Ciudad del Vaticano (AICA): 1-5-15
A la multitud de miembros del Movimiento de Cursillos
de Cristiandad que colmaban el Aula Pablo VI, el Santo Padre les dijo, en la
tarde del jueves 30 de abril: “¡Qué necesario es salir, sin cansarse, para
encontrar a los lejanos!”. “Hoy también ustedes quieren anunciar la Buena Nueva
del amor de Dios, acercándose a los amigos, a los conocidos, a los compañeros
de estudio y trabajo para que ellos también puedan vivir una experiencia
personal del amor infinito de Cristo que libera y transforma la vida.
“Este es para ustedes un verdadero encuentro entre
amigos, un encuentro fraterno de oración, de fiesta y del compartir de su
experiencia de vida cristiana”, expresó, después de escuchar a los que
manifestaron los propósitos, las problemáticas y las perspectivas del
Movimiento y antes de ofrecerles algunas sugerencias útiles para el crecimiento
espiritual y su misión en la Iglesia y en el mundo.
“Están llamados a que fructifiquen el carisma que el
Señor les ha confiado y que es el origen de Cursillos de Cristiandad, en cuyo
grupo de iniciadores destacaron Eduardo Bonnín Aguiló y el entonces Obispo de
Mallorca, Juan Hervas y Benet, que supieron acompañar el crecimiento del
Movimiento con paternal solicitud”.
Afirmó que ellos fueron “auténticos misioneros” porque
“no dudaron en tomar la iniciativa y con valentía se acercaron a la gente,
involucrándolos con simpatía y acompañándolos en el camino de fe con respeto y
amor”.
En ese sentido, invitó a los miembros de los Cursillos
a mostrar el Evangelio, “haciéndose cercanos a los amigos, a los conocidos, a
los compañeros de estudio y de trabajo para que también ellos puedan vivir una
experiencia personal del amor infinito de Cristo que libera y transforma la
vida”. “¡Qué necesario es salir, sin cansarse nunca, para encontrar a los
alejados!”, exclamó.
Pero también “para ayudar a los otros a crecer en la
fe, cumpliendo un recorrido de cercanía al Señor, se debe experimentar primero
en primera persona la bondad y la ternura de Dios”.
El Papa aseguró que “el Señor quiere encontrarnos,
quedarse con nosotros, ser nuestro amigo y hermano, nuestro maestro, que nos
revela el camino que hay que recorrer para alcanzar la felicidad. Él no nos
pide nada a cambio, pide sólo que lo acojamos, porque el amor de Dios es
gratuito, un puro don”.
Además, explicó que “el encuentro con Cristo y con la
misericordia del Padre que Él nos dona, es posible ante todo en los
Sacramentos, en particular en la Eucaristía y en la Reconciliación”.
“En la Santa Misa celebramos el memorial de su
sacrificio: todavía hoy Él realmente dona su Cuerpo por nosotros y derrama su
Sangre para redimir a la humanidad”. Asimismo, “en la Penitencia Jesús nos
acoge con todos nuestros límites y pecados, para donarnos un corazón nuevo
capaz de amar como Él, que amó a los suyos hasta el final”.
“Otra vía es la meditación de la Palabra de Dios,
especialmente la lectio divina, mediante la cual podemos escuchar al Señor que
nos indica el camino a recorrer y nos anima frente a las incertidumbres y
dificultades que la vida presenta”.
En resumen, “encontramos el amor de Cristo en la
Iglesia, que testimonia en las diversas actividades la caridad de Dios” y “todo
en la comunidad eclesial tiene como fin hacer tocar con la mano a las personas
la infinita misericordia divina”.
Volviendo al propio carisma de Cursillos, el Santo
Padre expresó que “desde el inicio se entendió que solamente en el interior de
las relaciones de amistad auténtica era posible preparar y acompañar a las
personas en su camino, un camino que parte de la conversión, pasa a través del
descubrimiento de la belleza de una vida vivida en la gracia de Dios, y llega
hasta la alegría de convertirse en apóstoles cada día”.
Y desde entonces, “miles de personas en todo el mundo
han sido ayudadas a crecer en la vida de fe”.
El Papa reflexionó sobre el anonimato y el aislamiento
típico de las ciudades y remarcó la importancia de “la dimensión de acogida,
familiar, a la medida del hombre, que ustedes ofrecen en los encuentros de
grupo”.
“Pueden siempre mantener el clima de amistad y
fraternidad en el que orar y compartir cada semana las experiencias,
acontecimientos y fracasos apostólicos”.
Y a este respecto, el Pontífice les pidió que cuando
celebren una de sus reuniones en pequeños grupos favorezcan la apertura “a una
dimensión social y eclesial más grande, involucrando también a quien está en
contacto con su carisma pero no participa habitualmente de algún grupo”.
“La Iglesia, en efecto es una 'madre de corazón
abierto' que nos invita a veces a 'retardar el paso', a 'dejar a un lado la
ansiedad para mirar a los ojos y escuchar', a 'renunciar a las urgencias para
acompañar a quien permanece al borde del camino', dijo el Pontífice recordando
una idea de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium.
Antes de concluir, aseguró que “es bonito ayudar a
todos, también a quien está más cansado en su vivir la fe, a permanecer siempre
en contacto con esta madre, siempre cercanos a esta gran familia que acoge y
que es la Iglesia”.
Francisco selló el encuentro con una nueva invitación
a “mantener vivo el celo, el fuego del Espíritu que siempre empuja a los
discípulos de Cristo a llegar a los alejados, a 'salir de la propia comodidad y
a tener la valentía de alcanzar todas las periferias que tienen necesidad de la
luz del Evangelio”.
Qué bello es “¡ayudar a los hombres y mujeres de hoy a
descubrir la belleza de la fe y de la vida de gracia que es posible vivir en la
Iglesia, nuestra madre!”, exclamó. “Y lo harán si son dóciles, en actitud de
humildad y confianza, a la guía de esta Santa Madre, que siempre busca el bien
de todos sus hijos; si están en sintonía con sus pastores y unidos con ellos en
la misión de llevar a todos la alegría del Evangelio”.+
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