viernes, 12 de octubre de 2012

Recuperar la memoria y la memorización




Lic. Mónica Moore


Del “efecto péndulo”, no se salva la catequesis: por querer superar una instrucción religiosa basada en la mera repetición de fórmulas dogmáticas, se pasó al desprecio por la memorización.

Cuando estudiamos otras asignaturas es inevitable la memorización de ciertos datos que, si bien deben antes ser razonados, por una cuestión de practicidad luego son mecánicamente memorizados (por ejemplo, las tablas de multiplicar). Para dar una buena lección de historia o geografía, no podemos eludir el recuerdo preciso de lugares, fechas, personas. Sin embargo, se llegó a pensar que la memorización en catequesis era algo obsoleto y que atentaba, incluso, contra su espíritu.

La memoria es una dimensión humana que no está ligada solamente a lo intelectual; redescubrir los ámbitos existenciales en los que interviene, nos permitirá apreciar su valor en la vida cristiana, y por lo tanto, en la catequesis. La memoria tiene que ver con nuestra identidad: las experiencias que atesoramos (las que vivimos o nos contaron), forman parte de lo que somos. Igualmente, nuestra identidad cristiana se va construyendo mediante el conocimiento vivo y experiencial de Jesús, de sus enseñanzas, de su presencia real en la comunidad.

La memoria va de la mano de aquellas instancias en que participamos activamente: cuando nos involucramos en un trabajo, en un esfuerzo de comprensión, en una búsqueda, aquello que hemos protagonizado queda más particularmente “grabado” en nuestra memoria. En la medida en que la catequesis sea una propuesta que apele a la participación, más podrá afianzar el proceso de maduración en la fe. Y esencialmente, la memoria tiene una fuerte carga afectiva: aquello que influye en el corazón (con gozo o dolor), deja una impronta imborrable; por eso, todo lo que aprendemos en un clima de cariño, aceptación y contención se internaliza con más facilidad. Si esta dimensión afectiva es decisiva en todo aprendizaje, en la catequesis adquiere una relevancia especial.

La consideración de la memoria desde una perspectiva más amplia, nos permite redescubrir la utilidad, pertinencia y necesidad de la memorización, no entendida ya como mero almacenamiento de datos sino como incorporación de conocimientos de importancia vital, “conquistados” en un proceso de experiencias reflexionadas e interiorizadas, activamente buscadas, vinculadas con el mundo de los afectos, que van constituyendo un “tesoro interior” que podemos llevar siempre con nosotros, degustar y profundizar.

Presupuesto este itinerario, algunas frases claves de las Escrituras (recordando el libro y al menos el capítulo en el que se encuentran), oraciones esenciales, las principales definiciones de fe, fórmulas sacramentales, ciertos términos específicos, jaculatorias, estribillos de canciones, son irremplazables a la hora de cultivar nuestra “memoria cristiana”. Hay que animarse a proponerlos, exigiendo su memorización, alentados por la Palabra misma de Dios: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte. Átalas a tu mano como un signo, y que estén como una marca sobre tu frente”. (Deut. 6, 5-8).

Lectura sugerida: DE VOS, Francisco: Pensar la Catequesis, Ed. Claretiana, Buenos Aires, 2001, 2º Ed., pág. 95-104.

Publicado por Encuentro | Publicado: 05/08/2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario