CARTA ENCÍCLICA
NON ABBIAMO BISOGNO
DEL SUMO PONTÍFICE
PÍO XI
ACERCA DEL FASCISMO Y
LA ACCIÓN CATÓLICA
A LOS VENERABLES
HERMANOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS Y DEMÁS ORDINARIOS
EN PAZ Y COMUNIÓN CON
LA SEDE APOSTÓLICA
Venerables hermanos:
salud y bendición apostólica
1. NO TENEMOS
NECESIDAD de anunciaros, venerables hermanos, de los acontecimientos que en
estos últimos tiempos se han desarrollado en esta ciudad de Roma, Nuestra Sede
Episcopal, y en toda Italia, es decir, precisamente en Nuestra circunscripción
primacial; acontecimientos que han tenido tan larga y profunda repercusión en
el mundo entero y más particularmente en todas y en cada una de las diócesis de
Italia y del mundo católico. Se resumen en estas breves y tristes palabras: Se
ha intentado herir de muerte todo lo que era y lo que será siempre lo más
querido por Nuestro corazón de Padre y Pastor de almas... y Nos podemos y
debemos incluso añadir: «y aún me ofende el modo»[*]
En presencia y bajo
la presión de estos acontecimientos hemos sentido Nosotros la necesidad y el
deber de dirigirnos a vosotros, y por decirlo así, llegar en espíritu a cada
uno de vosotros, venerables hermanos, en primer lugar, para cumplir un grave y
urgente deber de reconocimiento fraternal; en segundo lugar, para satisfacer un
deber, no menos grave y no menos urgente, de defender la verdad y la justicia
en una materia que, como se refiere a los intereses y a los derechos vitales de
la Iglesia ,
os interesa también a todos y cada uno de vosotros en particular en todas las
partes en que el Espíritu Santo os ha colocado para gobernarla en unión con
Nosotros; en tercer lugar, Nos queremos exponeros las conclusiones y
reflexiones que los acontecimientos parecen imponer; en cuarto lugar, confiaros
Nuestras preocupaciones para el porvenir; y, finalmente, os invitaremos a
compartir Nuestras esperanzas y a rogar con Nos y con el mundo católico por su
realización.
I
2. La paz interior,
esta paz que nace de la plena y clara conciencia que tiene uno de estar en el
bando de la verdad y de la justicia y de combatir y sufrir por ellas, esta paz
que solamente puede darla el Rey divino y que el mundo es completamente incapaz
de dar y quitar, esta paz bendita y bienhechora, gracias a la bondad y la misericordia
de Dios, no Nos ha abandonado un solo instante, y abrigamos la firme esperanza
de que, suceda lo que suceda, no Nos abandonará jamás; pero, bien sabéis
vosotros, venerables hermanos, que esta paz deja libre acceso a los más amargos
sinsabores: así lo experimentó el Sagrado Corazón de Jesús durante su Pasión;
lo mismo experimentan los corazones de los fieles servidores, y Nos también
hemos experimentado la verdad de esta misteriosa palabra: «He aquí que en la
paz (me sobrevino) amargura grandísima»[1]. Vuestra intervención rápida,
extensa, afectuosa, que no ha cesado todavía; vuestros sentimientos fraternos y
filiales, y por encima de todo, ese sentimiento de alta y sobrenatural
solidaridad, de íntima unión de pensamientos y de sentimientos, de inteligencias
y de voluntades que respiran vuestras comunicaciones llenas de amor, Nos han
llenado el alma de consuelos indecibles y muchas veces han hecho subir de
Nuestro corazón a Nuestros labios las palabras del salmo: «En las grandes
angustias de mi corazón, tus consuelos alegraban mi alma»[2]. De todos estos
consuelos, después de Dios, os damos gracias de todo Nuestro corazón,
venerables hermanos, vosotros a quienes Nos podemos repetir la palabra de Jesús
a los Apóstoles vuestros predecesores: «Vosotros sois los que habéis
permanecido conmigo en mis pruebas» [3].
3. Sentimos también y
queremos también cumplir el deber tan dulce al corazón paternal de dar gracias
con vosotros, venerables hermanos, a tantos de vuestros buenos y dignos hijos
que, individual y colectivamente, en su nombre propio y de parte de las
diversas organizaciones y asociaciones consagradas al bien, y con más amplitud
de parte de las asociaciones de Acción Católica y de Juventud Católica, nos han
enviado expresiones de condolencia, de devoción y de generosa y activa
conformidad a Nuestras normas directivas y a Nuestros deseos. Fue para Nos
especialmente bello y consolador ver a las Acciones Católicas de todos los
países, desde los más cercanos hasta los más lejanos, encontrarse reunidas
alrededor del Padre común, animadas y como impulsadas por un mismo espíritu de
fe, de piedad filial, de propósitos generosos en los que se expresa
unánimemente la sorpresa penosa de ver perseguida y herida la Acción Católica
allí, en el centro del apostolado jerárquico, donde tiene, más que en ninguna
otra parte, su razón de ser, la Acción Católica , que en Italia, como en todas las
partes del mundo, siguiendo su auténtica y esencial definición y según Nuestras
vigilantes y asiduas direcciones, tan generosamente secundadas por vosotros,
venerables hermanos, ni quiere ni puede ser otra cosa que la participación y la
colaboración del laicado en el apostolado jerárquico.
Llevaréis, venerables
hermanos, la expresión de Nuestro paternal reconocimiento a todos vuestros
hijos e hijas Nuestros en Jesucristo, que se han mostrado tan bien formados en
vuestra escuela, tan buenos y tan piadosos hacia su Padre común al punto de
hacernos decir: «Reboso de gozo en todas nuestras tribulaciones» [4].
4. En cuanto a
vosotros, Obispos de todas y cada una de las diócesis de esta querida Italia,
debemos no solamente la expresión de Nuestro reconocimiento por los consuelos
que con tan noble y santa emulación Nos habéis prodigado con vuestras cartas
durante todo el mes último y especialmente el día mismo de los Santos
Apóstoles, con vuestros afectuosos y elocuentes telegramas; pero debemos
también dirigiros a Nuestra vez el pésame por lo que cada uno de vosotros ha
sufrido, viendo repentinamente abatirse la tempestad devastadora sobre los
vergeles tan ricamente florecidos y llenos de promesas de vuestros jardines
espirituales, que el Espíritu Santo ha confiado a vuestra solicitud y que
cultivabais con tanto celo y con tan gran bien para las almas. Vuestro corazón,
venerables hermanos, se ha vuelto en seguida hacia el Nuestro para compartir
Nuestra pena, en la cual sentíais reunirse como en un centro y multiplicarse y
encontrarse todas las vuestras. Nos habéis dado la más clara y afectuosa
demostración y con todo el corazón os damos las gracias. Particularmente os
agradecemos el unánime y verdaderamente grandioso testimonio que habéis dado a
la docilidad con que la
Acción Católica italiana y precisamente las Asociaciones de
Juventudes han permanecido fieles a Nuestras normas directivas y a las
vuestras, que excluyen toda actividad política de partido. Al mismo tiempo
damos gracias también a todos vuestros sacerdotes y fieles, a vuestros
religiosos y religiosas, que se han unido a vosotros con tan gran impulso de fe
y de piedad filial. Damos gracias especialmente a vuestras Asociaciones de
Acción Católica y en primer lugar a las de las Juventudes de todas las
categorías, hasta a los más pequeños benjamines y a los niños, que Nos son
tanto más queridos cuanto más pequeños son y en cuyas plegarias tenemos
especial confianza.
Vosotros habéis
comprendido, venerables hermanos, que Nuestro corazón estaba y está con
vosotros, con cada uno de vosotros, sufriendo con vosotros, rogando por
vosotros y con vosotros, a fin de que Dios, en su infinita misericordia, nos
socorra y haga salir de este gran mal desencadenado por el antiguo enemigo del
bien una nueva floración de bienes, y de grandes bienes.
II
5. Después de haber
satisfecho la deuda de gratitud por los consuelos que hemos recibido en tan
grande dolor, debemos satisfacer las obligaciones que el ministerio apostólico
Nos impone para con la verdad y la justicia.
Ya muchas veces,
venerables hermanos, de la manera más explícita y asumiendo toda la
responsabilidad de lo que decíamos, Nos hemos explicado la campaña de falsas e
injustas acusaciones que precedió a la disolución de las Asociaciones de
Juventudes y Asociaciones universitarias dependientes de la Acción Católica y
hemos protestado contra ellas. Disolución ejecutada por vías de hecho y por
procedimientos que daban la impresión de que se perseguía una vasta y peligrosa
asociación criminal. Y sin embargo, se trataba de jóvenes y de niños que son
ciertamente los mejores entre los buenos y a los cuales tenemos la satisfacción
y el orgullo de poder una vez más dar este testimonio. Los ejecutores de este
procedimiento, no todos, pero muchos de ellos, tuvieron asimismo esta impresión
y no la ocultaron, procurando templar el cumplimiento de su consigna con
palabras y miramientos por medio de los cuales parecían presentar excusas y
querer obtener el perdón de lo que se les obligaba a hacer. Nos lo hemos tenido
en cuenta y les reservamos especiales bendiciones.
6. Pero por una
dolorosa compensación, ¡cuántas brutalidades y violencias, que llegaron hasta
los golpes y a la sangre, cuántas irreverencias de prensa, de palabras y de
hechos contra las cosas y contra las personas, incluso la Nuestra , han precedido,
acompañado y seguido la ejecución de la inopinada medida de policía! Y ésta con
frecuencia se ha extendido, por ignorancia o por un celo maligno, a ciertas
asociaciones e instituciones que ni siquiera estaban comprendidas en las
órdenes superiores, como los oratorios de los niños y las piadosas
congregaciones de Hijas de María.
Todo este lamentable
conjunto de irreverencias y de violencias se verificaron con una tal
intervención de miembros e insignias de partido, con tal unanimidad de un cabo
a otro de Italia, y con tal condescendencia de las autoridades y de las fuerzas
de seguridad pública, que era ya preciso pensar necesariamente en disposiciones
venidas de arriba. Fácilmente admitimos, como era fácil de prever, que estas
disposiciones podían y hasta debían ser necesariamente exageradas. Hemos debido
recordar estas cosas antipáticas y penosas, porque se ha intentado hacer creer
al público y al mundo que la deplorable disolución de las Asociaciones, que Nos
son tan queridas, se ha efectuado sin incidentes y casi como una cosa normal.
7. Pero en realidad
se ha intentado faltar en mayor escala a la verdad y a la justicia. Si no todas
las invenciones y todas las mentiras y las verdaderas calumnias esparcidas por
la prensa hostil de partido, la única libre y acostumbrada, por decirlo así, a
hablarlo todo y atreverse a todo, han sido acogidas en un mensaje, no oficial
sin duda alguna (por prudente calificación), la mayor parte han sido realmente
entregadas al público en los más poderosos medios de difusión que conoce la
hora presente. La historia de los documentos redactados, no para servir a la
verdad y a la justicia, sino para ofenderlas, es bien larga y triste, y Nos
debemos decir con la más profunda amargura, que en los muchos años de Nuestra
actividad de bibliotecario rara vez hemos encontrado en Nuestro camino un
documento tan tendencioso y tan contrario a la verdad y a la justicia con
relación a la Santa Sede ,
a la Acción Católica
y más particularmente a las Asociaciones católicas tan duramente castigadas. Si
calláramos, si dejáramos pasar, es decir, si permitiéramos creer todas esas
cosas, vendríamos a ser más indignos de lo que somos de ocupar esta augusta
Sede Apostólica, indignos del filial y generoso sacrificio por el cual Nos han
siempre consolado, y Nos consuelan hoy más que nunca, Nuestros queridos hijos
de la Acción Católica
y particularmente aquellos de Nuestros hijos e hijas, tan numerosos gracias a
Dios, que por su religioso respeto a Nuestros mandatos y direcciones tanto han
sufrido y tanto sufren, honrando en la escuela donde han sido formados, tanto
al Divino Maestro, como a su indigno Vicario, al demostrar luminosamente con su
cristiana actitud aun ante las amenazas y las violencias, de qué lado se
encuentra la verdadera dignidad, la verdadera fuerza del alma, el verdadero
valor y la verdadera civilización.
8. Procuraremos ser
breves al rectificar las fáciles afirmaciones del mensaje de que hemos hablado.
Y decimos fáciles, por no calificarlas de audaces, ya que el público, se sabía,
se encontraba en la casi imposibilidad de verificarlas de ninguna manera.
Seremos breves, tanto más cuanto que muchas veces, sobre todo en los últimos
tiempos, hemos tratado asuntos que vuelven a presentarse hoy, y Nuestra
palabra, venerables hermanos, ha podido llegar hasta vosotros y por vosotros a
Nuestros queridos hijos en Jesucristo, y esperamos que lo mismo sucederá con
las presentes letras.
El mensaje en
cuestión decía, entre otras cosas, que las revelaciones de la prensa hostil de
partido habían sido confirmadas en casi su totalidad, en su sustancia, por lo
menos, precisamente por L'Osservatore Romano. La verdad es que L'Osservatore
Romano ha demostrado, de vez en cuando, que las pretendidas revelaciones eran
otras tantas invenciones, o totalmente, o por lo menos en la interpretación
dada a los hechos. Basta leer sin mala fe y con la más modesta capacidad de
comprensión.
El mensaje decía
también que era una tentativa ridícula la de hacer pasar a la Santa Sede como víctima
en un país donde miles de viajeros pueden dar testimonio del respeto con que se
trata a los sacerdotes, a los prelados, a la Iglesia y a las ceremonias religiosas. Sí,
venerables hermanos, sería una tentativa harto ridícula, como sería ridículo
querer derribar una puerta abierta. Porque los viajeros extranjeros, que no
faltan nunca en Italia y en Roma, han podido, desgraciadamente, ver con sus
propios ojos las irreverencias impías y difamatorias, las violencias, los
ultrajes, los vandalismos cometidos contra los lugares, las cosas y las
personas en todo el país y en esta misma Sede episcopal Nuestra, cosas todas
ellas deploradas por Nos varias veces, después de una información cierta y
precisa.
9. El mensaje
denuncia la "negra ingratitud" de los sacerdotes que hostilizan el
partido, el cual ha sido, como se dice, en toda Italia la garantía de la
libertad religiosa. El clero, el Episcopado y la Santa Sede no han
dejado de apreciar la importancia de lo que se ha hecho en estos años en
beneficio de la Religión ,
y frecuentemente han manifestado un vivo y sincero reconocimiento. Pero con
Nos, el Episcopado, el clero y todos los verdaderos fieles, y hasta los
ciudadanos amantes del orden y de la paz, se han llenado de pena y preocupación
ante los atentados cometidos rápidamente contra las más sanas y preciosas
libertades de la Religión
y de las conciencias, a saber, todos los atentados contra la Acción Católica ,
sobre todo contra las asociaciones de juventudes, atentados que han llegado al
colmo en las medidas policíacas tomadas contra ellas de la manera indicada,
atentados y medidas que hacen dudar seriamente si las primeras actitudes
benévolas y bienhechoras provenían de un amor sincero y de un sincero celo por la Religión. Si se
quiere hablar de ingratitud ha sido y sigue siendo para con la Santa Sede la obra de
un régimen, que a juicio del mundo entero ha sacado de sus relaciones amistosas
con la Santa Sede ,
en la nación y fuera de ella, un aumento de prestigio y de crédito, que a
muchos en Italia y en el extranjero les ha parecido excesivo el favor y la
confianza de Nuestra parte.
10. Cuando se
consumaron las medidas de policía, acompañadas de violencias, irreverencias, de
aquiescencia y connivencia de las autoridades de seguridad pública, Nos
suspendimos el envío de un Cardenal legado a las fiestas centenarias de Padua
y, al mismo tiempo, las procesiones solemnes en Roma y en Italia. Las
disposiciones eran evidentemente de Nuestra competencia y teníamos motivos tan
graves y urgentes, que Nos creaban el deber de adoptarlas, aun sabiendo los
grandes sacrificios que con ellas imponíamos a los fieles y la molestia que Nos
experimentábamos más que nadie. Pero ¿cómo se hubieran desarrollado normalmente
estas alegres solemnidades entre el duelo y la pena en que estaban sumergidos
el corazón del Padre común de todos los fieles y el corazón maternal de nuestra
Santa Madre la Iglesia ,
en Roma, en Italia, en todo el mundo católico, como se ha demostrado luego, por
la participación verdaderamente mundial de todos Nuestros hijos, y vosotros,
venerables hermanos, a la cabeza de ellos? ¿Cómo no habíamos de temer Nos
también por el respeto y la seguridad misma de las personas y de las cosas más
sagradas, dada la actitud de las autoridades y de la fuerza pública, y ante
tantas irreverencias y violencias?
En todas partes donde
Nuestras decisiones han sido conocidas, los buenos sacerdotes y los buenos
fieles tuvieron la misma impresión y los mismos sentimientos, y allí donde no
fueron intimidados, amenazados, o peor todavía, dieron pruebas magníficas y muy
consoladoras para Nos, reemplazando las celebraciones solemnes por horas de
oración, adoración y reparación, uniéndose en el pesar y en la intención con el
Sumo Pontífice, en medio de un maravilloso concurso del pueblo.
11. Sabemos cómo han
sucedido las cosas allí donde Nuestras instrucciones no pudieron llegar a
tiempo, y cuál fue la intervención de las autoridades que subraya el mensaje,
de aquellas mismas autoridades que habían asistido, o que poco después habían
de asistir mudas y pasivas a la realización de actos netamente anticatólicos y
antirreligiosos, cosa que el mensaje no dice en manera alguna. Pero dice, por
el contrario, que hubo autoridades eclesiásticas locales que se creyeron en el
caso de no tener en cuenta Nuestra prohibición. No conocemos una sola autoridad
eclesiástica local que haya merecido la ofensa que implican estas palabras.
Sabemos, por el contrario, y deploramos vivamente, las imposiciones con
frecuencia amenazadoras y violentas infligidas o que se ha dejado infligir a
las autoridades eclesiásticas locales. Estamos informados de impías parodias de
cánticos sagrados y de cortejos religiosos, tolerados con profunda molestia
para los verdaderos fieles y la emoción real de todos los ciudadanos amantes de
la paz y del orden, que veían no defendidos el orden ni la paz, y, lo que es
peor, precisamente por aquellos que tienen el gravísimo deber de defenderlos y
un interés vital en cumplir este deber.
El mensaje repite la
tan reiterada comparación entre Italia y otros Estados en los que la Iglesia está realmente
perseguida, y contra los cuales no se han oído palabras como las pronunciadas
contra Italia, donde —dice— la religión ha sido restaurada. Ya hemos dicho que
guardamos y guardaremos perenne gratitud y recuerdo por todo cuanto se ha hecho
en Italia en beneficio de la religión, aunque también en beneficio simultáneo
no menor, y tal vez mayor, del partido y del régimen. Hemos dicho y repetido
también que no es necesario (con frecuencia sería muy nocivo a los fines
pretendidos) que todo el mundo sepa y conozca lo que Nos y esta Santa Sede, por
medio de nuestros representantes, de nuestros hermanos en el episcopado,
debemos decir y las advertencias que Nos hacemos allí donde los intereses de la
religión lo requieren y en la medida que la necesidad requiere, sobre todo allí
donde la Iglesia
se halla realmente perseguida.
12. Pero con
indecible dolor vemos desencadenarse en nuestra Italia y en nuestra Roma una
verdadera y real persecución contra lo que la Iglesia y su jefe querido
en punto a su libertad y a sus derechos, libertad y derechos que son los de las
almas, y más particularmente, de las almas de los jóvenes, a quienes de un modo
particular ha confiado a la
Iglesia el Divino Creador y Redentor.
Como es notorio,
hemos afirmado y protestado en varias ocasiones con toda solemnidad de que la Acción Católica ,
tanto por su naturaleza y su esencia misma (participación y colaboración del
Estado seglar en el Apostolado jerárquico), como por Nuestras precisas y
categóricas normas y prescripciones, está fuera y por encima de toda política
de partido. Al mismo tiempo hemos afirmado y protestado que sabíamos de ciencia
cierta que Nuestras normas y prescripciones habían sido fielmente obedecidas en
Italia. El mensaje dice que la afirmación de que la Acción Católica no
ha tenido un verdadero carácter político, es completamente falsa. No queremos
revelar todo lo que hay de irrespetuoso en esta acusación; los motivos que el
mensaje alega demuestran toda su falsedad y una ligereza que tacharíamos de
ridículas, si no fueran lamentables.
13. El mensaje no
puede menos de sentir la debilidad del motivo alegado, y como para salvar su
argumentación, aduce otras tres razones.
La primera es que los
jefes de la Acción
Católica eran casi todos miembros o jefes del Partido
Popular, que ha sido (dice) uno de los más acérrimos enemigos del partido
fascista. Esta acusación ha sido lanzada más de una vez contra la Acción Católica ;
pero siempre en términos generales y sin precisar nombre ninguno. En vano hemos
pedido cada vez nombres y datos precisos. Solamente un poco antes de las
medidas de policía tomadas contra la Acción Católica , y con el fin evidente de
prepararlas y justificarlas, la prensa enemiga ha publicado algunos hechos y
algunos nombres, utilizando no menos evidente las partes de la policía: tales
son las pretendidas revelaciones a que alude el mensaje en su preámbulo y que
L'Osservatore Romano ha desmentido y rectificado plenamente, lejos de
confirmarlas, como afirma el mensaje, engañando lastimosamente al gran público.
Por lo que a Nos
toca, venerables hermanos, además de las informaciones reunidas hace tiempo, y
de la encuesta personal hecha de antemano hemos creído que era Nuestro deber el
procurarnos nuevas informaciones y proceder a una nueva indagación, y he aquí,
venerables hermanos, los resultados positivos de Nuestra investigación. Ante
todo hemos comprobado que en el tiempo en que subsistía aún el Partido Popular
y en que el nuevo partido no se había afirmado todavía, varias disposiciones
publicadas en 1919 prohibían ejercer las funciones de director de la Acción Católica a
cualquiera que al mismo tiempo ocupase cargos directivos en el Partido Popular.
Hemos visto también,
venerables hermanos, que los casos de ex directores locales del Partido
Popular, convertidos en directores locales de Acción Católica, se reducen a
cuatro; y hacemos notar la insignificancia de esta cifra frente a las 250
Juntas Diocesanas, 4.000 secciones de hombres católicos y más de 5.000 Círculos
de Juventudes Católicas. Y debemos añadir que en los cuatro casos en cuestión
se trataba de individuos que jamás dieron lugar a dificultad alguna, y de los
que algunos simpatizan francamente con el actual régimen y con el partido
fascista, por el que son bien mirados.
14. No queremos
omitir esta otra garantía de la religiosidad apolítica de la Acción Católica ,
religiosidad bien conocida de vosotros, venerables hermanos, Obispos de Italia:
la garantía consiste y consistirá siempre en la absoluta dependencia de la Acción Católica
del Episcopado, al cual pertenece siempre la elección de sacerdotes asistentes
y el nombramiento de los Presidentes de las Juntas diocesanas; de donde
claramente se deduce que al poner en vuestras manos y al recomendaros las
Asociaciones indicadas, Nos no hemos ordenado ni dispuesto nada nuevo
substancialmente. Después de la disolución y desaparición del Partido Popular,
los que pertenecían ya a la
Acción Católica , continuarían perteneciendo a ella,
sometiéndose con perfecta disciplina a su ley fundamental, es decir,
absteniéndose de toda actividad política; y esto es lo que hicieron también los
que entonces solicitaron su admisión.
¿Con qué justicia y
con qué caridad hubiéramos podido excluirlos, ya que se presentaban con las
cualidades referidas, sometiéndose voluntariamente a esta ley de apoliticidad?
El régimen y el partido, que parecen atribuir una fuerza tan temible y tan
temida a los miembros del Partido Popular en el terreno político, deberían
mostrarse agradecidos a la
Acción Católica , que ha sabido retirarlos de este terreno y
los ha obligado a prometer no ejercitar ninguna actividad política, sino
exclusivamente una actividad religiosa.
Nosotros, por el
contrario, Nosotros, la
Iglesia , la religión, los fieles católicos (y no solamente el
Romano Pontífice), no podemos estar agradecidos a quien después de haber
disuelto el socialismo y la masonería, nuestros enemigos declarados (pero no
sólo de Nosotros), les ha abierto una amplia entrada, como todo el mundo lo ve
y lo deplora, y ha permitido que lleguen a ser tanto más fuertes y peligrosos
cuanto más disimulados y más favorecidos por el nuevo uniforme.
15.Con gran empeño, y
no raras veces, se Nos ha hablado, segundo, de infracciones; hemos siempre
pedido nombres y hechos concretos, siempre dispuestos a intervenir y a proveer;
jamás se ha dado respuesta a Nuestras preguntas.
El mensaje denuncia
que una parte considerable de los actos de organización en la Acción Católica
eran de naturaleza política, y no tenían nada que ver con la Educación religiosa y la
propagación de la fe. Sin detenernos en la manera incompetente y confusa con la
que se indican los objetivos de la Acción Católica , notemos simplemente que todos
cuantos conocen y viven la vida contemporánea, saben que no existe iniciativa
ni actividad, desde las más científicas y espirituales hasta las más materiales
y mecánicas, que no tengan necesidad de organización y de actos encaminados a ella,
y que ni estos actos ni la organización misma se identifican con las
finalidades de las iniciativas diversas, sino que son simples medios para mejor
atender los fines que cada cual se propone.
16. Sin embargo
(continúa el mensaje), el argumento más fuerte que puede emplearse para
justificar la destrucción de los círculos y Juventudes Católicas, es la defensa
del Estado, la cual es más que un simple deber para cualquier clase de
Gobierno. Nadie duda de la solemnidad y de la importancia vital de semejante
deber y semejante derecho, añadimos Nosotros, puesto que (y queremos poner en
práctica esta convicción, de acuerdo con todas las personas honradas y
juiciosas) estimamos que el primero de los derechos es el de ejecutar el deber.
Ninguno de cuantos hayan recibido el mensaje y lo hayan leído habrá podido
reprimir cierta sonrisa de incredulidad, ni se habría visto libre de un
verdadero estupor si el mensaje hubiese añadido que de los círculos católicos
cerrados 10.000 eran, o por mejor decir, son, círculos de juventud femenina,
con un total de 500.000 jóvenes y niñas; ¿quién puede ver con ello un serio
peligro o una amenaza real para la seguridad del Estado? Y es preciso
considerar que tan sólo 220.000 jóvenes son miembros "efectivos", más
de 100.000 son pequeñas "aspirantes", y más de 150.000 son
"benjaminas" aún más pequeñas...
Además existen los
círculos de la
Juventud Católica masculina, esta misma Juventud Católica,
que en las publicaciones juveniles del partido y en los discursos y circulares
de los jerarcas —así los llaman— son expuestos y señalados al desprecio y a los
ultrajes {cualquiera podrá juzgar con qué sentido de responsabilidad
pedagógica), como un grupo de haraganes y de individuos capaces tan sólo de
llevar cirios y rezar rosarios en las procesiones; puede ser que por este
motivo hayan sido en los últimos tiempos tan frecuentemente y con valor tan
poco noble asaltados, maltratados hasta hacerles derramar sangre, abandonados
sin defensa por aquellos que debían y podían protegerlos, mientras que nuestros
jóvenes desarmados e indefensos se veían atacados por gentes violentas y
frecuentemente armadas.
17. Si hay que buscar
aquí el argumento más fuerte para justificar la "destrucción" (esta
palabra no deja duda ninguna sobre las intenciones que se abrigan) de Nuestras
queridas y heroicas Asociaciones juveniles de Acción Católica, bien veis,
venerables hermanos, que tenemos sobrados motivos para regocijarnos; ya que el
argumento demuestra hasta la evidencia, que es increíble e inconsistente. Pero,
¡ay!, que debemos repetir mentita est iniquitas sibi [5], y que el argumento
más fuerte en favor de la destrucción deseada debe buscarse en otro terreno. La
batalla que hoy se libra no es política, sino moral y religiosa; esencialmente
moral y religiosa.
Hay que cerrar los
ojos a esta verdad y ver o, por mejor decir, inventar pretextos políticos allí
donde no hay más que moral y Religión, para concluir, como lo hace el mensaje,
que se había creado la situación absurda de una fuerte organización a las
órdenes de un Poder "extranjero", el "Vaticano", cosa que
ningún país del mundo hubiera permitido.
18. Se han
secuestrado en masa los documentos de todas las oficinas de la Acción Católica ;
se continúa (hasta este punto hemos llegado) interceptando y secuestrando toda
la correspondencia de la que se sospecha que tiene alguna relación con las
Asociaciones perseguidas, y aun con aquellas que no lo son, como los
Patronatos. Pues bien, que se nos diga a Nos, a Italia y al mundo cuáles y
cuántos son los documentos de política tramada por la Acción Católica
con peligro del Estado. Nos atrevemos a decir que no se encontrará ninguno, a
menos de leer o interpretar conforme a las ideas preconcebidas injustas y en
plena contradicción con los hechos y con la evidencia de pruebas y testimonios
innumerables. Que si se descubrieran documentos auténticos y dignos de
consideración, Nos seríamos el primero en reconocerlos y tenerlos en cuenta. ¿
Pero quién querrá, por ejemplo, tachar de política, y de política peligrosa
para el Estado, alguna indicación, alguna desaprobación de los odiosos
tratamientos tan frecuentemente infligidos ya en tantas partes a la Acción Católica ,
aun antes de los últimos acontecimientos?
19. Por el contrario,
se encontrarán entre los documentos secuestrados pruebas y testimonios sin
número del profundo y constante espíritu de religión y de la religiosa
actividad de toda la
Acción Católica , y particularmente de las Asociaciones
juveniles y universitarias. Bastará saber leer y apreciar, como lo hemos hecho
Nosotros un incalculable número de veces, los programas y las memorias, los
procesos verbales de Congresos, de semanas de estudios religiosos, de
oraciones, de ejercicios espirituales, de frecuencia de Sacramentos practicada
y suscitada, de conferencias apologéticas, de estudios y de actividad
catequística, de corporación y de iniciativa de verdadera y pura caridad
cristiana en las Conferencias de San Vicente y en otras formas de actividad y de
cooperación misionera.
En presencia de
semejantes hechos y de semejante documentación, o sea, en presencia de la
realidad hemos dicho siempre y lo volvemos a repetir, que el acusar a la Acción Católica
italiana de hacer política, era y es una verdadera y pura calumnia. Los hechos
han demostrado lo que se pretendía y preparaba con semejante procedimiento: se
ha verificado una vez más en grandes proporciones la fábula del lobo y el
cordero; y la Historia
no podrá menos de recordarlo.
20. Por lo que toca a
Nos, ciertos hasta la evidencia de estar y mantenernos en el terreno religioso,
jamás hemos creído que pudiéramos ser considerados como un "Poder
extranjero", sobre todo, por los católicos, y por los católicos italianos.
Precisamente por
razón del Poder apostólico que a pesar de Nuestra indignidad Nos ha sido
conferido por Dios, todos los católicos del mundo consideran a Roma como a la
segunda patria de todos y cada uno de ellos. No hace muchos años que un hombre
de Estado, uno de los más célebres, ciertamente, y no católico ni amigo del
catolicismo, declaraba en plena Asamblea política que no podía considerar como
extranjero a un Poder al que obedecían veinte millones de alemanes.
Para afirmar que
ningún Gobierno del mundo hubiera dejado subsistir la situación creada en
Italia por la Acción
Católica , es necesario ignorar u olvidar que la Acción Católica
existe y se desarrolla en todos los Estados del mundo, incluso en China; que
todos esos países imitan frecuentemente en sus líneas generales y hasta en sus
detalles íntimos a la
Acción Católica italiana, y que frecuentemente también se
presentan en otros países formas de organización aún más acentuadas que en
Italia. En ningún país del mundo ha sido considerada la Acción Católica
como un peligro para el Estado; en ningún país del mundo la Acción Católica ha
sido tan odiosamente tratada, tan verdaderamente perseguida (no encontramos
otra palabra que responda mejor a la realidad y a la verdad de los hechos) como
en Nuestra Italia y en Nuestra Sede episcopal de Roma; y esta es verdaderamente
una situación absurda, que no ha sido creada por Nos, sino contra Nos.
Nos nos hemos
impuesto un grave y penoso deber, pero Nos ha parecido un deber ineludible de
caridad y de justicia paternal; y en este espíritu hemos cumplido Nuestro
deber, a fin de poner a la justa luz de los hechos y de la realidad todo cuanto
algunos hijos Nuestros, acaso inconscientemente, han iluminado con luz
artificiosa en detrimento de otros hijos también Nuestros.
III
21. Y ahora una
primera reflexión y conclusión: De todo cuanto hemos expuesto, sobre todo de
los acontecimientos mismos tal como se han desarrollado, resulta que la
actividad política de la
Acción Católica , la hostilidad abierta o enmascarada de
algunos de sus sectores contra el régimen y el partido, así como también el
refugio eventual que constituye la Acción Católica para adversarios del fascismo
desorganizados hasta hoy día [6], no son más que un pretexto o una acumulación
de pretextos; más aún Nos atrevemos a decir que la misma Acción Católica es un
pretexto; lo que se ha querido hacer ha sido arrancar de la Iglesia la juventud, toda
la juventud. Esto es tan cierto, que después de haber hablado tanto de la Acción Católica ,
se han dirigido contra las asociaciones juveniles, y no se han detenido en las
asociaciones de juventud de Acción Católica, sino que se han precipitado
tumultuosamente contra Asociaciones y obras de pura piedad e instrucción
primaria y religiosa, como las congregaciones de Hijas de María y los
Oratorios; tan tumultuosamente, que con frecuencia han tenido que reconocer su
grosero error.
Este punto esencial
ha sido abundantemente confirmado por otra parte. Ha sido confirmado, sobre
todo, por las numerosas afirmaciones anteriores de elementos más o menos
responsables, y también por las de los hombres más representativos del régimen
y del partido fascista, a las cuales afirmaciones han traído los últimos
acontecimientos el más significativo de los comentarios.
La confirmación ha
sido aún más explícita y categórica, estamos por decir, solemne al par que
violenta, de parte de quien no solamente lo representa todo, sino que todo lo
puede en una publicación oficial o poco menos. dedicada a la juventud, y en
conversaciones destinadas a ser publicadas en el extranjero antes que en el
país, y también, recientemente, en los mensajes y comunicaciones a los
periodistas.
22. Otra reflexión se
impone inmediata e inevitablemente. No se han tenido en cuenta Nuestras
afirmaciones y protestas tantas veces repetidas, vuestras mismas afirmaciones y
protestas, venerables hermanos, sobre la verdadera naturaleza y sobre la
actividad real de la
Acción Católica , y sobre los derechos sagrados e inviolables
de las almas y de la Iglesia ,
representados por ella e incorporados a ella.
Decimos, venerables
hermanos, derechos sagrados e inviolables de las almas y de la Iglesia , y esta es la
reflexión y conclusión que se impone sobre cualquiera otra, porque es también
la más grave de cuantas se pueden formular. En muchas ocasiones, como es notorio,
hemos expresado Nuestro pensamiento o, por mejor decir, el pensamiento de la Iglesia sobre esos temas
tan importantes y tan esenciales, y no es a vosotros, venerables hermanos,
maestros fieles en Israel, a quienes conviene que se lo expliquemos más en
detalle; pero no podemos menos de añadir unas palabras para esos queridos
pueblos que os rodean, a los cuales apacentáis y gobernáis por mandato Divino y
que no pueden conocer sino por mediación vuestra el pensamiento del Padre común
de sus almas.
23. Decíamos los
derechos sagrados e inviolables de las almas y de la Iglesia. Se trata del
derecho que tienen las almas a procurarse el mayor bien espiritual bajo el
magisterio y la obra formadora de la
Iglesia , divinamente constituida, única mandataria de este
magisterio y de esta obra, en el orden sobrenatural, fundado por la sangre de
Dios Redentor, necesario y obligatorio para todos a fin de participar de la Redención divina. Se
trata del derecho de las almas así formadas a comunicar los tesoros de la redención
a otras almas y a participar bajo este respecto en la actividad del apostolado
jerárquico.
En consideración a
este doble derecho de las almas, decíamos recientemente que Nos consideramos
felices y orgullosos de combatir el buen combate por la libertad de las
conciencias, no (como tal vez por inadvertencia nos han hecho decir algunos)
por la libertad de conciencia, frase equívoca y frecuentemente utilizada para
significar la absoluta independencia de la conciencia, cosa absurda en un alma
creada y redimida por Dios.
Se trata, por otra
parte, del derecho no menos inviolable que tiene la Iglesia de cumplir el
divino mandato de su Divino fundador, de llevar a las almas, a todas las almas,
todos los tesoros de verdad y de bien, doctrinales y prácticos, que Él había
traído al mundo. «Id y enseñad a todas las naciones, enseñándoles a guardar
todo lo que os he confiado» [7]. Ahora bien; el Divino Maestro Creador y
Redentor de las almas ha mostrado por Sí mismo, por su ejemplo y por sus
palabras, qué lugar debía ocupar la infancia y la juventud en este mandato
absoluto y universal: «Dejad a los niños que vengan a mí, y guardaos muy bien
de impedírselo... Estos niños que (como por divino instinto) creen en Mí, a los
cuales está reservado el reino de los Cielos; cuyos ángeles de la Guarda , sus defensores, ven
constantemente el rostro del Padre celestial; ¡ay de aquel hombre que
escandalice a uno de estos pequeñuelos!» [8]. Henos aquí en presencia de un
conjunto de auténticas afirmaciones y de hechos no menos auténticos, que ponen
fuera de duda el propósito ya ejecutado en gran parte, de monopolizar
enteramente la juventud desde la primera infancia hasta la edad viril para la
plena y exclusiva ventaja de un partido, de un régimen, sobre la base de una
ideología que explícitamente se resuelve en una verdadera estatolatría pagana,
en abierta contradicción, tanto con los derechos naturales de la familia, como
con los derechos sobrenaturales de la Iglesia. Proponerse
y promover semejante monopolio; perseguir como se ha venido haciendo, con esta
intención, de manera más o menos disimulada, a la Acción Católica ;
deshacer con este fin, como se ha hecho recientemente, las Asociaciones de
Juventud, equivale al pie de la letra a impedir que la juventud vaya hacia
Jesucristo, puesto que es impedirle que vaya a la Iglesia , y allí donde está
la Iglesia
está Cristo. Y se ha llegado al extremo de arrancar violentamente esta juventud
del seno de la una y del Otro.
24. La Iglesia de Jesucristo no
ha desconocido jamás los derechos y los deberes del Estado en cuanto a la
educación de los súbditos, Nos mismos lo hemos proclamado en Nuestra reciente
Encíclica sobre la "Educación Cristiana de la Juventud ". Estos
derechos y estos deberes son incontestables mientras permanezcan dentro de los
límites de la competencia propia del Estado, competencia que a su vez está
claramente fijada por las finalidades mismas del Estado, las cuales no son
solamente corporales y materiales, pero sí están necesariamente contenidas
dentro de las fronteras de lo natural, de lo terrestre, de lo temporal. El
divino mandato universal que ha recibido la Iglesia del mismo Jesucristo de una manera
incomunicable y exclusiva, se extiende a lo eterno, a lo celestial, a lo
sobrenatural, orden de cosas que por una parte es estrechamente obligatorio
para toda criatura racional y al que por otra parte, por su esencia, deben
subordinarse y coordinarse todos los demás órdenes.
25. Es, por consiguiente, una pretensión
injustificable e incompatible con el nombre y la profesión de católico el
pretender que los simples fieles vengan a enseñar a la Iglesia y a su Jefe lo que
basta y debe bastar para la educación y la formación cristiana de las almas, y
para salvar, para hacer fructificar en la sociedad, principalmente en la
juventud, los principios de la fe y su plena eficacia en la vida.
A la injustificable
pretensión acompaña una revelación clarísima de absoluta incompetencia y de
ignorancia completa en las materias que tratamos. Los últimos acontecimientos
deben abrir los ojos a todo el mundo. Efectivamente, han mostrado hasta la
evidencia cuánto se ha perdido en pocos años y cuánto se ha destruido en punto
a verdadera religiosidad y educación cristiana y cívica. Sabéis por
experiencia, venerables hermanos, obispos de Italia, cuán grave y funesto error
es el de creer y hacer que la labor desarrollada por la Iglesia en la Acción Católica ha
sido reemplazada hasta resultar superflua por la instrucción religiosa en las
escuelas y por la presencia de capellanes en las asociaciones de juventud del
partido y del régimen. Tanto la una como la otra son ciertamente necesarias:
sin ellas, la escuela y las asociaciones en cuestión llegarían inevitablemente
y bien pronto, por fatal necesidad lógica y psicológica, a ser instituciones
puramente paganas. Aquellas dos cosas son, pues, necesarias, pero no bastan:
por la instrucción religiosa y por la acción de los capellanes la Iglesia no puede realizar
más que un minimum de su eficacia espiritual y sobrenatural, y esto en un
terreno y en un ambiente que no dependen de ella, en donde se está preocupado
por muchas otras materias de enseñanza y otra clase de ejercicios, bajo el
mando inmediato de autoridades que a menudo son poco o nada favorables, y que
no es raro que en ese medio se ejerza una influencia en sentido contrario,
tanto por la palabra como por el ejemplo de la vida.
26. Decíamos que los
últimos acontecimientos han acabado de demostrar, sin duda alguna, todo cuanto
ha sido imposible salvar, y se ha perdido y destruido en pocos años en materia
de religiosidad y de educación. No decimos solamente de educación cristiana,
sino sencillamente moral y cívica.
Efectivamente: hemos
visto en acción una religiosidad que se rebela contra las disposiciones de las
superiores autoridades religiosas, y que impone o alienta la rebeldía; hemos
visto una religiosidad que se convierte en persecución y que pretende destruir
lo que el Jefe supremo de la religión aprecia más íntimamente y tiene más en el
corazón; una religiosidad que permite y que deja estallar insultos de palabras
y acciones contra la persona del Padre de todos los fieles hasta lanzar contra
él los gritos de "abajo" y "muera", verdadero aprendizaje
de parricidio. Semejante religiosidad no puede conciliarse de ninguna manera
con la doctrina y con las prácticas católicas; mejor pudiéramos decir que es lo
más contrario a la una y a la otra.
27. La oposición es
tanto más grave en sí misma y más funesta en sus efectos, cuanto que no se
traduce solamente en hechos exteriormente perpetrados y consumados, sino
también abarca los principios y las máximas proclamadas como constitutivos
esenciales de un programa.
Una concepción que
hace pertenecer al Estado las generaciones juveniles enteramente y sin
excepción, desde la edad primera hasta la edad adulta, es inconciliable para un
católico con la verdadera doctrina católica; y no es menos inconciliable con el
derecho natural de la familia; para un católico es inconciliable con la
doctrina católica el pretender que la Iglesia , el Papa, deban limitarse a las prácticas
exteriores de la religión (la
Misa y los Sacramentos) y todo lo restante de la educación
pertenezca al Estado...
28. Las doctrinas
erróneas que acabamos de señalar y deplorar se han presentado más de una vez
durante los últimos años, y como es notorio Nos no hemos faltado jamás, con la
ayuda de Dios, a Nuestro deber apostólico de examinarlas y oponer las debidas
observaciones y llamamientos a las verdaderas doctrinas católicas y a los
inviolables derechos de la
Iglesia de Jesucristo y de las almas redimidas con su sangre
divina.
Pero no obstante los
juicios, las previsiones y sugestiones que de diversas partes y muy dignas de
consideración llegaban a Nos, siempre Nos abstuvimos de llegar a condenaciones
formales y explícitas; hasta hemos llegado a creer posible y a favorecer por
Nuestra parte compatibilidades y cooperaciones que a otros parecieron
inadmisibles. Hemos obrado de este modo porque pensamos, o más bien, porque
deseamos que hubiese siempre una posibilidad de poder a lo menos dudar de que
Nos teníamos que vernos con afirmaciones y acciones exageradas, esporádicas, de
elementos insuficientemente representativos, en suma, con informaciones y
acciones imputables, en sus partes censurables, más a las personas y a las
circunstancias que a un programa propiamente dicho.
29. Los últimos
acontecimientos y las afirmaciones que los han precedido, acompañado y
comentado, Nos quitan la posibilidad que habíamos deseado, y debemos decir y
decimos que esos católicos solamente lo son por el bautismo y por el nombre, en
contradicción con las exigencias del nombre y las mismas promesas del bautismo,
puesto que adoptan y desenvuelven un programa que hace suyas doctrinas y
máximas tan contrarias a los derechos de la Iglesia de Jesucristo y de las almas, que
desconocen, combaten y persiguen a la Acción Católica ,
es decir, todo lo que la
Iglesia y su Jefe tienen notoriamente de más querido y
precioso. Nos preguntáis, venerables hermanos, lo que se debe pensar a la luz
de lo que precede, de una fórmula de juramento que impone a los niños mismos
ejecutar sin discusión órdenes que, como hemos visto, pueden mandar contra toda
verdad y toda justicia la violación de los derechos de la Iglesia y de las almas,
por sí mismos sagrados e inviolables, y servir con todas sus fuerzas, hasta con
su sangre, a la causa de una revolución que arranca a la Iglesia las almas de la
juventud, que inculca a sus fuerzas jóvenes el odio, las violencias, las
irreverencias, sin excluir la persona misma del Papa, como los últimos sucesos
lo han abundantemente demostrado.
Cuando la pregunta
debe ponerse en estos términos, la respuesta, desde el punto de vista católico
y aun puramente humano, es única y Nos no hacemos otra cosa, Venerables
Hermanos, que confirmar la respuesta que vosotros habéis dado ya: Tal
juramento, en cuanto tal, no es lícito.
IV
30. Y henos aquí ante
muy graves preocupaciones. Comprendemos que son las vuestras, venerables
hermanos, las vuestras especialmente, obispos de Italia. Nos nos preocupamos
sobre todo de un gran número de Nuestros hijos jóvenes de ambos sexos inscritos
como miembros efectivos con ese juramento. Nos compadecemos profundamente de
tantas conciencias atormentadas por dudas, tormentos y dudas de las cuales
llegan a Nos indudables testimonios, precisamente respecto a este juramento, y
sobre todo, después de los hechos sucedidos.
Conociendo las
múltiples dificultades de la hora presente y sabiendo que la inscripción en el
partido y el juramento son para un gran número la condición misma de su
carrera, de su pan y de su sustento, Nos hemos buscado un medio que diese la
paz a las conciencias, reduciendo al minimum posible las dificultades
exteriores. os parece que este medio para los que están ya inscritos en el
partido podría ser hacer delante de Dios y de su propia conciencia esta
reserva: Salvo las leyes de Dios y de la Iglesia , o también: Salvo los deberes del buen
cristiano, con el firme propósito de declarar exteriormente esta reserva si la
necesidad se presentase.
Quisiéramos, además,
hacer llegar Nuestro ruego al lugar de donde parten las disposiciones y las
órdenes, ruego de un Padre que quiere cuidar las conciencias de tan gran número
de hijos suyos en Jesucristo, a fin de que esta reserva fuese introducida en la
fórmula del juramento, a no ser que se haga todavía cosa mejor, mucho mejor, es
decir, que se omita el juramento, que es siempre un acto de religión y que no
está ciertamente en su lugar, en la cédula de inscripción de un partido.
31. Hemos procurado
hablar con calma y serenidad y al mismo tiempo con claridad total. Sin embargo,
no podemos menos de preocuparnos de las incomprensiones posibles. No Nos
referimos, venerables hermanos, a vosotros, unidos siempre y ahora más que
nunca a Nos por el pensamiento y el sentimiento, sino a quienquiera que sea.
Por todo lo que acabamos de decir, Nos no entendemos condenar el partido y el
régimen como tales.
Hemos querido señalar
y condenar todo lo que en el programa y acción del partido hemos visto y
comprobado ser contrario a la doctrina y a la práctica católica, y, por lo
tanto, inconciliable con el nombre y la profesión de católicos. Nos hemos
cumplido un deber preciso del ministerio apostólico para con todos aquellos de
Nuestros hijos que pertenecen al partido, a fin de que puedan ponerse en regla
con su conciencia de católicos.
32. Nos creemos, por
otra parte, que hemos hecho una obra útil a la vez al partido mismo y al
régimen. ¿Qué interés puede tener, en efecto, el partido en un país católico
como Italia en mantener en su programa ideas, máximas y prácticas
inconciliables con la conciencia católica? La conciencia de los pueblos, como
la de los individuos, acaba siempre por volver a sí misma y buscar las vías
perdidas de vista y abandonadas por un tiempo más o menos largo.
Y que no se diga que
Italia es católica, pero anticlerical, aunque lo entendemos solamente en una
medida digna de particular atención. Vosotros, venerables hermanos, que vivís
en las grandes y pequeñas diócesis de Italia en contacto continuo con las
buenas poblaciones de todo el país, sabéis y veis todos los días de qué manera
son, si no se las engaña y no se las extravía, y cuán lejos están de todo
anticlericalismo. Todo el que conoce un poco íntimamente la historia de la Nación sabe que el
anticlericalismo ha tenido en Italia la importancia y la fuerza que le confirieron
la masonería y el liberalismo que la gobernaban. En nuestros días, por lo
demás, el entusiasmo unánime que unió y transportó de alegría a todo el país
hasta un extremo jamás conocido en los días de los convenios de Letrán, no
hubiera dejado al anticlericalismo medios de levantar la cabeza, si al día
siguiente de estos convenios no se le hubiera evocado y alentado. En los
últimos acontecimientos, disposiciones y órdenes se le ha hecho entrar en
acción y se le ha hecho cesar, como todos han podido ver y comprobar. Y sin
duda alguna hubiera bastado y bastaría siempre para conservarle la centésima o
la milésima parte de las medidas aplicadas a la Acción Católica y
coronadas recientemente de la manera que todo el mundo sabe.
33. Más graves
preocupaciones nos inspira el porvenir próximo. En una asamblea oficial y
solemne, después de los últimos acontecimientos tan dolorosos para Nos y para
los católicos de toda Italia y del mundo entero, se hizo oír esta protesta:
«Respeto inalterado para la
Religión , su Jefe supremo, etc.». ¡Respeto inalterado, ese
mismo respeto sin cambio que hemos experimentado!, es decir, ese respeto que se
manifestaba por medidas de policía aplicadas de una manera tan fulminante,
precisamente la víspera de Nuestro cumpleaños, ocasión de grandes
manifestaciones de simpatía por parte del mundo católico y también del mundo no
católico; es decir, ese mismo respeto que se traía por violencias e
irreverencias que se perpetraban sin dificultad alguna! ¿Qué podemos, pues,
esperar o, mejor dicho, que es lo que no hemos de temer? Algunos se han
preguntado si esa extraña manera de hablar y de escribir en tales
circunstancias, inmediatamente después de tales hechos, ha estado enteramente
exenta de ironía, de una bien triste ironía; por lo que a Nos toca, preferimos
excluir esta hipótesis.
En el mismo contexto
y en inmediata relación con el respeto inalterado, por consiguiente dirigido a
la misma persona, se hacía alusión a refugios y protecciones otorgadas al resto
de los adversarios del partido y se ordenaba a los dirigentes de los 9.000
fascios de Italia que se inspirasen para su acción en estas normas directivas.
Más de uno de vosotros ha experimentado ya, y de ello Nos ha enviado
lamentables noticias, el efecto de tales insinuaciones y de tales órdenes en la
reincidencia de odiosas vigilancias, delaciones, amenazas y vejámenes. ¿Qué nos
prepara, pues, el porvenir? ¿Qué es lo que Nos no hemos de esperar (y no
decimos temer, porque el temor de Dios elimina el temor de los hombres), si,
como tenemos motivo para creerlo, existe el designio de no permitir que
nuestros jóvenes católicos se reúnan, ni aun silenciosamente, bajo pena de
severas sanciones para los que los dirigen?
¿Que nos prepara y
con qué nos amenaza el porvenir, Nos preguntamos de nuevo?
V
34.En este extremo de
dudas y de previsiones, a las cuales los hombres Nos han reducido, es
precisamente donde toda preocupación se desvanece y Nuestro espíritu se abre a
las más confiadas y consoladoras esperanzas, porque el porvenir está en las
manos de Dios, y Dios está con nosotros. Si Dios está con nosotros ¿quién
estará contra nosotros? [10].
Un signo y una prueba
sensible de la asistencia y el favor divino lo vemos ya y lo experimentamos en
vuestra asistencia y vuestra cooperación, Venerables Hermanos. Si estamos bien
informados, se ha dicho recientemente que ahora que la Acción Católica
está en manos de los obispos, no hay nada que temer. Y hasta aquí todo va bien,
muy bien, como si antes hubiera alguna cosa que temer y como si antes, desde el
principio, no hubiese sido la Acción Católica esencialmente diocesana y
dependiente de los obispos, como lo hemos indicado más arriba. También por esto
principalmente. Nos hemos tenido siempre la más absoluta confianza de que
Nuestras normas directivas se seguían y se secundaban. Por este motivo, además
de la promesa infalible del socorro divino, estamos y estaremos siempre
confiados y tranquilos aun cuando la tribulación, y digamos la verdadera
palabra: la persecución, deba continuar e intensificarse. Sabemos que vosotros
sois, y vosotros lo sabéis también, hermanos nuestros en el episcopado y en el
apostolado. Nos sabemos, y vosotros sabéis, venerables hermanos, que sois los
sucesores de los apóstoles, que San Pablo llamaba en términos de una vertiginosa
sublimidad, "gloria Christi" la gloria de Cristo [11], vosotros
sabéis que no ha sido un hombre mortal, ni siquiera un jefe de Estado o de un
Gobierno, sino el Espíritu Santo quien os ha colocado entre la porción del
rebaño que Pedro os asigna para que le dirijáis la Iglesia de Dios. Estas
santas y sublimes cosas y otras más que a vosotros se refieren, Venerables
Hermanos, evidentemente las ignora o las olvida el que os llama a vosotros,
obispos de Italia, funcionarios del Estado; porque de los funcionarios del
Estado os distinguís claramente y separáis por la fórmula del juramento que
debéis prestar al Monarca y que se precisa previamente con estas palabras: Como
corresponde a un obispo católico.
35. Y es también para
Nos un grande, un infinito motivo de esperanza que el inmenso coro de plegarias
que la Iglesia
de Cristo eleva desde todos los puntos del mundo hacia su Divino Fundador y
hacia su Santa Madre por su Jefe visible, el sucesor de los Apóstoles,
exactamente como cuando hace veinte siglos la persecución hería la persona
misma de Pedro, oraciones de pastores y de pueblos, del Clero y de los fieles,
de los religiosos y de las religiosas, de los adultos y de los jóvenes, de los
niños y de las niñas, oraciones en todas las formas más perfectas y eficaces,
santos sacrificios y comuniones eucarísticas, súplicas, adoraciones,
reparaciones, inmolaciones espontáneas, sufrimientos cristianamente padecidos
de los cuales todos estos días e inmediatamente después de los tristes
acontecimientos Nos llegaban los ecos consoladores de todas partes, nunca tan
consoladores como en este día solemne consagrado a la memoria de los Príncipes
de los Apóstoles, en que la divina bondad ha querido que pudiésemos acabar esta
Encíclica.
36. A la oración todo
le es divinamente prometido; si ella no Nos obtiene la serenidad y la
tranquilidad del orden, obtendrá para todos la paciencia cristiana, el valor
santo, la alegría inefable de sufrir algo con Jesús y por Jesús, con la
juventud y por la juventud que le es tan querida, hasta la hora oculta en el
misterio del Corazón divino, infaliblemente la más oportuna para la causa de la
verdad y del bien. Y puesto que de tantas oraciones debemos esperarlo todo, y
puesto que todo es posible a este Dios que todo ha prometido a la oración, Nos
tenemos la segura esperanza que Él iluminará a los espíritus con la luz de la
verdad y volverá las voluntades hacia el bien. Y así a la Iglesia de Dios, que no
disputa nada al Estado de lo que al Estado pertenece, se le dejará de discutir
lo que le corresponde, la educación y la formación cristiana de la juventud, no
por concesión humana, sino por mandato divino, y que ella, por consiguiente,
debe siempre reclamar y reclamará siempre con una insistencia y una
intransigencia que no pueden cesar ni doblarse, porque no proviene de ninguna
concesión, porque no proviene de un concepto humano o de un cálculo humano o de
humanas ideologías, que cambian con los tiempos y los lugares, sino de una
disposición divina e inviolable.
37. Lo que también
Nos inspira gran confianza es el bien que provendrá incontestablemente del
reconocimiento de esta verdad y de este derecho. Padre de todos los hombres
redimidos con la sangre de Cristo, el Vicario de este Redentor que después de
haber enseñado y ordenado a todos el amor de los enemigos moría perdonando a
los que le crucificaban, no es ni será jamás enemigo de nadie; así harán sus
verdaderos hijos los católicos que quieran permanecer dignos de tan grande
nombre; pero no podrán jamás adoptar o favorecer máximas y reglas de
pensamiento y de acción contrarias a los derechos de la Iglesia y al bien de las
almas, y por el mismo hecho contrarias a los derechos de Dios.
¡Cuán preferible
sería en vez de esta irreducible división de los espíritus y de las voluntades,
la pacífica y tranquila unión de las ideas y de los sentimientos! Esta no
podría menos de traducirse en una fecunda cooperación de todos para el
verdadero bien a todos común; sería acogida con el aplauso simpático de los
católicos del mundo entero, en lugar de su censura y del descontento universal
que ahora se manifiesta. Nos pedimos al Dios de las misericordias, por
intercesión de su Santa Madre, que recientemente nos sonreía entre los
esplendores de su conmemoración muchas veces centenaria, y de los santos Apóstoles
San Pedro y San Pablo, que Nos conceda a todos ver lo que Nos conviene hacer y
que a todos Nos dé la fuerza para ejecutarlo.
Roma, en el Vaticano,
en la solemnidad de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo, 29 de junio de
1931.
PIUS PP. XI
Notas
[*] Dante Alighieri, La
Divina Comedia , Infierno, Canto V, v. 102
[1] Is 38, 17.
[2] Sal 93, 19.
[3] Lc 22, 28.
[4] 2 Cor 7, 4.
[5] Sal 26, 12.
[6] Cf. el Comunicado
del Directorio del 4 de junio de 1931
[7] Mt 28, 19-20.
[8] Mt 19, 13 ss.; 18, 1 ss.
[9] Jn X, 10.
[10] Rom 8, 31.
[11] 2Cor, 8, 23.
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