¿Principio del fin del celibato
obligatorio?
Carlos Esteban
Infovaticana, 16 octubre, 2017
El Papa Francisco ha anunciado la convocatoria de un
‘sínodo panamazónico’. Una iniciativa que promete desencadenar ríos de tinta en
los próximos años.
En su alocución durante el Ángelus en San Pedro este
lunes, el Papa Francisco ha anunciado la convocatoria de un ‘sínodo
panamazónico’ que, probablemente, no haya despertado excesiva curiosidad entre
quienes esperan de Su Santidad si no pronunciamientos revolucionarios o nuevos
‘desarrollos de doctrina’ que den jugosos titulares.
Creo, sin embargo, que se equivocan, y que la
iniciativa anunciada promete desencadenar ríos de tinta en los próximos años.
Declara el Papa: “Recogiendo el deseo de algunas
Conferencias Episcopales de Américan Latina, así como la voz de diversos
pastores y fieles de otras partes del mundo, he decidido convocar una Asamblea
Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica , que tendrá
lugar en Roma en el mes de octubre de 2019. El objeto principal de esta
convocatoria es concretar nuevas vías para la evangelización de aquella porción
del Pueblo de Dios, especialmente de los indígenas, a menudo olvidados y sin la
perspectiva de un futuro tranquilo, también como consecuencia de la crisis de
la selva amazónica, pulmón de capital importancia para nuestro planeta”.
Bien. Demos de
lado lo que no es más que una frase hecha sin demasiada relevancia: la selva
amazónica es sin duda un enorme ecosistema natural que vale la pena conservar,
pero no es ‘pulmón del planeta’, más bien al contrario: La respiración y la
putrefacción hacen que las selvas tropicales maduras no produzcan un solo gramo
neto de oxígeno. Pero esto es absolutamente baladí en este contexto.
Lo importante, si se me permite la redundancia, es la
importancia que se da a esta reunión de obispos. La Amazonía es una región que
abarca nueve países pero con una densidad de población muy baja. Y si la
evangelización de los indígenas parece siempre un objetivo laudable,
difícilmente puede ser considerado prioritario en una zona, Latinoamérica, que
ha sido desde hace décadas el principal bastión demográfico del catolicismo
pero que en los últimos años ha venido sufriendo una alarmante sangría de
fieles, en buena medida a favor de las sectas pentecostales protestantes.
Y aunque esta preocupante tendencia se mantiene desde
hace decenios, la elección de un Papa latinoamericano no ha hecho nada para
desacelerarla: se calcula que en Brasil,
el país con más católicos del mundo, 9 millones han dejado de serlo desde 2014,
un año después de la elevación al pontificado de Francisco, hasta hoy, y el
porcentaje de fieles ha caído al 50 % mientras el de evangélicos ha aumentado
en este tiempo un 29 %, según el Instituto Datafolha. Los expertos calculan que
el catolicismo podría perder su condición de religión mayoritaria en torno a
2040.
Todo eso podría llevar a pensar que, si Latinoamérica
precisa de un sínodo urgente, su
objetivo debería ser la reevangelización más que las necesidades de un lugar inmenso
pero escasamente poblado.
Salvo, naturalmente, que el sínodo tenga otros
objetivos que vayan más allá del anuncio del Evangelio a los indígenas
amazónicos, como muchos temen.
En concreto, lo que ‘suena’ en buen número de
publicaciones católicas es que en este sínodo se pretende introducir el
sacerdocio de los casados.
El celibato en la Iglesia católica no es ‘de fide’,
sino meramente disciplinar, y de hecho existe un reducidísimo número de
sacerdotes casados con plenas funciones y el visto bueno de Roma, especialmente
formado por miembros del ‘ordenariato’ que constituyó Benedicto XVI para
admitir en la comunión a pastores anglicanos que ‘cruzaban el Tíber’.
La norma sigue siendo, naturalmente, el celibato,
aunque desde que tengo uso de razón existe un poderoso ‘lobby’ que presiona con
el aplauso del mundo para que se ponga fin al celibato sacerdotal obligatorio.
Aunque los últimos papas se han resistido a esta
insistente demanda, dos desarrollos han dado nuevos argumentos a estos grupos
de presión: la aguda crisis de vocaciones en Occidente y los escándalos de
abusos sexuales por parte del clero.
Lo segundo es, realmente, un argumento de doble filo.
Querrían hacer ver que los abusos serían consecuencia de unos impulsos sexuales
naturales que no encuentran salida en el celibato, pero eso se compadece mal
con los casos concretos y más sonados, en los que las víctimas eran menores de
edad y, con abrumadora frecuencia, varones, revelando tendencias a las que mal
remedio podría dar el matrimonio.
El primer argumento tiene algo más de peso, y hace
tiempo que dejó de ser un tabú debatir la conveniencia de ordenar ‘viri
probati’ casados como solución parcial y de emergencia. El caso de los sacerdotes
ex anglicanos solo puede animar este movimiento, y el área del Amazonas podría
ser un excelente laboratorio para esta novedad.
Naturalmente, el objetivo de muchos es que del
Amazonas se dé el salto al resto de tierras de misión y, finalmente, se convierta
en el modo ‘estándar’ de sacerdocio. En tal caso estaríamos ante una enésima
‘innovación’ con capacidad de alterar significativamente la práctica eclesial
católica.
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