Ecclesia, 13 octubre,
2013
Homilía (1)
Angelo Card. Amato,
SDB
l. La Iglesia española celebra
hoy la beatificación de 522 (quinientos veintidós) hijos mártires, profetas
desarmados de la caridad de Cristo. Es un extraordinario evento de gracia, que
quita toda tristeza y llena de júbilo a la comunidad cristiana. Hoy recordamos
con gratitud su sacrificio, que es la manifestación concreta de la civilización
del amor predicada por Jesús: «Ahora -dice el libro del Apocalipsis de San
Juan-se cumple la salvación, la fuerza y el reino de nuestro Dios y la potencia
de su Cristo» (Ap 12, 10). Los mártires no se han avergonzado del Evangelio,
sino que han permanecido fieles a Cristo, que dice: «Si alguno quiere seguirme,
niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Quien quiera salvar la
propia vida, la perderá, pero quien pierda la propia vida por mí, la salvará»
(Le 9, 23-24). Sepultados con Cristo en la muerte, con Él viven por la fe en la
fuerza de Dios (cf. Col 2, 12).
España es una tierra
bendecida por la sangre de los mártires. Si nos limitamos a los testigos
heroicos de la fe, víctimas de la persecución religiosa de los años 30
(treinta) del siglo pasado, la
Iglesia en 14 (catorce) distintas ceremonias ha beatificado
más de mil. La primera, en 1987 (mil novecientos ochenta y siete), fue la
beatificación de tres Carmelitas descalzas de Guadalajara. Entre las ceremonias
más numerosas recordamos la del 11 (once) de marzo de 2001 (dos mil uno), con
233 (doscientos treinta y tres) mártires; la del 28 (veintiocho) de octubre de
2007 (dosmilsiete), con 498 (cuatrocientos noventa y ocho) mártires, entre los
cuales los obispos de Ciudad Real y de Cuenca; y la celebrada en la catedral de
la Almudena
de Madrid, el 17 (diecisiete) de diciembre de 2011 (dosmil once), con 23
(veintitrés) testigos de la fe.
Hoy, aquí en
Tarragona, el Papa Francisco beatifica 522 (quinientos veintidós) mártires, que
«versaron su sangre para dar testimonio del Señor Jesús» (Carta Apostólica). Es
la ceremonia de beatificación más grande que ha habido en tierra española. Este
último grupo incluye tres obispos Manuel Basulto Jiménez, obispo de Jaén;
Salvio Huix Miralpeix, obispo de Lleida e Manuel Borrás Ferré, obispo auxiliar
de Tarragona -y, además, numerosos sacerdotes, seminaristas, consagrados y
consagradas, jóvenes y ancianos, padres y madres de familia. Son todos víctimas
inocentes que soportaron cárceles, torturas, procesos injustos, humillaciones y
suplicios indescriptibles. Es un ejército inmenso de bautizados que, con el
vestido blanco de la caridad, siguieron a Cristo hasta el Calvario para
resucitar con Él en la gloria de la Jerusalén celestial.
2. En el periodo
oscuro de la hostilidad anticatólica de los años 30 (treinta), vuestra noble
nación fue envuelta en la niebla diabólica de una ideología, que anuló a
millares y millares de ciudadanos pacíficos, incendiando iglesias y símbolos
religiosos, cerrando conventos y escuelas católicas, destruyendo parte de
vuestro precioso patrimonio artístico. El Papa Pío XI (once) con la encíclica
Dilectissima nobis, del 3 (tres) de junio de 1933 (mil novecientos treinta y
tres), denunció enérgicamente esta libertina política antirreligiosa.
Recordemos de
antemano que los mártires no fueron caídos de la guerra civil, sino víctimas de
una radical persecución religiosa, que se proponía el exterminio programado de la Iglesia. Estos
hermanos y hermanas nuestros no eran combatientes, no tenían armas, no se
encontraban en el frente, no apoyaban a ningún partido, no eran provocadores.
Eran hombres y mujeres pacíficos. Fueron matados por odio a la fe, solo porque
eran católicos, porque eran sacerdotes, porque eran seminaristas, porque eran
religiosos, porque eran religiosas, porque creían en Dios, porque tenían a
Jesús como único tesoro, más querido que la propia vida. No odiaban a nadie,
amaban a todos, hacían el bien a todos. Su apostolado era la catequesis en las
parroquias, la enseñanza en las escuelas, el cuidado de los enfermos, la
caridad con los pobres, la asistencia a los ancianos y a los marginados. A la
atrocidad de los perseguidores, no respondieron con la rebelión o con las
armas, sino con la mansedumbre de los fuertes.
En aquel periodo,
mientras se encontraba en el exilio, Don Luigi Sturzo, diplomático y sacerdote
católico italiano, en un artículo de 1933 (mil novecientos treinta y tres),
publicado en el periódico El Mati de Barcelona, escribía con intuición
profética, que las modernas ideología son verdaderas religiones idolátricas,
que exigen altares y víctimas, sobre todo víctimas, miles, e incluso millones.
Y añadía que el aumento aberrante de la violencia hacía que las víctimas fueran
con mucho más numerosas que en las antiguas persecuciones romanas.(2)
3. Queridos hermanos,
ante la respuesta valiente y unánime de estos mártires, sobre todo de
muchísimos sacerdotes y seminaristas, me he preguntado muchas veces: cómo se
explica su fuerza sobrehumana de preferir la muerte antes que renegar la propia
fe en Dios? Además de la eficacia de la gracia divina, la respuesta hay que
buscarla en una buena preparación al sacerdocio. En los años previos a la
persecución, en los seminarios y en las casas de formación los jóvenes eran
informados claramente sobre el peligro mortal en el que se encontraban. Eran
preparados espiritualmente para afrontar incluso la muerte por su vocación. Era
una verdadera pedagogía martirial, que hizo a los jóvenes fuertes e incluso
gozosos en su testimonio supremo.
4. Ahora planteémonos
una pregunta: ¿por qué la
Iglesia beatifica a estos mártires? La respuesta es sencilla:
la Iglesia no
quiere olvidar a estos sus hijos valientes. La Iglesia los honra con
culto público, para que su intercesión obtenga del Señor una lluvia beneficiosa
de gracias espirituales y temporales en toda España. La Iglesia , casa del perdón,
no busca culpables. Quiere glorificar a estos testigos heroicos del evangelio
de la caridad, porque merecen admiración e imitación.
La celebración de hoy
quiere una vez más gritar fuertemente al mundo, que la humanidad necesita paz,
fraternidad, concordia. Nada puede justificar la guerra, el odio fratricida, la
muerte del prójimo. Con su caridad, los mártires se opusieron al furor del mal,
como un potente muro se opone a la violencia monstruosa de un tsunami. Con su
mansedumbre los mártires desactivaron las armas micidiales de los tiranos y de
los verdugos, venciendo al mal con el bien. Ellos son los profetas siempre
actuales de la paz en la tierra.
5. y ahora una segunda
pregunta: ¿por qué la beatificación de los mártires de muchas diócesis
españolas adviene aquí en Tarragona?
Hay dos motivos. Ante
todo el grupo más numeroso de los mártires es el de esta antiquísima diócesis
española, con 147 (ciento cuarenta y siete) mártires, incluido el obispo
auxiliar Manuel Borrás Ferré y los jóvenes seminaristas loan Montpeó Masip, de
viente años, y Josep Gassol Montseny de veintidós.
El segundo motivo nos
VIene del hecho que, en los pnmeros siglos cristianos, aquí en Tarragona,
ecclesia Pauli, sedes Fructuosi, patria martyrum, tuvo lugar el martirio del
obispo Fructuoso y de sus dos diáconos, Augurio y Eulogio, quemados vivos en el
259 (doscientos cincuenta y nueve) d.C. en el anfiteatro romano de la ciudad.
Recordemos brevemente
el martirio de estos dos primeros testigos tarraconenses, porque repropone la
dinámica esencial de toda persecución, que, por una parte, muestra la
arbitrariedad de las acusaciones y la atrocidad de las torturas, y, por otra,
la fortaleza sobrehumana de los mártires en el aceptar la pasión y la muerte
con serenidad y con el perdón en los labios.
Tarragona, sede de
una floreciente comunidad cristiana, en el siglo III (tercero) d. C. fue objeto
de una violenta persecución, por obra del emperador Valeriano. Fueron víctimas
de ella el obispo Fructuoso y los diáconos Augurio y Eulogio. De su martirio
tenemos las Actas, que nos transmiten los protocolos notariales del proceso,
del interrogatorio, de las respuestas, de la condena y de la ejecución.(3) La
captura de Fructuoso y de sus diáconos tuvo lugar la mañana del domingo del 16
(dieciséis) de enero del 259 (doscientos cincuenta y nueve). Llevado a la
cárcel, Fructuoso rezaba continuamente y daba gracias al Señor por la gracia
del martirio. Además, también allí continuó su obra de pastor y de
evangelizador, confortando a los fieles, bautizando y proclamando el Evangelio
a los paganos. Después de algunos días, el 21 (veintiuno) de enero, los tres
fueron convocados por el cónsul Emiliano para el interrogatorio. Fructuoso y
los dos diáconos se negaron a ofrecer sacrificios a los ídolos, reafirmando su
fidelidad a Cristo. Los tres fueron entonces condenados a ser quemados vivos.
Llevados al anfiteatro, el santo Obispo gritó con fuerza que la Iglesia no quedaría nunca
sin pastor y que Dios mantendría la promesa de protegerla en el futuro.
¿Qué mensaje nos
ofrecen los mártires antiguos y modernos? Nos dejan un doble mensaje. Ante todo
nos invitan a perdonar. El Papa Francisco recientemente nos ha recordado que
«el gozo de Dios es perdonar!… Aquí está todo el Evangelio, todo el
Cristianismo! No es sentimiento, no es “buenismo”! Al contrario, la
misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del
“cáncer” que es el pecado, el mal moral, el mal espiritual. Sólo el amor colma
los vacíos, la vorágine negativa que el mal abre en el corazón y en la
historia. Sólo el amor puede hacer esto, y este es el gozo de Dios!»(4)
Estamos llamados pues
al gozo del perdón, a eliminar de la mente y del corazón la tristeza del rencor
y del odio. Jesús decía «Sed misericordiosos, como es misericordioso vuestro
Padre celestial» (Le 6, 36). Conviene hacer un examen concreto, ahora, sobre
nuestra voluntad de perdón. El Papa Francisco sugiere: «Cada uno piense en una
persona con la que no esté bien, con la que se haya enfadado, a la que no
quiera. Pensemos en esa persona y en silencio, en este momento, recemos por
esta persona y seamos misericordiosos con esta persona.(5)
La celebración de hoy
sea pues la fiesta de la reconciliación, del perdón dado y recibido, el triunfo
del Señor de la paz.
7. De aquí surge un
segundo mensaje: el de la conversión del corazón a la bondad y a la
misericordia. Todos estamos invitados a convertirnos al bien, no sólo quien se
declara cristiano sino también quien no lo es. La Iglesia invita también a
los perseguidores a no temer la conversión, a no tener miedo del bien, a
rechazar el mal. El Señor es padre bueno que perdona y acoge con los brazos
abiertos a sus hijos alejados por los caminos del mal y del pecado.
Todos -buenos y malos
-necesitamos la conversión. Todos estamos llamados a convertirnos a la paz, a
la fraternidad, al respeto de la libertad del otro, a la serenidad en las
relaciones humanas. Así han actuado nuestros mártires, así han obrado los
santos, que -como dice el Papa Francisco siguen «el camino de la conversión,
el camino de la humildad, del amor, del corazón, el camino de la belleza».(6)
Es un mensaje que
concierne sobre todo a los jóvenes, llamados a vivir con fidelidad y gozo la
vida cristiana. Pero hay que ir contra corriente: «Ir contra corriente hace
bien al corazón, pero es necesario el coraje y Jesús nos da este coraje! No hay
dificultades, tribulaciones, incomprensiones que den miedo si permanecemos
unidos a Dios como los sarmientos están unidos a la vid, si no perdemos la
amistad con Él, si le damos cada vez más espacio en nuestra vida. Esto sucede
sobretodo si nos sentimos pobres, débiles, pecadores, porque Dios da fuerza a
nuestra debilidad, riqueza a nuestra pobreza, conversión y perdón a nuestro
pecado.(7)
Así se han comportado
los mártires, jóvenes y ancianos, Sí, también jóvenes como, por ejemplo, los
seminaristas de las diócesis de Tarragona y de Jaén y el laico de veintiún
años, de la diócesis de Jaén. No han tenido miedo de la muerte, porque su
mirada estaba proyectada hacia el cielo, hacia el gozo de la eternidad sin fin
en la caridad de Dios. Si les faltó la misericordia de los hombres, estuvo
presente y sobreabundante la misericordia de Dios.
Perdón y conversión
son los dones que los mártires nos hacen a todos. El perdón lleva la paz a los
corazones, la conversión crea fraternidad con los demás.
Nuestros Mártires,
mensajeros de la vida y no de la muerte, sean nuestros intercesores por una
existencia de paz y fraternidad. Será este el fruto precioso de esta
celebración en el año de la fe.
María, Regina
Martyrum, siga siendo la potente Auxiliadora de los cristianos.
Amén.
1 Pronunciada en
Tarragona (Spagna) el 13 de ottobre de 2013.
2 LUIGI sruazo, Miscellanea londinese, vol. Il, Anni 1931-1933, Bologna
1967, p. 286. L’articolo fu pubblicato da El Mati di Barcellona, il19 dicembre
1933.
3 Si veda l’opuscolo molto ben documentato di PEDRO BATTLE y HUGUET, Santos
Fructuoso Obispo de Tarragona y Augurio y Euloghio diáconos. Las Actas de su
Martirio, Tarragona 1959. Questi Atti erano noti anche fuori dalla chiesa
tarragonese. Ad esempio, il poeta spagnolo Aurelio Prudenzio, ne fece una
traduzione dettagliata e fedele nell’inno VI del suo Peri stephanon o Libro
delle corone. Lo stesso sant’Agostino nel sermone del giomo della festa dei
santi ne commenta il testo.
4 PAPA FRANCESCO, Angelus del 15 settembre 2013.
5 lb.
6 PAPA FRANCESCO , Meditazione del 19 aprile 2013 .
7 PAPA FRANCESCO,
Omelia del 28 aprile 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario