Cngo. Ricardo B.
Mazza
Reflexiones desde el
Evangelio del Domingo XV Durante el Año. Ciclo "C".– La Parábola del Buen
Samaritano.
29 Pero el doctor de la Ley , para justificar su
intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?». 30 Jesús volvió
a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó
en manos de unos bandidos, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron,
dejándolo medio muerto. 31 Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote:
lo vio y siguió de largo. 32 También pasó por allí un levita: lo vio y siguió
su camino. 33 Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo
vio y se conmovió. 34 Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con
aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un
albergue y se encargó de cuidarlo. 35 Al día siguiente, sacó dos denarios y se
los dio al dueño del albergue, diciéndole: “Cuídalo, y lo que gastes de más, te
lo pagaré al volver”. 36 ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo
del hombre asaltado por los ladrones?». 37 «El que tuvo compasión de él», le
respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera».
(Lucas 10,29-37)
1.- Josefina
Josefina se sentía
desolada. No era para menos. Había quedado embarazada después de la última
relación con su novio. Le comunicó enseguida a éste cuál era su situación, pero
Simulacrum -su peculiar apodo- le reprochó que ella fuera la culpable al no
cuidarse y haciendo honor al mote que rotulaba su estilo de vida, se borró.
Sus padres le dijeron
que ella resolviera, ya tenía edad para hacerlo.
Sus “amigas” la
llevaron al Grupo Libertino que se ocupa de la liberación de la mujer. Allí le
dijeron que tenía derecho a remediar su “error” porque en definitiva se trataba
de su cuerpo, de su vida, de su carrera universitaria… Le prometieron además un
tratamiento psicológico post aborto para que ella se sintiera “contenida”.
Pero no se decidía.
Sabía por confidencias lo que el aborto había hecho en el corazón de algunas de
sus amigas. Por otra parte siempre valoró la vida, no solamente la de ella.
Los días transcurrían
y su tormento se agudizaba. ¿Tendría perdón de Dios si abortaba? Retumbaba en
su cabeza la pregunta, para nada ociosa.
Resolvió ir a Misa
-hacía mucho que no iba porque “las relaciones con su novio” la hacían sentir
como farsante para presentarse ante Dios-.
Allí escuchó la
parábola del buen samaritano. Comprendió que muchos pasaron por su vida en este
contexto, pero siguieron de largo.
Vuelta a su casa y
pensando en el buen samaritano, pulsó el número telefónico de Grávida, -0342-4696159-
que figuraba en un afiche de la
Iglesia parroquial recordando el tercer año de esta obra de
consuelo…
2.- Joaquín
Joaquín sufría cada
vez más su realidad concreta. Estaba sin trabajo desde hacía tiempo. Los
problemas económicos destrozaron su hogar. Su mujer había conseguido trabajo
como empleada doméstica -único sustento del hogar con tres hijos- y traía
magras vituallas para engañar los estómagos, no sin antes agredirlo porque
estaba desocupado, como si fuera su culpa…
Sus hijos reclamaban
mejores zapatillas, sin comprender que las condiciones de vida habían cambiado
para la familia desde que él fue echado como sobra de la empresa extranjera que
resolvió disminuir los “costos sociales”.
De noche no podía
dormir pensando en un futuro muy negro ya que la ayuda de Caritas de la
parroquia cercana era un paliativo que no resolvía su situación. El quería
trabajar y vivir así este aspecto que enaltece la vida humana.
Pensaba cuánta verdad
cantaba Miguel Angel Robles en “Carnaval de la Tristeza ” repitiéndose en
su memoria: “Hay carnaval… hay carnaval... hoy es el día mas largo de mi vida
porque yo he visto el hambre de una niña … con flores que ofrecía mientras veía
su futuro sin amor… Pienso en mi gente que sufre inútilmente… lloro de bronca…
pidiendo a gritos una vida sin dolor… el carnaval… el carnaval de la tristeza,
el carnaval de la pobreza, el arlequín… está llorando no quiere ver a un solo
niño mendigando… Carnaval de los pobres, ¡ay mi Dios!
En esta rueda absurda
de la vida, si estás abajo te pisan los de arriba, y hasta el amor se parece a
una mentira cuando le falta una esperanza al corazón, el carnaval de la alegría
sólo un día, el carnaval de la pobreza día a día, el carnaval… llegó a tu mesa,
el carnaval... el carnaval de la pobreza, hay carnaval, hay carnaval, hay
carnaval... Vengo a cantarle con el corazón esta verdad…a la gente, a los
hombres y mujeres de mi tierra, a los pobres… a los niños de la calle que son
el carnaval de mi tristeza…”
Rezaba sin cansarse…
pero pensaba, Dios no lo escucha...
Pero es que el Cristo
samaritano es cada uno de los que deben crear fuentes de trabajo procurando el
bien común de la sociedad, cada cristiano que puede llevar un poco de consuelo,
cada ser humano que se sienta tocado en su corazón…
3.- Gustavo.
La cárcel estaba
superpoblada. El auge de la delincuencia no tenía miras de detenerse. Gustavo
había matado cinco personas.
¿Por qué?
Reflexionaba, tratando de acallar su conciencia, sobre el mensaje que recibía
todos los días de la inutilidad de la vida, que el más fuerte debe imponerse
sobre el más débil, que es mejor vivir sin trabajar manteniéndose con el fruto
de sus fechorías. Más de una vez pensó que si la sociedad acepta la muerte de
los niños no nacidos, ¿porqué le han de reprochar a él que se cobre alguna que
otra vida si el “fin justifica los medios”?
Pero en la oscuridad
de su corazón, brillaba todavía la lucecita que supo encender su madre cuando
le enseñó a rezar y cuando con su laboriosidad le enseñaba que debía ser un
hombre de bien. Se resistía sin embargo a esta buena nueva que comenzaba a
recordar y al mismo tiempo se sentía abrumado por sus culpas.
No tenía o no sabía a
quién recurrir. Para colmo el Capellán de la cárcel había perdido a su padre
víctima de un asalto… ¿qué hacer? Sentía que no podía seguir así, tirado y
magullado por los golpes de sus yerros…
Cuando menos lo
esperaba apareció el Padre Daniel sonriente en la puerta de su celda. Pensó a
la defensiva ¿qué querrá el cura ahora? Algo en su interior le decía “abre tu
corazón”. En su cavilación surgió la pregunta que le ofrecía la salvación:
¿estaría ante el Cristo samaritano que alguna vez conoció leyendo el evangelio?
4.- Vacuo
Vacuo de la Mirándola estaba
repodrido por los consejos de su amigo de la infancia, Esteban. No hacía más
que reprocharle por la vida que llevaba: vida nocturna permanente, dormir hasta
mediodía, engañar a sus padres lejos de la ciudad, diciéndoles que su carrera
universitaria marchaba viento en popa, mujeriego empedernido mientras su novia,
ignara de todo, descansaba en “su” fidelidad, amigo del alcohol y de las
fumatas, mentiroso permanente, y alejado de toda referencia religiosa.
Esa noche de domingo
mientras toma vodka escucha “Halcón a medias” de Gianluca Grignani resonando
románticamente en sus oídos “desde lo alto del rascacielos los aviones
observan, quiero saltar, miro hacia el suelo, quiero saber si yo puedo…” Piensa
que quizás pueda volar “sobre las luces de la ciudad” porque cree que es medio
halcón… nadie puede capturarlo…
En realidad ya había
“volado” sumergido en la irrealidad de la fumata… que le hace pensar que todo
lo puede.
Esta es vida, piensa
no muy convencido, Esteban es un monje, siempre aferrado al dogma que la vida
es don y tarea, como si no fuera cierto “que la vida hay que vivirla”. Yo no
pedí nacer, repite, ¡déjenme disfrutar! mientras se aturde de continuo en el
ruido de su frivolidad.
Pero ya no soporta
todo esto, se siente envilecido, perdiendo la poca dignidad que todavía le
queda. Es que el espíritu sofocado pugna por salir y otear otros horizontes… y
otra vez recuerda a Esteban, que a pesar de todo, siempre está junto a él. En
el fondo sabe que sólo su amigo lo valora como persona, aún sin merecerlo por
sus caídas tan vertiginosas en la corriente del continuo devenir de sus límites.
¿Y si trato de ser
halcón de veras, para mirar la vida desde lo alto de un ser nuevo? –concluye,
mientras se retira a dormir ya más apaciguado en sus cavilaciones.
5.- Juan Cruz
El es un periodista
sagaz y cáustico. Pero Juan Cruz sabe que eso no es suficiente para continuar
con lo que más quiere como ofrenda de sí mismo: defender y proclamar la verdad
según aquello que repite sin cesar: “la verdad os hará libres” (Juan 8, 32).
Se sostiene con lo
mínimo por la ayuda de amigos y “fans” que lo alientan a no desfallecer. Pero
la cosa no es fácil.
Sedicentes amigos con
chequeras ubérrimas lo instan a no abandonar la buena causa, pero se conforman
con cubrir sus heridas con “aceite y vino” y no se animan a sacar los “dos
denarios” para que se mantenga en el albergue de la buena prensa.
Para colmo la
tentación ronda como el diablo. En efecto le han ofrecido pingües ganancias,
una buena facturación mensual… siempre y cuando deje de ser un fanático
Pro-Vida.
Mientras en esa
solución piensa y repiensa, templa su espíritu releyendo consolado a San
Jerónimo: “Me diréis, acaso, que esto vale para el martirio. Digo que andáis
muy equivocado, hermano mío, pensando que el cristiano está jamás sin
persecución. Hasta digo que entonces el combate es más peligroso, cuando no os
percatáis del ataque. He aquí que nuestro adversario anda dando vueltas
alrededor (I Pedro 5) como un león, que brama buscando algo que tragarse. ¡Y
vos pensáis que todo está pacífico y seguro! Se ponen en acecho con los ricos,
en sitios escondidos para matar al inocente. Sus ojos miran al pobre,
preparando sus trampas ocultas. Como un león en su cueva acecha para echar sus
garras sobre el pobre (Salmo 9, 8). Y vos dormís a gusto en la sombra de un
árbol frondoso, estando en peligro de que os trague” (Carta a su íntimo amigo y
compañero Heliodoro, n. 4).
Mientras en estos
menesteres se ocupa es lícito preguntarse: ¿le llegará el Cristo samaritano?
6.- Katrina
Ella está en un
sórdido bar de mala muerte en el oscuro pueblo de provincia. Allí la buscan. Me
refiero a Katrina. Las puertas del lugar quedan batiendo cada vez que entra un
hombre. El corazón de Katrina también bate esperando que alguien la desee.
Sonríe sin mucho convencimiento.
Triste sonrisa la de
una prostituta: boca cuajada de lágrimas reprimidas, que no pudieron brotar de
un corazón roto en la búsqueda estéril de un amor que no llegó. Sonrisa cuyos
dedos una y otra vez tratarán de aprisionar un alma, logrando en cambio un
puñado de monedas sucias. Cuerpo agrietado, poseído mil veces sin poseer nunca.
Conciencia herida por el reproche furibundo de la sociedad ciega. Sociedad
respetable, ciega y cómplice de tanta miseria humana.
Cuando la abruma la
soledad, viene a su recuerdo aquella redondilla de Sor Juana Inés de la Cruz que aprendió en la secundaria:
"Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la
ocasión de lo mismo que culpáis. Sin con ansia sin igual solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal? Combatís su resistencia
y luego, con gravedad, decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia".
Y sigue Katrina
recordando lo que le muestra una luz en el camino de su desdicha: “¿cuál mayor
culpa ha tenido en una pasión errada: la que cae de rogada, o el que ruega de
caído? ¿O cuál es de más culpar, aunque cualquiera mal haga; la que peca por la
paga o el que paga por pecar?”
Siempre piensa que
los que quieren “contenerla” en una ley protectora de las “trabajadoras
sexuales” no rumian más que su decadencia.
¿Son estos los
“samaritanos” modernos? ¿No lo son más bien aquellos que buscan sacarla de la
ruina y de su propia indignidad?
7.- Los muchos más…
No hemos recorrido
más que algunos pocos ejemplos de tantos corazones destrozados, heridos,
marginados, golpeados por sus debilidades o por los asaltos de la vida, dudosos
de su dignidad de hijos de Dios.
La lista es
interminable. Pienso en los drogadictos que se consideran sin esperanza, los
alcohólicos que han perdido su señorío, los enfermos de sida abandonados a su
suerte, los ancianos desplazados de la casa de sus seres queridos, los niños
que ven fluir su vida bajo los golpes de la pobreza, o de la opulencia que los
hace más egoístas o del olvido de sus padres.
La desolación de los
procesados injustamente, los rechazados por su honestidad y transparencia de
vida, los que deambulan sin rumbo por la senda cada vez más difícil de su
existencia, los que no ven posibilidades dignificantes a sus vidas.
Para todos y cada uno
sale al encuentro el Cristo samaritano.
¿Sabremos nosotros
ser también acogedores de tanta miseria, llevando el consuelo del crucificado y
mostrando el camino nuevo de la redención y del ennoblecimiento del hombre?
16 de julio de 2007 en
www.ricardomazza.blogspot.com
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