Un breve comentario sobre la realidad del catolicismo, que ayuda a entender la situación planteada.

miércoles, 30 de diciembre de 2020
lunes, 28 de diciembre de 2020
Oración por la vida
Oh María,
aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira, Madre, el número inmenso
de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas
de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia
o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu Hijo
sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo
como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo
con solícita constancia, para construir,
junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
Dado en Roma, junto a san Pedro, el 25 de marzo,
solemnidad de la Anunciación del Señor, del año 1995, decimoséptimo de mi
Pontificado.
IOANNES PAULUS PP. II
sábado, 26 de diciembre de 2020
El pueblo
que caminaba en
las tinieblas vio una luz grande
ECCLESIA,
25-12-2020
La Navidad es
acontecimiento de luz, es la fiesta de la luz: en el Niño de Belén, la luz
originaria vuelve a resplandecer en el cielo de la humanidad y despeja las
nubes del pecado. El fulgor del triunfo definitivo de Dios aparece en el
horizonte de la historia para proponer a los hombres un nuevo futuro de
esperanza. Al igual que los pastores, también nosotros hemos de sentir en esta
noche extraordinaria el deseo de comunicar a los demás la alegría del encuentro
con este "Niño envuelto en pañales", en el cual se revela el poder
salvador del Omnipotente.
Todos los años
escuchamos estas palabras del profeta Isaías, en el contexto sugestivo de la
conmemoración litúrgica del nacimiento de Cristo. Cada año adquieren un nuevo
sabor y hacen revivir el clima de expectación y de esperanza, de estupor y de
gozo, que son típicos de la Navidad.
Al pueblo oprimido
y doliente, que caminaba en tinieblas, se le apareció "una gran luz".
Sí, una luz verdaderamente "grande", porque la que irradia de la
humildad del pesebre es la luz de la nueva creación. Si la primera creación
empezó con la luz (cf. Gn 1, 3), mucho más resplandeciente y "grande"
es la luz que da comienzo a la nueva creación: ¡es Dios mismo hecho hombre!
La Navidad es
acontecimiento de luz, es la fiesta de la luz: en el Niño de Belén, la luz
originaria vuelve a resplandecer en el cielo de la humanidad y despeja las
nubes del pecado. El fulgor del triunfo definitivo de Dios aparece en el
horizonte de la historia para proponer a los hombres un nuevo futuro de
esperanza.
"Habitaban
tierras de sombras, y una luz les brilló" (Is 9, 1).
El anuncio gozoso
que se acaba de proclamar en nuestra asamblea vale también para nosotros,
hombres y mujeres en el alba del tercer milenio. La comunidad de los creyentes
se reúne en oración para escucharlo en todas las regiones del mundo. Tanto en
el frío y la nieve del invierno como en el calor tórrido de los trópicos, esta
noche es Noche Santa para todos.
Esperado por mucho
tiempo, irrumpe por fin el resplandor del nuevo Día.¡El Mesías ha nacido, el
Enmanuel, Dios con nosotros! Ha nacido Aquel que fue preanunciado por los
profetas e invocado constantemente por cuantos "habitaban en tierras de
sombras". En el silencio y la oscuridad de la noche, la luz se hace
palabra y mensaje de esperanza.
Pero, ¿no
contrasta quizás esta certeza de fe con la realidad histórica en que vivimos?
Si escuchamos las tristes noticias de las crónicas, estas palabras de luz y
esperanza parecen hablar de ensueños. Pero aquí reside precisamente el reto de
la fe, que convierte este anuncio en consolador y, al mismo tiempo, exigente. La
fe nos hace sentirnos rodeados por el tierno amor de Dios, a la vez que nos
compromete en el amor efectivo a Dios y a los hermanos.
"Ha aparecido
la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres" (Tt 2,
11).
En esta Navidad,
nuestros corazones están preocupados e inquietos por la persistencia en muchas
regiones del mundo de la guerra, de tensiones sociales y de la penuria en que
se encuentran muchos seres humanos. Todo buscamos una respuesta que nos
tranquilice.
El texto de la
Carta a Tito que acabamos de escuchar nos recuerda cómo el nacimiento del Hijo
unigénito del Padre "trae la salvación" a todos los rincones del
planeta y a cada momento de la historia. Nace para todo hombre y mujer el Niño
llamado "Maravilla de Consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe
de la paz" (Is 9, 5). Él tiene la respuesta que puede disipar nuestros
miedos y dar nuevo vigor a nuestras esperanzas.
Sí, en esta noche
evocadora de recuerdos santos, se hace más firme nuestra confianza en el poder
redentor de la Palabra hecha carne. Cuando parecen prevalecer las tinieblas y
el mal, Cristo nos repite: ¡no temáis! Con su venida al mundo, Él ha derrotado
el poder del mal, nos ha liberado de la esclavitud de la muerte y nos ha
readmitido al convite de la vida.
Nos toca a
nosotros recurrir a la fuerza de su amor victorioso, haciendo nuestra su lógica
de servicio y humildad. Cada uno de nosotros está llamado a vencer con Él
"el misterio de la iniquidad", haciéndose testigo de la solidaridad y
constructor de la paz. Vayamos, pues, a la gruta de Belén para encontrarlo,
pero también para encontrar, en Él, a todos los niños del mundo, a todo hermano
lacerado en el cuerpo u oprimido en el espíritu.
Los pastores
"se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y
oído; todo como les habían dicho" (Lc 2, 17).
Al igual que los
pastores, también nosotros hemos de sentir en esta noche extraordinaria el
deseo de comunicar a los demás la alegría del encuentro con este "Niño
envuelto en pañales", en el cual se revela el poder salvador del
Omnipotente. No podemos limitarnos a contemplar extasiados al Mesías que yace
en el pesebre, olvidando el compromiso de ser sus testigos.
Hemos de volver de
prisa a nuestro camino. Debemos volver gozosos de la gruta de Belén para contar
por doquier el prodigio del que hemos sido testigos. ¡Hemos encontrado la luz y
la vida! En Él se nos ha dado el amor.
"Un Niño nos
ha nacido..."
Te acogemos con
alegría, Omnipotente Dios del cielo y de la tierra, que por amor te has hecho Niño
"en Judea, en la ciudad de David, que se llama Belén" (cf. Lc 2, 4).
Te acogemos agradecidos, nueva Luz que surges en la noche del mundo. Te
acogemos como a nuestro hermano, "Príncipe de la paz", que has hecho
"de los dos pueblos una sola cosa" (Ef 2, 14).
Cólmanos de tus
dones, Tú que no has desdeñado comenzar la vida humana como nosotros. Haz que
seamos hijos de Dios, Tú que por nosotros has querido hacerte hijo del hombre
(cf. S. Agustín, Sermón 184).
Tú,
"Maravilla de Consejero", promesa segura de paz; Tú, presencia eficaz
del "Dios poderoso"; Tú, nuestro único Dios, que yaces pobre y
humilde en la sombra del pesebre, acógenos al lado de tu cuna.
¡Venid, pueblos de
la tierra y abridle las puertas de vuestra historia! Venid a adorar al Hijo de
la Virgen María, que ha venido entre nosotros en esta noche preparada por
siglos. Noche de alegría y de luz.
¡Venite, adoremus!
miércoles, 16 de diciembre de 2020
Crimen abominable
En estos días se
reclama el reconocimiento de un derecho a liquidar a los niños por nacer. Ese
nefando delito nunca puede ser un derecho.
Monseñor Héctor
Aguer
Infocatólica –
16/12/20 10:57 AM
El Concilio
Vaticano II, por su índole y sus consecuencias, ha sido el acontecimiento
eclesial más importante del siglo XX. Se ha hecho de él uso y abuso. En mi
opinión -como lo escribí en otras ocasiones-, el Concilio son los textos, en
los que se expresa la mente y la voluntad de los Padres Conciliares, aprobados
prácticamente por unanimidad, y que, según lo ha enseñado Benedicto XVI, deben
ser leídos a la luz de la gran tradición de la Iglesia.
Sin embargo,
pareciera que después de medio siglo el Concilio hubiera caído en el olvido. Lo
digo por referencia a un tema específico, de singular importancia en la
Argentina de hoy, cuando el gobierno socialdemócrata, y seudoperonista, se ha
empeñado en la legalización del aborto. Al escribir esta nota, la Cámara de
Diputados de la Nación ya aprobó el proyecto de liquidación de los niños por
nacer por 131 votos contra 117; después de esa media sanción debe pronunciarse
el Honorable Senado. ¿Será el regalo de Navidad que esa mayoría de ateos
bautizados, que constituye el gobierno, quiere ofrecer al pueblo argentino?
He comenzado
aludiendo al Concilio porque he sido yo, un obispo emérito (o «demérito») el
único que -y más de una vez- se atrevió a citar la sentencia de la Constitución
Pastoral Gaudium et spes, número 51, pronunciada en el contexto en que se
afirma que el amor conyugal debe compaginarse con el respeto a la vida humana.
Los Padres Conciliares enseñaron: La vida, desde su concepción, ha de ser
salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes
abominables. En el original latino se lee, textualmente: Nefanda sunt crimina.
Otros han apuntado a lo inoportuno del proyecto, o expresaron que su aprobación
tornaría a la sociedad menos inclusiva. Comprendo; la cita conciliar suena
brutal, con la brutalidad de la verdad en un mundo regido por el Padre de la
mentira (Jn 8, 44). No parece conformarse a la «cultura del encuentro», según
la cual hay que evitar semejantes afirmaciones. Pero posee una fuerza
intrínseca que es capaz de sacudir las conciencias de los hombres y mujeres de
buena voluntad.
La Iglesia de hoy
se encuentra profundamente afectada por la llaga del relativismo, que enferma a
fieles y pastores. Empero, hay lugar para la esperanza; muchos jóvenes están
dispuestos a asumir lo que Rod Dreher, en su libro La opción benedictina, llama
una estrategia para cristianos, en una nación postcristiana; el autor habla de
Estados Unidos, aunque estoy seguro de que vale también para la Argentina.
Voy al asunto que
me he propuesto abordar.
El Ministro de
Salud de la Nación se ha descolgado recientemente con una sentencia
inconcebible. Ha dicho que en el caso de una mujer embarazada no hay dos vidas
-la de la mujer, y la del fruto de la concepción- sino una sola, la de la
mujer; lo que lleva en su seno es un fenómeno. El ministro es bien conocido por
sus opiniones, ya que ejerció ese cargo en dos oportunidades anteriores, en las
cuales se destacó como entusiasta promotor del onanismo mediante el reparto
masivo de condones. En aquella oportunidad lo critiqué públicamente, y con todo
respeto. El reaccionó tratándome de «fanático» y «exaltado»; dijo: «Dios
perdona todo, pero el Sida no perdona»; su alusión religiosa me permitió
retrucar recordándole una elemental verdad catequística: «Dios perdona todo si
nos arrepentimos, y prometemos enmendarnos, no si perseveramos cerrilmente en
nuestro error». Dije error porque en el Nuevo Testamento griego pecado se dice
hamartía, derivado de un verbo que significa marrar la meta, extraviarse. El
pecado es una decisión errada de la voluntad, que adhiere a un objeto
inconveniente. El ministro no pierde las mañas: ahora, para combatir el
aburrimiento a causa de la cuarentena, ha recomendado el sexting. ¡Parece
mentira! Es este un modelo eximio de la seriedad de la política argentina. Los
lectores imaginarán el significado del neologismo inglés, que corresponde
aproximadamente a lo que en la moral casuística se denomina «actos
incompletos». Se supone que es médico, y especialista en sanidad. Aquí ha
fracasado rotundamente en la gestión de la pandemia, sobre la cual se
contradijo repetidas veces, y no pudo evitar infinidad de contagios y muertes.
Ahora afirma que el fruto de la concepción no es una vida humana, sino un
fenómeno, aunque no explica de qué. Según el diccionario, fenómeno equivale a apariencia,
cosa extraordinaria y sorprendente, persona o animal monstruoso. ¿Se trata en
su caso de ignorancia, o ideologizada mala fe? No puede negar que la
embriología desarrollada durante el siglo XX ha establecido claramente que el
«fenómeno» de la concepción es un ser humano, con un ADN distinto del de sus
progenitores, y que ya desde el primer instante es varón o mujer. ¿Habrá oído
hablar del profesor Jérôme Lejeune, y de sus estudios?
La cuestión del
aborto posee diversas facetas, la primera de las cuales es estrictamente
científica; es lo dicho. También implica una cuestión jurídica, con su base
ética imposible de soslayar. En este ámbito se suele distinguir entre
despenalización y legalización; me parece una distinción engañosa, porque si
una conducta no está sancionada por la ley, puede cumplirse libremente, es
legal. La dimensión psicológica surge evidente en lo que se llama síndrome
posaborto. Quienes nos hemos sentado en un confesionario conocemos muchos casos
de mujeres que se acusan reiteradamente de esa culpa, que ya ha sido perdonada,
y a veces no resulta fácil devolverles la paz que han perdido. Lo psicológico y
lo moral están intrínsecamente relacionados en la conducta humana, en la de las
personas normales. La faceta sociológica se manifiesta en las concentraciones
para reclamar la ley que habilite la liquidación de los niños por nacer; los
rostros y las vestimentas muestran que se trata de una reivindicación de la
burguesía. No se ven pobres en ellas; las mujeres pobres consideran una riqueza
al hijito, por lo general independientemente del modo como ha sido concebido.
Poseen el auténtico sentido de la vida humana. Da pena la posición abortista de
los partidos de extrema izquierda, que no entienden a los pobres, y se suman a
la estrategia de la burguesía.
Finalmente, es
preciso decir algo sobre el costado político del asunto. Muchos lectores
recordarán a Henry Kissinger, el norteamericano de origen judío - alemán, que
fue Secretario de Estado entre 1973 y 1977, y que tuvo una influencia decisiva
en la política internacional con su propósito de disminuir la población de los
países pobres. Ese proyecto continúa siendo activo designio del imperialismo
financiero internacional, protagonizado por Rockefeller, Soros, la ONU, la
UNESCO, la Organización Mundial de la Salud, los diversos Comités de Población,
el BID, el FMI, la Planned Parenthood o IPPF, la Trilateral Comission, y un
poder cultural ubicuo y obediente. El gobierno argentino, presuntamente
progresista, obedece a esa política, y recibe fondos para promover el aborto y
la perversión sexual escolar. La Argentina es un país semidespoblado, con un
territorio potencialmente rico y codiciable. El inefable Ginés ha dicho que si
el «fenómeno» fuera un ser humano, el aborto sería un genocidio. Lo es, y él se
anota en la lista de los aspirantes a genocidas.
Los abortistas,
que desconocen -no quieren aceptar- la complejidad del asunto, descalifican a
la Iglesia Católica reduciendo la cuestión a la dimensión religiosa. En este
punto, digamos francamente que los cristianos evangélicos han actuado con
coherencia y firmeza. Las declaraciones de ACIERA, la Asociación Cristiana de
Iglesias Evangélicas de la República Argentina, han sido mejores que algunas
intervenciones católicas. Pero sí, el aborto implica una cuestión religiosa. En
primer lugar, el precepto «No matar», que procede de la Torá hebrea, vale
decir, de la Revelación del Antiguo Testamento, y que en régimen cristiano
encuentra confirmación y ampliación. Pero algo más: el Mesías de Israel, y Salvador
de todos los hombres, Nuestro Señor Jesucristo, fue un niño por nacer,
engendrado virginalmente por María Santísima; es Dios y hombre verdadero, como
reza la verdad central de nuestra fe. Fue un embrión, un feto, luego un
paidíon, un niñito, un bréphos, según leemos respectivamente en los Evangelios
de Mateo y de Lucas (cf. Mt 1, 8. 9. 13. 14. 20. Lc 2, 12. 16). Este
sustantivo, bréphos, en el griego clásico, designa al niño ya desde el seno de
su madre, y luego en su tierna infancia. Este misterio nos mueve a contemplar
con devota admiración el hecho de la generación humana, y el silencioso
crecimiento de la nueva criatura en el seno materno, desde el instante de la
concepción. El Hijo eterno de Dios quiso nacer en el tiempo como nacen los
hombres, solo que fue engendrado sin intervención de varón, por la acción del
Espíritu Santo.
Otro elemento de
orden religioso: según la Biblia, la sangre inocente derramada reclama una
intervención punitiva de Dios. En el relato arquetípico del fratricidio consumado
por Caín, que abre el camino para la entrada violenta de la muerte en el mundo,
se pone en boca de Dios: La sangre de tu hermano grita hacia mí desde el suelo
(Gn 4, 10). Jesús asumió esa verdad en su invectiva contra la vanidad y la
hipocresía de los escribas fariseos, al anunciar que ellos perseguirían hasta
la muerte a los apóstoles que les enviaría. El texto del Evangelio de San Mateo
señala una acumulación terrible: Así caerá sobre ustedes toda la sangre
inocente derramada en la tierra, desde la sangre del justo Abel, hasta la
sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al que ustedes asesinaron entre el
santuario y el altar (Mt 23, 35). No me parece arbitrario aplicar estas
realidades bíblicas a la oportunidad siniestra que vive nuestro país; resulta patético
confrontarlas con la algarabía manifestada por tantas jóvenes ataviadas con
símbolos verdes en la Plaza del Congreso, al votarse la ley. ¡Si hubieran
pensado en la sangre de los niños abortados!... El texto citado de San Mateo
concluye: Les aseguro que todo esto sobrevendrá a la presente generación (Mt
23, 36). Una generación, la nuestra, que ya carga sobre sí abundantes
desgracias. Hablo así porque pienso que la palabra evangélica ha sido
pronunciada para siempre, y tiene una permanente actualidad.
La premura por
obtener la sanción de una ley que legitime lo que eufemísticamente llaman
«interrupción voluntaria del embarazo», y sobre todo el número fantástico que
aducen de abortos clandestinos, prueban el fracaso de los intentos de asegurar
una educación sexual escolar, que ya viene aplicándose desde hace años, con
responsabilidad de varios gobiernos. También, desde hace años, me he ocupado
del tema, al que asigno una valencia deseducativa que se integra en la
decadencia de una cultura, que ha perdido el sentido de la naturaleza y de la
auténtica humanidad del hombre. Estos atentados han sido impuestos por leyes
que numerosos expertos consideran inconstitucionales: la Ley nacional 26.150, y
en la Provincia de Buenos Aires una norma local, la Ley 14.744. Este segundo
instrumento fue votado en 2015, sin discusión en la Legislatura, con un
conjunto de otras disposiciones, y promulgada también en un «paquete». Pretende
imponer la «educación sexual integral», desde el nivel inicial hasta el último
año del ciclo secundario; según ella, hay que asegurar a los educandos una
docena de «derechos sexuales», entre ellos, el derecho al «placer sexual», y se
ha de formarlos para que elijan libremente la orientación sexual. Semejante
abuso contraría a la Constitución Provincial sancionada en 1994, que establece
en el artículo 199 que los escolares bonaerenses han de recibir «una educación
integral, de sentido trascendente, y según los principios de la moral
cristiana, respetando la libertad de conciencia». Los lobbies LGBT, con la
complicidad de los políticos y de los funcionarios judiciales han impuesto sus
convicciones y prácticas en nombre de la no-discriminación.
El contexto
cultural, como en el caso del aborto y de la regulación inmoral de los
nacimientos, es decisivo: un individualismo anárquico en la concepción de la
persona humana, que resulta desligada de sus vínculos esenciales, pone el
acento en la expresión de la subjetividad y valora exageradamente toda
autoexpresión creativa como paradigma de conducta. Cada uno tiene derecho a
elegir para sí un estilo de vida libre y abierto, que no admita trabas. Se
rechaza toda idea de límite, regulación o prohibición en la búsqueda del
placer, y en el ejercicio de la función que lo brinda; además, se desconoce,
mitiga o elude toda referencia a valores objetivos, universales y permanentes,
respecto de los cuales el hombre debe ser educado y autoeducarse en la
responsabilidad. San Juan Pablo II, en la encíclica Evangelium vitae habló de una
idea perversa de libertad, violatoria del orden de la naturaleza, y del
auténtico bien de la persona humana; en tales actitudes se expresa una
antropología reductiva, incapaz de comprender el complejo unitario y viviente
que es el hombre. Este fundamento filosófico inspira tanto el intento de
dominar despóticamente el cuerpo y sus funciones cuanto el materialismo
vitalista.
Otro elemento del
contexto cultural que voy describiendo es la inflación desmesurada y
antinatural de la problemática relativa al sexo, como si nada en la vida actual
pudiera escapar de la motivación o a la finalidad sexual. Así cunde entre
muchos adolescentes y jóvenes, desde los años más tempranos, la curiosidad o la
obsesión por el placer como un fin en sí mismo. En esa reducción fisiologista
de la sexualidad el amor es, a lo sumo, un ingrediente afrodisíaco, no el medio
de un encuentro personal. La diversión de los chicos suele ser un ejercicio
ritual en sitios donde no falta el alcohol, y muchas veces la droga; los medios
de comunicación dan cuenta regularmente de los «femicidios» que se cometen a la
salida de esos «boliches». Podría extenderme en el análisis de este asunto, que
ha de tomarse en cuenta cuando se trata del aborto; este es el último recurso
al que puede apelarse cuando fallan los «cuidados».
Una recta
educación sexual, que sea un elemento positivo para la plasmación de la
personalidad, implica un problema teórico: la comprensión de lo específico de
la sexualidad humana, que si bien no debe enfocarse exclusivamente «desde
arriba», desde una racionalidad dominadora presuntamente capaz de manejar a su
arbitrio el torrente biológico expresado en la libido, tampoco ha de enfocarse
-como se hace habitualmente- «desde abajo», desde la animalidad, como si no se
diferenciara específicamente de la sexualidad de los bichos inferiores. Debido
a la participación recíproca de espíritu y materia, que se conjugan en la
dimensión sexual, y se unifican en ella, todo lo biológico se encuentra bajo el
imperativo metabiológico del espíritu. La libertad asegura la integración
personal, la luminosa felicidad que es propia de la vida sexual rectamente
orientada.
Concluyo
retornando al tema que es el objetivo principal del presente artículo. En estos
días se reclama el reconocimiento de un derecho a liquidar a los niños por
nacer. Ese nefando delito nunca puede ser un derecho. Por lo contrario, el
derecho humano primordial, base de todos los otros, es el derecho a la vida, a
crecer bajo el corazón de la madre después de haber sido engendrado; más aún,
el derecho a vivir en una familia unida y en un ambiente moral que favorezca el
desarrollo de la propia personalidad. El aborto es un triste fenómeno, una
forma de desesperación. Además no es posible dejar de señalar la mendacidad del
gobierno: afirman que se realizan varios millares por año de abortos
clandestinos (han llegado a fantasear quinientos mil), y pretenden
transformarlos en legales, seguros y gratuitos; ¿cómo podría asumirlos un
sistema sanitario destruido, al borde del colapso?
Mis últimas
palabras van dirigidas, con respeto y aprecio, a los señores Senadores que se
reconocen católicos. Un criterio fundamental afirma la conexión entre el orden
legal y el orden moral. Cuando en ámbitos y realidades que implican exigencias
éticas insoslayables se proponen decisiones legislativas y políticas contrarias
al orden natural y a los valores cristianos, la conciencia bien formada no
puede adherir a ellos, y contribuir de ese modo a la deshumanización de la vida
social y de las instituciones que deben resguardarla. Corresponde que con
sinceridad y valentía se opongan a los grupos ocultos de poder que se valen de
una concepción relativista e inmoral de la democracia, para instaurar un
desorden subversivo contra la dignidad de la persona humana. Los acompaño con
mis oraciones.-
+ Héctor Aguer,
arzobispo emérito de La Plata
Académico de
Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. Académico
Correspondiente de la Academia de Ciencias y Artes de San Isidro. Académico
Honorario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino (Roma).
San Ambrosio y San José
Autor: Santiago
MARTÍN, sacerdote FM
Católicos on line,
diciembre 2020
El arzobispo
emérito de Philadelphia, monseñor Chaput, ha intervenido en una cuestión que
está generando mucha polémica en Estados Unidos: la posibilidad de que el nuevo
presidente, Joe Biden -en caso de ser finalmente investido como tal- pueda
recibir la comunión. Biden es católico y, según él, católico practicante. Sin
embargo, está a favor del aborto y ya ha anunciado que va a revertir todas las
leyes anti aborto que promulgó su predecesor, como la de financiar esa práctica
fuera de Estados Unidos, apoyar a organizaciones como Plannet Parenthood o
incluso exigir que las congregaciones religiosas paguen el uso de medios
abortivos a sus empleados.
Mientras el
cardenal George, arzobispo de Washington, no ve incompatible eso con dar la
comunión a Biden, monseñor Chaput ha recordado que la actual legislación de la
Iglesia considera excomulgados a los políticos que promueven o apoyan leyes
abortistas y que, por lo tanto, causaría un gravísimo escándalo y haría daño a
muchos católicos si Biden pudiera comulgar. La valiente postura de monseñor
Chaput me ha recordado a San Ambrosio. En el año 390, el emperador Teodosio,
católico, masacró sin piedad a la población de la ciudad de Tesalónica porque
había habido allí un levantamiento contra él. Cuando se presentó en Milán y
quiso entrar en la catedral, el arzobispo le impidió el paso y el emperador
sólo pudo acceder al templo después de hacer pública penitencia. Obispos así no
sólo son santos, sino que dan prestigio a la Iglesia y animan a los fieles a
luchar por sus principios, entre los cuales figura la defensa de la vida. Los
otros, sólo saben rendirse ante el poder, aunque el precio a pagar sea el de
entregar el Cuerpo de Cristo a quien no lo debe recibir.
Otro asunto
llamativo de esta semana ha sido la polémica sobre el papel del Papa emérito.
Curiosamente, un representante de la izquierda atea, Eugenio Scalfari,
periodista amigo del Papa Francisco, publicó un artículo diciendo que cuando
haya dos Papas, el que está en ejercicio no debe aprobar nada sin estar de
acuerdo con el emérito. La respuesta ha venido del cardenal Pell, que ha dicho
que el Papa emérito debe volver a ser cardenal, renunciar a la sotana blanca y
permanecer en silencio sin hacer declaraciones públicas. Todos han puesto la
mirada en Benedicto y se han sorprendido de que la izquierda le apoye y la
derecha le critique. Pero, ¿en realidad, ambos, Scalfari y Pell, están hablando
del pasado o anticipando el futuro? ¿no estará reclamando el periodista un
papel decisivo para el próximo emérito y pidiendo el cardenal total libertad
para el próximo Papa?
Sin embargo, la
noticia más importante de esta semana ha sido la promulgación de un año jubilar
dedicado a San José. Con motivo del 150 aniversario de la proclamación por el
Papa Pío IX del patronazgo del santo esposo de la Virgen María sobre la Iglesia
universal, el Papa Francisco ha declarado un Año Santo dedicado a San José. Es
una magnífica ocasión para profundizar en sus virtudes, muy bien expuestas por
el Pontífice, y, sobre todo, para ganar la indulgencia plenaria por nuestros
difuntos, especialmente por aquellos que han muerto durante la pandemia. En
muchos casos no habrá sido posible ni despedirse de ellos e incluso no se habrá
podido ni celebrar el funeral. Ahora se tiene la oportunidad de ganar la
indulgencia plenaria para ellos, con algo tan sencillo como llevar a cabo una
obra de misericordia o rezar una oración al santo, entre otras opciones. Claro
que para eso hay que tener fe en la vida eterna y también creer en la
existencia del purgatorio y en la eficacia de la oración. Ahí es donde está el
mayor problema, porque ¿cómo se van a enterar los fieles de que pueden ayudar a
sus difuntos si los pastores no les informan de esta gran oportunidad que ha
concedido el Papa? Una vez más, la cuestión está en saber si esos pastores
siguen teniendo fe o si los fieles están como ovejas sin pastor.
P. José Cuesta sdb
6-3-2020
Al cumplirse en
marzo cuatro años de su fallecimiento, publicamos a modo de recuerdo y
homenaje, una selección de lo que se ha
dicho y escrito sobre él.
Además del título
de Maestro Normal Nacional y los itinerarios de estudios filosóficos y
teológicos, fue profesor de Latín y Griego, y de Filosofía y Letras. En los
años transcurridos en Tucumán, aprovechó para hacer la carrera de Psicólogo con
Orientación Clínica, en la Universidad Nacional de Tucumán. De allí egresó en
octubre de 1977. Su promedio lo hizo
graduarse “magna cum laude”.
El P. Cuesta
poseía hábitos muy desarrollados de orden y concentración, lo que sumado a una
natural curiosidad, lo conducía a informarse sobre los más diversos campos. Era
una persona abierta a la cultura, a la vez que deseoso de dominar sólidamente
todo lo que hacía a su vocación salesiana y específicamente al ministerio
sacerdotal.
Gustaba de
compartir todo el material
espiritualmente formativo. Así, enviaba textos a quienes integraban el
Apostolado de la Oración y la Pastoral de la Salud, de la parroquia en La Paz,
su tierra natal. En Mendoza difundió la Escuela para Padres. También difundía,
de modo prolijo y constante, las enseñanzas de los Papas, bajo lo que él
denominó, en la Parroquia María Auxiliadora,
Cátedra Juan Pablo Magno, para trasmitir la doctrina social de la
Iglesia.
Podemos resumir
las cualidades que lo definieron:
1) Defensa y
difusión de la fe: se destacó por la intensa tarea de comunicar y enseñar el
Magisterio. Se hicieron célebres sus
boletines con la transcripción del Ángelus semanal, y los principales
documentos pontificios. Para ello, utilizaba sus conocimientos informáticos
para diseñar en su computadora los boletines, que luego hacía imprimir y
repartía profusamente.
2) Sacerdote: fiel
a su ministerio, estuvo siempre disponible para recibir las confesiones,
visitar a los enfermos, asesorar a quienes lo consultaban.
3) Participación
en actividades temporales: su inquietud por estudiar lo llevó a lograr
conocimientos de Enología, al punto de conducir la escuela respectiva en su
provincia natal, Mendoza; a mantenerse informado sobre los acontecimientos
nacionales y mundiales; a comprar películas y libros que luego comentaba.
En el camino de la
vida
El P. Cuesta vivió
intensamente la época del entusiasmo, en la que prevalece la acción, marcada
por un fuerte protagonismo y con el logro de muchos resultados, desplegando
numerosas cualidades.
Con el paso de los
años, el conocedor de tantos temas, de a poco fue dejando más espacio al
silencio y a la oración; y ante la dura prueba de una enfermedad que asomó
repentina y abrupta, no lo vimos
rebelarse, sino por el contrario, aceptar con docilidad el límite, el dolor. La
vida toda del P. José, en esos últimos meses, se concentró en la Misa que
ofrecía con humildad.
Cuando ya no podía
recibir visitas, le pidió a su médico
que nos hiciera llegar el mensaje de concretar su proyecto de impulsar una
asociación para la difusión del pesebrismo, un medio de propagar la fe a la que
consagró su vida.
Don José, que su
ejemplo nos sirva de guía.
P. Cuesta
16 de marzo de
2018
Acaba de cumplirse
el segundo aniversario del fallecimiento de nuestro asesor y amigo, don José, a
quien sus hermanos salesianos le dedicaron un folleto de recuerdo y homenaje.
De esa publicación seleccionamos aquí algunos párrafos.
Un hombre
estudioso
El P. Cuesta
poseía hábitos muy desarrollados de orden y concentración, lo que sumado a una
natural curiosidad, lo conducía a informarse sobre los más diversos campos. Era
una persona abierta a la cultura, a la vez que deseoso de dominar sólidamente
todo lo que hacía a su vocación salesiana y específicamente al ministerio
sacerdotal.
Además del título
de Maestro Normal Nacional y los itinerarios de estudios filosóficos y
teológicos, fue profesor de Latín y Griego, de Filosofía y Letras. En los años
transcurridos en Tucumán aprovechó para hacer la carrera de Psicólogo con
Orientación Clínica, en la Universidad Nacional de Tucumán. De allí egresó en
octubre de 1977. Su promedio de 8,36 lo hizo graduarse “magna cum laude”.
Gustaba de
compartir todo lo que fuera material espiritualmente formativo. Así enviaba
textos a quienes integraban el Apostolado de la Oración y la Pastoral de la
Salud de la parroquia en La Paz, su tierra natal. En Mendoza difundió la
Escuela para Padres. Así también difundía, de modo prolijo y constante, las
enseñanzas de los Papas, bajo lo que él denominó, en la Parroquia María
Auxiliadora, la Cátedra Juan Pablo Magno, para trasmitir la doctrina social de
la Iglesia.
En el camino de la
vida
Con el paso de los
años todos vamos pasando por diversas etapas, y aunque uno ya se considere
adulto, lo mismo sigue madurando, asimilando valores y modificando a veces el
modo en que enfrenta la realidad. Por eso los salesianos hablamos de formación
permanente: porque nunca dejamos de formarnos. En ese sentido el P. Cuesta
también le tocó vivir la época del entusiasmo en la que prevalece la acción,
marcada por un fuerte protagonismo y con el logro de muchos resultados,
desplegando numerosas cualidades.
Con el paso de los
años –y gracias a Dios que nos habla a través de los hermanos y de la realidad-
uno va dando cada vez más espacio a la contemplación, a la oración, a una
acción que no por ser más calma es menos fecunda.
Quienes hemos conocido y apreciado al P.
Cuesta hemos visto en ésos cambios que expresan un serio trabajo interior.
El conocedor de
tantos temas, de a poco fue dejando más espacio al silencio. Y ante la dura
prueba de una enfermedad que asomó repentina y
abrupta, no lo vimos rebelarse, sino por el contrario, aceptar con
docilidad el límite, el dolor. La vida toda del P. José, en esos últimos meses,
se volvió la Misa que ofrecía con humildad.
Don José, que su
ejemplo nos sirva de guía.
lunes, 14 de diciembre de 2020
San Juan Pablo II
1.700 profesores
responden a la «ola de acusaciones» contra el Papa polaco
Infocatólica,
13/12/20
El llamamiento
«sin precedentes» fue firmado por 1.700 profesores de universidades e
institutos de investigación polacos. Los firmantes incluyen a Hanna Suchocka,
la primera mujer primera ministra de Polonia, el exministro de Relaciones
Exteriores Adam Daniel Rotfeld, los físicos Andrzej Staruszkiewicz y Krzysztof
Meissner, y el director de cine Krzysztof Zanussi.
«Una lista
impresionante y larga de los méritos y logros de Juan Pablo II está siendo
desafiada y borrada hoy», dijeron los profesores en el llamamiento.
«Para los jóvenes
que nacieron después de su muerte, la imagen deformada, falsa y menospreciada
del Papa podría convertirse en la única que conocerán».
«Hacemos un
llamamiento a todas las personas de buena voluntad para que entren en razón.
Juan Pablo II, como cualquier otra persona, merece que se hable de él con
sinceridad. Al difamar y rechazar a Juan Pablo II, nos hacemos un gran daño a
nosotros mismos, no a él».
Los profesores
dijeron que estaban respondiendo a las acusaciones formuladas contra Juan Pablo
II, Papa de 1978 a 2005, luego de la publicación el mes pasado de un informe
del Vaticano sobre el excardenal Theodore McCarrick. El Papa polaco nombró a
McCarrick arzobispo de Washington en 2000 y lo nombró cardenal un año después.
Los profesores
dijeron: «En los últimos días, hemos sido testigos de una ola de acusaciones
dirigidas contra Juan Pablo II. Se le acusa de encubrir actos de pedófilos
entre sacerdotes católicos y hay llamamientos para que se retiren sus
monumentos públicos. Estos actos tienen por objeto transformar la imagen de una
persona digna de la más alta estima en cómplice de crímenes abominables».
«Un pretexto para
hacer demandas radicales fue la publicación del “Informe sobre el conocimiento
institucional y la toma de decisiones de la Santa Sede relacionados con el ex
cardenal Theodore Edgar McCarrick” por parte de la Santa Sede. Sin embargo, un
análisis cuidadoso del informe no apunta a ningún hecho que pueda constituir
una base para nivelar las acusaciones antes mencionadas contra Juan Pablo II».
Los profesores
continuaron: «Existe una enorme brecha entre promover una de las ofensas más
graves y tomar decisiones equivocadas sobre la dotación de personal debido a un
conocimiento inadecuado o información completamente falsa».
«Theodore
McCarrick tenía la confianza de muchas personas eminentes, incluidos los
presidentes de Estados Unidos, al tiempo que podía ocultar profundamente el
lado oscuro y criminal de su vida».
«Todo esto nos
lleva a asumir que las calumnias y los ataques sin fundamento contra la memoria
de Juan Pablo II están motivados por una teoría preconcebida que nos entristece
y nos preocupa profundamente».
Los profesores
reconocieron la importancia de investigar cuidadosamente la vida de personajes
históricos importantes. Pero pidieron una «reflexión equilibrada y un análisis
honesto», en lugar de una crítica «emocional» o «motivada ideológicamente».
Subrayaron que San
Juan Pablo II ejerció una «influencia positiva en la historia del mundo».
Citaron su papel en el colapso del Bloque Comunista, su defensa de la santidad
de la vida y sus «actos innovadores» como su visita a una sinagoga de Roma en
1986, su cumbre interreligiosa en Asís en el mismo año, y su llamado, en el año
2000, al perdón de los pecados cometidos en nombre de la Iglesia.
«Otro gran gesto,
especialmente importante para nosotros, fue la rehabilitación de Galileo, que
el Papa había anticipado ya en 1979 durante un solemne recuerdo de Albert
Einstein en el centenario de su nacimiento», escribieron.
«Esta
rehabilitación, realizada a petición de Juan Pablo II por la Pontificia
Academia de Ciencias 13 años después, fue un reconocimiento simbólico a la
autonomía e importancia de la investigación científica».
El llamamiento de
los profesores sigue a una intervención a principios de esta semana del
arzobispo Stanisław Gądecki, presidente de la conferencia de obispos polacos.
En una declaración del 7 de diciembre, Gądecki deploró lo que llamó «ataques
sin precedentes» contra San Juan Pablo II. Insistió en que la «máxima
prioridad» del Papa era combatir el abuso clerical y proteger a los jóvenes.
El mes pasado, el
colegio rector de la Universidad Católica Juan Pablo II de Lublin también dijo
que las críticas no tenían una base fáctica, lamentando las «acusaciones
falaces, calumnias y calumnias dirigidas recientemente contra nuestro santo
patrón».
El rector y los
vicerrectores de la universidad en el este de Polonia comentaron: «Las tesis
subjetivas expresadas por algunos círculos de ninguna manera están sustentadas
por hechos y hallazgos objetivos, por ejemplo, presentados en el informe de la
Secretaría de Estado de la Santa Sede sobre Theodore McCarrick».
En su llamamiento,
los 1.700 profesores argumentaron que, si no se cuestionaba la denigración de
Juan Pablo II, se establecería una imagen «fundamentalmente falsa» de la
historia polaca en la mente de los jóvenes polacos.
Dijeron que la
consecuencia más grave de esto sería «la creencia de la próxima generación de
que no hay ninguna razón por la que una comunidad con un pasado así deba
mantenerse».
Los organizadores
de la iniciativa describieron el llamamiento como «un evento sin precedentes,
que ha reunido a las comunidades académicas y superó nuestras expectativas más
salvajes».