Una opinión a tenerse en cuenta, aunque no sea originada en un creyente. Agregamos nuestra opinión, al final.
Clarín,
9-1-18
Al César, lo que es del César’” semeja la histórica definición de
justicia propuesta por el filósofo griego Aristóteles (384-322 AC). A su vez,
Cristo (0-33), les dijo a sus discípulos “dad al César lo que es del César, y a
Dios, lo que es de Dios” (Mateo 22:21), como para separar los temas terrenales
de los espirituales.
Esta expresión indica que deben distinguirse debidamente elementos de
distinta naturaleza y, en su uso más frecuente, que deben discriminarse
correctamente las cosas, según la incumbencia o la competencia de las personas
involucradas.
En el mundo en general, y en la Argentina también, cada vez hay menos
personas que profesan la fe de la iglesia católica. Los países católicos de
Europa cuentan con una feligresía menguada, desde hace varias décadas. Mientras
que, en Latinoamérica, no cesa la tendencia a la baja de los católicos.
Según el informe de la organización Pew Research Center de noviembre
2014, el 69% de adultos se identifica con ese credo, ante 90% que lo hacía, en
la mayor parte del siglo XX.
Hoy se aprecia una práctica light de la religión católica, mientras
crecen otras religiones, al igual que los agnósticos y ateos.
En la región, Chile y Uruguay son los dos países donde hay un mayor
proceso de secularización. Según la Encuesta Nacional Bicentenario elaborada
por la Universidad Católica y Adimark, en noviembre de 2014, el 59% de los
chilenos se consideraba católico, el 16% evangélico y el 22% aseguraba no tener
ninguna creencia religiosa, ítem dentro del cual se incluía a los agnósticos y
ateos.
Uruguay es el país con menor porcentaje de católicos de América Latina.
El 41% declara ser católico, mientras que el 38% dice ser ateo o agnóstico, el
8% evangélico y el 13% responde a otras religiones, según el informe de
Latinbarómetro, de abril de 2014. De larga tradición laicista, el gobierno
uruguayo es totalmente independiente de la religión.
Contrariamente, en Argentina, con un 77% de católicos, la iglesia
siempre ha sido un factor de presión, para influir en las decisiones de Estado.
Aunque habría que hacer la salvedad que sus máximos representantes optaron por
llamarse a silencio o actuaron con extrema cautela, durante muchos años de la
gestión kirchnerista.
Las libertades plenas que rigen en el país, desde diciembre de 2015, han
permitido que Francisco y el Episcopado volvieran a hacerse escuchar en
Argentina, cuestionando decisiones de la administración nacional o leyes
aprobadas por el poder Legislativo.
Hemos leído, semanas atrás, que la iglesia de Córdoba envió cartas a los
legisladores nacionales por esa provincia, en línea con el pensamiento del Papa
Francisco, para que no votaran la Reforma Previsional, acordada por el
presidente Mauricio Macri con 23 de los 24 gobernadores. Es cuestionable que la
Iglesia quiera inmiscuirse de tal manera en temas de Estado, cuando su rol debe
estar en ocuparse de las cosas de Dios y en cuidar a su desperdigado rebaño.
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