por Sandro Magister
Informador Público,19/05/2015
Del papa Francisco hay ahora dos versiones cada vez
más distantes entre ellas: el Francisco de los medios de comunicación y el
verdadero, el real.
El primero es archiconocido y estuvo en la ola desde
su primera aparición en el balcón de la basílica de San Pedro.
Está el relato del Papa que revoluciona a la Iglesia,
que depone las llaves de atar y desatar, que no condena sino que sólo perdona,
más aún, ni siquiera juzga más, que lava los pies a una encarcelada musulmana y
a un transexual, que abandona el palacio para zambullirse en las periferias,
que abre sendas a lo ancho, sobre los divorciados que se han vuelto a casar y sobre
los dineros del Vaticano, que clausura las costumbres del dogma y abre las
puertas de la misericordia. Un Papa amigo del mundo, de quien ya se alaba la
inminente encíclica sobre el “desarrollo sustentable” antes incluso que se vea
qué se ha de escribir.
En efecto, en las palabras y en los gestos de Jorge
Mario Bergoglio hay mucho que se presta a este relato.
El Francisco de los medios de comunicación es un poco
creación también suya, genial, que en el curso de una mañana ha revertido
milagrosamente la imagen de la Iglesia Católica, de opulenta y decadente a
“pobre y para los pobres”.
Pero si sólo se toca con la mano qué ha aportado
verdaderamente de nuevo el pontificado de Francisco, la cosa cambia.
La vieja curia, tan detestada con razón o sin ella,
está todavía allí entera en su totalidad. Nada ha sido desmantelado o
sustituido. Las novedades son todas sobre cosas que se agregan: otros
dicasterios, otras oficinas, otros gastos. Los diplomáticos de carrera, que el
Concilio Vaticano casi llegó a abolir, están más en el poder que antes, también
allí donde se esperaba encontrar a los “pastores”, como a la cabeza del sínodo
de los obispos o de la Congregación para el Clero. Para no hablar del “círculo
interior” en contacto directo con el Papa, carente de roles definidos pero muy
influyentes y con penetrantes ramificaciones en los medios de comunicación.
Luego están las cuestiones candentes, que apasionan y
dividen mucho más a la opinión pública: el divorcio, la homosexualidad.
El papa Francisco ha querido que se discutiera
abiertamente y lo hizo él primero, con pocas, estudiadas y eficacísimas frases
impactantes, como la de “¿quién soy yo para juzgar?”, la cual se convirtió en
la marca identificatoria de su pontificado, dentro y fuera de la Iglesia.
Durante meses y meses, entre los dos veranos de su
primer y segundo año como Papa, Bergoglio ha dado espacio y visibilidad a los
hombres y a las corrientes favorables a una reforma de la pastoral de la
familia y de la moral sexual.
Pero cuando en el sínodo del pasado mes de octubre
verificó que entre los obispos la resistencias a esta reforma eran mucho más
fuertes y extensas que lo previsto, corrigió el tiro y desde allí en más no ha
dicho más una sola palabra de apoyo a los innovadores. Más bien, ha vuelto a
martillar sobre temas controvertidos -el aborto, el divorcio, la
homosexualidad, la anticoncepción- sin separarse jamás ni un milímetro de la
rígida enseñanza de sus predecesores Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Desde octubre hasta hoy, Francisco ha intervenido
sobre tales cuestiones no menos de cuarenta veces, atacando pesadamente sobre
todo a la ideología de “género” y a su ambición de colonizar el mundo, no
obstante, ha dicho, es “expresión de una frustración y de una resignación que
busca eliminar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontar más con ella”.
Pasando de las palabras a los hechos, ha negado el “placet” al nuevo embajador
de Francia, porque es homosexual.
También sobre el divorcio Francisco se ha endurecido
mucho. “Con esto no se resuelve nada”, dijo recientemente respecto a la idea de
dar la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, tanto menos,
agregó, si ellos la pretenden, porque la comunión “no es una adorno, un honor,
no, no”.
Sabe que en esta materia las expectativas son
altísimas y sabe que él mismo las ha alimentado, pero ahora ha tomado distancia
de ellas. Las define como “expectativas desmesuradas”, sabiendo que no puede
satisfacerlas, porque luego de haber anunciado tanto un gobierno más colegial
de la Iglesia, del Papa junto con los obispos, es necesario que Francisco se
alinee al querer de los obispos, en gran mayoría conservadores, y renuncie a
imponer una reforma rechazada por la mayoría.
A pesar de todo, los medios de comunicación siguen
vendiendo el relato del Papa “revolucionario”, pero el verdadero Francisco está
cada vez más lejos.
__________
La distancia entre la realidad y la imagen propagada
por los medios de comunicación es una constante de la reciente vida de la
Iglesia. El Concilio Vaticano II es un ejemplo macroscópico, como lo ha
explicado Benedicto XVI en uno de sus últimos discursos como Papa:
> La guerra de los dos Concilios: el verdadero y el
falso (15.2.2013)
__________
La antología completa, en dos bloques, de las casi
cuarenta intervenciones dedicadas por el papa Francisco al aborto, al divorcio,
a la homosexualidad y a la anticoncepción, desde fines del sínodo de 2014 hasta
hoy:
> Diario Vaticano / El paso doble del Papa
argentino (17.3.2015)
> La puerta cerrada del Papa Francisco (11.5.2015)
__________
Para otros detalles sobre el rechazo del placet al
nuevo embajador en la Santa Sede, Laurent Stefanini, designado por el gobierno
francés:
> Indicios de desagrado. El embajador y el cardenal
(15.4.2015)
El veto, a causa de la homosexualidad del embajador
designado, no ha caído ni siquiera después que el papa Francisco lo recibió el
17 de abril en la Casa Santa Marta. Como lo reveló la agencia I-Media, la
entrevista duró casi 40 minutos, “en un clima particularmente cordial, e
incluso directamente afectuoso y caracterizado por la espiritualidad. Los dos
hombres dedicaron también tiempo para rezar juntos”, pero sin ninguna alusión
al pedido de acreditación presentado por París.
Sandro Magister
L’Espresso
* Traducción en español de José Arturo Quarracino,
Temperley, Buenos Aires, Argentina.
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