en el Vaticano la fe ya no es una virtud
Stafano Fontana
Brújula cotidiana,
08-11-2022
Al regresar de
Bahrein, el Papa Francisco reivindica el nombramiento de Mariana Mazzucato en
la Pontificia Academia para la Vida. Un nombramiento paradójico por las
declaraciones pro aborto y por el ateísmo de la docente, pero para el Papa es
“un soplo de humanidad”. Sin embargo, hasta Benedicto XVI, el ateísmo era un
daño para el hombre y la sociedad.
Abortistas en el
Vaticano: un tema que no es de poca importancia porque significa que en el
futuro los provida tendrán que comprometerse cada vez más “a pesar” del
Vaticano. No solo sin su apoyo, sino también en contra de sus posiciones.
Después de todo, ¿no sucede esto con la procreación y la homosexualidad? La
situación es objetivamente asombrosa y paradójicamente molesta. Si estos son
los signos de los tiempos, habrá que decidirse a revisar parte de la doctrina
teológica de los “signos de los tiempos”.
Una atea y
abortista en la Academia Pontificia para la Vida: una paradoja decidida por el
Papa que nombró a la profesora Mariana Mazzucato como miembro de la Academia
Pontificia para la Vida. Le preguntaron cómo fue posible este nombramiento,
dado que Mazzucato es abiertamente atea y partidaria del aborto de Estado.
Francisco confirmó que había decidido personalmente su nombramiento,
argumentando que de esta manera quería introducir un soplo de humanidad en la
Academia [“dar un poco de humanidad” fueron sus palabras]. Es muy difícil
descifrar esta frase en base a la lógica normal.
Si Mazzucato
representa un soplo de humanidad en la Academia por ser atea y abortista,
entonces quiere decir que no ser ateo y oponerse al aborto denota una humanidad
escasa. Los que han sido
miembros en el pasado y los que aún lo son sin ser ni ateos ni proabortistas,
tendrían una humanidad pobre o por lo menos estancada, necesitada de aire
fresco. ¿Pero la humanidad sola, admitiendo que sea posible, es capaz de traer
consigo este aire puro, sin referirse al verdadero Dios? Benedicto XVI
escribe en la Caritas in veritate: “Sin Dios el hombre no sabe adónde ir ni
tampoco logra entender quién es”. En la Iglesia siempre se pensó que fue Jesús
quien trajo un soplo de (plena) humanidad porque sin él la humanidad ni
siquiera es capaz de entender lo que es. Nada personal contra Mazzucato, no es
su culpa, es la humanidad la que, sola, no logra traer grandes ráfagas.
El caso Mazzucato
no es sólo el caso Mazzucato. Si el principio se aplica a su nombramiento en la
Academia por la Vida, ¿por qué no debería aplicarse en todas partes? Dos padres
deberían ser felices si su hija se casa con un ateo, porque traería un soplo de
humanidad; deberíamos alegrarnos si el catequista de la parroquia o el maestro
de la escuela son ateos y partidarios del aborto, porque traerían una ola de
humanidad. ¿Y por qué no un ateo en la presidencia de la Pontificia Academia
para la Vida? La lógica, incluso la más extraña, tiene sus propias exigencias
de coherencia.
A propósito de
coherencia. En 2016, Francisco aprobó el nuevo estatuto de la Academia
Pontificia para la Vida. El artículo 1 dice que la misma “tiene por finalidad
la defensa y promoción de la vida humana”; el artículo 5 dice coherentemente
que sus miembros forman parte de ella “únicamente para el cumplimiento de sus
tareas específicas” [es decir, defender y promover la vida], y que son
designados por el Papa sobre la base de “... un servicio fiel a la defensa y
promoción del derecho a la vida de toda persona humana”. También establece que
los miembros “se comprometen a promover y defender los principios relativos al
valor de la vida y la dignidad de la persona humana, interpretados de manera
coherente con el Magisterio de la Iglesia”. El mismo artículo también establece
que el nombramiento como miembro puede ser revocado “en caso de una pública y
deliberada acción o declaración contraria a dichos principios”.
La lógica y la
coherencia requerirían que Francesco modificara el estatuto o retirara el
nombramiento de la profesora Mazzucato. La lógica aristotélica, es decir
aquella natural sobre el pensamiento humano, es válida también para la Iglesia.
Está en juego la fiabilidad del testigo en todas sus demás declaraciones. El
primer principio de la lógica es el de la no contradicción: no se puede afirmar
y negar lo mismo al mismo tiempo y desde el mismo punto de vista. Ahora bien, escribir
que los miembros de la Academia deben defender y promover la vida y luego
nombrar a un miembro que, por sus propias posiciones declaradas, no pretende
defender ni promover la vida, es lógicamente una contradicción.
Además de estar a
favor del aborto, Mazzucato dice que también es atea. Y aquí se abre otro
problema de una gravedad sin precedentes. Juan Pablo II en Centesimus annus
dice que “La negación de Dios priva de su fundamento a la persona y,
consiguientemente, la induce a organizar el orden social prescindiendo de la
dignidad y responsabilidad de la persona”. Todo el magisterio social de la
Iglesia hasta Benedicto XVI ha sostenido siempre el daño que el ateísmo produce
en la sociedad, ya que sin Dios el hombre también se pierde y con el declive de
la trascendencia hasta la aclamada inmanencia se va al fondo. Por lo tanto, el
aborto y el ateísmo están estrechamente vinculados. No sólo en las convicciones
de la profesora Mazzucato, sino en sí mismas. Y ahora lo son también para la
Academia, instituida por Juan Pablo II el 11 de febrero de 1994.
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