Una investigación
sobre el Vaticano II con Stefano Fontana, autor del libro “Il Concilio
restituito alla Chiesa” (“El Concilio devuelto a la Iglesia ”).
Doctor Fontana,
estamos en pleno Año del Concilio Vaticano II, convocado por Benedicto XVI como
complemento del Año de la Fe.
¿En su opinión cómo están caminando las cosas?
No me parece que este
Año del Concilio esté ayudando mucho a comprender el Concilio. Muchas
publicaciones vienen repitiendo las posiciones ya conocidas, sin dar ningún
paso adelante. La realidad es variada, dependiendo de la orientación sobre el
Vaticano II, se llama a este o aquel conferencista para confirmar una tesis en
lugar de discutir sobre otra. Es el mismo esquema rígido que se repite. Me
esperaba algo más y mejor.
Benedicto XVI, en el
famoso discurso del 22 diciembre de 2005, había trazado las líneas para la
correcta hermenéutica del Concilio. ¿No se ha continuado nada?
Ya entonces las dos
tendencias principales interpretaron el discurso del Papa como una confirmación
de sus posiciones. Y, en consecuencia continuaron así, como si el Papa no
hubiera dicho nada. La conmemoración del Vaticano II llega a menudo con
eslóganes y frases hechas. Para luego pasar a tomar el control de un Concilio
inexistente e irreal, pero que ahora se ha impuesto como un a priori colectivo.
Una “vulgata” (versión popular) del Concilio que no percibe ni remotamente los
problemas que se encuentran detrás de él. No se honra al Concilio haciéndole
una gran apoteosis, pero sí comprendiéndolo en la línea indicada por Benedicto
XVI y por los pontífices anteriores a él.
¿Con qué intención
usted ha publicado un libro sobre el Concilio?
Con la intención de
comprender el Concilio, es decir, de colocarlo en su debido lugar. Sin esta
aclaración la Iglesia
no puede estar. Pretender que el problema no existe significa aceptar en la
práctica la existencia de dos iglesias. El Concilio es un problema que no se
puede eludir.
¿El problema es el
Concilio o el post Concilio?
Ha sido un problema
la aplicación del Concilio, pero también lo ha sido el Concilio mismo. Esto no
significa que el Concilio no tenga autoridad o no merezca obediencia, ni mucho
menos que contenga errores, ni que sea un Concilio “menor”.
Entonces ¿en qué
consiste el problema del Concilio?
El problema se
encuentra en su carácter pastoral. Parece una paradoja, pero es así. El
carácter pastoral del Concilio iba a ser la solución de los problemas, pero en
vez de eso se ha convertido en el problema.
¿De qué manera?
Enumero brevemente
algunos puntos problemáticos relacionados con el carácter pastoral del Vaticano
II. ¿Los concilios anteriores no fueron también pastorales? Eran concilios
dogmáticos, pero ¿el dogma no tiene nada que ver con la pastoral? ¿Es posible
un Concilio sólo pastoral que no replantee también la doctrina? Pablo VI tenía
claro en su cabeza que no. Por tanto el Vaticano II también replanteó la
doctrina. Entonces fue también doctrinal, aunque no dogmático. ¿Qué valor tiene
la doctrina establecida por el Vaticano II, considerando que el Concilio
reclama para sí la calificación de pastoral? El Vaticano II no quería
principalmente replantear la doctrina, pero sí interrogarse sobre la pastoral,
sin embargo las exigencias pastorales requerían replantear toda la doctrina y
de este modo se tuvo un concilio que replanteó toda la doctrina, quizá más que
los anteriores concilios que se pronunciaron sólo sobre particulares argumentos
doctrinales. Estos son sólo algunos ejemplos.
Benedicto XVI dijo
que el Concilio no es un superdogma, pero cuando fue electo Papa dijo
inmediatamente que quería realizar el Concilio. ¿Cómo afronta en su libro esta
cuestión?
El Concilio a menudo
se ha convertido en un superdogma. Otra paradoja: un concilio pastoral, que se
convierte en superdogmático. Da la impresión de que cuanto la Iglesia había hecho antes,
todo estuviera equivocado. La celebración de la Misa en el rito antiguo fue considerada la
principal herejía, pero eso era lo que la Iglesia siempre había celebrado. El catecismo de
Pío X fue, de hecho, considerado herético. Y así cualquier contestatario del
magisterio fue canonizado como "precursor" del Concilio. ¿Cómo se
pueden evitar estas interpretaciones parcializadas y forzadas? Realizando el
Concilio, como dijo Benedicto XVI. Pero para realizarlo es preciso comprenderlo
en su verdadera realidad. Por eso no veo ninguna contradicción entre las dos
frases de Benedicto XVI.
Usted dice
"comprenderlo en su verdadera realidad". Y su libro se titula
"El Concilio devuelto a la
Iglesia ": ¿Este es su significado?
Sí, es este. El mundo
a menudo se ha apoderado del Concilio. La Iglesia lo debe recuperar para sí misma, ubicarlo
de nuevo en su propia tradición. Superando las etiquetas. Todos dicen estar de
acuerdo con esta afirmación, pero luego tienen concepciones distintas de la
tradición y entonces el malentendido regresa de nuevo.
En este ámbito
¿cuáles son las principales concepciones sobre la tradición?
Yo diría que la de
Ratzinger y la de Rahner. De acuerdo con la primera hay un núcleo de verdad
inmutable que se transmite a pesar de la historicidad de la tradición. En el
segundo caso, la interpretación y la recepción de la tradición son una parte
integral del propio mensaje. En el primer caso la primacía la asume la
doctrina, en el segundo, la pastoral.
¿Esto significa que
el Vaticano II ha proclamado la supremacía de la pastoral sobre la doctrina?
De hecho hoy la
pastoral ha tomado ventaja sobre la doctrina hasta hacerla desaparecer en
muchos casos. En algunos capítulos de mi libro describo muchos comportamientos
eclesiales que lo testimonian ampliamente. El problema es determinar si esta
primacía de la pastoral estuvo presente en el Vaticano II mismo, o si se debe a
su incorrecta aplicación. La tesis que expongo en este libro es que en el
Vaticano II hubieron algunas "fisuras" por donde entró a la Iglesia la propuesta de la
primacía de la pastoral. Fisuras no deseadas, pero fisuras al fin. No eran
intención de los papas ni de los padres conciliares, aunque, históricamente, se
puede probar que algunos padres conciliares habrían querido introducir formas
de Modernismo en la doctrina de la
Iglesia católica. Pero esto no ocurrió, gracias a la
vigilancia doctrinal y pastoral del Pontífice y a la asistencia del Espíritu
Santo.
En los años sesenta
todas las teologías de moda proclamaban la primacía de la práctica sobre la
teoría...
De hecho fue así. Ni
Juan XXIII y Pablo VI querían eso. Pero la insistencia sobre el carácter
pastoral también podía prestarse a tales interpretaciones. Déjeme darle un
ejemplo. Respecto al mundo, el Concilio expresa más aprecio que condena, por
indicación explícita de Juan XXIII. Las teologías de esa época decían que
Cristo ama al mundo y no a la
Iglesia , eliminando con ello la misión salvífica de la Iglesia respecto al mundo.
Las dos cosas son incompatibles, pero en el clima de los años sesenta la
llamada "apertura al mundo" incluía las fisuras abiertas también a
estas interpretaciones distorsionadas, que han dado frutos amargos hasta
nuestros días.
Según usted ¿el
Concilio desea expresar una completa doctrina sobre la relación con el mundo?
Este es otro problema
que debe ser ubicado en su debido lugar y devuelto a la Iglesia. El Concilio
no quería exponer toda la doctrina católica. Para ello hay que recurrir al
Catecismo. Esto significa que, por ejemplo, la Gaudium et spes no
pretendió exponer toda la doctrina acerca de la relación Iglesia-mundo. En esta
constitución pastoral no se habla del comunismo. ¿Será posible establecer de
forma completa la doctrina sobre la relación con el mundo moderno sin hablar
del comunismo? Esta decisión fue por motivaciones pastorales. Sin embargo
también tuvo consecuencias doctrinales. Y quienes, sobre esta base, concluyen
que el comunismo ya no era más un problema para la Iglesia , solo porque la Iglesia no habló de él,
malinterpretan este asunto. Sería como decir que el demonio no es un problema
para la Iglesia
solo porque el Vaticano II no habla de él. Pero sí se habla de él en el
Catecismo. Es muy perjudicial atribuirle al Vaticano II el deseo de expresar la
totalidad de la fe de la
Iglesia , eso sería constituirlo como un superdogma superior
incluso al catecismo y a la tradición apostólica. Sin embargo, no se puede
negar que esto se ha hecho y se continúa haciendo.
En su libro, usted
trata a fondo el problema del lenguaje de los documentos del Vaticano II.
¿Puede decirnos algo sobre esto?
Este es otro problema
que enfrentamos en el momento de devolver el Concilio a la Iglesia. El Vaticano
II no fue un Concilio dogmático por lo tanto no adoptó un lenguaje definitorio,
más bien fue un lenguaje que alguno define como narrativo. Por lo tanto
entender con precisión sus enseñanzas es algo a menudo difícil. Una frase de un
documento obliga por la fuerza a relacionarla con otras frases del mismo y
frecuentemente es necesario completar el marco con referencias a otros
documentos del Concilio. Y con todo esto, a veces no se logra tener una visión
completa sobre el tema. Tanto es así que el Magisterio posterior ha tenido que
precisar muchas cosas. Si todo habría estado claro, esto no hubiera sido
necesario. La famosa primera frase de la Gaudium et spes, siempre citada por todos, incluso
por aquellos que del Concilio no han leído otra cosa, no transmite ningún
preciso significado teológico, necesita ser completada por otras frases del
documento y de otros documentos. Sin embargo, a menudo el Concilio se cita solo
con frases efectistas, y centrándose en ellas se hacen definiciones de fe.
Benedicto XVI ha sido
definido como anticonciliarista. ¿Qué es lo que él piensa?
Los papas no son ni
conciliaristas ni anticonciliaristas, es decir ni dogmatizan el Vaticano II
colocándolo por encima de la fe enseñada por los apóstoles, ni lo rechazan como
un accidente en el camino. El Concilio se inserta en la tradición de Iglesia de
donde recibe la luz.
¿Qué hacer entonces?
El trabajo por hacer
es largo. Pasará mucho tiempo. Benedicto XVI ha trazado la línea. Del Concilio
debemos hablar, pero no a partir de las propias posiciones ideológicas
gangrenosas o de las frases hechas que nos llenan la boca. Benedicto XVI ha
indicado un camino: un movimiento que desde abajo, y con la guía del Papa,
vuelva a descubrir el Concilio viéndolo dentro de la tradición de la Iglesia y no en conflicto
con ella. No es un redescubrimiento en el signo de la ruptura sino de la
reforma en la continuidad, lento y progresivo, cada vez más consciente y
extendido. Para esto espero que también pueda servir mi libro.
Benedetta Cortese
Osservatorio
Internazionale Cardinale Van Thuân, 13-5-13
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