequeños grupos como para grandes
asentamientos humanos. La tecnología que contamina, también puede
descontaminar; la producción que acumula, también puede distribuir
equitativamente, a condición de que prevalezca la ética del respeto a la vida,
a la dignidad del hombre y a los derechos de las generaciones humanas presentes
y futuras ».978
468 La
responsabilidad respecto al medio ambiente debe encontrar una traducción
adecuada en ámbito jurídico. Es importante que la Comunidad Internacional
elabore reglas uniformes, de manera que esta reglamentación permita a los
Estados controlar más eficazmente las diversas actividades que determinan
efectos negativos sobre el ambiente y preservar los ecosistemas, previniendo
posibles incidentes: « Corresponde a cada Estado, en el ámbito del propio
territorio, la función de prevenir el deterioro de la atmósfera y de la
biosfera, controlando atentamente, entre otras cosas, los efectos de los nuevos
descubrimientos tecnológicos o científicos, y ofreciendo a los propios
ciudadanos la garantía de no verse expuestos a agentes contaminantes o a
residuos tóxicos ».986
El contenido jurídico
del « derecho a un ambiente natural seguro y saludable » 987 será el fruto de
una gradual elaboración, solicitada por la opinión pública, preocupada por
disciplinar el uso de los bienes de la creación según las exigencias del bien
común y con una voluntad común de instituir sanciones para quienes contaminan.
Las normas jurídicas, sin embargo, no bastan por sí solas; 988 junto a ellas
deben madurar un firme sentido de responsabilidad y un cambio efectivo en la
mentalidad y en los estilos de vida.
470 La programación
del desarrollo económico debe considerar atentamente « la necesidad de respetar
la integridad y los ritmos de la naturaleza »,989 porque los recursos naturales
son limitados y algunos no son renovables. El actual ritmo de explotación
amenaza seriamente la disponibilidad de algunos recursos naturales para el
presente y el futuro.990 La solución del problema ecológico exige que la
actividad económica respete mejor el medio ambiente, conciliando las exigencias
del desarrollo económico con las de la protección ambiental. Cualquier
actividad económica que se sirva de los recursos naturales debe preocuparse
también de la salvaguardia del medio ambiente y prever sus costos, que se han
de considerar como « un elemento esencial del coste actual de la actividad
económica ».991 En este contexto se deben considerar las relaciones entre la
actividad humana y los cambios climáticos que, debido a su extrema complejidad,
deben ser oportuna y constantemente vigilados a nivel científico, político y
jurídico, nacional e internacional. El clima es un bien que debe ser protegido
y requiere que los consumidores y los agentes de las actividades industriales
desarrollen un mayor sentido de responsabilidad en sus comportamientos.992
Una economía que respete
el medio ambiente no buscará únicamente el objetivo del máximo beneficio,
porque la protección ambiental no puede asegurarse sólo en base al cálculo
financiero de costos y beneficios. El ambiente es uno de esos bienes que los
mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover
adecuadamente.993 Todos los países, en particular los desarrollados, deben
advertir la urgente obligación de reconsiderar las modalidades de uso de los
bienes naturales. La investigación en el campo de las innovaciones que pueden
reducir el impacto sobre el medio ambiente provocado por la producción y el
consumo, deberá incentivarse eficazmente.
Una particular
atención deberá atribuirse a la compleja problemática de los recursos
energéticos.994 Los recursos no renovables, a los que recurren los países
altamente industrializados y los de reciente industrialización, deben ser
puestos al servicio de toda la humanidad. En una perspectiva moral
caracterizada por la equidad y la solidaridad intergeneracional, también se deberá
continuar, con la contribución de la comunidad científica, a identificar nuevas
fuentes energéticas, a desarrollar las alternativas y a elevar los niveles de
seguridad de la energía nuclear.995 El uso de la energía, por su vinculación
con las cuestiones del desarrollo y el ambiente, exige la responsabilidad
política de los Estados, de la Comunidad Internacional y de los agentes
económicos; estas responsabilidades deberán ser iluminadas y guiadas por la
búsqueda continua del bien común universal.
473 La visión
cristiana de la creación conlleva un juicio positivo sobre la licitud de las
intervenciones del hombre en la naturaleza, sin excluir los demás seres vivos,
y, al mismo tiempo, comporta una enérgica llamada al sentido de la
responsabilidad.1002 La naturaleza, en efecto, no es una realidad sagrada o
divina, vedada a la acción humana. Es, más bien, un don entregado por el
Creador a la comunidad humana, confiado a la inteligencia y a la
responsabilidad moral del hombre. Por ello, el hombre no comete un acto ilícito
cuando, respetando el orden, la belleza y la utilidad de cada ser vivo y de su
función en el ecosistema, interviene modificando algunas de las características
y propiedades de estos. Si bien, las intervenciones del hombre que dañan los
seres vivos o el medio ambiente son deplorables, son en cambio encomiables las
que se traducen en una mejora de aquéllos. La licitud del uso de las técnicas
biológicas y biogenéticas no agota toda la problemática ética: como en
cualquier comportamiento humano, es necesario valorar cuidadosamente su
utilidad real y sus posibles consecuencias, también en términos de riesgo. En
el ámbito de las intervenciones técnico-científicas que poseen una amplia y
profunda repercusión sobre los organismos vivos, con la posibilidad de
consecuencias notables a largo plazo, no es lícito actuar con irresponsabilidad
ni a la ligera.
482 El principio del
destino universal de los bienes ofrece una orientación fundamental, moral y
cultural, para deshacer el complejo y dramático nexo que une la crisis
ambiental con la pobreza. La actual crisis ambiental afecta particularmente a
los más pobres, bien porque viven en tierras sujetas a la erosión y a la
desertización, están implicados en conflictos armados o son obligados a
migraciones forzadas, bien porque no disponen de los medios económicos y
tecnológicos para protegerse de las calamidades.
Multitudes de estos
pobres viven en los suburbios contaminados de las ciudades, en alojamientos
fortuitos o en conglomerados de casas degradadas y peligrosas (slums,
bidonvilles, barrios, favelas). En el caso que se deba proceder a su traslado,
y para no añadir más sufrimiento al que ya padecen, es necesario proporcionar
una información adecuada y previa, ofrecer alternativas de alojamientos dignos
e implicar directamente a los interesados.
Téngase presente,
además, la situación de los países penalizados por las reglas de un comercio
internacional injusto, en los que la persistente escasez de capitales se
agrava, con frecuencia, por el peso de la deuda externa: en estos casos, el
hambre y la pobreza hacen casi inevitable una explotación intensiva y excesiva
del medio ambiente.
483 El estrecho
vínculo que existe entre el desarrollo de los países más pobres, los cambios
demográficos y un uso sostenible del ambiente, no debe utilizarse como pretexto
para decisiones políticas y económicas poco conformes a la dignidad de la
persona humana. En el Norte del planeta se asiste a una « caída de la tasa de
natalidad, con repercusiones en el envejecimiento de la población, incapaz
incluso de renovarse biológicamente »,1006 mientras que en el Sur la situación
es diversa. Si bien es cierto que la desigual distribución de la población y de
los recursos disponibles crean obstáculos al desarrollo y al uso sostenible del
ambiente, debe reconocerse que el crecimiento demográfico es plenamente
compatible con un desarrollo integral y solidario: 1007 « Todos están de
acuerdo en que la política demográfica representa sólo una parte de una
estrategia global de desarrollo. Así pues, es importante que cualquier
discusión sobre políticas demográficas tenga en cuenta el desarrollo actual y
futuro de las Naciones y las zonas. Al mismo tiempo, es imposible no considerar
la verdadera naturaleza de lo que significa el término "desarrollo".
Todo desarrollo digno de este nombre ha de ser integral, es decir, ha de buscar
el verdadero bien de toda persona y de toda la persona ».1008
485 El agua, por su
misma naturaleza, no puede ser tratada como una simple mercancía más entre las
otras, y su uso debe ser racional y solidario. Su distribución forma parte,
tradicionalmente, de las responsabilidades de los entes públicos, porque el
agua ha sido considerada siempre como un bien público, una característica que
debe mantenerse, aun cuando la gestión fuese confiada al sector privado. El
derecho al agua,1011 como todos los derechos del hombre, se basa en la dignidad
humana y no en valoraciones de tipo meramente cuantitativo, que consideran el
agua sólo como un bien económico. Sin agua, la vida está amenazada. Por tanto,
el derecho al agua es un derecho universal e inalienable.
d) Nuevos estilos de
vida
486 Los graves
problemas ecológicos requieren un efectivo cambio de mentalidad que lleve a
adoptar nuevos estilos de vida,1012 « a tenor de los cuales la búsqueda de la
verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres
para un desarrollo común, sean los elementos que determinen las opciones del
consumo, de los ahorros y de las inversiones ».1013 Tales estilos de vida deben
estar presididos por la sobriedad, la templanza, la autodisciplina, tanto a
nivel personal como social. Es necesario abandonar la lógica del mero consumo y
promover formas de producción agrícola e industrial que respeten el orden de la
creación y satisfagan las necesidades primarias de todos. Una actitud
semejante, favorecida por la renovada conciencia de la interdependencia que une
entre sí a todos los habitantes de la tierra, contribuye a eliminar diversas
causas de desastres ecológicos y garantiza una capacidad de pronta respuesta
cuando estos percances afectan a pueblos y territorios.1014 La cuestión
ecológica no debe ser afrontada únicamente en razón de las terribles
perspectivas que presagia la degradación ambiental: tal cuestión debe ser,
principalmente, una vigorosa motivación para promover una auténtica solidaridad
de dimensión mundial.
CAPÍTULO UNDÉCIMO
LA PROMOCIÓN DE LA
PAZ
494 La paz es un
valor 1015 y un deber universal; 1016 halla su fundamento en el orden racional
y moral de la sociedad que tiene sus raíces en Dios mismo, « fuente primaria
del ser, verdad esencial y bien supremo ».1017 La paz no es simplemente
ausencia de guerra, ni siquiera un equilibrio estable entre fuerzas
adversarias,1018 sino que se funda sobre una correcta concepción de la persona
humana 1019 y requiere la edificación de un orden según la justicia y la
caridad.
La paz es fruto de la
justicia (cf. Is 32,17),1020 entendida en sentido amplio, como el respeto del
equilibrio de todas las dimensiones de la persona humana. La paz peligra cuando
al hombre no se le reconoce aquello que le es debido en cuanto hombre, cuando
no se respeta su dignidad y cuando la convivencia no está orientada hacia el
bien común. Para construir una sociedad pacífica y lograr el desarrollo
integral de los individuos, pueblos y Naciones, resulta esencial la defensa y
la promoción de los derechos humanos.1021
La paz también es
fruto del amor: « La verdadera paz tiene más de caridad que de justicia, porque
a la justicia corresponde sólo quitar los impedimentos de la paz: la ofensa y
el daño; pero la paz misma es un acto propio y específico de caridad ».1022
III. EL FRACASO DE LA
PAZ: LA GUERRA
497 El Magisterio
condena « la crueldad de la guerra » 1032 y pide que sea considerada con una
perspectiva completamente nueva: 1033 « En nuestra época, que se jacta de
poseer la energía atómica, resulta un absurdo sostener que la guerra es un
medio apto para resarcir el derecho violado ».1034 La guerra es un « flagelo »
1035 y no representa jamás un medio idóneo para resolver los problemas que
surgen entre las Naciones: « No lo ha sido nunca y no lo será jamás »,1036
porque genera nuevos y más complejos conflictos.1037 Cuando estalla, la guerra
se convierte en « una matanza inútil »,1038 « aventura sin retorno »,1039 que
amenaza el presente y pone en peligro el futuro de la humanidad: « Nada se
pierde con la paz; todo puede perderse con la guerra ».1040 Los daños causados
por un conflicto armado no son solamente materiales, sino también morales.1041
La guerra es, en definitiva, « el fracaso de todo auténtico humanismo »,1042 «
siempre es una derrota de la humanidad »: 1043 « nunca más los unos contra los
otros, ¡nunca más! ... ¡nunca más la guerra, nunca más la guerra! ».1044
498 La búsqueda de
soluciones alternativas a la guerra para resolver los conflictos
internacionales ha adquirido hoy un carácter de dramática urgencia, ya que « el
ingente poder de los medios de destrucción, accesibles incluso a las medias y
pequeñas potencias, y la conexión cada vez más estrecha entre los pueblos de
toda la tierra, hacen muy arduo o prácticamente imposible limitar las
consecuencias de un conflicto ».1045 Es, pues, esencial la búsqueda de las
causas que originan un conflicto bélico, ante todo las relacionadas con
situaciones estructurales de injusticia, de miseria y de explotación, sobre las
que hay que intervenir con el objeto de eliminarlas: « Por eso, el otro nombre
de la paz es el desarrollo. Igual que existe la responsabilidad colectiva de
evitar la guerra, también existe la responsabilidad colectiva de promover el
desarrollo ».1046
a) La legítima
defensa
500 Una guerra de
agresión es intrínsecamente inmoral. En el trágico caso que estalle la guerra,
los responsables del Estado agredido tienen el derecho y el deber de organizar
la defensa, incluso usando la fuerza de las armas.1049 Para que sea lícito el
uso de la fuerza, se deben cumplir simultáneamente unas condiciones rigurosas:
« —que el daño causado por el agresor a la Nación o a la comunidad de las
naciones sea duradero, grave y cierto; —que todos los demás medios para poner
fin a la agresión hayan resultado impracticables o ineficaces; —que se reúnan
las condiciones serias de éxito; —que el empleo de las armas no entrañe males y
desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar. El poder de los
medios modernos de destrucción obliga a una prudencia extrema en la apreciación
de esta condición. Estos son los elementos tradicionales enumerados en la
doctrina llamada de la “guerra justa”. La apreciación de estas condiciones de
legitimidad moral pertenece al juicio prudente de quienes están a cargo del
bien común ».1050
Esta responsabilidad
justifica la posesión de medios suficientes para ejercer el derecho a la
defensa; sin embargo, los Estados siguen teniendo la obligación de hacer todo
lo posible para « garantizar las condiciones de la paz, no sólo en su propio
territorio, sino en todo el mundo ».1051 No se puede olvidar que « una cosa es
utilizar la fuerza militar para defenderse con justicia y otra muy distinta
querer someter a otras Naciones. La potencia bélica no legitima cualquier uso
militar o político de ella. Y una vez estallada la guerra lamentablemente, no
por eso todo es lícito entre los beligerantes ».1052
501 La Carta de las
Naciones Unidas, surgida de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, y
dirigida a preservar las generaciones futuras del flagelo de la guerra, se basa
en la prohibición generalizada del recurso a la fuerza para resolver los
conflictos entre los Estados, con excepción de dos casos: la legítima defensa y
las medidas tomadas por el Consejo de Seguridad, en el ámbito de sus
responsabilidades, para mantener la paz. En cualquier caso, el ejercicio del
derecho a defenderse debe respetar « los tradicionales límites de la necesidad
y de la proporcionalidad ».1053
Una acción bélica
preventiva, emprendida sin pruebas evidentes de que una agresión está por
desencadenarse, no deja de plantear graves interrogantes de tipo moral y
jurídico. Por tanto, sólo una decisión de los organismos competentes, basada en
averiguaciones exhaustivas y con fundados motivos, puede otorgar legitimación
internacional al uso de la fuerza armada, autorizando una injerencia en la
esfera de la soberanía propia de un Estado, en cuanto identifica determinadas
situaciones como una amenaza para la paz.
b) Defender la paz
503 Los miembros de
las fuerzas armadas están moralmente obligados a oponerse a las órdenes que
prescriben cumplir crímenes contra el derecho de gentes y sus principios
universales.1056 Los militares son plenamente responsables de los actos que
realizan violando los derechos de las personas y de los pueblos o las normas
del derecho internacional humanitario. Estos actos no se pueden justificar con
el motivo de la obediencia a órdenes superiores.
Los objetores de
conciencia, que rechazan por principio la prestación del servicio militar en
los casos en que sea obligatorio, porque su conciencia les lleva a rechazar
cualquier uso de la fuerza, o bien la participación en un determinado
conflicto, deben estar disponibles a prestar otras formas de servicio: « Parece
razonable que las leyes tengan en cuenta, con sentido humano, el caso de los
que se niegan a tomar las armas por motivo de conciencia y aceptan al mismo tiempo
servir a la comunidad humana de otra forma ».1057
c) El deber de
proteger a los inocentes
504 El derecho al uso
de la fuerza en legítima defensa está asociado al deber de proteger y ayudar a
las víctimas inocentes que no pueden defenderse de la agresión. En los
conflictos de la era moderna, frecuentemente al interno de un mismo Estado,
también deben ser plenamente respetadas las disposiciones del derecho
internacional humanitario. Con mucha frecuencia la población civil es atacada,
a veces incluso como objetivo bélico. En algunos casos es brutalmente asesinada
o erradicada de sus casas y de la propia tierra con emigraciones forzadas, bajo
el pretexto de una « limpieza étnica » 1058 inaceptable. En estas trágicas
circunstancias, es necesario que las ayudas humanitarias lleguen a la población
civil y que nunca sean utilizadas para condicionar a los beneficiarios: el bien
de la persona humana debe tener la precedencia sobre los intereses de las
partes en conflicto.
506 Los conatos de
eliminar enteros grupos nacionales, étnicos, religiosos o lingüísticos son
delitos contra Dios y contra la misma humanidad, y los autores de estos
crímenes deben responder ante la justicia.1061 El siglo XX se ha caracterizado
trágicamente por diversos genocidios: el de los armenios, los ucranios, los
camboyanos, los acaecidos en África y en los Balcanes. Entre ellos sobresale el
holocausto del pueblo hebreo, la Shoah: « Los días de la shoah han marcado una
verdadera noche en la historia, registrando crímenes inauditos contra Dios y
contra el hombre ».1062
La Comunidad
Internacional en su conjunto tiene la obligación moral de intervenir a favor de
aquellos grupos cuya misma supervivencia está amenazada o cuyos derechos
humanos fundamentales son gravemente violados. Los Estados, en cuanto parte de
una Comunidad Internacional, no pueden permanecer indiferentes; al contrario,
si todos los demás medios a disposición se revelaran ineficaces, « es legítimo,
e incluso obligado, emprender iniciativas concretas para desarmar al agresor
».1063 El principio de la soberanía nacional no se puede aducir como pretexto
para impedir la intervención en defensa de las víctimas.1064 Las medidas
adoptadas deben aplicarse respetando plenamente el derecho internacional y el
principio fundamental de la igualdad entre los Estados.
La Comunidad
Internacional se ha dotado de un Tribunal Penal Internacional para castigar a
los responsables de actos particularmente graves: crímenes de genocidio,
crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra, crimen de agresión. El
Magisterio no ha dejado de animar repetidamente esta iniciativa.1065
e) El desarme
508 La doctrina
social propone la meta de un « desarme general, equilibrado y controlado ».1067
El enorme aumento de las armas representa una amenaza grave para la estabilidad
y la paz. El principio de suficiencia, en virtud del cual un Estado puede
poseer únicamente los medios necesarios para su legítima defensa, debe ser
aplicado tanto por los Estados que compran armas, como por aquellos que las
producen y venden.1068 Cualquier acumulación excesiva de armas, o su comercio
generalizado, no pueden ser justificados moralmente; estos fenómenos deben
también juzgarse a la luz de la normativa internacional en materia de
no-proliferación, producción, comercio y uso de los diferentes tipos de
armamento. Las armas nunca deben ser consideradas según los mismos criterios de
otros bienes económicos a nivel mundial o en los mercados internos.1069
El Magisterio,
también ha formulado una valoración moral del fenómeno de la disuasión: « La
acumulación de armas es para muchos como una manera paradójica de apartar de la
guerra a posibles adversarios. Ven en ella el más eficaz de los medios, para
asegurar la paz entre las Naciones. Este procedimiento de disuasión merece
severas reservas morales. La carrera de armamentos no asegura la paz. En lugar
de eliminar las causas de guerra, corre el riesgo de agravarlas ».1070 Las
políticas de disuasión nuclear, típicas del período de la llamada Guerra Fría,
deben ser sustituidas por medidas concretas de desarme, basadas en el diálogo y
la negociación multilateral.
509 Las armas de
destrucción masiva —biológicas, químicas y nucleares— representan una amenaza
particularmente grave; quienes las poseen tienen una enorme responsabilidad
delante de Dios y de la humanidad entera.1071 El principio de la
no-proliferación de armas nucleares, junto con las medidas para el desarme
nuclear, así como la prohibición de pruebas nucleares, constituyen objetivos
estrechamente unidos entre sí, que deben alcanzarse en el menor tiempo posible
por medio de controles eficaces a nivel internacional.1072 La prohibición de
desarrollar, producir, acumular y emplear armas químicas y biológicas, así como
las medidas que exigen su destrucción, completan el cuadro normativo
internacional para proscribir estas armas nefastas,1073 cuyo uso ha sido
explícitamente reprobado por el Magisterio: « Toda acción bélica que tiende
indiscriminadamente a la destrucción de ciudades enteras o de extensas regiones
junto con sus habitantes, es un crimen contra Dios y la humanidad que hay que
condenar con firmeza y sin vacilaciones ».1074
f) La condena del
terrorismo
513 El terrorismo es
una de las formas más brutales de violencia que actualmente perturba a la
Comunidad Internacional, pues siembra odio, muerte, deseo de venganza y de
represalia.1078 De estrategia subversiva, típica sólo de algunas organizaciones
extremistas, dirigida a la destrucción de las cosas y al asesinato de las
personas, el terrorismo se ha transformado en una red oscura de complicidades
políticas, que utiliza también sofisticados medios técnicos, se vale
frecuentemente de ingentes cantidades de recursos financieros y elabora
estrategias a gran escala, atacando personas totalmente inocentes, víctimas
casuales de las acciones terroristas.1079 Los objetivos de los ataques
terroristas son, en general, los lugares de la vida cotidiana y no objetivos
militares en el contexto de una guerra declarada. El terrorismo actúa y golpea
a ciegas, fuera de las reglas con las que los hombres han tratado de regular
sus conflictos, por ejemplo mediante el derecho internacional humanitario: « En
muchos casos se admite como nuevo sistema de guerra el uso de los métodos del
terrorismo ».1080 No se deben desatender las causas que originan esta
inaceptable forma de reivindicación. La lucha contra el terrorismo presupone el
deber moral de contribuir a crear las condiciones para que no nazca ni se
desarrolle.
514 El terrorismo se
debe condenar de la manera más absoluta. Manifiesta un desprecio total de la
vida humana, y ninguna motivación puede justificarlo, en cuanto el hombre es
siempre fin, y nunca medio. Los actos de terrorismo hieren profundamente la
dignidad humana y constituyen una ofensa a la humanidad entera: « Existe por
tanto, un derecho a defenderse del terrorismo ».1081 Este derecho no puede, sin
embargo, ejercerse sin reglas morales y jurídicas, porque la lucha contra los
terroristas debe conducirse respetando los derechos del hombre y los principios
de un Estado de derecho.1082 La identificación de los culpables debe estar
debidamente probada, ya que la responsabilidad penal es siempre personal y, por
tanto, no se puede extender a las religiones, las Naciones o las razas a las
que pertenecen los terroristas. La colaboración internacional contra la
actividad terrorista « no puede reducirse sólo a operaciones represivas y
punitivas. Es esencial que incluso el recurso necesario a la fuerza vaya
acompañado por un análisis lúcido y decidido de los motivos subyacentes a los
ataques terroristas ».1083 Es necesario también un compromiso decidido en el
plano « político y pedagógico » 1084 para resolver, con valentía y
determinación, los problemas que en algunas dramáticas situaciones pueden
alimentar el terrorismo: « El reclutamiento de los terroristas resulta más
fácil en los contextos sociales donde los derechos son conculcados y las
injusticias se toleran durante demasiado tiempo ».1085
515 Es una
profanación y una blasfemia proclamarse terroristas en nombre de Dios: 1086 de
ese modo se instrumentaliza, no sólo al hombre, sino también a Dios, al creer
que se posee totalmente su verdad, en vez de querer ser poseídos por ella.
Definir « mártires » a quienes mueren cumpliendo actos terroristas es subvertir
el concepto de martirio, ya que éste es un testimonio de quien se deja matar
por no renunciar a Dios y a su amor, no de quien asesina en nombre de Dios.
Ninguna religión
puede tolerar el terrorismo ni, menos aún, predicarlo.1087 Las religiones están
más bien comprometidas en colaborar para eliminar las causas del terrorismo y
promover la amistad entre los pueblos.1088
IV. LA APORTACIÓN DE
LA IGLESIA A LA PAZ
517 La Iglesia enseña
que una verdadera paz es posible sólo mediante el perdón y la
reconciliación.1092 No es fácil perdonar a la vista de las consecuencias de la
guerra y de los conflictos, porque la violencia, especialmente cuando llega «
hasta los límites de lo inhumano y de la aflicción »,1093 deja siempre como
herencia una pesada carga de dolor, que sólo puede aliviarse mediante una
reflexión profunda, leal, valiente y común entre los contendientes, capaz de
afrontar las dificultades del presente con una actitud purificada por el
arrepentimiento. El peso del pasado, que no se puede olvidar, puede ser
aceptado sólo en presencia de un perdón recíprocamente ofrecido y recibido: se
trata de un recorrido largo y difícil, pero no imposible.1094
518 El perdón
recíproco no debe anular las exigencias de la justicia, ni mucho menos impedir
el camino que conduce a la verdad: justicia y verdad representan, en cambio,
los requisitos concretos de la reconciliación. Resultan oportunas las
iniciativas que tienden a instituir Organismos judiciales internacionales.
Semejantes Organismos, valiéndose del principio de jurisdicción universal y
apoyados en procedimientos adecuados, respetuosos de los derechos de los
imputados y de las víctimas, pueden encontrar la verdad sobre los crímenes
perpetrados durante los conflictos armados.1095 Es necesario, sin embargo, ir
más allá de la determinación de los comportamientos delictivos, ya sean de
acción o de omisión, y de las decisiones sobre los procedimientos de
reparación, para llegar al restablecimiento de relaciones de recíproco
entendimiento entre los pueblos divididos, en nombre de la reconciliación.1096
Es necesario, además, promover el respeto del derecho a la paz: este derecho «
favorece la construcción de una sociedad en cuyo seno las relaciones de fuerza
se sustituyen por relaciones de colaboración con vistas al bien común ».1097
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