para afrontar la
crisis de confusión y división de la Iglesia
Edward Pentin / National Catholic Register-
INFOVATICANA 12 Agosto, 2017
En un discurso amplio y oportuno, el Cardenal Raymond
Burke ha querido explicar la esencia de la profunda crisis espiritual a la que
se enfrentan la Iglesia y el mundo, ofreciendo sugerencias pastorales que
animen a los fieles a enfrentarse a ella.
Durante su discurso en el Encuentro Church Teaches
Forum que se ha llevado a cabo en Louisville, Kentucky, el 22 de julio pasado,
el cardenal patrón de la Orden de Malta declaró que “nunca había sido tan
necesaria” la “firme enseñanza” de la Iglesia visto “los preocupantes tiempos
en los que viven el mundo y la Iglesia”.
El cardenal afirmó que el amplio ataque a la vida
humana inocente e indefensa está llevando a una violencia “sin precedentes” en
la vida familiar y en la sociedad.
También mencionó otros flagelos: la ideología de
género, la negación de la libertad religiosa y la objeción de conciencia, el
materialismo ateo y el relativismo. Todos ellos han llevado a “un miedo
legítimo a una confrontación global que puede significar sólo la destrucción y
la muerte de muchos”, ha afirmado.
“Claramente, si la situación actual del mundo continúa
puede llevar a la aniquilación total”, ha añadido.
Sin embargo, “de una manera diabólica, la confusión y
el error” surgidos de los estragos de la secularización, sobre todo en Occidente,
“han penetrado también en la Iglesia”, ha dicho.
El cardenal Burke, uno de los mayores expertos en
Derecho Canónico de la Iglesia, lamentó que la Iglesia “se está acercando a una
cultura” sin “saber cuál es su propia identidad y misión” o sin tener “la
claridad y la valentía de anunciar el Evangelio de la Vida y el Divino Amor a
una cultura radicalmente secularizada”.
Como ejemplo, citó las recientes declaraciones del
presidente de la Conferencia Episcopal alemana, el cardenal Reinhard Marx, el
cual afirmó que la legalización del “matrimonio” entre personas del mismo sexo
no era una cuestión que preocupara mucho a la Iglesia; lo era la intolerancia
demostrada hacia quienes sufren atracción hacia el mismo sexo. El cardenal
Burke recordó a su audiencia que el enfoque correcto es distinguir entre el
amor por la persona y el odio que los católicos “siempre deben sentir por los
actos pecaminosos”.
Puso como ejemplo la vida de otro prelado alemán, el
recientemente fallecido cardenal Joachim Meisner, “cada vez más confundido y
asombrado” por la enseñanza de la Iglesia dentro de la propia Iglesia, pero que
a pesar de todo permaneció “sereno” y determinado a “seguir la lucha por
Cristo”.
El cardenal Burke observó que “por lo que sea, muchos
pastores permanecen callados” acerca de la crisis actual, o “han abandonado la
claridad” de la enseñanza de la Iglesia y abrazan “la confusión y el error que,
de manera equivocada, piensan que pueden ser la solución más efectiva para el
colapso total de la cultura cristiana”.
Recordó a un joven sacerdote que, recientemente, le
preguntó por qué, dada la “naturaleza posiblemente apocalíptica” que viven
actualmente la Iglesia y el mundo, y la necesidad de enseñar la verdad de la
fe, había por parte de la jerarquía “una tal falta de claridad y valentía”.
El cardenal Burke dijo que podía atribuirse a la
“cultura materialista y relativista” que domina la vida moderna y que “fomenta
la confusión y la división en la Iglesia”. El cardenal también dijo que le
preocupa que los medios de comunicación seculares ya no ataquen a la Iglesia
como solían hacer, porque esto significa que la Iglesia está “fracasando
estrepitosamente en su tarea de ser testimonio claro y valiente de la salvación
para el mundo”.
También advirtió sobre un gobierno de la Iglesia
“según el mundo”, en el que los que defienden lo que la Iglesia siempre ha
enseñado son tildados de “rígidos fundamentalistas” que entorpecen el enfoque
pastoral deseado por el Papa Francisco. Comentó el “triste espectáculo” de ver
a los miembros de la jerarquía “acusándose públicamente de mantener una agenda
política y mundana, tal como hacen los políticos cuando se atacan entre ellos
para llevar adelante una agenda política”. Aunque no se refirió directamente a
ellos, el cardenal ha pagado las consecuencias de estos ataques, de los que ha
sido víctima y que procedían de uno de los colaboradores más cercanos del Papa
Francisco.
Llamó la atención sobre la falsa percepción del
papado, que no debe ser retratado como deteniendo el “poder absoluto” e
informando que el ministerio de San Pedro “no tiene nada que ver con la
revolución” —como dicen algunos de los más fervientes partidarios de Francisco—,
término que es, sobre todo, “político y mundano”. Les recordó a los presentes
que la plenitud del poder y ejercicio del ministerio del Papa es,
“precisamente, protegerle del tipo de pensamiento mundano y relativista que
lleva a la confusión y la división”.
Recordando las palabras del Catecismo [n. 552] que
afirman que la misión del Papa es custodiar la fe “ante todo desfallecimiento y
de confirmar en ella a sus hermanos”, dijo que es “absurdo” pensar que el Papa
Francisco puede enseñar algo distinto a lo que enseñaron sus predecesores. E
insistió que no todas las palabras del Papa Francisco son enseñanza o
magisterio pontificio.
Desarrollando esta cuestión, el cardenal Burke subrayó
que en la Edad Media, la Iglesia hablaba de “dos cuerpos del Papa: el cuerpo
del hombre y el cuerpo del Vicario de Cristo”. Cuando el Papa habla de manera
informal y coloquial, como hace Francisco a menudo, por ejemplo, en el avión
papal o en las homilías matutinas, es el “primer cuerpo” del hombre que es Papa
el que habla, afirmó el cardenal. Hacer esta distinción “no es en absoluto
irrespetuoso del Ministerio Petrino”, ni hace que uno sea enemigo del Papa
Francisco. Por el contrario, dijo, si no hacemos esta distinción, “fácilmente
perderemos el respeto” por el papado si creemos que tenemos que estar de
acuerdo con todas sus opiniones personales. Un enfoque como éste constituye una
“idolatría del papado”, afirmó.
También recordó como Papas anteriores habían tenido
mucho cuidado con las palabras que utilizaban. El Beato Papa Pablo VI, dijo,
“nunca hubiera permitido la publicación de una de sus homilías sin haber
revisado detalladamente el texto impreso”; una vez le dijo a un joven prelado:
“Soy Vicario de Cristo en la tierra y tengo una responsabilidad muy seria, por
lo que ninguna de mis palabras puede ser interpretada de manera contraria a la
enseñanza de la Iglesia”.
Cualquier declaración del Papa, dijo el cardenal
Burke, debe ser comprendida “dentro del contexto de la enseñanza y la práctica
fiel de la Iglesia” para que no cause confusión y división, que serían causa de
“gran daño” a las almas y la evangelización. Recordó las palabras de San Pablo
en Gálatas 1, 8: “Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os
anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!”.
Citando las recientes y asombrosas palabras del
superior general de los jesuitas que declaró que no podemos saber exactamente
qué dijo Cristo porque sus palabras no fueron grabadas, el cardenal Burke
observó una “apostasía generalizada” que no ha sido corregida en la Iglesia y
sobre la que advirtió la Virgen de Fátima. El triunfo del Corazón Inmaculado
nos enseña “la correcta relación con Dios y con los otros”, dijo, y recordó la
parábola de la oveja perdida: el pastor “no la abandona en su condición, sino
que la carga sobre sus hombros para devolverla al grey”.
El cardenal Burke acabó su discurso con una reflexión
acerca de lo que se puede hacer en estos “tiempos dificilísimos” que “en
verdad, parecen apocalípticos”.
Insistiendo que la enseñanza de Cristo no cambia,
enumeró diez maneras para enfrentarse y tratar con la crisis:
1- Estudiar el Catecismo en profundidad y prepararse
para defender la enseñanza de la Iglesia;
2- Recordar la “gran cantidad de signos edificantes”
de fidelidad a Cristo de “muchos sacerdotes y obispos que se mantienen firmes
en su fe”;
3- Al recurrir a la Santísima Virgen María, imitar la
unidad de su corazón con Jesús;
4- Invocar con frecuencia, “a lo largo del día”, la
intercesión de San Miguel Arcángel pues “definitivamente, el diablo está
implicado en esta difusión de la confusión, la división y el error dentro de la
Iglesia”;
5- Rezar cada día a San José para que proteja a la
Iglesia de “la confusión y la división, que son siempre obra de Satanás”;
6- Rezar a los grandes Papas Santos que guiaron a la
Iglesia en tiempos difíciles;
7- Rezar por los cardenales de la Iglesia, para que
reciban “especial claridad y valentía”;
8- Permanecer serenos, conscientes de que nuestra
confianza está puesta en Cristo, que las “puertas del infierno” no prevalecerán
contra la Iglesia, y evitando “la desesperación del mundo” expresada de
“maneras agresivas y no caritativas”.
9- Estar dispuestos a aceptar ser “ridiculizados, no
comprendidos, perseguidos, exiliados e incluso asesinados” por permanecer
fieles a Cristo en la Iglesia, siguiendo el ejemplo de San Atanasio y otros
grandes santos.
10- Salvaguardar el amor por el Papa Francisco rezando
fervientemente por él y pidiendo a San Pedro que interceda por él.
El cardenal Burke advirtió que el cisma es “el modo de
pensar del mundo”, un modo que “siempre y en todo lugar es erróneo”.
Concluyó su discurso diciendo que, a pesar de que tal
vez estemos en el final de los tiempos, “no debemos preocuparnos”, sino que
debemos “permanecer fieles, generosos y valientes” al servicio de Cristo,
sabiendo que Su victoria está ya escrita.
Con la ayuda de la Santísima Virgen, dijo,
“escribiremos con Cristo los capítulos intermedios con nuestra fidelidad,
valentía y generosidad como compañeros de trabajo, como verdaderos soldados de
Cristo”.
“Debemos ser los siervos buenos y fieles que están
esperando abrir la puerta al Señor en su venida”.
(Artículo
publicado originalmente en National Catholic Register. Traducción de Helena
Faccia Serrano para InfoVaticana)
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