ha pasado por
nuestra casa gracias a Santa Rita
Constanza
Signorelli
Brújula cotidiana,
21-05-2022
Santa Rita es sin
duda una de las santas más conocidas. Su historia llena de milagros y
manifestaciones extraordinarias de lo divino es la razón por la que el mundo la
define como defensora de las causas imposibles: y es que la santa ha realizado
curaciones, conversiones y milagros de todo tipo.
Sin embargo, hay
un aspecto de santa Rita que es menos conocido y que nos habla de una santa muy
humilde, completamente escondida en Jesús, que ayuda a la gente a vivir lo
cotidiano, a soportar las penas de la vida y a tener paciencia en situaciones en
las que sería fácil perderla. Y, sobre todo, a permanecer alegres y confiar en
la voluntad de Dios siempre, en cualquier circunstancia de la vida.
En resumen, se
puede decir que tanto cuando realiza grandes milagros como cuando acompaña
silenciosamente a sus protegidos en la vida cotidiana, santa Rita tiene una
única misión: llevar a los hombres a Dios y a Dios a los hombres.
Esto es lo que le
ha ocurrido a Giusy, madre, esposa y devota de santa Rita, que visitaba con
frecuencia su Santuario en Milán y que cuenta: “Mi familia y yo hemos sido
testigos de una gracia muy grande y desde ese día podemos decir: ¡Dios ha
pasado por nuestra casa!”.
Giusy,
cuéntenos...
Permítame decir
que estoy casada con Carlo y juntos tenemos una niña de doce años, y fue a
través de mi marido que la Gracia ha tocado nuestra familia.
Empecemos por el
principio... ¿qué sucedió?
En el 2017 todo
parecía ir bien hasta que un día mi marido empezó a tener algunos síntomas de
gripe. Cosas menores: algunos estornudos y un leve dolor de cabeza. Sin
embardo, una noche empeoró rápidamente sin ninguna explicación aparente. Carlo
siente un dolor insoportable en la clavícula, no podía hablar, y me hizo un
gesto para que lo llevase al hospital. Era el 12 de noviembre de 2017, una
fecha que ya no podemos olvidar.
¿Por qué?
En pocas horas a
mi marido le diagnosticaron simultáneamente pericarditis, miocarditis,
infección hepática y renal, infección de la vesícula biliar y una pleuritis
grave. Me dijeron que, si no se moría por la infección, se habría ahogado en el
mismo líquido que su cuerpo producía y derramaba en los órganos para “apagar”
la infección.
Disculpe, ¿su
marido tenía Covid?
En realidad, el
diagnóstico inicial fue un simple virus de la gripe, también porque el Covid
estaba muy lejos. Pero en retrospectiva creemos que mi marido fue el paciente 0
de Covid en Italia. Más tarde nos dijeron que sólo cinco personas habían estado
en su trágica situación y que de estas cinco sólo él había sobrevivido.
¿Qué pasó después?
Los médicos le
hicieron de todo, incluso le “exprimieron” manualmente los riñones y el hígado,
además de una práctica muy dolorosa llamada toracocentesis para drenar el
líquido de los pulmones que lo estaba asfixiando literalmente. A pesar de todo,
nada parecía surtir efecto en él, y los médicos no podían explicar por qué. A
pesar de estar siendo bombardeado con dosis masivas de antibióticos la
infección no daba señales de remitir.
Hasta aquí el lado
clínico de la historia, pero ¿cómo reaccionó usted, Giusy, ante el hecho de que
su marido fuera a morir en cualquier momento?
De repente me
sentí catapultada al infierno, en pocas horas mi marido quedó suspendido entre
la vida y la muerte y permaneció allí no uno o dos días, ¡sino más de tres
meses! Comencé a aferrarme a mi fe con todas mis fuerzas: le rogué a Dios que
lo dejara vivir, recé hasta el cansancio. Pedí oraciones a todo el mundo,
supliqué a todas las personas que conocía, incluso a las que no conocía, que
rezaran para que mi marido se salvara y viviera.
¿Cómo entró en
juego santa Rita?
El tiempo que no
pasaba en el hospital o en el trabajo lo pasaba en la iglesia, en el Santuario
de santa Rita en Milán. Rezaba día y noche. Santa Rita era una santa totalmente
discreta y humilde conmigo, no se atribuía ningún mérito, pero su intercesión
ante Dios ha sido muy poderosa.
¿Puede darnos un
ejemplo?
Aunque estaba
destrozada por el dolor, empecé a darme cuenta de que no estaba desesperada, al
contrario, había una fuerza y una esperanza dentro de mí que ni siquiera yo
podía explicar, en el dolor era feliz. Mi forma de rezar también cambió por
completo y en lugar de maldecir la dolorosa situación que me había ocurrido, me
encontré bendiciendo a Dios y agradeciéndole su infinita bondad. Incluso me
encontraba riendo con los médicos y las enfermeras para calmar la situación. Lo
hacía especialmente por mi hija.
¿Cómo reaccionó su
hija?
Nuestra hija sólo
tenía 8 años y estaba claramente aterrorizada ante la idea de perder a su
padre. Pero ella también recibió gracias del Cielo.
¿Como por ejemplo?
A veces ocurría
que mi marido tenía un ataque al corazón u otras complicaciones por las que
veíamos la muerte de frente, así que no me separaba de su cama hasta la noche.
En la oscuridad, recibía una llamada telefónica de alguna madre a la que quizá
sólo conocía de vista para decirme que la pequeña estaba con ellos y que no
tenía que preocuparme por nada porque se quedaría a dormir. Al día siguiente la
encontraba lavada y cambiada en el colegio. Recibí ayuda de todas partes, se
creó una cadena de solidaridad inimaginable a mi alrededor, realmente vi con
mis propios ojos de lo que es capaz la Providencia. Me emociono hasta las
lágrimas cada vez que lo pienso.
¿Y su marido?
Créame cuando le
digo que el primero que me dejó sin palabras fue mi propio marido. Estaba
completamente confiado y en paz: cuando recuperó las fuerzas para comunicarse
me reconoció que, incluso en los momentos de mayor oscuridad, no rezaba por sí
mismo, sino que rezaba por su familia: “Señor, lo acepto todo”, decía, “sólo te
pido por mi mujer y, sobre todo, por mi hija, que es pequeña y puede que aún
necesite a su padre durante algunos años”.
Y cuando yo, presa de alguna crisis emocional, le decía: “¿Pero por qué
te pasa esto a ti?”, él siempre respondía: “¿Y quién soy yo? ¿Por qué no yo?”.
Fue él quien me dio la fuerza. Y le aseguro que mi marido nunca ha sido de los
que van a misa diaria y llevan el Rosario en la mano... ¡Dígame usted si esto
no es un verdadero milagro!
Pero no fue el
único... ¿verdad?
Después de casi
cuatro meses y varios hospitales visitados, un día, mientras rezaba en el santuario
de santa Rita, tuve una iluminación: decidí cambiar a mi marido de hospital a
pesar de la opinión contraria de todos.
Médicos, enfermeras, familiares, amigos... Todos me decían que era
demasiado arriesgado e incluso inútil en esa situación.
¿Y qué hizo?
Cambiamos de
hospital e incluso entonces la mano de Dios obró con infinita misericordia. Nos
recibió una doctora que era realmente una mujer enviada del cielo: se tomó muy
en serio el caso de mi marido y trató de hacer lo imposible. Lo examinó e inmediatamente
decidió suspender toda la medicación que Carlo estaba tomando. Entonces empezó
un nuevo tratamiento desde cero, sabiendo perfectamente que en su estado podía
morir en cualquier momento. De forma increíble e imprevisible el tratamiento
surtió efecto y en un mes aproximadamente mi marido salió del hospital. Pero si
realmente quiere saber la verdad... ningún médico puede explicar cómo Carlo
pudo recuperarse y cómo puede seguir viviendo con las secuelas que tuvo,
especialmente en el corazón. Un día, un
médico vio su historial clínico y le dijo: “¿Ustedes creen en Dios? Si no
creen, deberían empezar a hacerlo porque si Carlo está vivo es sólo gracias a
Él”.
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