viernes, 9 de noviembre de 2018

Crece la confusión




La Catedral Primada de Bélgica transmitirá la llamada musulmana a la oración  (sic)

Por Carlos Esteban
Infovaticana | 08 noviembre, 2018

¿Qué mejor modo tiene la iglesia católica en Bélgica de conmemorar a los caídos en la Primera Guerra Mundial que transmitir desde la Catedral de Malinas, sede del Arzobispo Primado, la llamada a la oración de los musulmanes?

El próximo domingo, la iglesia de San Rumoldo, catedral de la Archidiócesis de Malinas-Bruselas, transmitirá el adhan o llamada a la oración musulmana, durante un ‘concierto por la paz’ para conmemorar a los caídos en la Primera Guerra Mundial, informa el diario local Het Laatste Nieuws.

Sí, suena extraño. La Primera Guerra Mundial no está especialmente relacionada con el mundo musulmán, siendo en origen una disputa esencialmente europea, mucho más aún en Bélgica, reino tradicionalmente católico del que el Islam ha estado absolutamente ausente hasta hace relativamente poco, con la llegada masiva de inmigrantes.


En cualquier caso, e incluso si se tratara de un evento con evidentes conexiones con el mundo islámico, quizá una catedral católica ‘en activo’, habitualmente dedicada al culto cristiano, no sea el lugar más apropiado para llamar a los musulmanes a la oración. También se recitará el Kadish, la oración judía por los muertos.

Pero es necesario recordar varias cosas aquí. La primera es que el arzobispo de Malinas-Bruselas y primado de Bélgica es el cardenal Josef De Kesel, que recientemente se deshizo sin ceremonias de una de las congregaciones religiosas que más vocaciones estaban aportando a su diócesis, la Hermandad de los Santos Apóstoles y que es sucesor del cardenal Danneels, el único cardenal hallado culpable de encubrimiento de abusos a menores en la gran purga de 2002.

En segundo lugar -y consecuencia directa de lo anterior-, Bélgica sufre una descristianización casi tan acelerada como su islamización, y tal vez la iniciativa sea una especie de ensayo para cuando la catedral, como sucedió con Santa Sofía en Estambul, se convierta en una mezquita.

Y, sobre todo, este ecumenismo que transciende con mucho los límites impuestos al original -es decir, que va más allá del diálogo con los ‘hermanos cristianos separados’- es la orden del día en la nueva Iglesia del Papa Francisco.

Hoy mismo podía leer en la página oficial de la Santa Sede la ‘declaración final del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso sobre el segundo encuentro Cristiano-Taoista’, una sorpresa porque no sabía que había habido un primero. Han extraído siete puntos y, afortunadamente, en ninguno de ellos se dice nada en absoluto. Por supuesto, no hay referencia alguna a conceptos católicos o siquiera mención alguna de pasada a Cristo, que es quien, en última instancia, justifica que exista siquiera dicasterio alguno, pero al menos las vaciedades de costumbre no comprometen la fe, solo hacen perder el tiempo.

Todavía está fresca la tinta en el texto final de un sínodo que se ha prolongado durante un mes y que se titulaba -engañosamente, como se vio después- ‘de la juventud’. Su prosa no lo hace más digerible ni más claro que si se tratara de las conclusiones de un congreso cristiano-taoísta, pero con un poco de paciencia podía entreverse cierta vaga preocupación por atraer a los jóvenes a la Iglesia. Bien, pues aunque las estrategias sean opinables, desde aquí nos atrevemos a decir que esta que se transmite con la ‘llamada a la oración musulmana’ no es la manera.

No ya cualquier joven; cualquier persona normal, de cualquier edad, sexo o condición, que esté alejada de la Iglesia, difícilmente podrá sentirse atraída por una fe tan insegura de su propio mensaje que dedica uno de sus templos principales a realizar los servicios de otra religión. Religión esta última, por cierto, que gana adeptos entre nativos de Occidente porque, como poco, se muestra sobradamente segura de la verdad de su mensaje. Y no es probable que en breve vayamos a escuchar en una mezquita mayor de un país árabe campanas llamando al Ángelus.

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