«En la apologética histórica los católicos
somos unos inmensos ignorantes»
(InfoCatólica) 9-11-18
De unas clases a jóvenes preuniversitarios a un libro,
de un libro a internet y vuelta. Así surgió el primer volumen de la serie «Que
no te la cuenten». Un ameno trabajo de divulgación, sobre la fe y la historia,
con una fuerte componente apologética, tanto en el modo como en los fines. Sin
complejos.
Su autor, Javier Olivera, es un sacerdote argentino,
profesor universitario en Ciencias Jurídicas y Sociales (UNC), doctor en
Filosofía (Pontificia Università Lateranense, Roma) y doctor en Historia (UNC).
La historia de su vocación «Se iban a casar, Dios los llamó y ahora él es
sacerdote y ella religiosa», se convirtió en un artículo viral en varios
idiomas. Aprovechando la presentación de su libro en Madrid, el lunes 19 en el
Salón de Grados del CEU, hemos tenido la oportunidad de entrevistarle.
Un nuevo volumen de «Que no te la cuenten III» ¿De qué
se trata?
El tercer volumen de «Que no te la cuenten» nació
solo, sin buscarlo, como los libros anteriores. Todo comenzó con una rebeldía
contra la «historia oficial», narrada por quienes hoy manejan los medios. «La
historia la escriben los que ganan», dice el refrán, pero no sólo los que ganan
las guerras armadas, sino, sobre todo, los que vencen en las guerras
culturales. Esto se sabe desde tiempos del Imperio Romano: de nada servía César
si no se «romanizaban» las costumbres. Y «romanizar» se puede hacer bien o mal.
Se puede colonizar ideológicamente en base a un sistema cerrado de pensamiento
contrario a la realidad o realísticamente (si se me permite el término),
basándose en la verdad. Porque no hay otra verdad que la realidad.
Pero, ¿no está pasada de moda la apologética?
Sí, tan pasada de moda como la heterosexualidad…
La apologética es la disciplina que intenta defender
la Fe. Antiguamente se estudiaba en los seminarios aprendiendo a cómo responder
a las mentiras del mundo, especialmente a aquellas que iban contra la primera
de las virtudes teologales. Hoy ya no se estudia apologética porque, para
algunos sectores de la Iglesia, no hay nada más que defender. La apologética es
vista como un arma intolerante, rígida y con cara de pocos amigos…
Mis padres me enseñaron que uno debe defenderse ante
los ataques. Y Cristo hizo lo propio: la otra mejilla es para cuando se nos
ataca individualmente, no cuando se ataca a la Fe, a la Patria o a la familia.
Allí es un tercero el que está siendo conculcado y, aunque vengan degollando,
hay que salirles al cruce.
Y en el ámbito de la historia o de la «apologética
histórica», como me gusta llamarla, los católicos somos unos inmensos
ignorantes. Ya lo decía tanto San Juan Bosco (que se pasaba las horas de la
noche escribiendo sobre la Historia de la Iglesia para sus alumnos) como el
Papa León XIII en un documento hoy completamente olvidado: la Saepenumero
considerantes que hace un par de años tradujimos por primera vez al castellano.
El tema es que, si no sabes de dónde vienes, no sabes
a dónde vas. Si se nos machaca desde niños que los españoles fueron unos
desalmados hijos de una mala madre, que mataron a todos los indios en América,
instauraron la «terrible» inquisición, mataron a mansalva en la «guerra civil»
española (cruzada, mejor dicho), entonces, ¿cómo surgirán españoles viriles, no
avergonzados de su Fe? ¿Cómo esta tierra que ha dado Quijotes no se volverá una
tierra de Sanchos? ¡No señor! La vida es una sola y todos los que nos quieren
hacer sentir vergüenza de nuestro pasado católico-hispano deben encontrarse de
nuevo con esos leones que hay en los blasones.
El Obispo Fulton Sheen dijo una vez: «Debe haber
apenas cien personas en este país que odian a la Iglesia católica por lo que
es; pero debe haber millones que odian lo que erradamente creen que es» ¿Esto
también es aplicable también a un buen número de católicos?
Absolutamente cierto. El enorme número de personas que
descree o que odia erradamente a la Iglesia, odia lo que no conoce. O, mejor
dicho, lo que conoce mal. Y en esto hay una enorme culpabilidad de la propia
Iglesia, que, más de una vez, descree o «se arrepiente» de un pasado glorioso.
Que hubo excesos en las Cruzadas, que hubo excesos en la Conquista, etc., es
cierto (¿en qué institución compuesta por hombres no las hubo?) pero que se
haya creado ese Leviatán por el que ahora quieren hacer pasar a la Iglesia y,
peor todavía, que no se la defienda ni que se enorgullezca uno de pertenecer a
ella, es síntoma de que estamos enfermos.
Y los laicos también tienen culpa en esto, no sólo
nosotros los curas. Primero los pastores, claro, pero también los laicos, que
no se forman. Creo que era San Cesareo de Arlés quien decía que los fieles
deben hacer como los terneros con la vaca: es hociqueando la ubre que consiguen
la leche de la sabiduría. Y cuando la leche escasea o algunas ubres están
secas, entonces habrá que buscar el alimento en la historia, en el catecismo,
en las buenas comunidades y en los buenos pastores.
¿Por qué cree Vd que la leyenda negra contra la
Iglesia tiene tanto predicamento?
La «leyenda negra» es la historia narrada for dummies;
es lo que te enseña el maestro cuando eres niño o adolescente. Es lo que te
repite el guía turístico cuando vienes a Europa y te está hablando, por un
lado, de lo «bestias» que eran «los medievales» al mismo tiempo en que te
muestra la catedral de Burgos, San Martin de Fromista o Chartres. Lo que rige
en el «sentido común» de la población no es la «history» sino la «story» (los ingleses
son bien precisos con los términos). La fábula por sobre la verdad.
Y no sólo tiene predicamento –perdón que insista–
porque se nos repite a mazamartillo que venimos del mono, que a Galileo lo
mataron o que Isabel la Católica «se opuso al Vaticano II» (sí, como lo leen…),
sino porque la Iglesia ha hecho con estas cosas la política del avestruz que,
cuando tiene miedo, coloca su cabeza bajo tierra y deja su trasero a la vista…
¡No señor: es hora de despertar! Además, ¡las fuentes históricas nos dan la
razón!
Algunas partes de sus libros proceden de artículos
primeramente publicados en internet. ¿Le han aportado algo los comentarios a
esos artículos?
Salvo el primer volumen, que surgió como un apunte de
clases para chicos de 17 años que estaban por ingresar a la universidad, el
resto de mis textos han surgido a partir de artículos de internet o
conferencias. Por eso, quien quiera leerlos, fácilmente podrá encontrarlos en
la web, aquí y allá. Sobre los comentarios, hay de todo: desde trolls a quienes
no dejo pasar, hasta verdaderos suplementos a mis trabajos que me han hecho más
de una vez rectificar o cambiar de postura.
Muchas veces, debo decirlo, ha sido más bien por
cuestiones prudenciales que por cuestiones de fuentes; pero también me han
aportado mucho en bibliografía (recuerdo ahora el trabajo sobre la esclavitud,
sobre el evolucionismo, sobre el mito de la homosexualidad aceptada en la
Grecia antigua, etc.). Es decir: los lectores que me siguen (tanto en
InfoCatólica como en mi sitio personal), tienen un muy buen nivel y son
respetuosos al momento de aportar, criticar, etc. Y, con el sitio y los libros
que recomiendo, todos nos vamos formando.
Con los que quieren simplemente hacer «terapia del
teclado» e insultar, etc., simplemente no les contesto: los mato con la
conspiración del silencio, que es lo mismo que hacen ellos con nosotros, por
cierto…
¿Habrá nuevas entregas?
Material hay de sobra. Atacando los mismos puntos o
reforzando los ya escritos. Sobre todo porque es tan grande el ataque que se
recibe que uno debe continuar «arando en el mar», como me gusta decir.
No sé si habrá un cuarto volumen o no; eso no depende
de mí, sino del Señor de la Historia. Pero viendo cómo está el patio, supongo
que hay para mucho más.
Sea como fuere, seguiremos; porque la
contra-revolución cultural me resulta fascinante y la lucha me estimula.
¡Ánimo!¡Los tenemos rodeados!
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