Homilía monseñor
Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el 26º domingo durante el año (29
de septiembre de 2013)
Agencia Informativa
Católica Argentina-Jueves 3 Oct 2013
El texto de este
domingo (Lc. 16,19-31), nos presenta una historia con forma de parábola llamada
“El rico malo y Lázaro pobre”, donde muestra la insensibilidad de un hombre
rico: “Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los
días espléndidas fiestas. Y un pobre, llamado Lázaro, que echado junto a su
portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del
rico; pero hasta los perros venían y le lamían las llagas…” (Lc. 16,19-21). El
texto nos presenta el peligro de idolatrizar las riquezas y de no ser justos y
caritativos con aquellos que padecen necesidades. En el juicio final se
revelarán todas estas actitudes y el texto termina diciendo: “Si no oyen a
Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite”
(Lc. 16,31). Lo importante es escuchar la Palabra de Dios y practicarla.
Los cristianos en
este tiempo nos hemos dispuesto a centrar un camino de discipulado y misión.
Difícilmente podamos asumir un camino de maduración en la fe si no revisamos
nuestras actitudes de vida ligadas a la justicia y la caridad, y nos planteamos
como nos señala “Navega mar adentro” sobre el escándalo de la pobreza y la
exclusión social. En dicho documento los obispos argentinos nos hemos propuesto
la necesidad de acentuar en la vida cristiana una mayor formación en la moral
social y en la doctrina social de la
Iglesia , porque percibimos la ruptura que se da entre la fe y
la vida, la fe y los criterios, que hace que los valores no estén
suficientemente presentes en nuestra cultura. En muchos espacios de la sociedad
hoy es clave que los cristianos seamos testigos de la fe, la vida y los
criterios, pero sobre todo en el ámbito de la educación para discernir que
contenidos le damos a nuestros jóvenes tanto en las escuelas públicas de
gestión estatal como privadas
Esta ruptura de fe y
vida, y criterios también se da en el ámbito de la cuestión social. En Navega mar adentro señalamos: “En un país constituido mayoritariamente
por bautizados, resulta escandaloso el desconocimiento y, por lo mismo, la
falta de vigencia de la
Doctrina Social de la Iglesia. Esta
ignorancia e indiferencia permiten que no pocos hayan disociado la fe del modo
de conducirse cristianamente frente a los bienes materiales y a los contratos
sociales de justicia y solidaridad. La labor educativa de la Iglesia no pudo hacer
surgir una Patria más justa porque no ha logrado que los valores evangélicos se
traduzcan en compromisos cotidianos” (38).
Es importante que
hagamos una real evaluación y autocrítica en orden a buscar caminos de
conversión a Jesucristo, el Señor y a su propuesta. En la Diócesis tratamos de
asumir el documento de Aparecida y “las orientaciones pastorales” de nuestro primer
Sínodo diocesano, y de buscar respuestas para la formación y el camino de
discipulado sobre todo del laicado que es la mayoría del pueblo de Dios. El
instituto de Teología y Pastoral, las escuelas básicas y de ministerios son
junto a la catequesis algunas de las respuestas que se ofrecen en la Diócesis. Debo
reconocer que es alentador el percibir el alto número de gente que está
buscando formación e introducirse en este camino de discipulado.
Es importante señalar
que este camino de discipulado no es solo aprender conceptualmente elementos
doctrinales. Desde ya que esto también es necesario e importante, pero la
formación cristiana implica un “estilo de vida” que debe integrar
necesariamente el poner en práctica lo que creemos. El tratar de vivir la caridad.
En el amor a Dios y a los hermanos, especialmente a los más pobres encontramos
el termómetro que sirve para evaluar nuestro compromiso con el Señor. En
“Navega mar adentro” también nos dice que hay signos de esperanza: “No
obstante, en el seno de la comunidad cristiana siempre surgen talentos
creativos que avivan el fuego de una imaginación de la caridad. Efectivamente,
afloran de modo espontáneo, particularmente desde los sectores más pobres,
muchas expresiones de solidaridad con raíces humanitarias y evangélicas, las
que con un voluntariado audaz y sacrificado van extendiendo redes solidarias,
verdaderos puentes de ayuda y cercanía entre los que pueden y se conmueven, y
los que necesitan y agradecen…” (39).
Pidamos que no nos
pase como a ese rico del Evangelio de este domingo que por su egoísmo e
indiferencia perdió el cielo, el abrazo de nuestro Padre Dios.
¡Un saludo cercano y
hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén
Martínez, obispo de Posadas
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