El cardenal Karlic,
miembro de la comisión redactora, cuenta algunos particulares
Por H. Sergio Mora
La iniciativa de
elaborar un catecismo universal partió del Sínodo de los Obispos de 1985,
convocado para celebrar los 20 años del Concilio Vaticano II. Los obispos le
manifestaron a Juan Pablo II su deseo y el papa inmediatamente hizo suya la
idea. ''El catecismo fue un fruto profético del Concilio Vaticano II'', afirma
el cardenal argentino Karlic, miembro de la comisión redactora.
En la obra
extraordinaria que es el catecismo se ha manifestado la naturaleza colegial del
Episcopado, se ha atestiguado la catolicidad de la Iglesia, con un contenido
que expresa la sinfonía de la fe. Vale decir que es un verdadero fruto
profético del Concilio Vaticano II. Lo dijo el cardenal argentino Estanislao
Esteban Karlic, 86 años, miembro de la comisión redactora, en entrevista
exclusiva a ZENIT, en la que manifestó algunos entretelones poco conocidos por
el gran público sobre la elaboración del Catecismo de la Iglesia Católica.
¿Cuál era el
catecismo universal anterior al actual?
--Cardenal Karlic. En
la historia de la Iglesia solamente hay un catecismo semejante, es el de san
Pío V, llamado Catecismo del Concilio de Trento o Catecismo de los Párrocos,
publicado en el siglo XVI, poco después de la invención de la imprenta. Fue un
ejemplo a seguir por su gran valor. El actual Catecismo de la Iglesia Católica
sin embargo tiene novedades que lo enriquecen no solamente en el
aprovechamiento del Magisterio Pontificio de los últimos tiempos, sino también
en la atención de los problemas contemporáneos. El Catecismo Tridentino y el de
la Iglesia Católica son los dos únicos en las historia que fueron aprobados por
un papa y destinados a toda la Iglesia.
¿Cómo nace esta idea
y por qué un nuevo catecismo?
--Card. Karlic: Los
obispos del sínodo que celebraba los 20 años del Concilio consideraban que era
necesario elaborar un compendio de toda la doctrina católica, sobre la fe y
moral, que sirviese como punto de referencia para los catecismos que se habrían
de redactar en las diversas regiones del mundo, para su mayor acercamiento a
las diversas culturas. Después de 500 años de haber publicado el anterior
catecismo universal, pareció oportuno tener una síntesis de la doctrina
apostólica que respondiera a las grandes cuestiones planteadas por la cultura
contemporánea sobre Dios, el hombre y el mundo. En tiempos del Concilio
Vaticano II se había planteado la pregunta sobre un nuevo catecismo, pero la
inquietud no prosperó. Con el sínodo de 1985, en cambio la iniciativa fue
considerada oportuna y el papa la asumió.
¿Cómo fueron los
primeros pasos en la elaboración del Catecismo?
--Card. Karlic: El
Santo Padre a principios de 1986 constituyó una comisión de doce cardenales y
obispos que debían conducir toda la obra y un comité de redacción de siete
miembros a quienes se unió el secretario de redacción. El presidente de ambas
comisiones era el entonces cardenal Ratzinger, quien conducía admirablemente
las reuniones. Siempre se buscó entre los participantes una representación de
la universalidad de la Iglesia.
¿Usted fue convocado
para la redacción del Catecismo?
--Card. Karlic: Fue
una gracia de Dios inmensa. Me incorporé al comité de redacción que ya estaba
formado en un segundo momento. Otro de los miembros que se incorporó fue el
secretario de redacción, el actual cardenal Schonborn, entonces profesor de
teología en Suiza. Cuando ingresamos ya existía un texto fundamental sobre el
cual debíamos trabajar. El trabajo naturalmente era distribuido a los subgrupos
para después entregarlo en las reuniones conjuntas. De esta manera se redactó
el texto que llegó a tener nueve versiones sucesivas.
¿Cómo se consultó a
toda la Iglesia?
--Card. Karlic: La
versión llamada "proyecto revisado", que se consideró válida para una
consulta universal, se envió a todas las diócesis del mundo debidamente
preparada para que las observaciones que se mandaran fueran bien aprovechadas.
Las respuestas fueron unas 25.000, un número extraordinario.
¿Y con las respuestas
cómo hicieron?
--Card. Karlic: Para
estudiar las respuestas tuvimos una larga reunión en los alrededores de Roma.
Las revisamos una por una, incluso las que llegaron después del término fijado.
Fue emocionante ver la manifestación de la unidad de la fe, de las diversas
partes de la Iglesia, en la aceptación fundamental del texto y de la pasión por
la verdad en la búsqueda de las expresiones que se juzgaban las más adecuadas
para manifestar el misterio cristiano revelado. Ese momento fue clave en el
proceso de redacción. Un trabajo tan delicado no se podía llevar adelante sin
la gracia del Señor, como decía con gozo sereno y profundo uno de los obispos
cercanos a nuestra tarea.
Entre las
observaciones ¿cuáles recuerda?
--Card. Karlic: Una
observación importante que se aceptó sin demora fue la de dar más relieve al
tratamiento de la oración. En el texto de la consulta se había propuesto que la
oración fuera el epílogo de todo el Catecismo. Las respuestas pedían que se le
otorgara más importancia y con la categoría de la cuarta parte, así como de
coronar todo el trabajo, como sucedía en el catecismo tridentino.
¿Usted vivía en Roma
durante los años de la redacción?
--Card. Karlic: No,
vivía en Paraná y allá trabajaba. Entonces no se usaban las computadoras.
Recuerdo una vez que hubo que copiar nueve veces un texto con el propósito de
mejorar su redacción. También la necesidad de hacer un viaje de Paraná a
Santiago de Chile para hacer llegar los escritos al cardenal Medina con quien
formábamos un subgrupo.
En Roma ¿Cómo se
procedía?
--Card. Karlic: Nos
reuníamos en el Vaticano. La Comisión de obispos y el Comité eran presididos
por el cardenal Ratzinger quien era el responsable ante el Santo Padre. Era muy
emocionante recibir al final de las reuniones en repetidas oportunidades al
santo padre. En una ocasión lo visitamos en Castel Gandolfo. Durante las
reuniones se creaba un clima de gravedad, de responsabilidad y de libertad. El
cardenal Ratzinger después de escuchar con interés todo lo que se decía, hacía
una síntesis clara y muy útil para los trabajos ulteriores.
¿En qué idioma se
escribía?
--Card. Karlic: Se
eligió el francés como idioma común para los intercambios y en los encuentros
aunque sin excluir el uso de otras lenguas. Y también en la redacción del
proyecto. Para la edición típica se eligió el latín que es un idioma muy apto
para expresar el misterio cristiano, modelada como latín eclesiástico en la
gran tradición del Magisterio, de los santos y de los teólogos. La traducción
al latín duró unos cinco años, si bien la presentación del Catecismo ya
terminado y aprobado por el santo padre se hizo antes de tener la traducción en
latín. Y fue entregado en la versión francesa, italiana y española en diciembre
de 1992 en Roma a los representantes de toda la Iglesia, como un nuevo signo de
catolicidad, en un acto solemne presidido por el mismo Juan Pablo II.
Se ha hablado de un
tsunami de secularización y del Vaticano II como una brújula
--Card. Karlic: El
Concilio tuvo consecuencias en la función pastoral, en los códigos de derecho
para la Iglesia en oriente y occidente, en la función sacerdotal, en los libros
litúrgicos y el orden profético lo tuvo en el Catecismo. Sin dudas como ya
dijimos el Catecismo fue un fruto profético del Concilio Vaticano II.
¿Algún particular que
recuerde?
--Card. Karlic:
Recuerdo la alegría del cardenal Ratzinger cuando se terminó de realizar el
mismo. En realidad la redacción del Catecismo fue también un ejercicio de
fidelidad al amor de Dios que nos amó primero.
ROMA, martes 23
octubre 2012 (ZENIT.org).-
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