de un tribunal de Pensilvania
P. Guillermo Juan Morado, Dr. en Teología
Infocatólica, 15.08.18
En todo el tema, muy pesado, de abusos perpetrados por
miembros del clero convendría pasar página ya. Desconozco cuál es el
procedimiento que siguen los tribunales de los EEUU, pero me sorprende que se
dediquen a elaborar informes, sobre una conducta penalizada, durante un arco de
tiempo muy prolongado.
Informes que, jurídicamente, no tienen consecuencias,
apenas: “aunque la mayoría de sacerdotes han sido identificados, muchos han
fallecido ya o es probable que eviten la cárcel porque sus presuntos crímenes
son demasiado viejos para ser procesados según la ley estatal”, leo en un
periódico.
Pues si se juzga a alguien es para ver si es culpable
o no de un delito y para aplicarle, si lo merece, la pena debida. Juzgar para
elaborar informes es un modo muy peculiar de ejercitar el poder de juzgar.
Informes que no conducen a nada, más que al enorme descrédito de una institución,
que suele ser la Iglesia católica.
La estructura de la Iglesia es la que es. Es
jerárquica y es universal. Es un “nosotros” que hace suyo lo que cada “yo”
integrante de ese enorme cuerpo lleva a cabo. Especialmente, asume la
responsabilidad por lo que sus ministros ordenados han hecho. En lo bueno y en
lo malo.
No hay a quien pedir cuentas por los crímenes
cometidos en nombre del comunismo. Ni Alemania se puede responsabilizar de
todos los males perpetrados por los nazis. Ni Francia va a pedir perdón por
todas las víctimas de los ejércitos napoleónicos. Ni Italia va a indemnizar a
los cristianos devorados por las fieras para entretenimiento de los ciudadanos
romanos.
Esto, que es de sentido común, en la Iglesia, y con la
Iglesia, no rige. Hay que asumir el último delito protagonizado por el último
cura en la última parroquia del último país del mundo. No hay institución que
pueda soportar esto. Ninguna.
Si alguien se ve maltratado, mancillado, abusado, que
denuncie. Que busque que se le haga justicia, pero que no espere mil años para
que, sus descendientes, reclamen lo que ya, muy probablemente, no se podrá
juzgar.
Tampoco me parece bien que todo abuso, o supuesto
abuso, se les atribuya a los homosexuales. Hay personas homosexuales que no
abusan de otras personas, y menos de menores. Y hay muchos sacerdotes, la
mayoría, que no tienen tendencias homosexuales. Mezclar todo, homosexualidad y
abuso, es buscar una respuesta fácil a un problema complejo.
Cualquier abuso es reprobable. En el clero y fuera del
clero. En la casa propia y en la de los vecinos. En el deporte o en el no
deporte. Cualquier abuso es reprobable y denunciable. Cualquier encubrimiento
es malo.
Y ya. Hasta ahí. El que lo haga, que lo pague, tras un
proceso justo y una sentencia justa. Emponzoñarlo todo. Venir ahora a reclamar
lo de hace mil años, sembrar la duda sistemática… Lo siento, pero no puedo
aprobarlo.
No merecen las víctimas de los abusos ese tratamiento
tan genérico e irresponsable.
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