Reflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La
Plata, en el programa "Claves para un Mundo Mejor" (23 de mayo de
2015)
El lunes celebraremos el aniversario del Primer
Gobierno Patrio, después vendrá el Día de la Bandera, el Aniversario de la
Independencia y ya estamos enfocando lo que ocurrirá el año próximo que es la
celebración del Bicentenario de nuestra Independencia. Pensando en estas fechas
se me ha ocurrido hablarles hoy sobre la Argentina, por supuesto sobre la
Argentina actual y sus posibilidades futuras y yo lo titularía: la esperanza de
una Argentina posible.
He oído muchas veces decir que la Argentina es un país
fracasado, que no tiene remedio. Los que dicen esto frecuentemente son aquellos
a los cuales les ha ido muy bien en la vida y es como que ellos no fracasaron
en nada. Esa sentencia que emiten indica que hay una especie de distancia allí
como que a mi me va bien, que los demás se arreglen, que el país vaya por donde
pueda y demás. Eso es una de las causas por las cuales la Argentina va a los
tumbos. Algunos dicen que desde el 25 de Mayo de 1810 las cosas andan así y, la
verdad, que si se trata de un pecado original irredimible mejor dediquémonos a
otra cosa, vayámonos a no sé dónde.
La cuestión no es esa sino que la cuestión es qué
queremos que sea la Argentina. Hay avatares muy diversos en nuestra Historia
pero qué pasa ahora, hay mucha gente que se queja con plena razón porque hay
mucha gente a la cual no le va bien y, por otra parte, también hay mucha gente
que, como decía antes, no tiene un afecto verdadero por el país. Hacen lo que
pueden pero no hay un “affectio societatis”, como se dice en latín, que es la
vinculación afectuosa con la sociedad en la que se vive y además con la Historia
del país que uno la carga como una mochila y una mirada al futuro. Por eso digo
la esperanza de una Argentina posible.
La Argentina anda mal, algunas veces anduvo un poco
mejor, otras un poco peor pero porqué tiene que ser siempre así. ¿No podemos pensar
en una Argentina mejor? Algunos hacen pronósticos terribles que a uno lo hacen
temblar pero nosotros podemos pensar en una Argentina mejor porque podemos
pensar en una sociedad más justa, más sana, en gobiernos mejores, en clases
políticas que estén verdaderamente preparadas y otras cosas.
En el Libro Tercero de Aristóteles se dice que la
virtud de la sociedad, lo que hace a una sociedad o un país, es la prudencia y
dice, el filósofo, que con mayor razón esa prudencia se exige a los
gobernantes. Aristóteles dice que los gobernantes tienen que tener dos
cualidades fundamentales que son en primer lugar ser honestos y en segundo
lugar ser competentes o sea que conozcan el oficio. Esto es no sólo que no
roben, que no coimeen, que no hagan otras picardías, sino que además conozcan
el oficio o que por lo menos tengan la habilidad suficiente para elegir
correctamente a sus colaboradores pero si eso no funciona es porque no funciona
la sociedad, porque no tenemos ese afecto por el país y por eso cuando tenemos
que votar hagamos lo que podamos pero tratemos de hacerlo lo mejor posible.
Pero la cuestión no es sólo el voto sino que la
cuestión es si nosotros constituimos una sociedad que piensa en el futuro. Y
esto es posible y no sólo porque los cristianos tenemos esperanza sino que es
una esperanza humana, natural, pero fundada porque nuestro país tiene
posibilidades extraordinarias. Hemos sido agraciados por la Providencia pero
nosotros hemos hecho un desastre y hay que enmendar esos errores. Eso depende,
de alguna manera, de todos aunque es verdad que no en el mismo grado pero si
depende de todos. Ahí está la cuestión.
Si pensamos que la Argentina puede ser mejor, si
pensamos en un futuro posible mejor y eso tiene que ver con la esperanza. La
esperanza es estar mirando a un futuro, deseando un futuro que es posible. No
es opinión disparatada, no es una utopía, no es una ilusión, sino que es algo
fundado en la realidad. Les decía antes como hemos sido enriquecidos por la
Providencia, ver épocas de nuestra Historia donde las cosas han andado mejor y
esperar que Dios nos ayude. Pero es fácil decir que Dios nos ayude pero Dios no
tiene porque hacer milagros y además el dicho afirma: “Ayúdate que Dios te
ayudará”. Por eso empecemos nosotros. Hasta la próxima semana.
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