Entrevista con Raniero
Cantalamessa:
Por Mariano De Vedia
Muchos católicos en
todo el mundo desearían alguna vez sentarse al lado del Papa y escucharlo. Sólo
uno, el sacerdote franciscano Raniero Cantalamessa tiene el privilegio inverso:
él mismo le da una charla al propio Benedicto XVI, quien lo escucha sentado a
su lado, rodeado de unos 70 cardenales y obispos de la Curia romana.
Desde 1980, cuando
Juan Pablo II lo nombró predicador de la Casa Pontificia ,
el padre Cantalamessa cumple esa función religiosamente cada viernes en las
semanas previas a la
Semana Santa y a Navidad. "Me esfuerzo por adecuarme a
los problemas que la Iglesia
está viviendo", contó el sacerdote a La Nacion , al explicar el variado mosaico de temas
que aborda ante el Pontífice. Así, ante tan selecto auditorio, se explaya en la
capilla Redemptoris Mater del Vaticano sobre temas teológicos y pastorales de
relevancia, como la divinidad de Cristo y los desafíos de la evangelización, y
sobre los arduos desafíos que el siglo XXI plantea a la Iglesia , como la pérdida
de la fe, el avance del relativismo, las transformaciones sociales y el
desconcierto de muchos cristianos. Incluso, la crisis interna de la Iglesia , salpicada por los
recientes escándalos en torno de las denuncias de abusos sexuales en el clero -el "aire sucio en la Iglesia ", según
palabras del Papa- fue objeto de sus reflexiones.
¿Qué es ser
predicador del Papa?
-Es un oficio
tradicional, otorgado a la
Orden Franciscana Capuchina desde el siglo XVIII. Consiste en
dar charlas al Papa, a sus colaboradores, cardenales y obispos de la Curia romana, unas 70
personas, en los períodos de Adviento y Cuaresma [las semanas previas a la Pascua y a la Navidad ]. Nunca un
predicador duró tanto. Yo tengo una explicación: el Papa se ha dado cuenta de
que es el lugar donde el padre Cantalamessa puede hacerle menos daño a la Iglesia.
- ¿Cómo recibe el
pontífice sus meditaciones?
-A pesar de todo su
trabajo, encuentra el tiempo necesario para ir a escuchar. Nunca falta. Es un
ejemplo de sumisión a la palabra de Dios.
¿Cómo selecciona los
temas? ¿Los conversa con él previamente?
-Tengo amplia
libertad. Me esfuerzo por adecuarme a los problemas que la Iglesia está viviendo. El
año último, por ejemplo, abordé el compromiso por la nueva evangelización. En
la historia de la Iglesia
hubo cuatro grandes momentos de esfuerzo misionero. En los primeros tres siglos
del cristianismo, los protagonistas fueron los obispos; en la reevangelización
de Europa, entre los siglos VI al X, el papel principal lo cumplieron los
monjes; en el siglo XVI, con el descubrimiento de América, se destacaron los
frailes. Y hoy, cuando el desafío es volver a evangelizar a un Occidente
secularizado, el papel lo tienen los laicos.
- ¿Por qué es importante
el papel de los laicos?
-Porque han tomado un
papel activo. Es un fruto del Concilio Vaticano II, que ha proclamado que los
laicos son sujetos activos y tienen carismas. Ahora están en la primera línea
de la evangelización, en la atención de los que no van a la Iglesia , aquellos a los
que los sacerdotes no podemos ya contactar. Jesús les dijo a los apóstoles que
sean pastores de hombres y pescadores. Hoy
los sacerdotes son más pastores que pescadores: pueden alimentar a los que ya
vienen a la Iglesia ,
pero no pueden ir a evangelizar a los que están lejos. Los laicos son,
precisamente, un medio para ir a los lugares de trabajo, a las familias, a las
distintas profesiones, y llevar el mensaje de Jesús donde el mundo vive.
El Papa convocó a celebrar
el año de la fe. ¿Hoy hay una crisis de fe en el mundo?
-Hay una crisis desde
el punto cuantitativo: los creyentes son hoy una minoría. Pero desde el punto
de vista cualitativo hay una aceleración de la fe, porque nunca hubo tal
cantidad de creyentes reales y decididos. Benedicto
XVI siempre dice que los cristianos serán una minoría motivada. Eso no
significa que nos resignamos a ser una elite, porque esa minoría siempre está
llamada a evangelizar, a promover el evangelio y muchos valores, como la
justicia. El evangelio es inseparable de la caridad. Jesús evangelizaba y
sanaba. Hoy la Iglesia
lleva adelante estos dos frentes: evangelización y lucha contra la pobreza. En
ciertos países de África, las instituciones de la Iglesia son las únicas que
hay en muchos kilómetros para atender las enfermedades de la gente.
- ¿Hoy ser cristiano
implica ir contra la corriente?
-Siempre ha sido así.
El Concilio Vaticano II renovó la actitud de diálogo con la modernidad y con el
mundo. Los cristianos tienen que sentirse miembros de una sociedad y
responsables de los bienes y los males de esa sociedad. Y saben que la cultura
va en una dirección dominada por el dinero. Tienen que ir contra la corriente.
En esa carrera por el dinero, la gente se vuelve siempre más triste. Por eso,
ir contra la corriente es una manera de ayudar a la sociedad, para que se dé
cuenta de que no tiene que ser esclava del dinero y del poder, que no tiene
ideales sociales.
- ¿El mensaje de la Iglesia perdió
credibilidad e influencia?
-En los últimos años,
los escándalos de la pedofilia han quitado a la Iglesia el prestigio del
que quizá gozaba en el pontificado de Juan Pablo II. Pero las cosas de la Iglesia no se pueden medir
solamente por lo que aparece en la superficie. Benedicto XVI no tiene miedo de
declarar que hay aire sucio en la Iglesia. Hay una toma de conciencia de la
debilidad de la Iglesia.
Es una manera de purificarla. Algo doloroso, pero muy útil y
propicio.
- ¿Qué fortalezas y
qué debilidades señalaría hoy en la
Iglesia ?
-La fuerza de la Iglesia es su fe. Las
debilidades somos nosotros. San Pablo ya lo decía: llevamos un tesoro en vasos
de barro. La división que permanece en los cristianos es un punto de debilidad
y por eso se debe promover el ecumenismo. La escasez del clero, la falta de
vocaciones, es otra debilidad. Hay escándalos dolorosísimos, pero muchos medios
de comunicación no ven en la
Iglesia más que esto. Hay pocos esfuerzos por ver el intenso
trabajo por los pobres, los marginados, en favor de la defensa de la vida.
- ¿Cómo enfrenta el
Papa estas situaciones de escándalo?
-Ha sido muy claro y
abierto en reconocer errores y pedir perdón. Y gritar contra la enormidad de
estos casos de abusos de los menores. Pero la Iglesia no es una fuerza
de policía, es una fuerza espiritual. La sociedad también propone un código de
comportamiento moral, pero hay personas que no lo cumplen.
- ¿Estas situaciones
le producen daño a una institución con 2000 años?
-La Iglesia es muy vasta, hay
de todo. La red saca del mar peces buenos y peces malos.
¿Se encuentran
todavía resistencias dentro de la
Iglesia a los avances del Concilio Vaticano II?
-Durante el Concilio
aparecieron dos líneas muy evidentes: los progresistas decían que era un gran
avance, una ruptura con el pasado. Para los tradicionalistas, era un drama, una
tragedia. La Iglesia
ha hablado de una novedad de la continuidad. El Concilio ha hecho una ruptura
respecto del pasado próximo en la
Iglesia , pero una continuidad respecto del pasado remoto. Hay
quienes ven en el Concilio una novedad muy tímida. Otros, al contrario. No hay
resistencias explícitas, salvo en los lefebvristas. Según una indicación del
cardenal Newman, muchas veces los concilios no se entienden sin un después.
¿Hoy es un tiempo
propicio para pensar en nuevas reformas en la Iglesia ?
-Hay puntos que el
Concilio Vaticano II no ha tocado. Se dieron pasos muy valientes y hubo cambios
dramáticos. Pero quedan problemas: el celibato obligatorio del clero se
discute, así como la colegialidad de los obispos, una mayor participación de
los episcopados en el gobierno de la Iglesia. Pero la Iglesia se mueve con un
ritmo distinto. No se puede dar un paso que determine profundas divisiones.
¿Se puede esperar que
en algún momento se aborden estos temas?
-Hay obispos que ya
tratan estos problemas. Al Papa no le parece el momento para decidir una cosa
tan relevante, como el celibato del clero. Pero se ha empezado, es la dinámica
que siempre han llevado adelante las reformas. Yo soy completamente abierto a
estos cambios, pero a veces recomiendo no ser impacientes: pareciera que
cambiar esto es la panacea, la medicina para todos. Y no es así. Hay problemas
hoy en el matrimonio, la familia. Se presenta de una manera tan complicada, tan
frágil. Puede ser una carga tremenda para un sacerdote, que debe cuidar a toda
la sociedad. La sabiduría de Dios guiará a la Iglesia.
- ¿Es posible que se
produzcan cambios en la
Iglesia respecto de la situación de los divorciados vueltos a
casar?
-La admisión a los
sacramentos de los divorciados vueltos a casar es un problema que se está
discutiendo. Se han dado pasos y, a pesar de que están excluidos de la Eucaristía , están
aceptados en la vida de la
Iglesia. Algunos obispos son más avanzados en esta línea. El
Espíritu llevará a la Iglesia
a una solución, a una praxis evangélica, pero también misericordiosa, abierta a
la comprensión del hombre. ¡Jesús era tan comprensible! Afirmaba los principios
del matrimonio (el hombre dejará su casa y se unirá a su mujer, el hombre no
puede desunir lo que Dios ha unido), pero es el único que perdona a la mujer
adúltera.
- ¿La Iglesia podría rever su
postura?
-Hoy la situación de
los divorciados no es una excepción. El divorcio es un fenómeno social tan
difundido, que no se puede dejar a toda esta gente excluida de la Iglesia. Se tiene que
encontrar una fórmula que pueda salvar los principios y aplicar el Evangelio de
una manera evangélica. Los divorciados tienen que sentirse plenamente hijos de
Dios. Lo que guía a la Iglesia
no es tanto defender un principio: es salvar el matrimonio, que está atacado
hoy en la sociedad. La Iglesia
defiende un bien, el bien de la familia, del matrimonio. Cómo conjugar esta
defensa con la misericordia será el desafío.
- ¿Hoy es más difícil
avanzar en el diálogo ecuménico?
-Algunos sitios
radicalizados en Internet dicen que los encuentros ecuménicos son creados por
el diablo. Existen estos grupos, pero lo mejor para aislarlos es que los más
responsables se reúnan y avancen hacia la unidad de los cristianos. Lo que
tenemos en común es mucho más importante que lo que nos separa. Ésta es la
línea para aislar a los grupos más radicales, que todavía existen.
- ¿Se vio afectado
Benedicto XVI por el reciente juicio del mayordomo y el escándalo por las
filtraciones en la Santa
Sede ?
-Está afectado y ha
sufrido mucho. Es algo que lo toca muy de cerca. Son cosas que en el momento
parecen lo más importante del mundo y después se ve que es una cuestión
secundaria. Hay muchas hipótesis. En el Vaticano, como en cada organización,
hay diferentes opiniones.
¿Se habla ya en el
Vaticano de cómo será la próxima sucesión del Papa?
-Usted conoce el
dicho: quien entra papa en el cónclave, sale cardenal; quien entra como
cardenal, sale papa. No hay posibilidad de prever qué pasará. Depende de tantas
cosas. No se habla de nadie en particular que pueda ser papabile . Hay muchos
nombres, pero no tienen mucho fundamento. De hecho, este papa Benedicto XVI
tiene una personalidad tan respetuosa con los demás, tan gentil y humilde, que
es impresionante. Dejará una impronta difícil de soslayar. Todos sus viajes
empiezan con una atmósfera tremenda, negativa, y al final se manifiestan sus
éxitos enormes. Así ocurrió, por ejemplo, en Inglaterra y recientemente en el
Líbano, donde fueron a escucharlo cristianos e islámicos. Tiene una
personalidad que no es agresiva, muy respetuosa.
La palabra como
estilo de vida
Sin estridencias, ni gestos
ampulosos, el hombre a quien el Papa escucha sabe medir las palabras. Las
acompaña con gestos y miradas que dan lugar a un diálogo cordial, que invita a
la profundidad. A los 78 años, el padre Raniero Cantalamessa ha hecho de la
palabra un estilo de vida. No necesita alzar la voz para plantear temas
polémicos que pueden generar reacciones en la propia Iglesia. Tampoco busca
llevarse el mundo por delante, sino, por el contrario, inspeccionar ese
universo a veces hostil, comprenderlo, aportarle una luz renovada del mensaje
que la Iglesia
difunde desde hace 2000 años. Nacido en Colli del Tronto, a 150 km de Roma,
lleva 54 años de vida sacerdotal. Pertenece a los Frailes Menores Capuchinos,
una de las tres ramas de la orden fundada por San Francisco de Asís, y mantiene
la barba y el hábito marrón que caracterizan a los franciscanos. Graduado en
teología en Friburgo y en letras clásicas en Milán, está comprometido con la Renovación Carismática ,
punto de encuentro entre la
Iglesia Católica y movimientos evangélicos, y desde allí
promueve la necesidad de avanzar en la unidad de los cristianos. "Es el
mejor antídoto contra la intolerancia y el fundamentalismo", es su
premisa.
UN FUTURO POSIBLE,
SEGÚN CANTALAMESSA
Con Juan Pablo II se
debatió el carácter vitalicio del pontificado. ¿Se puede volver a revisar?
-No es una cuestión
que responda a un criterio de orden dogmático. Hubo un caso de renuncia en la
historia de la Iglesia :
el papa Celestino V, en el siglo XIII. El propio Benedicto XVI expresó en
diferentes ocasiones la idea de que es posible que un papa renuncie. Dijo,
incluso, que si su salud llegaba a un punto en el que se diera cuenta de que no
podría desempeñar todas las funciones, él mismo podría renunciar. Es una
posibilidad concreta. En el caso del querido papa Juan Pablo II, su decisión
fue buena, porque con su enfermedad ha dado un mensaje al mundo tal vez más
fuerte que el que transmitía con su fuerza, energía y seguridad, cuando gozaba
de plena salud. Ha compartido el sufrimiento con tanta gente en el mundo,
dándoles una dignidad. Con su ejemplo, muchos se habrán sentido animados a
llevar una vida digna, incluso en la enfermedad. Su ejemplo es muy valioso.
Benedicto XVI, que hoy tiene 85 años, ha dicho que si en algún momento se diera
cuenta de que no puede responder a sus deberes, podría renunciar.
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