“El mundo, lugar de encuentro con
Dios”
Necesitas formación, porque has de tener un hondo sentido de
responsabilidad, que promueva y anime la
actuación de los católicos en la vida pública, con el respeto debido a la
libertad de cada uno, y recordando a todos que han de ser coherentes con su fe.
(Forja, 712)
Un hombre sabedor de que el mundo –y no sólo el templo– es el lugar de
su encuentro con Cristo, ama ese mundo, procura adquirir una buena preparación
intelectual y profesional, va formando –con plena libertad– sus propios
criterios sobre los problemas del medio en que se desenvuelve; y toma, en
consecuencia, sus propias decisiones que, por ser decisiones de un cristiano,
proceden además de una reflexión personal, que intenta humildemente captar la
voluntad de Dios en esos detalles pequeños y grandes de la vida.
Pero a ese cristiano jamás se le ocurre creer o decir que él baja del
templo al mundo para representar a la Iglesia , y que sus soluciones son las soluciones
católicas a aquellos problemas. ¡Esto no puede ser, hijos míos! Esto sería
clericalismo, catolicismo oficial o como queráis llamarlo. En cualquier caso,
es hacer violencia a la naturaleza de las cosas. Tenéis que difundir por todas
partes una verdadera mentalidad laical, que ha de llevar a tres conclusiones:
*a ser lo suficientemente honrados, para pechar con la propia
responsabilidad personal;
*a ser lo suficientemente cristianos, para respetar a los hermanos en la
fe, que proponen –en materias opinables– soluciones diversas a la que cada uno
de nosotros sostiene;
*y a ser lo suficientemente católicos, para no servirse de nuestra Madre
la Iglesia ,
mezclándola en banderías humanas (...).
Interpretad, pues, mis palabras, como lo que son: una llamada a que
ejerzáis –¡a diario!, no sólo en situaciones de emergencia– vuestros derechos;
y a que cumpláis noblemente vuestras obligaciones como ciudadanos –en la vida
política, en la vida económica, en la vida universitaria, en la vida profesional–,
asumiendo con valentía todas las consecuencias de vuestras decisiones libres,
cargando con la independencia personal que os corresponde. Y esta cristiana mentalidad laical os permitirá huir de toda
intolerancia, de todo fanatismo –lo diré de un modo positivo–, os hará convivir
en paz con todos vuestros conciudadanos, y fomentar también la convivencia en
los diversos órdenes de la vida social. (Conversaciones, 117-118)
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