jueves, 21 de febrero de 2013

Declaración




Una oportunidad perdida. Recomencemos el 26 de febrero



en vista a las elecciones políticas italianas del 24 y 25 de febrero de 2013



+ S.E. Mons. Giampaolo Crepaldi

Presidente Osservatorio Internazionale Cardinale Van Thuân


Ante el compromiso cívico, moral e incluso religioso de participar en la votación electoral de las próximas elecciones del 24 y 25 de febrero de 2013, muchos católicos tienen sentimientos de confusión y desaliento. Como nunca antes, en estas elecciones el elector católico, consciente de lo que está en juego y con el deseo de aplicar las enseñanzas de la Iglesia, se encuentra perdido ante un escenario político que no le satisface, y en el que los principios fundamentales en los que él cree pueden perderse. El desaliento es un sentimiento humano que en ciertas situaciones es comprensible, pero que debe ser superado por la fe, la esperanza y la caridad cristianas. Queremos hacer aquí algunas observaciones y tomar nota de las razones profundas de este malestar, y así encontrar una forma de recomenzar desde el 26 de febrero próximo.

Con el inicio del gobierno provisional encabezado por Mario Monti, en noviembre de 2011 pudo comenzar objetivamente un periodo de asentamiento político. Fue un buen momento para comenzar un trabajo de esclarecimiento doctrinal y de reorganización práctica en el mundo católico, con el fin de hacer frente a la siguiente elección de fin de legislatura con una visión práctica y no desorientada.

La urgencia de este camino se hizo evidente por dos grandes dinámicas. Por un lado, la agudización de la crisis financiera y económica, que dio origen al gobierno de Monti y la inusual práctica institucional que lo había constituido, lo que requería de parte de la cultura católica la convicción en la Doctrina Social de la Iglesia como un esfuerzo original de reflexión. Por otro lado, la clara percepción, apoyada en importantes pronunciamientos del Magisterio, que el origen de la crisis es antropológico, y se hacía necesario insistir en la centralidad de los principios no negociables. A nivel cultural fue una ocasión muy oportuna para conseguir una propuesta cultural orgánica centrada en los principios no negociables, y demostrar también su capacidad de iluminar aspectos de política económica y social necesarios para hacer frente al grave peligro de la recesión y el desempleo.

Esto, desafortunadamente, no se ha realizado, y esta carencia es la fuente de la confusión y la decepción de muchos católicos.

Tenemos que preguntarnos si faltó la guía del Magisterio y el pensamiento necesario, si han faltado oportunidades o si ha faltado la voluntad. Hay que reconocer que en ocasiones no se han presentado las orientaciones magisteriales. Las oportunidades se han desperdiciado en tácticas limitadas.

Con la convocatoria de Todi 1 (17 octubre 2011) se inició, tal vez no de la mejor manera, pero se inició un proceso de reflexión, que luego siguió Todi 2 (21-22 de octubre de 2012) y, finalmente, terminó lamentablemente con la cancelación del planeado Todi 3. Las ocasiones, como se puede ver, sí se han producido.

En cuanto al Magisterio, además del gran patrimonio del más reciente magisterio pontificio, en este difícil periodo no han faltado las orientaciones precisas del Cardenal Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Sólo para Todi 1 pronunció un discurso formidable que, incluso él solo, podría haber sido la base de inicio para un camino común de esclarecimiento ante las elecciones del final de la legislatura. Entre otras cosas, el cardenal Bagnasco dijo que el bien común no es una gran cantidad de valores y principios sin un orden intrínseco. Hay unos que son de primordial importancia, y que sirven para dar luz a todos los demás por su carácter medular. Estos principios son los llamados "principios no negociables". Debemos reconocer que este importante discurso del cardenal no se ha tomado como punto de partida y de referencia para el trabajo posterior y las mismas conclusiones de Todi 1 se centraron en los problemas políticos del momento, sobre todo en la transición hacia el nuevo gobierno provisional. Un trabajo más profundo se realizó en Todi 2 el cual está expresado en la declaración "Una buena política para regresar al crecimiento" que tuvo adhesiones importantes. 

Pero en Todi 2 el panorama se vio comprometido debido a que ya eran evidentes los resultados de límites que emergieron con mayor fuerza a medida que la situación política se reducía a las elecciones. Los llamados principios no negociables no fueron considerados como "principios", sino como "valores" y se colocaron luego en una cesta al mismo nivel que los demás valores políticos. De esta manera, ellos perdieron su capacidad de iluminar todo el proyecto político y, sobre todo, perdieron su valor de discriminar y señalar al compromiso político que podría llamarse católico y al que no, se redujeron a valores que podrían estar o no estar allí y que podrían combinarse o intercambiarse con otros valores. No estando claro el marco teórico, las tensiones políticas se hicieron más ásperas, e incluso el panorama de adhesiones a la propuesta de Todi comenzó a quebrarse ante la proximidad de Todi 3.

Las orientaciones magisteriales no han faltado en esta etapa que va desde el juramento del gobierno de Monti hasta el fin de la legislatura, incluso en la más reciente fase preelectoral se ha demostrado el alto valor del discurso del cardenal Bagnasco al Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Italiana del 28 de enero 2013. Aquí el Cardenal no sólo reitera la doctrina de los principios no negociables, sino que también ofrece una articulación ético-política muy útil para aclarar la urgencia del momento. Sin embargo, la lectura de este discurso no puede dejar de hacer notar su distanciamiento con la práctica concreta de muchos políticos católicos que estuvieron alineados políticamente de manera muy diferente a las orientaciones del cardenal Bagnasco.

Hemos visto una amplia gama de comportamientos sorprendentes: quien fue candidato en un partido que contenía en su programa planteamientos que sin duda atentaban contra la ley moral natural y la propia salvaguarda de la identidad de la persona; quien ha utilizado los encuentros de Todi para forjarse una posición política personal; quién de inmediato ha abandonado los principios no negociables tan pronto ha visto la posibilidad de unirse a un grupo donde estaban presentes también fuerzas laicas o laicistas con las que era necesario aliarse; quién ha iniciado una lucha contra otros católicos presentes en su propio partido; quién ha utilizado la pertenencia a movimientos eclesiales para lanzarse a la política dentro de agrupaciones que habrían llevado adelante propuestas contrarias a la inspiración original del movimiento eclesial. Esto ha ocasionado un panorama confuso y decepcionante.

En el plano teórico hubo quien dijo que los principios no negociables son importantes pero no urgentes, quien dijo que no deberían estar presentes en un programa de gobierno, pero deben ser abordados en el Parlamento, quien negó que exista una "doctrina" de los principios no negociables, quien ha puesto en duda que exista una lista detallada de estos principios, quien pasó a llamarlos "valores", quién ha añadido, a los enumerados por Benedicto XVI, otros de su propio cuño, quien ha sostenido que estos principios limitan la autonomía de los laicos en la política y entonces serían incluso contrarios al Vaticano II, quién ha dicho que no respetan la laicidad de la política, quien ha dicho que no existen principios no negociables porque el anuncio cristiano ha de hacerse siempre dentro de un contexto, quien ha dicho que a lo sumo éstos sirven para una convergencia de los católicos en el Parlamento pero no son significativos para la elección de la afiliación a un partido; y así sucesivamente.

También repercutieron sobre esta situación, los habituales grandes temas teológicos que dividen desde hace tiempo al mundo católico, aunque el magisterio pontificio ya los ha explicado, pero cuyas aclaraciones enfrentan dificultades para penetrar en el cuerpo eclesial a causa de una sorda oposición. Los instrumentos de información católica, como por ejemplo el Settimanali diocesani, a menudo han dado voz a todas las posiciones, pero otros se han abstenido de esta tarea y se han limitado a subrayar el deber del voto o ha pedir "diálogo, cordialidad y sobriedad" y de este modo han reforzado la desorientación de los fieles.

En estos últimos meses numerosos Estados se han dirigido decididamente por el camino de leyes trágicamente lesivas a la dignidad de la persona, del matrimonio y la familia. El reconocimiento jurídico del "matrimonio homosexual" es un hecho perjudicial porque abre la posibilidad de tener hijos, no sólo mediante la adopción, sino sobre todo mediante la inseminación artificial. Aquellos que aprovecharán estas leyes serán una minoría pero el cambio cultural será arrollador: se corre el riesgo de perder el sentido de la paternidad y la maternidad y de considerar a los hijos como un hecho técnico que abre el camino a formas de violencia sin precedentes. Pues bien, mientras esta avalancha abrumadora golpea la naturaleza humana, los católicos italianos están divididos en tácticas de pequeño cabotaje, han dejado de lado las orientaciones del magisterio, no han sabido identificar la verdadera emergencia y han ideado los sofismas más sutiles.

Existe la posibilidad real de que en el próximo Parlamento los católicos sean pocos y divididos, y que haga falta un núcleo, aunque sea pequeño, que pueda ser el punto de referencia reconocible para la defensa de los principios relacionados con la naturaleza humana. También existe la posibilidad real de que en pocos meses, en la próxima legislatura, sean aprobadas a bombardeo leyes que traigan a Italia la devastada situación de Inglaterra o de Francia: que el límite de los tres embriones previsto por la Ley 40 se rompa, que sea posible divorciarse con un mail; que la píldora abortiva RU486 se ponga en manos de las niñas como si fueran aspirinas; que un niño pueda tener 6 padres, que sea posible la maternidad de alquiler, que el juez decida confiar un bebé a dos homosexuales, y así sucesivamente.

Ante este panorama probable, qué difícil es no hablar de las graves deficiencias de los católicos italianos en esta última etapa de la vida política italiana.

Esta fase que debía ser de asentamiento en la política y debía favorecer la convergencia de los católicos fue desperdiciada. La desorientación y la decepción expresan la percepción generalizada de haber perdido esta oportunidad. No queda más que pensar en el 26 de febrero, el día después de las elecciones. Será preciso volver a comenzar a trabajar en un sentido muy distinto. Para ello será útil el análisis de este último período, para que así pueda surgir del 26 de febrero algo realmente nuevo. Nuestro Observatorio está dispuesto a colaborar con quien quiera unirse a nosotros en este esfuerzo.


Osservatorio Internazionale Cardinale Van Thuân, 21-2-13

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