(Zenit).-, 21-4-13
El nombramiento de monseñor Gerhard Ludwig
Müller como prefecto de la
Congregación que se ocupa de la ortodoxia de la doctrina
católica, sumado a la elección del arzobispo de Buenos Aires como obispo de
Roma, fueron calificados en algunos ambientes como una revancha de la Teología de la Liberación , criticada
por Juan Pablo II y por el cardenal Ratzinger.
¿Ud. desde que fue
sacerdote y también como obispo fue muy sensible a los valores de justicia,
solidaridad y dignidad de la persona. Por qué este interés en los problemas
sociales?
Yo vengo de Maguncia,
mi ciudad al inicio del siglo XIX tuvo a un gran obispo, el barón Wilhelm
Emmanuel von Ketteler, que fue un precursor de la Doctrina Social de
la Iglesia. De
niño vivía en el ambiente del empeño social. Y no debemos olvidarnos que si en
Europa después de la segunda guerra mundial y tras las diversas dictaduras
logramos construir una sociedad democrática, esto lo debemos también a la
doctrina social católica. Gracias al cristianismo los valores como justicia,
solidaridad y dignidad de la persona fueron introducidos en las Constituciones
de nuestros países.
En su currículum
vemos que ha tenido mucha relación con América Latina. ¿Cómo nació esta
relación?
Durante quince años
viajé por América Latina, en Perú, pero también en otros países. Pasaba dos o
tres meses al año, viviendo como vive la gente común, o sea en condiciones muy
simples. Al inicio para un europeo esto es difícil, pero cuando se aprende a
conocer personalmente a las personas y se ve como ellos viven, entonces se
acepta la situación. Un cristiano tiene que encontrarse en su casa en cualquier
parte: donde hay un altar está presente Cristo; en cualquier parte si
perteneces a la familia de Dios.
El año pasado cuando
usted fue nombrado prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe , se escucharon algunos que
le acusaban de ser amigo del padre Gustavo Gutiérrez, creador de la teología de
la Liberación.
¿Qué nos puede decir sobre esto?
Es verdad que conozco
bien al padre Gutiérrez. En 1988 me invitaron a participar en un seminario con
él. Fui con alguna reserva porque conocía las dos declaraciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la teología de la
liberación, publicadas en 1984 y en 1986. Entretanto pude constatar que es
necesario distinguir entre una teología de la liberación equivocada y una
correcta.
Considero que cada
teología es buena si parte de Dios y de su amor y tiene que ver con la libertad
y la gloria de los hijos de Dios. Por lo tanto la teología cristiana que habla
de la salvación donada por Dios no pueda ser mezclada con la ideología marxista
que habla de una autoredención del hombre.
La antropología
marxista es completamente diversa de la antropología cristiana, porque trata al
hombre como un ser privado de libertad y de dignidad. El comunismo habla de la
dictadura del proletariado, en cambio la buena teología habla de la libertad y
del amor. El comunismo, y también el capitalismo neoliberal, rechazan la
dimensión transcendente de la existencia y se limitan al horizonte material de
la vida. El capitalismo y el comunismo son dos caras de la misma moneda, la
moneda falsa. En cambio para construir el reino de Dios la verdadera teología
llega desde la Biblia ,
desde los Padres y desde el Concilio Vaticano II.
En ciertos ambientes
su nombramiento como prefecto de la Congregación que se ocupa de la doctrina católica
y la reciente elección del arzobispo de Buenos Aires como obispo de Roma fueron
vistos como una revancha de la teología de la liberación, criticada por Juan
Pablo II y por el cardenal Ratzinger. ¿Qué responde a estas voces?
Como primera cosa
querría subrayar que no existe ninguna rotura entre Benedicto XVI y el papa
Francisco por lo que se refiere a la teología de la liberación. Los documentos
del entonces prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe sirvieron para esclarecer lo que era necesario
evitar, de manera de hacer volver a la teología de la liberación a la auténtica
teología de la Iglesia. Mi
nombramiento no significa que se abra un nuevo capítulo en las relaciones con
tal teología, por el contrario es un signo de continuidad.
Benedicto XVI al
recibir en el 2009 a un grupo de obispos de Brasil en visita ad limina
apostolorum les dijo que valía la pena recordar que en agosto del año anterior
fueron conmemorados los 25 años de la instrucción Libertatis Nuntius de la Congregación para la Doctrina de la Fe , sobre algunos aspectos de
la teología de la liberación. Y añadió que "sus consecuencias más o menos
visibles hechas de rebelión, división, discordancia, ofensa, anarquía aún ahora
se hacen sentir, creando en nuestras comunidades diocesanas gran sufrimiento y
una grave pérdida de fuerzas vivas". ¿Concuerda con este análisis del
pontífice sobre las consecuencias de la teología de la liberación?
Estos aspectos
negativos de los cuales habla Benedicto XVI son el resultado de la mal
entendida y mal aplicada teología de la liberación. No habrían sucedido estos
fenómenos negativos si hubiera sido aplicada la auténtica teología. Las
diferencias ideológicas crean división en la Iglesia.
Pero esto sucede
también en Europa en la que están por ejemplo los así llamados católicos
progresistas y conservadores. Esto recuerda la situación de Corinto, en donde
estaba quien se refería a Pablo y quien en cambio a Pedro, mientras que los
otros a Cristo. Pero todos nosotros tenemos que estar unidos en Cristo, porque
Dios une, el mal divide. La teología que crea las divisiones es más bien una
ideología. La verdadera teología tiene que llevar a Dios, entonces no se pueden
crear divisiones.
Excelencia, usted al
recibir en el 2008 el doctorado honoris causa en la Pontificia Universidad
Católica de Perú, condenó en su discurso "la infamia de nuestra época: el
capitalismo neoliberal". ¿El capitalismo neoliberal es una estructura del
mal?
Es difícil hacer
parangones entre una estructura del mal y un pecado personal, aunque cada
pecado tenga una dimensión social, estando insertado en alguna 'estructura':
familia, ambiente de trabajo, sociedad, nación. El capitalismo neoliberal es
una de aquellas estructuras del mal que en el siglo XIX y XX querían eliminar
los valores del cristianismo. Pero repito: detrás de cada estructura están las
personas que aceptan sus principios, o sea que detrás de cualquier estructura
del mal hay pecados personales.
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