La bofetada de Francisco al cardenal Sarah
Sandro MAGISTER, periodista
catolicos-on-line, 28-10-17
La carta con la que en los días pasados Francisco ha
rebatido y humillado al cardenal Robert Sarah, prefecto de la congregación para
el culto divino, es la enésima prueba de cómo este Papa ejerce su magisterio.
Cuando Francisco quiere introducir novedades, no lo
hace nunca con palabras claras e inteligibles. Prefiere crear discusiones,
poner en marcha «procesos» en los que se afirman poco a poco las novedades.
El ejemplo más lampante es "Amoris
laetitia", de la que se dan interpretaciones y aplicaciones contrastantes,
con enteros episcopados alineados en uno u otro frente.
Y cuando se le pide que aclare, se niega. Como en el
caso de los cinco "dubia" que le presentaron cuatro cardenales, a los
que no se dignó dar respuesta.
Pero cuando un cardenal como Sarah, autorizado por
cargo y competencia, interviene acerca de un motu proprio papal que concierne a
a la liturgia para dar la única interpretación que considera correcta y que,
por lo tanto, es la única que debe llevar a cabo la congregación de la que es
prefecto, Francisco no calla, sino que reacciona con dureza, en defensa de esos
pasajes del motu proprio –efectivamente, nada claros– que contienen las
liberalizaciones que él tanto ama.
Es precisamente lo que ha sucedido en los días
pasados.
Recapitulemos. El 9 de septiembre Francisco publica el
motu proprio "Magnum principium" que concierne a las adaptaciones y
las traducciones en lengua vernácula de los textos litúrgicos de la Iglesia
latina.
Al definir el papel de la congregación para el culto
divino en lo que atañe a las adaptaciones y las traducciones de los textos
litúrgicos predispuestos por las conferencias episcopales nacionales y
sometidos a la aprobación de la Santa Sede, el motu proprio distingue entre
"recognitio" y "confirmatio", entre revisión y
confirmación.
Pero dicha distinción no está explicada con claridad.
Y, de hecho, rápidamente se han delineado dos frentes entre los expertos.
Hay quien considera que la "recognitio", es
decir, la revisión previa por parte de Roma, concierne sólo a las adaptaciones,
mientras que respecto a las traducciones la Santa Sede debe meramente dar una
"confirmatio", es decir, su beneplácito.
Y hay quien considera que también en lo que atañe a
las traducciones Roma debe realizar una cuidadosa revisión antes de aprobarlas.
Efectivamente, es lo que sucedía anteriormente y es
por este motivo por lo que varias traducciones nuevas de los misales han tenido
una vida laboriosa –como las de los Estados Unidos, Gran Bretaña e Irlanda– o están todavía pendientes
de ser aprobadas por Roma, como son las de Francia, Italia y Alemania.
En particular, la nueva traducción del misal en alemán
había sido criticado por el propio Benedicto XVI quien, en 2012, escribió una
carta a los obispos, connacionales suyos, para convencerles que tradujeran con
más fidelidad las palabras de Jesús en la última cena, en el momento de la
consagración:
> Diario Vaticano / ¿"Por muchos" o
"por todos"? La respuesta justa es la primera
Volviendo al motu proprio "Magnum
principium", es importante advertir que ha sido redactado sin que el
cardenal Sarah, prefecto de un dicasterio cuyos mandos intermedios hace tiempo
que le son hostiles, tuviera conocimiento de ello.
El 30 de septiembre Sarah escribió al Papa Francisco
una carta de agradecimiento acompañada por un detallado "Commentaire"
cuyo fin era una correcta interpretación y aplicación del motu proprio, más
bien restrictivo respecto a sus polivalentes formulaciones.
Según Sarah, "recognitio" y
"confirmatio" son, de hecho, "sinónimos" o, de todas
formas, «intercambiables a nivel de responsabilidad de la Santa Sede",
cuya obligación de revisar las traducciones antes de aprobarlas sigue vigente.
Unos doce días más tarde, el "Commentaire"
del cardenal apareció publicado en varios sitios web, lo que hizo pensar –dado
el cargo del autor del "Commentaire"– que en Roma la congregación
para el culto divino había actuado según sus indicaciones.
Esto irritó mucho al Papa Francisco que, el 15 de
octubre, firmó una dura carta con la que desmentía al cardenal Sarah.
Una carta en la que el Papa asigna a las conferencias
episcopales la libertad y la autoridad de decidir las traducciones, a la espera
de recibir sólo la "confirmatio" final de la congregación vaticana.
Y en cualquier caso –escribe el Papa– sin ningún
"espíritu de 'imposición' a las conferencias episcopales de una
determinada traducción realizada por el dicasterio" romano, también para
los textos litúrgicos "relevantes" como las "fórmulas
sacramentales, el Credo, el Pater noster".
La conclusión de la carta del Papa al cardenal es
desabrida:
"Constatando que la nota 'Commentaire' ha sido
publicada en algunos sitios web y erróneamente atribuida a su persona, Le pido
amablemente que divulgue esta respuesta mía en los mismos sitios web, y que
también la envíe a todas las Conferencias Episcopales, como a los miembros y
consultores de este dicasterio".
Hay un abismo entre esta carta de Francisco y las
cálidas palabras de estima expresadas por escrito al cardenal Sarah, hace unos
meses, por el "Papa emérito" Benedicto XVI, que declaraba que estaba
seguro que con Sarah "la liturgia está en buenas manos" y, por lo tanto,
"debemos estar agradecidos al Papa Francisco por haber puesto a dicho
maestro del espíritu como cabeza de la congregación responsable de la
celebración de la liturgia en la Iglesia".
Es inútil decir que el motivo del choque entre
Francisco y el cardenal Sarah no es marginal, sino que toca los fundamentos de
la vida de la Iglesia según el antiguo lema: "Lex orandi, lex
credendi".
Porque el "proceso" que Francisco quiere
poner en marcha es, efectivamente, también el de cambiar – a través de la
descentralización para que las Iglesias nacionales se ocupen de las
traducciones y adaptaciones litúrgicas –, el orden total de la Iglesia
católica, trasformándola en una federación de Iglesias nacionales dotadas de
amplia autonomía, "incluyendo también alguna auténtica autoridad
doctrinal".
Palabras, éstas, de "Evangelii gaudium", el
texto programático del pontificado de Francisco.
Palabras que sonaron enigmáticas cuando se publicaron
en 2013. Hoy ya lo son menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario