Milagros Ciudad
Ecclesia, 27 enero, 2018
El viernes terminaron las XVI Jornadas Diocesanas de
Zamora, que se han celebrado estos días en el salón de actos del Colegio Divina
Providencia (de las Siervas de San José) en la capital. Las tres conferencias
han girado en torno al tema de “Religiosidad popular y evangelización”, y la
clausura estuvo a cargo de Milagros Ciudad Suárez, que habló sobre los “Retos y
dificultades de ser cofrade en un mundo secularizado”.
Esta tercera ponencia fue precedida por la oración,
dirigida por Fernando Toribio, vicario episcopal de Pastoral, y por la
presentación de la ponente, a cargo de Javier Fresno, delegado diocesano para
la Religiosidad Popular, que destacó el perfil de Milagros Ciudad, doctora en
Historia de América por la Universidad de Sevilla y miembro de la Academia de
la Historia de Guatemala.
Entre sus estudios hay varios dedicados a la
religiosidad popular. Fue la primera mujer en formar parte de la junta de
gobierno de una cofradía en la capital andaluza. Desde 2008 fue consejera de
hermandades sacramentales y ahora es consejera de hermandades de gloria del
Consejo de Hermandades y Cofradías de Sevilla.
Las cofradías son Iglesia
La ponente partió del concepto de que “las hermandades
somos Iglesia; los cofrades no somos católicos de segunda categoría como se
pensó en algún momento… las hermandades participan en la construcción de un
mundo basado en los valores del Reino de Dios”.
Esto, explicó, se vive en el marco de “una sociedad
profundamente secularizada”, cuyos rasgos detalló. “Los cofrades vivimos
nuestro ser Iglesia desde una teología sencilla, desde la inserción anónima en
la sociedad del siglo XXI, de una forma cercana, con un gran arraigo familiar,
con una actitud generosa y solidaria”.
Pero las cofradías “se tienen que adaptar a este
tiempo, con sus luces y sombras. ¿Cómo? Siguiendo las líneas del Evangelio, ni
más ni menos. En un mundo en el que los valores tradicionales han desaparecido
o, al menos, cotizan a la baja”, dominando una mentalidad relativista –el “todo
vale”, tanto en lo moral como en lo religioso– y el laicismo. Además de un
individualismo y hedonismo que rompen todo esfuerzo y todo sacrificio.
En la actualidad “lo religioso queda postergado a lo
privado, y hay un anticatolicismo que afecta a la vida de las hermandades, a
las que se quiere restringir en algunos lugares del sur”. Además, Milagros
Ciudad aludió a la falta de oración, al desafío de la globalización, a la
imposición de la ideología de género que desestructura la familia, y al mal uso
de las redes sociales y los medios de comunicación.
Doctrina Social de la Iglesia
Para la ponente, “el mayor problema de las hermandades
en este contexto es su fidelidad o no a la verdad del Evangelio y a sus
valores. Tenemos que permanecer fieles a la identidad y misión de las
hermandades, y ser cauce de espiritualidad y vida cristiana”. A este respectó,
recordó como San Juan Pablo II habló en su visita al santuario de la Virgen del
Rocío en 1993 de “purificarse del polvo del camino, y eso es lo que tenemos que
aplicar en nuestras hermandades”.
“La comunidad cristiana ofrece, en este mundo, la
Doctrina Social de la Iglesia, que anuncia al hombre su dignidad y su vocación,
de acuerdo con las exigencias de la justicia y la paz que vienen de Dios”,
explicó. Y acto seguido, recomendó a los asistentes conocer y leer el Compendio
de Doctrina Social de la Iglesia.
“Las hermandades deben tener conexión con esta
Doctrina Social de la Iglesia, con unos vínculos profundos, de orden
antropológico y evangélico. Porque el hombre que hay que evangelizar es alguien
concreto, que tiene sus alegrías y sus problemas familiares, laborales… Si esta
enseñanza la extrapolamos a nuestras hermandades, somos referentes privilegiados
para afrontar las realidades sociales y mejorarlas, desde la convivencia
fundamental con el hermano”, afirmó.
De esto “debemos ser conscientes los que tenemos
cargos en las cofradías. Tiene que haber un compromiso fuerte, no sólo sacar un
paso a la calle. Hay un día a día”. E introdujo así el resto de la ponencia:
“¿Cómo hacemos esto? Con tres pilares fundamentales: la formación, el culto y
la caridad”, pilares que detalló a continuación.
La urgencia de la formación
¿Cómo estamos de formación en nuestras hermandades? A
esta cuestión, Milagros Ciudad contestó: “habrá de todo. Pero realmente, día a
día, cada vez más las hermandades están convenciéndose de la necesidad de
formar a los cofrades. Hay un sector que profesa una religión ‘light’, sin
compromiso, sin práctica de los sacramentos… y así hay una cautela a la hora de
proponer unas actividades formativas que exijan un compromiso. La vida
cotidiana de la hermandad se centra mucho en las ‘comidillas’ cofrades,
alentadas por algunos medios de comunicación. Cuando hay que dar otros valores
que tiene la hermandad”.
Los presidentes y hermanos mayores “deben ser
conscientes de que la formación tiene que estar, con una persona responsable,
que sea idónea, no de relleno, y que se dedique a los jóvenes y sepa conectar
con ellos”. Esta formación “no puede ser impositiva, porque la gente desconecta
enseguida, y porque debe ser un proceso de autotransformación de la persona,
que debe convencerse de que, igual que no puede ponerse el traje de la primera
comunión con el pasar de los años, tampoco puede quedarse con la formación de
aquel momento infantil”.
Es una tarea de “búsqueda y ofrecimiento de los
valores que conforman la hermandad, ni más ni menos que el Evangelio”. Por
ejemplo, señaló que “tenemos que enseñar a los jóvenes cofrades que cuando
entran en el templo, antes de ir a ver las imágenes titulares, deben ir a orar
al Santísimo”.
Esta formación tiene que ser “un proceso que
despliegue a la persona en todas sus dimensiones: cognitivas, afectivas y dinámicas.
Esto nos lleva a una auténtica formación”. Porque, como reconoció Milagros
Ciudad, “muchos jóvenes están faltos de un guía espiritual, necesitan una
persona que los enganche en la movida de la hermandad, cuya vida no es triste
ni aburrida. Todo esto sin un adoctrinamiento, porque el que está formado no
está adoctrinado, sino que ha vivido un proceso de autotransformación”.
“Las cofradías tenemos que concienciarnos de la
necesidad de esta formación. Tenemos que salir a la calle, pero salir formados,
lo que requiere de medios y hermanos comprometidos. Y a nivel local debería
haber una línea de formación, en una labor continua y permanente. Las juntas de
cofradías tienen que formar a formadores, semillas que germinan después en sus
propias hermandades”, sugirió.
Más allá del culto externo
Como historiadora, la ponente recordó que “las
hermandades nacieron como asociaciones laicas religiosas dedicadas al culto (a
Dios) y a la ayuda (al hermano necesitado)”. Pero el punto del culto “debe ser
auténtico. No podemos estar más pendientes de lo externo que del misterio que
se está celebrando en nuestros cultos. Este culto interno está por delante y es
preferente con respecto al culto externo, como una preparación espiritual del
culto externo”.
Citó al arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, que
dice que las cofradías suponen un ingente potencial religioso y evangelizador.
Por eso el Papa afirma que las hermandades son un tesoro, porque suponen un
espacio de encuentro con Jesucristo. “Frente a esta sociedad actual, nuestras
hermandades reivindican el culto público”. De hecho, reconoció, “las
hermandades en el sur han supuesto un freno a la secularización”.
“No es cierto que los cofrades no sepamos distinguir
lo espiritual de lo folklórico, aunque haya de todo. Hay mucha gente que
participa en las procesiones alabando a Dios y con una profunda preparación
religiosa. No se puede achacar que esta religiosidad popular se quede sólo en
lo exterior. No es malo que el cofrade goce, que tenga una experiencia
sensorial positiva, pero debe ir más allá de lo puramente sensorial”, afirmó.
Además, Milagros Ciudad subrayó que “las procesiones
principales son las eucarísticas. Los fieles que adoran a Cristo presente en el
Santísimo Sacramento recuerdan que esta presencia viene del sacrificio en el
que está Dios. Cuando lo sacamos a la calle, damos testimonio de nuestra fe en
la eucaristía, vaya poca o mucha gente… seguimos haciéndolo. La piedad que nos
impulsa a los fieles a adorar la eucaristía lleva a vivir el misterio pascual”.
Caridad, sin ser ONG
La acción social de las cofradías y hermandades –o la
caridad, como prefirió denominarla la ponente– “debe ser un testimonio
evangelizador y basado en la Doctrina Social de la Iglesia. Porque en ésta
tenemos los principios de reflexión, los criterios de juicio y las directrices
de juicio para promover un humanismo integral y una justicia social. No vale
sólo con dar de comer al hambriento, sino que hay que dar los instrumentos
básicos para que esa persona se realice como ser humano”.
Desde su experiencia, Milagros Ciudad explicó que “en
Andalucía la caridad o acción social de las cofradías se ha incrementado
muchísimo, sobre todo a raíz de la crisis, creando distintos tipos de caridad,
siempre en la línea de la Doctrina Social de la Iglesia”. De esta forma se han
creado economatos, bolsas de trabajo, iniciativas de orientación y formación
laboral, enseñanza de idiomas… “Hay un compromiso social, típico en la Iglesia,
donde se hace mucho más que las instituciones públicas, que deberían cubrir
esas necesidades”, reconoció.
“Nuestras hermandades son un claro ejemplo de esa
acción social”, afirmó, pero advirtiendo de que “las hermandades no somos una
ONG: sin la oración y la formación, si sólo hay caridad, lo estamos haciendo
mal”. Y puso un ejemplo muy concreto: un encargado de caridad no puede faltar a
los cultos de la hermandad, sino que debe organizarse para la ayuda a los
necesitados.
Recordó que, más allá de la ayuda material, “hay otro
tipo de caridad, ante la miseria moral y espiritual de nuestra sociedad: la
esclavitud contemporánea. Ante ella, el Evangelio es el verdadero antídoto, y
hemos de atraer a esas personas anunciándoles el amor de Dios. Deben ver en el
cofrade un guía y una persona a seguir. Si no… ¿para qué estamos las
cofradías?”.
Como conclusión, la ponente repasó los tres retos
señalados: la formación, que debe ser un compromiso de todos los hermanos; la
creación de una auténtica comunidad fraterna que viva los valores del Evangelio
frente al egoísmo, al hedonismo y al individualismo; que el verdadero culto
espiritual esté presente; y una vivencia de la caridad que puede cambiar
completamente al hombre y a la mujer del siglo XXI.
Al término de la conferencia, el vicario general de la
Diócesis de Zamora, José Francisco Matías, clausuró las XVI Jornadas Diocesanas
recapitulando lo dicho en los tres días, agradeciendo la asistencia de los
ponentes y del público y reconociendo la hospitalidad de las Siervas de San
José.
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