Rosario/12, 21-9-15
Por Martín
Coria
En la prensa estadounidense se habla mucho en estos
días de este Papa latinoamericano que no habla inglés y que nunca antes visitó
los Estados Unidos.
Sin embargo, hay un aspecto de la vida pública de
EE.UU. que debería ser muy familiar para el padre Bergoglio: el federalismo.
Argentina y Estados Unidos son países federales. En ambos países el estado
federal (en sus ramas ejecutiva, legislativa y judicial) tiene un gran peso e
importancia en fijar la dirección general del país, pero también existe un
amplio margen de acción para (buenos y pésimos) gobiernos estaduales o
provinciales.
Existe un aspecto de la experiencia católica
estadounidense muy poco conocido en América latina que tiene que ver con el
sistema federal de gobierno y que ojalá Francisco, que desafía a los católicos
a “hacer lío” en favor de los pobres y excluidos, pueda conocer: el trabajo de
las conferencias de obispos estatales o provinciales (State Catholic
Conferences).
Fruto directo de las enseñanzas del Concilio Vaticano
II, las conferencias católicas estatales son pequeñas ONG u oficinas de
políticas públicas creadas por todas las diócesis de un mismo estado cuya
misión es presentar las posiciones conjuntas de los obispos católicos locales
durante el debate y discusión de políticas públicas estaduales, en especial de
leyes y proyectos de ley. No son grupos de estudio o investigación sino equipos
permanentes de profesionales que trabajan para incidir en políticas públicas en
áreas de interés a los obispos. Así, las conferencias católicas estatales son
el vehículo a través del cual los obispos fijan posición pública en temas como
la ley de presupuesto provincial y en leyes o proyectos de todo tipo (vivienda,
salud, sistema penal, educación, medio ambiente, entre otras). Trabajan todo el
año legislativo, tienen personal rentado especializado en políticas públicas y
doctrina social de la iglesia y como parte de su trabajo aprovechan, educan y
movilizan a los laicos y organizaciones católicas locales (parroquias,
colegios, hospitales).
Según la dirección que les impriman los obispos a
quienes en definitiva representan y a quienes responden, las conferencias
católicas estatales pueden trabajar en forma más o menos ecuménica e
interreligiosa y el tema del aborto, por ejemplo, puede estar más o menos en el
centro de su agenda e identidad.
Sería injusto reducir las conferencias estatales
católicas a un “lujo” que se pueden dar los obispos en un país y en diócesis
ricas. En la actualidad, más de cuarenta estados cuentan con su conferencia
católica estatal, desde la inmensa California con sus 12 diócesis y 11 millones
de católicos hasta la pequeña Dakota del Norte, con dos obispos y poco más de 144.000
católicos.
Las conferencias católicas estatales no hacen a los
obispos católicos estadounidenses más “progresistas”, pero fortalecen el
sistema democrático, mejoran la calidad del debate legislativo en áreas
críticas y hacen visible a la sociedad en general y a los católicos en
particular, cuál es la agenda de sus obispos (a qué y por qué se oponen, qué
apoyan y sobre qué cuestiones guardan silencio). No le hablan a los gobernantes
“desde afuera (del sistema) y desde arriba” sino “desde adentro” y de igual
manera que lo hace el resto de los sectores de la sociedad civil. Aunque
fundamentan su trabajo en el Evangelio y la doctrina social de la Iglesia
hablan el mismo lenguaje técnico y legislativo que funcionarios, legisladores y
especialistas pueden entender. No hablan o se pronuncian “cuando quieren” sino
cuando es necesario (en el momento en que se presentan y/o discuten las
iniciativas en las legislaturas locales). Son, en general, equilibradas:
reconocen méritos y avances y son claras y respetuosas a la hora de condenar u
oponerse.
En suma, próximas a cumplir 50 años de vida muchas de
ellas, las conferencias católicas estatales son una herramienta interesante
para “hacer lío” en las provincias, si los obispos católicos argentinos se
animan.
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