monseñor Héctor
Aguer, arzobispo de La Plata
Recordamos el Día de
nuestra Independencia, pero es importante que nos demos cuenta de que se trata
de todo un período. Lo comenzado en el Cabildo de Buenos Aires, el 25 de Mayo
de 1810, llegó a su culminación el 9 de Julio de 1816, en Tucumán.
Por eso de ese
período de seis años, podríamos decir, que es el tiempo fundacional de la Argentina. A
propósito, he observado en todos los comentarios y celebraciones del
Bicentenario que se ha soslayado en general el papel del fermento católico en
el origen de la nacionalidad y por cierto también se ha intentado silenciar la
presencia de la Iglesia.
Recordemos que si se
trata de mayo de 1810, en el Cabildo Abierto, había una gran cantidad de
clérigos y había un sacerdote, Manuel Alberti, como miembro de la Primera Junta. Y si
nos fijamos en el Congreso de Tucumán, de 1816, allí el 38 % de los
representantes de las provincias eran clérigos.
Ya eso nos está
indicando que la Iglesia
tenía un papel preponderante en la sociedad de entonces y esos sacerdotes, que
participaban de estos acontecimientos, estaban identificados con la causa
patriota. Pero si después seguimos pensando en la proyección futura de la
independencia argentina y en la vida de la Nación en su conjunto no se puede soslayar la
presencia de la Iglesia.
Subrayo esto porque
incluso hay historiadores que se proponen expresamente releer la historia para
poner entre paréntesis la presencia católica. Lo mismo ocurrió en el panorama
representado en el Cabildo de Buenos Aires.
Esa presencia
católica, por supuesto, no se limita a la participación protagónica que hayan
tenido clérigos o laicos de relieve, sino al sujeto nacional, al pueblo de la Nación. Y ,
especialmente, si uno mira más allá del puerto de Buenos Aires, a la Argentina profunda,
donde se nota todavía mucho de aquel sustrato de la cultura católica que se
transmitió de generación en generación en los años iniciales.
Después de 1810, la Iglesia en la Argentina entró en un
período de dificultades; si bien nuestros patriotas han tratado de ayudar a la
causa católica desde el comienzo, las relaciones con la Santa Sede se vieron
interrumpidas y el número de sacerdotes era muy escaso.
Entonces: ¿cómo se
trasmitió la fe? Se transmitió en la familia, en los hogares, han sido las
madres y las abuelas aquellas que transmitían de una generación a otra las
verdades fundamentales de la fe unidas al sentimiento patrio.
Por eso no se puede
soslayar la presencia católica en el origen de nuestra nacionalidad y es bueno
recordarlo cada vez que celebramos algunas de estas grandes conmemoraciones
patrias del año.
Sí, no tenemos
nosotros más que enorgullecernos de ser argentinos y de haber conservado en el
curso de estos dos siglos de Historia aquella referencia a las raíces.
Hay que trabajar para
que eso no se pierda y eso depende siempre de cada uno de nosotros. No
solamente de los pastores de la
Iglesia sino fundamentalmente de las familias cristianas, de
aquellos que se han dado cuenta de que los valores fundamentales del humanismo
que heredamos de nuestras generaciones antecesoras se sostienen precisamente
cuando se apoyan sobre el fundamento firme de la fe.
Aica, 7-7-12
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