martes, 18 de noviembre de 2014

No todo es resultado del azar


Reflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en el programa "Claves para un Mundo Mejor" (15 de noviembre de 2014)

Durante el siglo XX el hombre ha logrado conquistas formidables y no pienso solo en la conquista del espacio sino en todos los órdenes de la vida. Tal es así que el resto de la Historia hacia atrás parece prehistoria. Y ha llegado a ser tan poderoso que cree poder cambiarse a si mismo, cree poder construirse a sí mismo.

Fíjense lo que pasa, por ejemplo, con los casos de cambio de sexo. El hombre se ha hecho dueño de su propia vida, de su propio destino, así como domina el mundo. Pero se ha olvidado de algo: se ha olvidado de que el hombre tiene una naturaleza creada y ordenada por Dios, que está inserta en un orden natural. Esto se da desde el máximo esplendor del universo hasta la estructura ínfima de la materia. Todo es orden pues sin orden no existiría nada. Y por eso existe una naturaleza de la persona y de sus actos.

Ese orden se expresa en todas las cosas, por ejemplo, si yo planto tomates en una quinta no puede pretender que de los tomates salgan peras y si una gata, en mi casa, va a tener cría no van a salir perritos de allí. Cada ser tiene su propia naturaleza y el hombre también. Y esa naturaleza se expresa en leyes que son inalterables. Uno puede descubrir que existen esas leyes de la naturaleza.

San Pablo dice que en la conciencia del hombre aparece la ley, que está escrita en la conciencia del hombre y con eso existe un orden natural del cual depende un orden moral. La conducta del hombre tiene que ser de acuerdo a su naturaleza y de allí que podamos distinguir conductas naturales de conductas antinaturales. Eso debiera manifestarse también en el ordenamiento de la sociedad.

Desgraciadamente nos vamos acostumbrando, hoy día, a considerar normal las cosas que son anormales, considerar como naturales las cosas que son antinaturales. No quiero entrar en ejemplos sobre esto pero fíjense ustedes por ejemplo las leyes que se van dictando y vemos que algunas de ellas efectivamente van contra el orden natural.

Pensemos por ejemplo la ley del matrimonio igualitario y pensemos también en lo que se está preparando de nuevo en la Argentina de una posible ley sobre el aborto. Realidades que son antinaturales y que el hombre creyendo que se construye a si mismo en la realidad se está descontruyendo porque ya está yendo fuera de su propia naturaleza, es decir en contra de su propia naturaleza.

Esto tiene que llevarnos a reflexionar sobre la importancia que tiene el hecho de que Dios nos haya creado de determinada manera y que cada uno de nosotros sea el mismo que cuando era un bebé o cuando tenía 10 años o tenía 50 o 70, aún cuando se perciben cambios debidos al crecimiento o al envejecimiento. El cambio supone siempre algo que permanece como sujeto de ese cambio pues así ocurre en todos los órdenes de la vida.

Actualmente en que no sólo la filosofía materialista o relativista, la existencialista, niegan que existe un orden y eso también se niega en el lenguaje vulgar. Hay quienes creen que todo es resultado del azar, de la casualidad, que todas las cosas van cambiando sin que haya un sujeto que las sostenga y eso, luego, se manifiesta, como decíamos, incluso hasta en las leyes.

De ese modo uno no puede distinguir lo que es una ley justa de lo que es una ley injusta pero tampoco puede distinguir en el orden de la conducta lo que está bien de lo que está mal.

Gracias a Dios que nos ha hecho así. De eso depende, en todo caso, la orientación que le demos a nuestra vida, de eso depende también nuestra auténtica felicidad. Se trata de que respetemos ese orden natural, que estemos contentos de que el Señor haya hecho las cosas así y de que podamos, a partir de esas realidades naturales, llegar a conocer a nuestro Creador.


Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata

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