Elena Ugolini, subsecretaria del Ministerio de
Educación de Italia, pronunció la
conferencia inaugural del recién abierto centro del Arzobispado de Granada,
España, Studium Granatense et Sacromontanum.
*****
Saludo con afecto a
todos los participantes en esta ceremonia de inauguración del nuevo edificio de
la escuela superior construida por la Archidiócesis de Granada para albergar el “Centro
de Magisterio La Inmaculada ”,
y algunas otras instituciones educativas de grado superior como la International Academy
of Philosophy.
Educar para la
belleza
Lo que más impresiona
al llegar aquí y ver este nuevo edificio es su belleza, su magnífica belleza.
Las paredes del
edificio, blancas como la luz, se desgranan alrededor del verde prado, como los
muros del monasterio medieval alrededor del claustro, sobre el que se abren las
grandes vidrieras de dejan traspasar la luz fuerte y potente de estas tierras,
que reverbera en las paredes, en los objetos, en los bancos, en las sillas.
Aquí ningún detalle es accesorio. Todo está cuidado hasta en los más pequeños
detalles, todo está en un perfecto equilibrio de luz, color y estilo; todo está
iluminado por la luz, que da vida y une cada elemento, en esa armonía unitaria
que es también el humus de la enseñanza: unidad de los docentes (que de hecho
aquí se ven desde una clase a la otra); unidad de las disciplinas (las aulas se
distribuyen alrededor del fulcro central del claustro); unidad entre docente y
estudiante (este lugar ha sido plasmado de una manera tan hermosa, para que los
jóvenes se sientan acogidos, apreciados, estimados).
¿Cuál es el mensaje
educativo más hermoso que podemos ofrecer a nuestros jóvenes? En un momento de
grave crisis como el actual, en el que parece que el nihilismo y el
escepticismo (también de los adultos) toman la delantera, un lugar como éste es
la prueba concreta, encarnada, de que hay una esperanza.
Aquí se ve
concretamente que la fuente de la educación es la belleza: como escribía
Dostoevskij: “La belleza salvará al mundo”.
Es la frase que ha
dicho la directora de un colegio de S. Luca d’Aspromonte, en Calabria, una de
las poblaciones de Italia que tienen una tasa más alta de densidad mafiosa.
Me encontré con ella
hace cinco meses, en primavera, lloraba. Me hizo ver en su móvil las fotos de
su colegio: completamente destruido, con los baños fuera del edificio,
expuestos al frío y en condiciones higiénicas indecorosas. Me pidió ayuda; hice
poquísimo pero me parecía un delito no hacer nada. Llamé entonces al prefecto
de la región (Reggio Calabria), que en pocos meses le ayudó a hacer lo que
nadie había conseguido en diez años. Ella, que el año pasado había asumido de
mala gana el cargo de directora, con su fuerza de voluntad y su deseo de
cambiar las cosas, por fin había conseguido dar a sus muchachos lo que nunca
habían tenido, ni pensaban que podrían tener.
Esos mismos muchachos
que sólo eran capaces de destruir el edificio, encerrados en sí mismos, tristes
y enfadados con el mundo. Después de un año, tras la reestructuración del
colegio, con sus padres, los mismos padres que la primera vez que fui a Reggio
Calabria ni siquiera me indicaban el camino para llegar al instituto, ahora,
durante la inauguración del colegio, nos acogían con gestos de amabilidad,
sonrisas y atenciones. Todo el pueblo acudió a ver el nuevo colegio: niños,
fontaneros, electricistas, comerciantes.
¿Qué había pasado en
esos meses? Nos lo explicó la misma directora: «A menudo me vuelve ala mente
Dostoevskij: “El mundo se salvará por la belleza”. Pienso que la belleza de la
que habla el escritor ruso es la que lleva a cabo el hombre cuando realiza algo
creativo, generativo. Y el colegio que deseo para mis alumnos debe hacerles
conocer esa “Belleza” que sólo el arte, el conocimiento y la cultura pueden
dar. Y esto les mantendrá lejos del mal y les hará vivir como hombres libres…
Movida por este deseo, inicié mi proyecto de rehabilitación».
Escuchando estas
palabras pensé: pero ¿por qué la belleza salvará al mundo?
Porque para el gran
escritor ruso, al igual que para la directora, la belleza no es un discurso,
sino un hecho: y los niños, los muchachos, los jóvenes no quieren discursos,
sino que necesitan ver hechos, acontecimientos, a través de los cuales puedan
comprobar que los adultos, los profesores, los maestros tienen mucho interés en
su bien.
Las exigencias de
sentido
Se educa para la
belleza a través de la belleza.
Cada niño, cada joven
lleva dentro algo que nadie puede ofuscar o aprisionar. Esas exigencias
originarias de verdad, belleza y justicia que siempre se pueden aprovechar, a
menudo como un recurso que ni siquiera él sabe que tiene y que hace mágico y
sorprendente el momento del descubrimiento como base de todas las relaciones.
El desafío no es “organizar” una escuela o una universidad eficiente, sino que
el deseo de los jóvenes no disminuya, haciendo que nazca en ellos una atracción
y un sentido hacia lo que se les propone. El desafío es que haya adultos que
estén a la altura de estas necesidades.
A menudo decimos que
los muchachos están distraídos en clase. Un profesor amigo mío he ha hecho caer
en la cuenta de una cosa muy sensata: lo contrario de “distraídos” es
“atraídos”.
La pregunta que
tenemos que hacernos ante nuestros estudiantes es qué les puede atraer, qué les
puede suscitar curiosidad, qué puede interceptar esas exigencias de verdad,
belleza y bondad que cada uno lleva dentro de sí, qué puede volver a encender
su curiosidad.
Un sábado por la
mañana, al final del curso pasado, me desperté con un mensaje terrible en el
móvil que me avisaba del atentado en el colegio de Brindisi. La explosión había
asesinado a una espléndida criatura de dieciséis años y había herido a cinco
compañeras suyas ante los ojos perplejos y aterrorizados de sus compañeros de
colegio.
Al día siguiente fui
rápidamente a Brindisi: no me podía creer que una chica pudiera morir mientras
iba al colegio, que es el lugar de la vida, de las esperanzas, de los sueños.
No conseguía quedarme
tranquila: al colegio se va para vivir o para aprender a vivir, no para ver
cómo se queman los compañeros, seguía repitiéndome.
Fui al hospital para
ver a las chicas heridas: estaban cansadas, exhaustas, pero en sus ojos, tan
luminosos, nacía la luz de la recuperación, la fuerza dela valentía. Ellas ya
habían vencido a la violencia.
En ese momento
entendí que el deseo de la vida es algo irreducible y emocionante.
Después fui a la
escuela dela pequeña Melissay me quedé pasmada. Entre las frases escritas por
los amigos, una decía: «En el colegio sólo se debería morir de aburrimiento».
Esta frase me deja inquieta y deseosa de luchar para que las mil horas de clase
cada año tengan una envergadura a la altura de los deseos y de las exigencias
de los jóvenes.
Enseñanzas maestras
Pero ¿cómo es posible
hacer que lo ordinario sea extraordinario?
Se puede rodear a los
muchachos de cosas bonitas, pero si no se enciende la luz que muestra el nexo
entre esa belleza y su vida, todo resulta en vano. El problema no son los
muchachos: son los adultos.
Si están ellos
dispuestos a dejarse herir por la
Belleza de lo que enseñan y a dejar abierta la herida; si
están ellos impresionados por la
Verdad , si son ellos curiosos.
Docentes que muestren
a los muchachos el sentido de las cosas, el nexo entre la belleza y la
realidad, es decir, el sentido de la vida.
El objetivo de la
escuela, si queremos intentar una síntesis, es suscitar el interés por la
totalidad de la realidad, el mismo interés que debería haber impresionado al
docente.
El sentido de la
educación
El corazón de la
escuela esla educación. Larelación que se puede establecer entre estudiante y
maestro. Pero esta relación tiene un objetivo muy preciso: no vincular a uno
mismo sino abrir a la realidad en su totalidad.
Como ha escrito el
filósofo alemán Josef Andreas Jungmann: «La educación es la introducción en la
realidad total» (in Christus als Mittelpunkt religiöser Erziehung, Freiburg
i.B. 1939).
¿Qué son, de hecho,
las disciplinas si no caminos para entrar en relación con la realidad, para
entenderla, para hacer fructificar ese patrimonio de experiencia y de
conocimiento que nos llega a través de nuestra tradición para que sea
reinventado?
Las características
del docente
Ahora bien, para el
docente la educación consiste en «cómo hacer conocer».
Einstein escribía en
los Pensamientos de los años difíciles (1936): «A veces se ve en la escuela un
simple instrumento para transmitir una cierta cantidad máxima de conocimiento a
la generación que se está formando. Pero esto no es exacto. El conocimiento es
algo muerto; la escuela, en cambio, sirve para vivir».
¿De qué manera ayuda
a vivir el conocimiento? Tenemos que preguntarnos: ¿cómo intento yo, docente,
en mi materia hacer conocer, convertir en experiencia lo que digo? Es decir,
cómo lo que enseño aumenta el conocimiento que los estudiantes tienen de sí
mismos y de la realidad; cómo la disciplina que enseño contribuye al
crecimiento de la persona en su integridad.
Es necesario un
triple compromiso:
1. Es necesario
dominar la materia y hacer entender bien lo que se dice asumiendo como punto de
partidael mundocategorial del alumno (para entendernos: no se puede dar un
bistec a un niño de tres meses).
2. Hacer ver
concretamente de qué manera aquello que se estudia tiene que ver con su
experiencia y responde a esas exigencias de verdad, belleza y bien que posee.
3. Hacer ver la
conexión entre lo particular y la totalidad: puedo soportar el cansancio del
camino teniendo en mente la meta y empezando a disfrutar de algunas vistas del
paisaje que se abre ante mí.
Universidad y escuela
La clave de todo, por
tanto, está en disponer de docentes preparados, apasionados por lo que enseñan,
dispuestos a trabajar juntos, dispuestos a encontrar todas las vías que
permitan interceptar la curiosidad de los jóvenes y ayudarles a hacer
fructificar sus talentos.
La predisposición
(talento, inclinación natural) hacia lo humano
no se puede adquirir con créditos universitarios, pero se puede hacer
madurar mediante el encuentro con maestros capaces de mirar a la persona en su
integralidad, sin detenerse enla apariencia. Enseñares un arte. Por ello un
centro de magisterio debería ser un lugar en el que sea posible relacionarse
con maestros. Es imposible hacer escuela sin ir ala escuela. Por ello es
necesario estrechar cada vez más la relación entre las dos instituciones, para
construir una alianza virtuosa.
El fin de la escuela
“Se educa con lo que
se dice, con lo que se hace, pero mucho más con lo que se es”.
De hecho, el educador
es aquel que comunica el propio modo de relacionarse con la realidad, «la
manera personal de percibir, de evaluar y de afrontar, es decir, de saborear y
de hacer fructificar la realidad».
Esta frase me la
descubrió la persona que me ayudó por primera vez, a los catorce años, a darme
cuenta de que existía una clave para abrir todos los aspectos de la realidad.
Micompañero de pupitre y yo, al igual que Leopardi y Platón, teníamos en común
el mismo deseo de verdad, de bien y de belleza. Esta persona se llama Don Luigi
Giussani. Os invito a leer un texto central para toda la pedagogía del siglo XX
como es Educar es un riesgo (Educar es un riesgo: apuntes para un método
educativo verdadero, Encuentro Ediciones, 2006).
El corazón de la
escuela es la educación, es la relación que cada día se instaura entre docentes
y estudiantes: en clase se juega esa entrega de consignas, desde una generación
a la otra, sin la cual no puede haber futuro. Cada día miles de docentes ayudan
a los “jóvenes” a entrar en la realidad, captando su valor.
Esto es lo que sucede
dentro de estos bellísimos muros, que testimonian toda la pasión de quien los
ha querido y hecho construir para los jóvenes de hoy, los adultos de mañana.
Os doy las gracias,
por ello, por tanta pasión enérgica que es testigo de cómo un ideal encarnado
horada la opacidad aparentemente impenetrable de esta época nuestra.
Para concluir cuanto
se ha dicho, cito unas palabras de Charles Moeller me parecen muy actuales,
precisas e iluminadoras: «Cuando durante bastantes horas al día se tienen
delante veinticinco rostros de muchachos desde los quince a los dieciocho años,
que se vengan despiadadamente de uno mismo si se es aburrido en las clases,
pero que nos miran fijamente con sus ojos de claridad – a veces de ternura –
cuando en el silencio profundo de una hora matinal un reflejo de la belleza y
de la verdad les ilumina, es imposible no plantearse y volver a plantearse sin
pausa las cuestiones eternas que constituyen toda la vida de un hombre; y es
imposible no responder, porque la juventud es impaciente. Los libros, entonces,
ya no bastan. La respuesta debe darse inmediatamente, y debe ser verdadera, es
decir, total, porque nadie puede engañar a la juventud. Esnecesario entonces
cerrar los libros, sin olvidarlos, es necesario mirar a la cara a estos
jóvenes, es necesario sobre todo interrogarles sobre sí mismos y responder a las
cuestiones esparcidas en los textos de nuestros autores» (en Humanismo y
santidad, Editorial Juventud, 1967).
Gracias.
Elena Ugolini
Sottosegretario del Ministero dell’Istruzione dell’ Università et della
Ricerca
GRANADA, martes 4
diciembre 2012 (ZENIT.org).-
No hay comentarios:
Publicar un comentario