El Papa canoniza a
mártires de Otranto, primera santa de Colombia y Madre Lupita de México
VATICANO, 12 May. 13 / 09:52 am (ACI/EWTN Noticias).-
Esta mañana el Papa Francisco presidió la Misa por la canonización de
los 813 mártires de Otranto, de la Madre Laura Montoya, la primera santa de
Colombia, y la Madre María
Guadalupe García Zavala, Madre Lupita, de México.
En su homilía, frente
a la multitud de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre señaló que hoy
“nos reunimos con alegría para celebrar una fiesta de la santidad. Damos
gracias a Dios que ha hecho resplandecer su gloria, la gloria del Amor, en los
Mártires de Otranto, la
Madre Laura Montoya y la Madre María Guadalupe
García Zavala”.
“Saludo a todos los
que han venido a esta fiesta – de Italia, de Colombia, de México y de otros
países – y les doy las gracias”.
El Papa pidió que
“miremos a los nuevos santos a la luz de la palabra de Dios que hemos
proclamado. Una palabra que nos invita a la fidelidad a Cristo, incluso hasta
el martirio; nos ha llamado a la urgencia y la hermosura de llevar a Cristo y
su Evangelio a todos; y nos ha hablado del testimonio de la caridad, sin el
cual, incluso el martirio y la misión, pierden su sabor cristiano”.
Francisco indicó que
“hoy la Iglesia
propone a nuestra veneración una multitud de mártires, que juntos fueron
llamados al supremo testimonio del Evangelio, en 1480”.
“Casi 800 personas,
supervivientes del asedio y de la invasión de Otranto, fueron decapitadas en
las afueras de la ciudad. No quisieron renegar de la propia fe y murieron
confesando a Cristo resucitado. ¿Dónde encontraron la fuerza para permanecer
fieles? Precisamente en la fe, que nos hace ver más allá de los límites de
nuestra mirada humana, más allá de la vida terrena, hace que contemplemos ‘los
cielos abiertos’ – como dice san Esteban – y a Cristo vivo a la derecha del
Padre”.
El Papa exhortó a que
“conservemos la fe que hemos recibido y que es nuestro verdadero tesoro,
renovemos nuestra fidelidad al Señor, incluso en medio de los obstáculos y las
incomprensiones”.
“Dios no dejará que
nos falten las fuerzas ni la serenidad. Mientras veneramos a los Mártires de
Otranto, pidamos a Dios que sostenga a tantos cristianos que, precisamente en
estos tiempos y en tantas partes del mundo, ahora, todavía sufren violencia, y
les dé el valor para ser fieles y para responder al mal con el bien”.
Al referirse a la
primera santa colombiana, el Papa señaló que “Santa Laura Montoya fue
instrumento de evangelización primero como maestra y después como madre
espiritual de los indígenas, a los que infundió esperanza, acogiéndolos con ese
amor aprendido de Dios, y llevándolos a Él con una eficaz pedagogía que
respetaba su cultura y no se contraponía a ella”.
“En su obra de
evangelización Madre Laura se hizo verdaderamente toda a todos, según la
expresión de San Pablo. También hoy sus hijas espirituales viven y llevan el
Evangelio a los lugares más recónditos y necesitados, como una especie de
vanguardia de la Iglesia ”.
Francisco subrayó que
“esta primera santa nacida en la hermosa tierra colombiana nos enseña a ser
generosos con Dios, a no vivir la fe solitariamente - como si fuera posible
vivir la fe aisladamente -, sino a comunicarla, a irradiar la alegría del Evangelio
con la palabra y el testimonio de vida allá donde nos encontremos”.
“La fidelidad hasta
la muerte de los mártires, la proclamación del Evangelio a todos se enraízan,
tienen su raíz, en el amor de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones
por el Espíritu Santo, y en el testimonio que hemos de dar de este amor en
nuestra vida. Santa Guadalupe García Zavala lo sabía bien”.
La santa mexicana,
señaló el Papa, “renunciando a una vida cómoda – cuánto daño hace una vida
cómoda, el bienestar, el aburguesamiento del corazón nos paraliza – y ella
renunciando a una vida cómoda para seguir la llamada de Jesús, enseñaba a amar
la pobreza, para poder amar más a los pobres y los enfermos”.
“Madre Lupita se
arrodillaba en el suelo del hospital ante los enfermos, ante los abandonados
para servirles con ternura y compasión. Y esto se llama tocarla carne de
Cristo”.
El Santo Padre señaló
que “los pobres, los abandonados, los enfermos, los marginados son la carne de
Cristo. Y Madre Lupita tocaba la carne de Cristo y nos enseñaba esta conducta
de no avergonzarnos, no tener miedo, no tener repugnancia de tocar la carne de
Cristo. Madre Lupita había entendido que significa esto de ‘tocar la carne de Cristo’”.
“También hoy sus
hijas espirituales buscan reflejar el amor de Dios en las obras de caridad, sin
ahorrar sacrificios y afrontando con mansedumbre, con constancia apostólica
(hypomon?), soportando, y con valentía cualquier obstáculo”.
El Papa señaló que
“esta nueva santa mexicana nos invita a amar como Jesús nos ha amado, y esto
conlleva no encerrarse en uno mismo, en los propios problemas, en las propias
ideas, en los propios intereses, en ese pequeño mundito que nos hace tanto
daño, sino salir e ir al encuentro de quien tiene necesidad de atención,
compresión y ayuda, para llevarle la cálida cercanía del amor de Dios, a través
de gestos concretos de delicadeza, de afecto sincero y de amor”.
“La fidelidad a
Jesucristo y a su Evangelio, para anunciarlo con la palabra y con la vida,
dando testimonio del amor de Dios con nuestro amor, con nuestra caridad hacia
todos: son ejemplos luminosos de enseñanzas que nos ofrecen los santos que
hemos proclamado hoy, pero que también cuestionan nuestra vida de cristianos:
¿Cómo es mi fidelidad al Señor?”.
El Papa exhortó a los
fieles a llevar “con nosotros esta pregunta, para pensarla durante la jornada:
¿Cómo soy fiel a Cristo? ¿Soy capaz de ‘hacer ver’ mi fe con respeto, pero
también con valentía? ¿Estoy atento a los otros? ¿Percibo quién padece
necesidad? ¿Veo a los demás como hermanos y hermanas que debo amar?”.
“Pidamos, por
intercesión de la
Bienaventurada Virgen María y de los nuevos santos, que el
Señor colme nuestra vida con la alegría de su amor. Así sea”, concluyó.
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