Por INFOVATICANA | 20 marzo,
2020
(Brújula Cotidiana)- «La
Misa es el Cielo en la Tierra. No podemos privarnos ahora de ella, cuando la
crisis del coronavirus está poniendo en evidencia el individualismo de la
sociedad. Con esta decisión he querido enfatizar que Dios no nos abandona nunca».
El obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig
Pla, explica así, en esta entrevista a la Nuova Bussola Quotidiana, la
decisión que ha tomado para su diócesis de no privar al pueblo de la Santa
Misa, tomando, claro está, las necesarias medidas sanitarias.
Excelencia, ¿por qué ha
decidido mantener abiertas las iglesias, y celebrar las misas con el pueblo?
Como obispo he decidido
mantener abiertas las iglesias y también el horario habitual de las
celebraciones de la Santa Misa. Con ello quiero ofrecer a los fieles un signo
de que la Iglesia no abandona a nadie que requiera los auxilios divinos,
especialmente los sacramentos. Para ello disponemos las celebraciones siguiendo
todas las indicaciones de prevención que recomiendan las autoridades
sanitarias. Además, a las 12 y a las 20.30 horas las campanas de la Catedral
anuncian dos toques de oración para rezar por las necesidades que provoca esta
epidemia. Entre los bienes de la persona (bienes útiles, placenteros, el bien
moral, etc.), el máximo bien es el espiritual, que va unido al destino eterno
del hombre. Esta es la razón por la que no podemos privar a los fieles, incluso
en circunstancias extremas, de los dones divinos y particularmente de la
Eucaristía.
¿Es importante mantener las
distancias de seguridad, pero es aún más importante dar a los fieles el pan del
Cielo?
No solo mantenemos la
distancia de seguridad, sino que tomamos todas las medidas para prevenir la
infección: higiene en las manos del sacerdote, desinfección del suelo y de los
bancos, de los vasos sagrados, etc. Todo ello es importante, sin embargo
ninguna de estas cosas apaga el deseo de infinito que hay albergado en cada
corazón humano. Por eso, junto a las medidas de seguridad, no puede faltar lo
que especifica la obra de la Iglesia: ofrecer la salvación lograda por
Jesucristo mediante la oración, la predicación de la Palabra y los sacramentos.
¿Qué significado hay que dar
a la Misa en estos días? ¿Es indispensable?
La Santa Misa, en todas las
ocasiones, y más en esta situación extrema, es el cielo en la tierra. Sin la
presencia del cielo -hecho presente en la humanidad de Jesucristo y ahora en
los sacramentos- el hombre desfallece. Se puede dispensar de acudir a la
Eucaristía dominical, por esta situación extrema y con razones justas, pero no
hay que negar el pan del cielo a cuantos, con las prevenciones indicadas por
las autoridades sanitarias, pueden acudir y desean el consuelo de Dios. Los
fieles que acuden son conscientes de su responsabilidad y ofrecen la Santa Misa
por todos los que sufren la pandemia.
¿Le han criticado? ¿Tal vez
las críticas son la demostración que se piensa más en la salud del cuerpo que
en la del alma?
De los fieles he recibido
algunas indicaciones, sugerencias para mejorar las celebraciones y algunas
dudas. Críticas directas no he recibido ninguna. Sí he recibido, en cambio,
muchas muestras de gratitud. De todas maneras, es comprensible que entre los
fieles se dé alguna incertidumbre. Saber que el bien espiritual es el máximo
bien contrasta con el espíritu del mundo y este espíritu mundano también puede
penetrar en la Iglesia. Para ello son consoladoras las palabras de Jesús: “En
el mundo tendréis luchas; pero tened valor: Yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).
¿Ha recibido presiones del
gobierno, o le han obligado a cerrar las misas o suspender las misas? ¿Cómo se
ha comportado el gobierno con ustedes, los obispos?
Gracias a Dios no he
recibido ninguna presión del gobierno. En el Decreto de Alarma está previsto
poder acudir a los actos religiosos tomando las medidas de prevención. A tenor
de las circunstancias tomaremos las decisiones oportunas.
Un aspecto que vivimos en
Italia es el hecho de que muchos capellanes de hospital no pueden entrar en las
Unidades de Cuidados Intensivos, lo que hace que la gente muera sola.
¿Cómo es
la situación en su diócesis? ¿Consiguen lo capellanes llevar los Sacramentos a
los enfermos y moribundos?
La situación en los
hospitales ubicados en el territorio de la diócesis es preocupante, por el
número de infectados. Los sacerdotes ejercen su labor con la prudencia
necesaria y con las prevenciones previstas. Hasta ahora las personas o los
familiares que solicitan los sacramentos pueden ser atendidos. Para los
enfermos que están en las unidades de cuidado intensivo hay medidas especiales
y no siempre se puede acceder a ellas.
¿En qué medida el
coronavirus nos interroga como castigo y purificación de Dios?
La pandemia del Coronavirus
nos ha colocado en una situación límite. De momento ha puesto en evidencia la
precariedad humana y ha desenmascarado la mentira del individualismo que ha
propiciado la ruptura de vínculos con la familia, con la tradición y con Dios.
La soberbia del globalismo y de la sociedad tecnocrática ha sufrido un duro
golpe. Hoy hemos de reconocernos todos más humildes y dependientes los unos de
los otros y dependientes de la sabiduría amorosa de Dios creador y redentor. De
manera especial, Occidente necesita una purificación y una vuelta a la
tradición cristiana, que ofrece una verdadera respuesta a los interrogantes
humanos y promueve el modo adecuado de vivir desde la virtud. Este es un tiempo
de prueba y, a la vez, un tiempo de gracia. Solo Dios puede convertir esta
situación penosa en una ocasión de salud para el espíritu humano.
¿Qué le dice a la Iglesia,
hoy, este virus? La Iglesia, ¿debe plantearse preguntas?
Evidentemente, esta
situación afecta también a la Iglesia y nos hace volver a las cuestiones
básicas que afectan a la salvación humana. La Iglesia no es una organización
simplemente humana, una ONG. En sus entrañas lleva el ofrecimiento de la
salvación eterna pagada al precio de la sangre de Cristo. Esta pandemia nos
invita a todos a volver el corazón a Dios, a insistir en el destino eterno del
hombre y a poner el énfasis en la gracia de Dios, en recomponer los vínculos humanos;
resaltar la importancia de la familia, de la comunidad cristiana y de los
medios de salvación (oración, Palabra de Dios, sacramentos, caridad, etc.).
Frente a la soberbia del individualismo y la autonomía radical, esta es una
ocasión de gracia para cambiar el concepto de libertad. La libertad no es
simplemente independencia y ruptura de vínculos. Nuestra libertad creada es
para la comunión y para la dependencia amorosa de la sabiduría de Dios.
Redescubrir a Cristo, dejarnos abrazar por su gracia redentora y aprender a
vivir en comunidad son los retos para poner en pie a la Iglesia y a la
sociedad.
Publicado en la Brújula
Cotidiana.
Conozco desde hace muchos años a Mons. Reig Plá. Es un hombre de Dios; de fe verdadera, con obras, que no se amilana ante la mundanidad. Un ejemplo a seguir entre los obispos.
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