“Señor: que la
creación entera, liberada de la esclavitud del pecado, te sirva y te alabe
eternamente”
Padre Ricardo B.
Mazza.
En la primera lectura
proclamada (Dn. 7,13-14), el profeta Daniel menciona a una figura como de Hijo
de hombre que viene sobre las nubes del cielo, indicando de esa manera su
procedencia divina. Se le ha dado “el dominio, la gloria y el reino y, lo sirvieron
todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no
pasará, y su reino no será destruido”.
En contraste con esta
visión, hace referencia versículos antes, a cuatro figuras espantosas que
surgen del abismo, de procedencia maligna, que son otros tantos reinos que
guerrearon contra el pueblo elegido y quisieron someterlo, pero son destruidos.
Lo descrito no sólo
destaca lo que aconteció en tiempos lejanos, sino que se afirma que por encima
de todos los poderes y reinos de este mundo, existe el poder de Dios que no
pasará, que abate cuando lo considera oportuno, a los que se creen
todopoderosos y pueden burlarse de la ley de Dios.
La historia nos habla
de cruentas persecuciones contra la
Iglesia y los cristianos en manos del imperio romano, la Francia de la Revolución y de
Napoleón, del mundo marxista de la
Rusia post zarista, el nazismo y tantos otros poderes que en
el decurso del tiempo fueron aniquilados, aunque se creían más poderosos que
Dios.
Cristo, en cambio, se
presenta hoy como el Señor de la historia, que invita a todos a ingresar en el
reino que Él inaugura, guiando el
corazón de aquellos que lo buscan con sincero corazón. Este reino ya estaba
prefigurado en el pueblo de la antigua alianza y se perfecciona en la persona del
Hijo de Dios hecho hombre.
En el diálogo con
Pilato (Jn. 18, 33b-37), Jesús responde las inquietudes del Procurador pero de
una manera distinta a lo que esperaba, “¿Tú eres rey? Si, pero mi realeza no es
de este mundo”. Pilato piensa con categorías puramente temporales, donde la
existencia de poderes y reinos era evidente por la fuerza de las armas y la
prepotencia de sus gobernantes que se hacían venerar como dioses. El reino de
Cristo, en cambio, no es de este mundo, de allí que no tenga “partidarios” que
lo mantengan en la cima, sino que es su poder el que impide a las fuerzas
infernales prevalecer sobre el nuevo reino.
El Procurador no sabe
qué responder porque no entiende la lógica del planteo del Señor y más azorado
aún habrá estado cuando sigue escuchando “Yo Soy rey. Para esto he nacido y he
venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad,
escucha mi voz”.
La verdad no es sólo
dar a conocer la intimidad de Dios sino lo que refiere a toda la historia
humana, al fin del hombre, al sentido de la vida y a la realización plena de
cada uno en el encuentro definitivo con el Padre.
Creado para la
felicidad plena, el hombre hirió con el pecado el proyecto divino, y fue Jesús,
enviado por el Padre quien nos fue mostrando que estamos llamados a pertenecer
al Reino de justicia, de paz, de verdad y de amor que instaura con su muerte y
resurrección.
Mientras Pilato sirve
al poder mundano que busca imponerse por la fuerza, Cristo muestra el reino que
instaura a través de la humillación de su rey.
Si descubrimos la
verdad profunda de este hecho estaremos en condiciones de escuchar la voz del
Señor integrándonos a su reino.
Es por eso que el
libro del Apocalipsis (1, 5-8) refiriéndose a Jesús dice “El testigo fiel, el
Primero que resucitó de entre los muertos, el rey de los reyes de la tierra”.
Como testigo fiel nos
muestra la profundidad del misterio del Padre, resucitando asegura nuestra
propia resurrección manifestándose como rey de todo lo creado, dado que su
presencia se remonta al principio mismo de la creación como Palabra del Padre,
que en la plenitud de los tiempos se hace hombre para nacer entre nosotros.
Insiste el texto
sagrado afirmando que Cristo, amándonos nos libera de nuestros pecados por
medio de su sangre, “e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su
Padre”.
Por lo tanto, desde
la cruz en la que es entronizado reina sobre todo lo creado y liberándonos de
nuestros pecados ha hecho de nosotros un reino sacerdotal para Dios su Padre
quedando bien en claro que estamos invitados a formar parte de este reino que
Él viene a inaugurar.
Este reino no es
meramente espiritual en el sentido que se agote en la unión nuestra con Dios y
su Hijo hecho hombre Jesucristo, sino que implica instaurar su Reino en medio
de la sociedad en la que estamos insertos.
Es decir, hacer
presente a Jesús en el mundo de la economía, de la política, de lo educativo,
de la familia, etc.
Significa que
nosotros hijos de Dios por el bautismo hemos de vivir en el mundo pero sin ser
del mismo, permanecer en este mundo temporal pero sabiendo que somos de otro
reino. Convencidos que como creyentes hemos de vivir, pensar y actuar, con los
criterios de Cristo.
Esto hace que el
cristiano no contemple la realidad que lo rodea según la mirada de la cultura
que prescinde de Dios, sino que por el contrario el Creador ha de ser el
referente obligado para gestionar los asuntos temporales.
Y así el cristiano
que pertenece al reino de Cristo, cuando actúa en política, lo hace buscando
siempre el bien común de la sociedad, promoviendo los valores de la vida y de
la dignidad humana que se inicia por nuestra filiación divina, sin caer en
componendas, o cediendo principios por no perder “amigos”, fortuna y poder.
De este modo
preparamos el camino para que el Señor pueda reinar en el corazón de cada uno y
de la sociedad.
En lo referente a la
economía, el ciudadano del nuevo Reino, promueve este ámbito para ponerlo al
servicio del hombre de manera que primer la solidaridad por sobre el egoísmo,
privilegiando la atención de los abandonados y empobrecidos de la sociedad para que todos puedan vivir
honestamente.
Y así en todos los
ámbitos de la existencia humana es posible gestar un mundo nuevo donde reine la
paz, la justicia y el amor, buscando aplicar las enseñanzas del Señor, renunciando
a los propios intereses para glorificar a Dios y enaltecer a la persona humana.
Percibimos en
nuestros días que cuando prima “el reino de este mundo”, con sus poderes
malignos, no sólo Dios es ignorado en toda la existencia humana, sino que también el hombre es pisoteado, ignorado,
y desconocido en su dignidad de hijo de Dios.
Ante el Reino de
Cristo caerán todos los otros reinos y poderes basados en la prepotencia, nos
dice el libro del Apocalipsis “por Él se golpearán el pecho todas las razas de
la tierra”. Los que creían que estaban por encima de Dios y podían hacer lo que
quisieran sucumben.
Concluyendo, pidamos
al Señor que Él reine en nuestros corazones y que con sus enseñanzas y ejemplos
conozcamos cuál es nuestro compromiso en la sociedad en la que estamos
insertos.
Pidamos que nuestro
testimonio de ciudadanos del Reino de Cristo ayude a muchos que no creen, el
poder comenzar una vida nueva de fe en Cristo.
Padre Ricardo B.
Mazza.
Cura párroco de la
parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz , Argentina.
Homilía en el domingo de Cristo Rey del Universo. Ciclo “B”. 25 de noviembre de
2012. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com
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