viernes, 6 de julio de 2018

Nota



con ocasión del 50 aniversario de la Encíclica de Pablo VI.

La Humanae vitae y la Doctrina social de la Iglesia, unidas por el mismo destino.

Observatorio Cardenal Van Thuan, 22 giugno 2018
Stefano Fontana


La encíclica de Pablo VI Humanae vitae y la Doctrina social de la Iglesia son objeto de la misma oposición. Estamos hablando de finales de los años sesenta y principio de los setenta del siglo pasado. Este hecho del destino común al ser objeto de polémica en esos años (y, después, en los años sucesivos hasta llegar al día de hoy, dado que los argumentos de fondo no han cambiado) es de gran interés, no sólo para comprender la relación entre la Humanae vitae y la Doctrina social de la Iglesia, sino también para considerar la común estructura de pensamiento objeto del rechazo. En este cincuenta aniversario de la encíclica de Pablo VI es importante que este tema no pase inadvertido.

Como es bien sabido, la oposición a la Humanae vitae dentro de la Iglesia fue bastante dura, lo que fue causa de gran asombro y profundo pesar para Pablo VI, que fue abandonado por muchos cardenales y obispos cercanos a él antes y durante el Concilio. Ambos progresismos eran claramente distintos en las intenciones de fondo, aunque convergían en algunos momentos del recorrido. Recientemente, se ha publicado un libro que documenta la aportación de Karol Wojtyla a la Humanae vitae y que recuerda, de manera indirecta, los episcopados que se opusieron con mayor fuerza [GALUSZKA, Pawel Stanislaw, Karol Wojtyla e Humanae vitae. Il contributo dell’Arcivescovo di Cracovia e del gruppo di teologi polacchi all’enciclica di Paolo VI, Cantagalli, Siena 2017]. Augusto Del Noce dijo que se había tratado del más grande “Kulturkampf” (combate cultural) moderno contra la Iglesia católica, al que Pablo VI resistió con tenacidad.

En esos mismos años se desarrolló el rechazo a la Doctrina social de la Iglesia. El libro que llegó a ser el texto de referencia de esta oposición fue escrito por el padre Dominique Chenu, La Dottrina sociale della Chiesa (Queriniana, Brescia 1977), del que aconsejamos leer sobre todo las páginas 48-53. En la base de esta condena se encontraban la interpretación del Concilio tal como lo entendía la Escuela de Bolonia, el cambio de la teología de la naturaleza a la historia, la idea que con Octogesima adveniens Pablo VI debería haber reajustado la Doctrina social de la Iglesia  publicando voluntariamente un documento social de tono inferior a una encíclica. 

El motivo principal era, sin embargo, el cambio de paradigma de la relación entre la Iglesia y el mundo, con la fundamental aceptación del “cambio antropológico” y de un mundo que ya estaba “maturo”. En esos años, las editoriales católicas publicaron una avalancha de textos -una verdadera bomba teológica- que contradecían desde la raíz la estructura teológica de la Doctrina social de la Iglesia. En la Iglesia, el 68 tuvo también esta característica y la “opción socialista” que realizaron las ACLI (Associazioni Cristiane Lavoratori Italiani) en 1970 se convirtió, de algún modo, en el símbolo principal para Italia, como la Conferencia de los obispos latinoamericanos (CELAM) en Medellín, Colombia, lo fue a nivel de Iglesia universal.

El rechazo a la Humanae vitae y la Doctrina social de la Iglesia prosiguió también después. Los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI respondieron relanzando, juntas, la moral matrimonial y la Doctrina social de la Iglesia. Con todo, esto no ha conseguido derrotar a las corrientes teológicas y eclesiales que son contrarias tanto a la una como a la otra y que, además, se han fortalecido con el tiempo.

Esta unidad de destino de la Humanae vitae y de la Doctrina social de la Iglesia merece gran atención. Parece que ambas permanecen juntas o caen junta. Efectivamente, es así. El primer motivo es que, como se ha dicho recientemente, en la unión conyugal está contenido el  germen de cualquier otra relación social, por lo que si lo natural se transforma en contractual, el efecto negativo que recae sobre el orden total de la sociedad es enorme. El segundo motivo es aún más profundo. Tanto la Humanae vitae como la Doctrina social de la Iglesia comparten una estructura de pensamiento filosófico y teológico que es su fundamento.

Esta estructura de pensamento había sido expuesta por León XIII en la serie de encíclicas que rodeaban la Rerum novarum, y había sido confirmada por Juan Pablo II en las tres encíclicas fundamentales, a saber: Evangelium vitae, Veritatis splendor y Fides et ratio. 
Podemos expresarlo con las palabras de Humanae vitae: «Ningún fiel querrá negar que corresponda al Magisterio de la Iglesia el interpretar también la ley moral natural. Es, en efecto, incontrovertible -como tantas veces han declarado nuestros predecesores-, que Jesucristo, al comunicar a Pedro y a los Apóstoles su autoridad divina y al enviarlos a enseñar a todas las gentes sus mandamientos, los constituía en custodios y en intérpretes auténticos de toda ley moral, es decir, no sólo de la ley evangélica, sino también de la natural, expresión de la voluntad de Dios, cuyo cumplimiento fiel es igualmente necesario para salvarse» (n. 4).

Quienes rechazaban entonces y rechazan ahora la Humanae vitae y la Doctrina social de la Iglesia rechazan, en el fondo, la estructura de pensamiento basada en la relación entre lo natural y lo sobrenatural, entre razón y fe, entre ley moral natural y ley divina, relación en la que el segundo término purifica al primero, pero sin negarlo nunca.



No hay comentarios:

Publicar un comentario